LOS
ÚLTIMOS 4 AÑOS DE PÍO BAROJA,
SEGÚN SU SOBRINO JULIO CARO BAROJA
Alberto
Jiménez Fraud (1883-1964) fue el primer director de la famosa Residencia de Estudiantes (1910). A este
muy reconocido pedagogo, ensayista, editor y traductor, autor entre otros
libros de la famosa Historia de la
Universidad española, le aguardaba un largo exilio iniciado en Inglaterra
en 1936 --donde enseñaría en Cambridge y Oxford-- hasta morir en Ginebra en 1964.
Gracias
a Gabriela von Humboldt --que hizo público el legado del que se hizo cargo--, también
a la Fundación Unicaja, la Fundación Arte, Ciencia y Diálogo, la Residencia de
Estudiantes, los amigos de la misma, la colaboración del Colegio de México y
nuestro Ministerio de Economía Industria y Competitividad que financió el Proyecto Epístola desarrollado por La Fundación Francisco Giner de los Ríos y la
Residencia de Estudiantes, se publicó el epistolario de don Alberto que reúne
unas dos mil cartas que intercambió con contemporáneos desde 1905 hasta el
final de su vida.[i]
Mi propósito aquí es reseñar la correspondencia que dirige Julio Caro Baroja a
don Alberto Jiménez Fraud dando cuenta de la metamorfosis final de sus tíos
Ricardo y Pío Baroja y el dolor que el sobrino siente al contemplar ese
proceso.
También
queremos sugerir en esta pequeña exegesis que la desmemorización de Pío Baroja
que alguna crítica considera como influyente en su trabajo de los últimos años
no se manifiesta con plenitud hasta dos años antes de su muerte y a causa de
los barbitúricos que tomaba, independientemente de que sufriera pérdidas puntuales
de memoria que, por entonces, don Pío neutralizaba con sus archivos de recortes y
la copia de textos propios donde ya hubiera expuesto lo que deseaba continuar
afirmando, textos que aprecio como redivivos
por lo general. Lo afirmado debe considerarse junto al hecho de que Pío Baroja
protestó más de una vez contra la circunstancia de que los escritores tuvieran
que trabajar hasta el final de sus días para poder comer.
Julio
Caro comenta a Jiménez Fraud el 25 de julio de 1952 en carta escrita en Vera que
allí vive su tío Ricardo, 82 años, sufriendo un epitelioma en la lengua, bastante
común en los fumadores de pipa, pero se mantiene recio y pintando; por el
contrario, todas las desdichas parecen cebarse en su mujer. Añade que dejó a
don Pío en Madrid asegurando que no sentía el calor que fastidiaba a todo el
mundo y pensando en proyectos para cuando “de
la vuelta a los 80, que va a ser pronto.” (p.17)
El
12 de diciembre de 1953 don Julio vuelve a escribir a Don Alberto una carta muy
distinta a la anterior. Comenta que su tío Ricardo entró en un estado
pre agónico dos meses atrás y que estuvo en Madrid encontrando que el tío Pío “tampoco anda muy famoso” (p.98). Confiesa
que a raíz de la marcha de su hermano a Méjico se ha quedado de “rodrigón de una familia decrépita” lo que
tiene su ánimo decaído.
Jiménez Fraud le responde el 21 de diciembre,
1953, para darle su más sentido pésame
por la muere de su tío Ricardo y mostrar interés por saber cómo Pío Baroja soportó
la pérdida de su hermano. Tres días después, desde Vera, Julio Caro comenta que
su tío Ricardo falleció el 19 de diciembre y que, por esa razón, su estado emocional es desolador al influir los
acontecimientos familiares con el
ambiente que se respira en la nación; llega al punto de asegurar que no le
queda motivo de vivir en España ajeno al de cuidar de su tío Pío y declara su
deseo de abandonar el país en cuanto fallezca. “El año 1936 los españoles se jugaron todo a dos cartas y el juego es siempre pérdida”
(p. 101),
palabras que señalan el calado de sus sentimientos.
El
24 de enero de 1954 Julio Caro desvela en carta desde Madrid que su tío Pío anda
“envuelto cada vez más en un sopor
artificial, producido por el fanodormo.” (p. 108) Sin embargo, el 4 de
agosto declara su alegría por haber recibido carta de los Jiménez Fraud y detalla
que, para vivir de su trabajo le resulta imprescindible viajar, y que aun
habiendo asentado a su tío Pío en Vera le preocupa cada vez más dejarle solo “pues aunque no está mal, tampoco puede
decirse que lleve sus 81 años y medio con prestancia” (p. 120). No
obstante, la carta de 14 de noviembre de 1954 enviada por don Julio a don
Alberto motiva a pensar que las cosas transcurren con cierta normalidad porque
no se menciona a Pío Baroja.
En
la carta escrita –muy probablemente en Vera-- a finales de agosto de 1955 don
Julio se lamenta de no tener noticias de los Jiménez Fraud. Después confiesa
que atraviesa un verano insatisfactorio, sobre todo por “la situación mental de mi tío, que, a fuerza de tomar barbitúricos para
dormir, ha perdido casi en absoluto la memoria y, por lo tanto, la aguja de
marear”, (p.
240)
lo que le exige abandonar viajes y proyectos. Sin embargo, por carta fechada el
8 de octubre del mismo año, afirma que don Pío “está un poco mejor de su intoxicación barbitúrica” (p.255),
lo que contrasta con los días finales de Ortega y Gasset y la fractura de
cadera sufrida por Azorín yendo a ver una cartelera de cine, sucesos a los que también
alude en su misiva.
El
8 de enero de 1956 Julio Caro confiesa que “la
salud del tío ha pegado el bajón invernal previsto
y la arteriosclerosis cada día avanza más.” (p. 273)
Indica que la inquietud originada por el fallecimiento de Ortega se ha
difuminado, suplida por la originada por el ministro Ruiz Jiménez al decir que si
los estudiantes son lectores de Pío Baroja, Lorca y Ortega “la Universidad no es responsable de ellos”
contra lo que don Julio piensa.
El
proceso de la enfermedad de Pío Baroja conduce a un deterioro progresivo que su
sobrino registra en la carta de 24 de marzo de 1956 al confesar: “Hoy mismo parece que recae. Pero los
altibajos son propios de esta enfermedad, según los médicos, que no saben qué
ritmo puede llevar. El caso es que él no sufre, pero que yo estoy ya un poco
desquiciado, a lo que contribuye no poco la contemplación del mundo
circundante.” (p.
285)
El
18 de septiembre, 1956, las palabras del
sobrino filtran el estado de frustración total que le embarga. Explica que,
desde el 21 de mayo, los doctores han
hecho sobre su tío “una serie de
acrobacias (…) que han mantenido y mantienen una especie de cadáver
galvanizado, diciendo que vive por el mero hecho de que le palpita el corazón.”
(p. 316) Pío
Baroja, como es sabido, falleció el 30 de octubre de 1956. Dos meses
después, el 20 de noviembre de 1956, de manera simple y recia, Julio Caro
Baroja escribe a don Alberto: “Ya
terminó. Ya me he quedado solo, completamente solo.” (p. 334)
Nota.:
1.- Alberto Jiménez Fraud, Epistolario I (1905-1936), Epistolario II
(1936-1952), Epistolario III (1952-1964) Edición dirigida por James
Valender y José García-Velasco, Fundación Unicaja/Publicaciones de la
Residencia de Estudiantes, Madrid, 2017. Los textos aquí recogidas se
encuentran en el Epistolario III.