domingo, 15 de junio de 2014



Romería. Amado muerto (3)
                                                        ¡Viajan las lugares a las horas
propicias!   -  J. R. Jiménez


…y viajas en mí, en mis ideas
en mis pensamientos de árbol estrella,
cola de eternidad para hombre solo.
Puedes frustrar el sueño en camino,
olvidar mi amor con las horas,
desvanecer la primera caricia
de tus manos imprevistas,
de tus labios compañía.
Fuimos porqués diferentes
de rosas en diferentes bocas.

Así nos vio Arlequín Mirar de Lirio,
temblar entre las palomas del éter lúbrico
confundido por  nuestro abrazo en sonda.
Era la hora propicia del beso
donde las almas, sien a sien,
mejilla a mejilla, mondan sus secretos.
Era la prisa de eternidad,
la rúbrica del paso por la vida.



amarga

Y nos pusimos las máscaras del olvido para bailar con las máscaras del mundo, mis amigas confraternas, tus espuelas del silencio, nuestros encuentros de hontanar en esta romería donde las almas discurren vagabundas unas de otras, huyendo de saber que el amor sólo tiene cobijo entre las piedras.

Las máscaras danzan
tienen arrugas
son misterio;
las máscaras sufren,
son impotentes,
son gesto
marcado, máscara
de nacimiento
de enamorado,
máscara de un gesto
Impuesto
en laberinto
de máscaras amargas,
bufas,
trágicas.

Amarga esta máscara mía. Amarga este dolor de libertad. Amarga esta soledad en abandono. Amarga este destino de máscara impuesto, ese perfil, este proyecto de hombre que hicieron las estrellas como un juego. Cuando vino la estación del amor, tuve ilusión de quebrar el sortilegio. Eras tú el abrir mi mundo interno, mi Dadá de rosas, de pájaros,  de nubes;  eras todo eso que quería contemplar a rostro abierto y gozar con lágrimas de alegría y de risas como brotes de un sueño en niño. Eras ser cepa de vida. Y todo en resurrección merecía vivirse.  El hombre saldría de la cárcel del alma, porque los pájaros de mi reja estaban en ti y la nostalgia vagabunda en tus manos; a tus manos iba para que arrancaras el número de mi máscara, porque ya era para seguir siendo.


Las máscaras danzan en el arroyo,
beben vino.
Las máscaras se aman en los sembrados,
salpican
arrugas de barro, máscaras enternecidas,
y marchan.
Las máscaras huyen en desconcierto de risas.
Los sembrados,
vacíos y empapelados de cintas caprichosas
de carnaval,
misteriosas serpientes…  como recuerdos…
como recuerdos…


Con la máscara del olvido puesta atezo mis ponientes y mis sombras donde posen. Con mi máscara voy y encanto las musarañas y las lloronas  damas junto al inmortal río, y hundo mi hocico en tales almas y lengüeteo los gusanos calaveras en tan grata compañía de mi alivio.


Amarga, amarga saber
lo imposible,
amarga  morir en sueños
Amarga.
Amarga esta soledad
de margaritas
en mis manos amargas;
tiemblan
sabiéndose nada
--color, forma—
estructura de un cero,
máscaras.


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