miércoles, 11 de marzo de 2020




LOS ÚLTIMOS 4 AÑOS DE PÍO BAROJA,

SEGÚN  SU SOBRINO JULIO CARO BAROJA


Alberto Jiménez Fraud (1883-1964) fue el primer director de la famosa Residencia de Estudiantes (1910). A este muy reconocido pedagogo, ensayista, editor y traductor, autor entre otros libros de la famosa Historia de la Universidad española, le aguardaba un largo exilio iniciado en Inglaterra en 1936 --donde enseñaría en Cambridge y Oxford-- hasta morir en Ginebra en 1964.

Gracias a Gabriela von Humboldt --que hizo público el legado del que se hizo cargo--, también a la Fundación Unicaja, la Fundación Arte, Ciencia y Diálogo, la Residencia de Estudiantes, los amigos de la misma, la colaboración del Colegio de México y nuestro Ministerio de Economía Industria y Competitividad que financió el Proyecto Epístola desarrollado por  La Fundación Francisco Giner de los Ríos y la Residencia de Estudiantes, se publicó el epistolario de don Alberto que reúne unas dos mil cartas que intercambió con contemporáneos desde 1905 hasta el final de su vida.[i] Mi propósito aquí es reseñar la correspondencia que dirige Julio Caro Baroja a don Alberto Jiménez Fraud dando cuenta de la metamorfosis final de sus tíos Ricardo y Pío Baroja y el dolor que el sobrino siente al contemplar ese proceso.

También queremos sugerir en esta pequeña exegesis que la desmemorización de Pío Baroja que alguna crítica considera como influyente en su trabajo de los últimos años no se manifiesta con plenitud hasta dos años antes de su muerte y a causa de los barbitúricos que tomaba, independientemente de que sufriera pérdidas puntuales de memoria que, por entonces, don Pío neutralizaba con sus archivos de recortes y la copia de textos propios donde ya hubiera expuesto lo que deseaba continuar afirmando, textos que aprecio como redivivos por lo general. Lo afirmado debe considerarse junto al hecho de que Pío Baroja protestó más de una vez contra la circunstancia de que los escritores tuvieran que trabajar hasta el final de sus días para poder comer.

Julio Caro comenta a Jiménez Fraud el 25 de julio de 1952 en carta escrita en Vera que allí vive su tío Ricardo, 82 años, sufriendo un epitelioma en la lengua, bastante común en los fumadores de pipa, pero se mantiene recio y pintando; por el contrario, todas las desdichas parecen cebarse en su mujer. Añade que dejó a don Pío en Madrid asegurando que no sentía el calor que fastidiaba a todo el mundo y pensando en proyectos para cuando “de la vuelta a los 80, que va a ser pronto.(p.17)

El 12 de diciembre de 1953 don Julio vuelve a escribir a Don Alberto una carta muy distinta a la anterior. Comenta que su tío Ricardo entró en un estado pre agónico dos meses atrás y que estuvo en Madrid encontrando que el tío Pío “tampoco anda muy famoso(p.98). Confiesa que a raíz de la marcha de su hermano a Méjico se ha quedado de “rodrigón de una familia decrépita” lo que tiene su ánimo decaído.

Jiménez Fraud le responde el 21 de diciembre, 1953,  para darle su más sentido pésame por la muere de su tío Ricardo y mostrar interés por saber cómo Pío Baroja soportó la pérdida de su hermano. Tres días después, desde Vera, Julio Caro comenta que su tío Ricardo falleció el 19 de diciembre y que, por esa razón,  su estado emocional es desolador al influir los acontecimientos familiares  con el ambiente que se respira en la nación; llega al punto de asegurar que no le queda motivo de vivir en España ajeno al de cuidar de su tío Pío y declara su deseo de abandonar el país en cuanto fallezca. “El año 1936 los españoles se jugaron todo a  dos cartas y el juego es siempre pérdida(p. 101), palabras que señalan el calado de sus sentimientos.


El 24 de enero de 1954 Julio Caro desvela en carta desde Madrid que su tío Pío anda “envuelto cada vez más en un sopor artificial, producido por el fanodormo.(p. 108) Sin embargo, el 4 de agosto declara su alegría por haber recibido carta de los Jiménez Fraud y detalla que, para vivir de su trabajo le resulta imprescindible viajar, y que aun habiendo asentado a su tío Pío en Vera le preocupa cada vez más dejarle solo “pues aunque no está mal, tampoco puede decirse que lleve sus 81 años y medio con prestancia(p. 120). No obstante, la carta de 14 de noviembre de 1954 enviada por don Julio a don Alberto motiva a pensar que las cosas transcurren con cierta normalidad porque no se menciona a Pío Baroja.

En la carta escrita –muy probablemente en Vera-- a finales de agosto de 1955 don Julio se lamenta de no tener noticias de los Jiménez Fraud. Después confiesa que atraviesa un verano insatisfactorio, sobre todo por “la situación mental de mi tío, que, a fuerza de tomar barbitúricos para dormir, ha perdido casi en absoluto la memoria y, por lo tanto, la aguja de marear”, (p. 240) lo que le exige abandonar viajes y proyectos. Sin embargo, por carta fechada el 8 de octubre del mismo año, afirma que don Pío “está un poco mejor de su intoxicación barbitúrica(p.255), lo que contrasta con los días finales de Ortega y Gasset y la fractura de cadera sufrida por Azorín yendo a ver una cartelera de cine, sucesos a los que también alude en su misiva.

El 8 de enero de 1956 Julio Caro confiesa que “la salud del tío ha pegado el bajón invernal previsto y la arteriosclerosis cada día avanza más.(p. 273) Indica que la inquietud originada por el fallecimiento de Ortega se ha difuminado, suplida por la originada por el ministro Ruiz Jiménez al decir que si los estudiantes son lectores de Pío Baroja, Lorca y Ortega “la Universidad no es responsable de ellos” contra lo que don Julio piensa.

El proceso de la enfermedad de Pío Baroja conduce a un deterioro progresivo que su sobrino registra en la carta de 24 de marzo de 1956 al confesar: “Hoy mismo parece que recae. Pero los altibajos son propios de esta enfermedad, según los médicos, que no saben qué ritmo puede llevar. El caso es que él no sufre, pero que yo estoy ya un poco desquiciado, a lo que contribuye no poco la contemplación del mundo circundante.(p. 285)

El 18  de septiembre, 1956, las palabras del sobrino filtran el estado de frustración total que le embarga. Explica que, desde el 21 de mayo,  los doctores han hecho sobre su tío “una serie de acrobacias (…) que han mantenido y mantienen una especie de cadáver galvanizado, diciendo que vive por el mero hecho de que le palpita el corazón.(p. 316) Pío Baroja, como es sabido, falleció el 30 de octubre de 1956. Dos meses después, el 20 de noviembre de 1956, de manera simple y recia, Julio Caro Baroja escribe a don Alberto: “Ya terminó. Ya me he quedado solo, completamente solo.(p. 334)






Nota.:

1.- Alberto Jiménez Fraud, Epistolario I (1905-1936), Epistolario II (1936-1952), Epistolario III (1952-1964) Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco, Fundación Unicaja/Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2017. Los textos aquí recogidas se encuentran en el Epistolario III.