miércoles, 15 de mayo de 2013



LO QUE NO ACAECE EN UN AÑO
SUCEDE EN UN RATO


¡Vaya hombre! Por ahí viene el de ayer. Y llevo su chaqueta. Convencido estoy de que anoche estaba borracho; hoy parece que no. Camina recio y lo veo, ¡seguro que viene a que se la devuelva! Si me pidieran limosna estando a dos velas… ¡iba a regalar mi chaqueta! ¡Que si quieres! Pues mira, sí;  se ha quedado quieto parao, mirándome.

-- Perdone usted, pero si no me equivoco, ayer le di la chaqueta que lleva puesta, así que le doy esto  para que se compre unos pantalones.
--Muchas gracias, señor, muchísimas gracias. ¡Dios se lo pague!

Ni lo cuento, Me largo en cuanto  doble  la esquina. ¡…Mira las cosas que le pasan a uno!

Nada de comprar unos pantalones. Iré a donde el ropavejero y le venderé la chaqueta porque no puedo limosnear con una pocholez como esta. ¡Canto de aurora boreal! Con lo que saque por ella y los veinte euros que el sujeto me dio para los pantalones… ¡un banquero! ¡Sí señor, un banquero!

--Isaac, ¿me compras esta pitusa? Ya no las hacen así.
--Isaac, ¿por qué la miras tanto? ¿Por qué la sobas?
--Porque esta chaqueta salió ayer de aquí. Se la llevó Camilo sin que me diese cuenta.
--¿Quién es Camilo? ¿Un  dependiente nuevo?
--Aciertas. Y también se llevó  80 euros de la registradora.
--¡Caray!
--No le denuncié porque tampoco vale la pena ¡arrieros somos…! Si algo te puedo dar es un socorro por devolverla. ¿Vale?
--Pues bueno, ¡puestos así?

Menuda sorpresa, caray. Tres euros más no te sacan de pobre… Admirable Camilo, se llevó ochenta euros y me dio veinte. ¡Tampoco me voy a quejar…! Pero, ¿y si el tal Camilo fuese un invento del ropavejero?

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