LA PESTE QUE NOS LLEGA
El gobierno de Canadá avisó al mejicano que uno de sus ciudadanos había disfrutado de sus vacaciones en un determinado lugar de Méjico y contraído una especie inusual de gripe.
El mal no era una gripe aviar sino porcina que había mutado y, en algún momento, se había transmitido a algún ser humano. Para el 25 de abril de 2009 se contabilizaron 943 afectados y 16 muertes; 13 vivían en el Distrito Federal mejicano que cuenta con 13 millones de habitantes. Se supo, además, que el virus afligía a jóvenes y personas de mediana edad y no tanto a niños y ancianos por lo general vacunados contra otras cepas - por lo que disponían de mayor protección.
Hubo consenso casi universal en convertir a Méjico en origen y difusor del mal. Todo el que hubiera estado en Méjico estaría contaminado y se consideraría portador a su gente viajera y a sus visitantes. Las televisiones mostraban la caza obsesiva de mejicanos llevada a cabo por los chinos, también imágenes irónicas de mejicanos limpiando con detergentes los toldos de unas cafeterías y restaurantes cerrados al público. Se quería resaltar la chusca improvisación y la falta de barreras sanitarias.
Pero la gripe aparecía en un gran número de países, en personas que no habían estado en Méjico y resultó que el número de afectados en los Estados Unidos superó con creces al de Méjico donde se detenía el progreso del mal. De otra parte, Wall Street se convulsionaba y más las compañía aéreas y los hoteles...
Pudo ser el momento de Obama echando su cuarto a espadas para justificar la tan discurseada extensión de la seguridad social a los ciudadanos menos favorecidos de su país, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue quien intervino, primero y sobre todo, para cambiar el nombre de una gripe que ya no podía llamarse mejicana a secas.
La denominó Gripe A –lo mismo que no decir nada-, Influenza A(H1N) o Influenza A subtipo H1N1 –que es como oír la misa en latín con propina de cantos gregorianos- y hasta gripe capitalista en los países y cenáculos políticos que se consideran diferentes.
La gripe mariachi –como la llamaba mi prima Marisa— dejó de ser noticia y se pautaron las informaciones hasta anestesiarlas por no decir olvidarlas.
Silencio tan creciente me llevó a informarme un poquito sobre la gripe porcina. Supe que los chanchos pueden sufrirla en forma clínica hiperaguda, subaguda o crónica.La morbilidad y mortalidad es tremenda en la forma hiperaguda. Los cerdos sufren de congestión y edema pulmonar, congestión del hígado y del tracto gastrointestinal, alcanzan los 41º de fiebre y mueren alrededor de los cinco días después de contraer la enfermedad.
Llegarán a los 15 o 20 días si padecen la enfermedad en su forma subaguda. La mortalidad oscila entre el 30 y el 100% dependiendo de las cepas y del estado de inmunidad de la población. Los cerdos padecen abatimiento e inapetencia, abundancia extrema de sangre en una parte del cuerpo, pero disminuyen sus leucocitos; sufren hemorragias internas, padecen temblores constantes y se hacinan cuando están en libertad; llegan a los 42º de fiebre, se paraliza su tercio posterior y terminan por echarse de lado moviendo sus extremidades como si estuviesen remando.
La mortalidad se modera en la modalidad crónica, pero tiene importancia epidemiológica porque origina otras formas del mal como las erisipelas y crea animales portadores inaparentes del virus que lo mantienen dentro de la población.
¿Y esa enfermedad animal ha mutado para introducirse en el género humano? La peste es un mal de existencia inmemorial como atestigua el Éxodo (9.5) en donde se habla de “tumores apostemados así en los hombres como en las bestias”. Pasó de achacarse a la cólera divina, al estado pútrido de la atmósfera por la descomposición de la materia orgánica debido a los grandes calores (Galeno), e incluso imputarse a los judíos tachados convenientemente de envenenadores en ciertas épocas.
Pulgas y piojos infectados al convivir con las ratas negras enfermas procedentes de la India serán los encargados de circular la gran peste por todo el planeta. Si la plaga amarilla afectó a Inglaterra en la primera mitad del siglo I, la peste negra bubónica y neumónica del s. XIV sería la primera pandemia que afectó a la población mundial. En China murieron trece millones de personas, la mitad de los habitantes en la India y un cuarto de la población europea, unos veinticinco millones.
Pero si dejamos a un lado las diversas plagas, las estadísticas, las sintomatologías, y buscamos una mirada al sentir de los afectados no la encontraremos en los organismos públicos de sanidad, ni en la OMS, ni siquiera en la prensa. Habrá que recurrir a la literatura, a Defoe, Poe y sobre todo a La peste (1947), la novela magistral de Albert Camus.
La novela se inicia a mediados de un mes de abril en un año de 1.94... del siglo pasado en la ciudad de Orán, aislada del resto del mundo por una epidemia de peste bubónica. Anota la reacción de sus habitantes que pasan de la despreocupación inicial al temor y los efectos de la constatación del mal, pues unos se resignan, otros quieren escapar, hay quien ayuda en el cuidado de los enfermos y también quien negocia con la plaga, actitudes que caracterizan a cada uno de los personajes.
El narrador cuenta lo que oye, ve, o bien lee en el diario de su amigo Tarrou. Utiliza la tercera persona para proporcionar a su relato la mayor objetividad posible. Sin embargo, no analiza sentimientos o pensamientos.
El doctor Bernard Rieux, quien ha sido el principal combatiente del mal, ve morir a su amigo Tarrou y entonces descubre que es el autor de la historia y su deseo de que, la crónica de los sucesos que ha escrito, sirva para revelar algo que se aprende cuando se ha vivido en medio de todas las pestes:”que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
Hasta llegar a esa concienciación ha sido un médico enteramente dedicado a su profesión, un dechado de precisión y de objetividad en sus dos tareas –sanar y escribir--, actuando como una OMS individual, pero como la institución citada, a distancia del sufrimiento particular de los afectados, quizás porque el doctor Rieux intuía que su lucha contra el mal fracasaría ante la muerte.
La novela acontece un siglo después de que Orán fuera colonizada por los franceses y acaeciera una peste que mató a una buena parte de su población, evento que se repitió en otras ocasiones, por ejemplo en 1.944 aunque entonces falleció un numero menor de personas del reflejado en la novela.
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La peste conduce a una reflexión sobre la condición humana. Constata que la vida es irracional. La información sobre las plagas se sintetiza hoy en día en lugares geográficos, número de afectados, si hay vacuna o se construye el edifico para elaborarla... Camus hace ver la peste con toda su crudeza, sus efectos sobre las personas, y llega al fondo cuando muestra que los cambios que se han originado en nuestras vidas son los que, a fin de cuentas, han originado la peste, un mal que pasa y regresa. Nada de eso aparece en las informaciones de la OMS y muy poco en la prensa. No se quiere alarmar y, si algún ministro inglés se pasa al figurar el posible número de afectados, se le contradice.
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