miércoles, 9 de noviembre de 2011


EL AUDAZ DE GALDÓS



Galdós publica El audaz. Historia de un Radical de Antaño (1871) apenas un año después de La Fontana de Oro y La Sombra. Resulta una de sus obras menos estudiadas, ¿porque la irrupción de Galdós se asocia a la novela inicial? ¿porque El audaz abordaba un doble fracaso político y sentimental y carecía de un final feliz? o bien, ¿porque pasados dos años llegaron los primeros Episodios Nacionales y atrajeron más?

En síntesis, El audaz transcurre en 1804 bajo el reinado de Carlos IV y el gobierno de Godoy. Describe la conspiración que pretendía sustituir al príncipe de la Paz por el príncipe Fernando, quien luego sería Fernando VII(1). De Godoy se habla, pero no está inmiscuido per se en la novela; es, sin embargo, el objeto del deseo; su eliminación significaría que cesaran la corrupción y descomposición que se habían apoderado del país.

Entre los conspiradores, unos desean que la monarquía caiga con Godoy –pretensión del protagonista Martín Muriel-, otros buscan una simple sustitución de príncipes y que sigan las cosas igual.

En el texto de la novela se dice que la Revolución Francesa acaba de acaecer, si bien, Galdós escribe cuando nuestra Revolución de 1868 --que también le sirve de inspiración-- acaba de concluir y,  como ocurre en las novelas galdosianas previas a sus llamadas novelas españolacontemporáneas, los personajes principales tienen una caracterización más bien política y representan las diferentes ideas en colisión.

Martín Muriel no se aparta del guión. Es hijo de un hombre vilipendiado e injustamente aherrojado en la cárcel por las maquinaciones de un turbio personaje al servicio de la casa aristocrática donde aquel había servido. Martín es presentado como un ser sediento de venganza contra la clase que cometió el atropello y los poderes y dignidades que la respaldan, sean aristócratas, jueces, inquisidores o clérigos. Los demás personajes tienen un perfil más creativo y algunos están adornados con notables y sutiles caracterizaciones.

La condesita de Cerezuelo proporciona la sorpresa mayor. La presentación de Susana copia los rasgos característicos de su clase; además es superficial y se alude a su gran belleza. Sin embargo, el narrador la despoja poco a poco del ropaje arquetípico debido al amor que Martín la inspira, una evolución parecida a la que ocurre en  La dama boba de Lope aunque sean obras diferentes en todo. Lo equiparable es que el amor transforma; lo mismo hace lista a la boba que sensible a la frívola.

A diferencia de la Clara de La Fontana de Oro y de otras protagonistas que representan a España en las novelas de Galdós, la condesita vive acciones y conductas propias de un personaje alejado del estereotipo, vivencias que, a la postre, la conducen a la angustia y a la sorprendente autoinmolación. Flaubert ya había publicado Madame Bovary (1857) cuando Galdós escribe El audaz y aún estaba por publicarse la Ana Kerenina (1875-1877) de Tolstoy. Se puede pensar que, aun siendo distintas, la novela francesa influenció en nuestro novelista –está por demostrar-, pero pensamos que Galdós tenía motivos distintos para relatar el suicidio de Susana.

El Capítulo XXX de El audaz lleva el título metafórico de “Revoloteo de una mariposa alrededor de una luz” y es excelente. Susana recorre las calles de Toledo sumida en sus pensamientos, sufriendo angustiosamente por el anatema lanzado por su padre y la proscripción de su gente a causa de su relación con Martín, el convencimiento de la imposible recuperación del amado y la propuesta que le han hecho de un matrimonio inasumible para salvar su situación. Inmersa en un sentimiento creciente de fracaso vital llega al Puente de Alcántara desde el que se arroja al Tajo para poner fin al sufrimiento. La narración, que había adquirido un tempo lento adornado de imágenes sustanciales, ha favorecido la creación de un clímax para que se desarrolle el hecho fatídico de la consumación personal. Pero después de la sorpresa que recibe el lector vale la pena preguntarse: ¿el suicidio de Susana trasluce el de la España borbónica a punto de ser entregada a Napoleón?

La muerte de Susana contrasta vivamente con el final de Martín Muriel. Le vemos marchar enjaulado y preso –eco irónico del Quijote- dando una imagen desquiciada de quien ha consumido los ideales filosóficos y políticos en un propósito de venganza. En realidad, ha representado a los extremistas que tanto disgustaban a Galdós (2) -- probablemente porque estrangularon logros progresistas, por ejemplo, la acción de los liberales frente al absolutismo borbónico y, años después,  la 1ª República. Al final de la novela Martín es la pantomima de un dictador que vocifera y manda matar y matar creyéndose Robespierre, pero habiéndose convertido en un enajenado a quien acompañan dos locos más que se creen Saint- Just y Napoleón.

El audaz se publicó como folletín en la Revista de España entre 1871 y 1872. Que fuese una novela por entregas se nota en ciertos alargues, en especial los filosófico-políticos que incluso anegan el diálogo de los amantes. La Revolución de 1868 se asoció a la aparición del realismo y Clarín taxativamente la afilió al glorioso renacimiento de la novela española. Llevar la política a las novelas hacía creer a los realistas que contribuía a desenmascarar los males de España retratando el pálpito social. También querían borrar el papel de la novela histórica anterior por considerarla vehículo del conservadurismo tradicional, y se servían del folletín para que su prédica llegara a más ciudadanos. Lo mismo hicieron en Europa los escritores desde Balzac a Dickens y lo harían los rusos. Sin embargo, resulta curioso que, en los propósitos de nuestros realistas, no entraba atacar al Ejército –salvo a determinados individuos- ni a la Iglesia –aunque sí a los clérigos-  y el propio Galdós encabezó alguna manifestación anticlerical aun siendo creyente a su manera y hay testimonio fotográfico de ello.

La nueva novela histórica no afrontaba el pasado lejano sino el cercano o el del tiempo. Tenía por héroes a gentes de la clase media con el defecto de constituirse, en arquetipos llenos de exaltación (3), imaginación arrebatada –como se escribe de Muriel- en su pasión política. No constituyeron las mejores criaturas de ficción, pero protagonizaron novelas de concienciación histórica y social nada exentas de acción e incluso de una acción complicada que no transcurría en castillos umbrosos, sino en aquellos recintos y calles de las ciudades históricas donde se originaban intrigas, manifestaciones, tumultos y batallas.

La narración y los diálogos también reflejan la actualidad de aquellos días. Galdós ya mostraba una de sus mejores virtudes de siempre: el oído, escuchar (4), e imitaba los discursos, las gacetillas de los periódicos, los dichos de la plebe, los giros y vocerío de la canalla o la jerga de los valientes. El audaz no fue una novela preclara, pero sí una novela mucho mejor y representativa de un tiempo y del autor de lo estimado hasta ahora.
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NOTAS.:

1. La narración de los sucesos histórico-políticos, en particular la conspiración fernandina anti-Godoy, es fidedigna. Ver el relato de lo sucedido en 1804 con la conjura del “partido fernandino” en la biografía del catedrático Emilio La Parra López, Manuel Godoy. La aventura del poder, Tusquets, Colcn. Fábula, Barcelona, 2005, pp. 305 y ss.

2. De ello escribí a propósito de Misericordia. Ver mi entrada en este blog “Galdós. Una parodia de la Restauración en Misericordia” de 25 de septiembre, 2011.

3. Rubén Benítez, Cervantes en Galdós, Universidad de Murcia, 1990, pp. 109-111. En las páginas citadas se habla del influjo del libro De’Intelligence de Taine que Galdós tenía en su biblioteca

4. Stephen Gilman, Galdós y el arte de la novela europea, 1867-1887, Taurus, Madrid, 1985. Ver el Capítulo IX, “El arte de escuchar”, pp. 238-274.


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