LO QUE NO ACAECE EN UN
AÑO
SUCEDE EN UN RATO
¡Vaya
hombre! Por ahí viene el de ayer. Y llevo su chaqueta. Convencido estoy de que anoche
estaba borracho; hoy parece que no. Camina recio y lo veo, ¡seguro que viene a
que se la devuelva! Si me pidieran limosna estando a dos velas… ¡iba a regalar
mi chaqueta! ¡Que si quieres! Pues mira, sí; se ha quedado quieto parao, mirándome.
-- Perdone usted, pero si no me equivoco, ayer le di
la chaqueta que lleva puesta, así que le doy esto para que se compre unos pantalones.
--Muchas gracias, señor, muchísimas gracias. ¡Dios
se lo pague!
Ni
lo cuento, Me largo en cuanto doble la esquina. ¡…Mira las cosas que le pasan a
uno!
Nada
de comprar unos pantalones. Iré a donde el ropavejero y le venderé la chaqueta
porque no puedo limosnear con una pocholez como esta. ¡Canto de aurora boreal! Con
lo que saque por ella y los veinte euros que el sujeto me dio para los pantalones… ¡un banquero!
¡Sí señor, un banquero!
--Isaac, ¿me compras
esta pitusa? Ya no las hacen así.
--Isaac, ¿por qué la
miras tanto? ¿Por qué la sobas?
--Porque esta chaqueta
salió ayer de aquí. Se la llevó Camilo sin que me diese cuenta.
--¿Quién es Camilo? ¿Un
dependiente nuevo?
--Aciertas. Y también
se llevó 80 euros de la registradora.
--¡Caray!
--No le denuncié porque
tampoco vale la pena ¡arrieros somos…! Si algo te puedo dar es un socorro por
devolverla. ¿Vale?
--Pues bueno, ¡puestos
así?
Menuda
sorpresa, caray. Tres euros más no te sacan de pobre… Admirable Camilo, se
llevó ochenta euros y me dio veinte. ¡Tampoco me voy a quejar…! Pero, ¿y si el tal
Camilo fuese un invento del ropavejero?
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