LOS
GRADUADOS DE LA UNED
El día 15 de junio pasado
acudí al centro universitario de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia (UNED) en Tortosa para asistir a una clausura de curso, acto en el
que se entregaron distinciones a los profesores-tutores y personal del Centro
que cumplían muchos años de servicio al
mismo y diplomas a los alumnos graduados en los tres últimos cursos. El
Director, Dr. José María Franquet, me había pedido que pronunciara la Laudatio de los graduados y lo hice con palabras muy parecidas a las que
siguen.
La UNED cumple este año
cuarenta de su fundación con un mismo objetivo: facilitar la educación superior
a las personas que, por razones de trabajo o de residencia, no pueden acudir a
la universidad presencial. El éxito de tal propósito se rastrea fácilmente a través
de sus Centros. El de Tortosa --que en
diciembre de 2013 celebrará cuarenta años de la Orden ministerial de su
creación convirtiéndole en el séptimo de la UNED-- ha ayudado a realizar estudios
superiores a algunos miles de estudiantes de los que más de 1.200 concluyeron estudios,
la inmensa mayoría en calidad de licenciados o ingenieros superiores.
La labor de esos
graduados ha influido, además, en el tejido social del área jurisdiccional del Centro -- la
provincia de Tarragona. Recuerdo aquel lejano día en que, asistiendo a un acto representando
al Centro, un prócer de pueblos y campos me preguntó con cierta guasa para que
servía la UNED si casi todos sus alumnos
–por entonces-- estudiaban Derecho y le respondí intencionadamente: “Al menos sirve para que los
caciques tengan gente a su lado que conozca las leyes y les induzcan a cumplirlas.”
Hubo un tiempo en la
ciudad de Tarragona que la delegada de Hacienda, el administrador de la Agencia
Tributaria, el presidente de la Cámara de Comercio y un magistrado de trabajo
coincidían como licenciados por la UNED habiendo estudiado en nuestro Centro. Otros
graduados regían ayuntamientos, cuerpos de policía, se desempeñaban en
profesiones liberales o como profesores de instituto, algunos realizando labores
investigadoras sobre la historia de sus pueblos, tarea que anteriormente se
atribuían aficionados con parecer, pero
sin metodología. Los diplomados en Educación Social hoy se afanan en labores sociales
importantes en sus lugares de residencia
y sucede así porque la mayoría de los graduados de la UNED no emigra.
Fue hacía 1982 cuando el
Centro de Tortosa contó sus diez primeros
licenciados. Para celebrarlo, solicité de nuestro Patronato la concesión de un
diploma de Alumno Emeritus que reconociese
su merecimiento. Se me preguntó si el diploma se iba a otorgar sólo a los
mejores y respondí que a todos por igual y sin excepción, porque si la UNED se
adorna con características singulares, también las tienen sus alumnos, la
mayoría con una media de 35 a 40 años de edad, familia a su cargo, posibilidades económicas diversas, con
trabajos y responsabilidades que sólo les permiten estudiar a tiempo
parcial, viviendo lejos o muy lejos del
Centro. El diploma tenía que reconocer a todos porque llegar a la meta es lo
que precisamente les iguala, y no resulta baladí la obtención de una
licenciatura o una ingeniería superior que
requiere una media de siete a nueve años de estudios en la UNED, dos menos en el caso de
las diplomaturas o las ingenierías técnicas.
Uno o dos años después,
y celebrando otro acto de clausura, me
quedé charlado con el vicerrector enviado desde Madrid para presidirlo, el Dr.
Faustino Fernández Miranda y, por ese motivo, nos retrasamos en llegar a la cena de
confraternidad que cerraba las celebraciones del día. Quedaban pocas mesas con
sitio libre para acogernos; el Dr. Fernández Miranda lo encontró entre las
secretarias y delegados de alumnos y a mi me esperaba la mesa más temida, la de
los licenciados en Ciencias Químicas, pues, presumía que me reprocharían el escaso apoyo
tutorial que ofrecía el Centro a su carrera a partir del segundo curso.
Mis temores no tardaron
en esfumarse. Uno de los exalumnos, que trabajaba en la petroquímica de
Tarragona y era muy salado, contó lo bien que se lo pasaban cuando iban a hacer
las prácticas de la carrera en la Sede Central de la UNED en Madrid y, al
enfilar los pasillos, veían las puertas
de los despachos entreabrirse y,
segundos después, asomar las cabecitas de los profesores --invisibles hasta ese
momento-- también contentos del encuentro con sus alumnos -- igualmente
invisibles hasta entonces.
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Al conocer que uno de
los compañeros de mesa se había desplazado con su mujer en avión desde Suiza para
recibir el diploma del Patronato le pregunté el motivo y me dijo que también había
trabajado en la petroquímica de Tarragona, pero finalizada la licenciatura, había sido contratado por una multinacional
suiza y, como era de suponer, su vida había cambiado de manera decisiva. Por
eso había volado desde ese país a
recoger un diploma que sería el relicario de sus años de estudio y unos esfuerzos
que estaba lejos de olvidar.
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Son muchos los alumnos
que culminan sus expectativas en la UNED, pero muchos más los que por razones varias se quedan en el camino. La UNED es difícil, pero la vida
tiene meandros insuperables que obligan a encallar. No olvido a aquel simpático agente de adunas que al finalizar
sus exámenes de junio me dijo: “Ojalá lo
apruebe todo ahora porque de lo contrario no sé si llegaré a septiembre”. El
cáncer que padecía fue más rápido.
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Si algo distingue sobremanera
a las graduadas y los graduados de la UNED es su motivación, una voluntad de
hierro y una paciencia envidiable para superar ese camino de sinuosas
dificultades que la vida y también los estudios deparan.
He conocido graduados que por dedicar los ratos libres a la carrera rompieron sus
matrimonios y he conocido señoras que graduándose
salvaron la situación de pobreza en que las dejaron sus anteriores maridos. Hay
licenciados que también han hecho sus doctorados en nuestra universidad. En
cualquier caso los méritos de todos ellos están muy por encima de la ayuda
prestada por los Centros, sus tutores o de los mismos profesores de la Sede Central.
Esa voluntad, paciencia y motivación les habrían posibilitado coronar cualquier
otra empresa que hubieran acometido. Los graduados de la UNED son de primera
clase.
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