UNED: LOS CUADERNOS DE MARCELA (I)
Nota.-
La UNED[i] ha
sido negativamente calificada por el U-Ranking (Indicadores Sintéticos del Sistema
Universitario Español) 2016 donde ocupa
el penúltimo lugar por no haberse tenido en cuenta que la universidad
tradicional nada tiene que ver con la universidad a distancia, siendo
formulaciones universitarias que no se deben mezclar.
Hay realidades
importantes que no se tuvieron en cuenta,
por ejemplo: la dependencia de la UNED de un mentor, el Estado, que nunca ha
proporcionado un presupuesto suficiente
para atender la enorme amplitud de su territorio nacional y extranjero así como
el elevadísimo número de alumnos, la tarea de los profesores para incardinarse
en la estructura singular de los estudios a distancia exigiéndoseles una docencia
sui generis que no exonera del trabajo investigativo, ignorar la rigurosa exigencia académica sufrida por los alumnos para graduarse, el haber proporcionado a miles de españoles capacitados
los títulos que sin la UNED jamás hubieran logrado por cuestiones de trabajo o
de residencia en lugares ajenos a la universidad tradicional.
Los
cuadernos de Marcela constituían un proyecto novelístico que quedó varado, pero
como respuesta a tan aireado como injusto informe, he rescatado un puñado de
páginas para levantar una lanza por la UNED mostrando sus difíciles inicios a través de un centro territorial, eligiendo el de Tortosa en 1975.
Espero que
el lector obtenga una idea de la ilusión y el esfuerzo que hicieron los
patrocinadores, profesores y alumnos, y observen realidades que nada tienen que ver con la
universidad tradicional en la que injustamente se ha pretendido incluir a la
UNED.
Marcela, a
quien conocemos como protagonista de la novela corta Entre septiembre y octubre llega a
Tortosa (en El Barojiano entrada del 26/09/2015) porque un compañero de facultad le ha ofrecido el
puesto que ha quedado vacante de Jefe de Estudios en el Centro de la UNED de
esa ciudad .
Julio
de 1975
Olivos, almendros, naranjales
talonados por hileras de pinos italianos. Parterres de verduras y hortalizas
junto a los arrozales; espejos de agua. Los verdes copiosos de la tierra contrastan con ese cielo luminoso que
al atardecer gira suavemente del azul al
rosa mientras las montañas del Puerto se
perfilan como bastiones protectores del valle. Tanta belleza me enternecía
mientras el Talgo corría hacia mi destino. Eugenio me advirtió de no confundir
las ciudades: “No vas a Tarrasa, sino que
vienes a Tortosa, la ciudad más importante de Cataluña durante
la Edad Media después de Barcelona” y evocaba los libros de Geografía que
estudiamos en el bachillerato: “El Ebro
desemboca en Tortosa”. El buen Eugenio; tan preocupado siempre por los
detalles.
Me esperaba en la estación
junto a Nina, su mujer, muy cariñosos. Me dieron la nueva de que seríamos
vecinos, mi piso bajo el suyo. Me invitaron a cenar; hablamos sobre todo de
Tortosa y casi nada del trabajo que aguardaba hasta que mi cansancio resultó
evidente. Nina había tenido la amabilidad
de adecentarme el piso, llenar la nevera y hacerme la cama; y en la cama
me refugié casi diez horas.
***
Mis padres están tristes.
Después de la boda de Carmela se habían hecho a mí y no se explican que haya abandonado la
comodidad de Madrid por lo que llaman una aventura universitaria por
correspondencia en provincias. Y tal parece, porque el Centro de Tortosa es el
séptimo creado por la Universidad Nacional de Educación Libre a Distancia en
España, universidad fundada hace tres años
para dar cobijo a los alumnos que antes llamaban libres en las universidades
presenciales y a los que residían en ciudades y pueblos sin estudios superiores.
En el
Centro se ayuda en la matricula, hay biblioteca y se celebran los exámenes;
también se programan tutorías que son como clases prácticas con unos
profesores-tutores que dependen de los cátedros de Madrid y que a veces visitan
los centros para celebrar convivencias con los alumnos. Éstos también pueden
consultar a sus tutores por teléfono o carta, pues no tienen obligación alguna
de asistir personalmente a clases o tutorías. La U.N.E.D. es para las personas
que por razones de trabajo o de distancia no pueden asistir a la universidad
presencial, aunque también acuden jóvenes cuyos padres no pueden sufragar sus
estudios lejos de su residencia habitual.
Los
alumnos estudian seis unidades didácticas autosuficientes por materia y tienen
que dar cuenta de su aprendizaje cumplimentando a lo largo del curso cuatro
cuadernillos de pruebas a distancia que corrigen los profesores tutores. Más o
menos es el resumen que me hizo Eugenio para que fuera conociendo la
universidad.
Entré por primera vez en el
edifico del Centro aunque los nervios me impedían curiosear. El Patronato se
reunía a las seis de la tarde. Llegamos al enorme despacho de Eugenio que antes
había sido capilla. Un revoloteo de
manos buscó la derecha mía hasta que fue retenida por el Presidente, un hombre
cumplido que debió notar mi nerviosismo que
aumentó al comprobar que era la única mujer de la reunión.
Desde
el comienzo las palabras alcanzaron un tono metálico y los rostros
ensombrecían. El Presidente explicó pausadamente las razones que le llevaron a
traer a Eugenio; repitió varias veces que era persona de su entera confianza.
Luego, dirigiéndose a él, añadió: “Tu
tarea es la de encontrar una solución
que enderece al Centro sin originar
ningún coste añadido, porque no estamos
dispuestos a poner una peseta por encima de lo pactado con la Universidad para
el mantenimiento del Centro. El presupuesto anual es de diez millones de
pesetas y en un año se ha generado un déficit de tres millones. Si encuentras
una salida, estupendo; de lo contrario debes decirlo tan pronto llegues a esa
certidumbre y cerramos”. Hablaba con esa contundencia serena de los hombres
de mediana edad que no quieren mostrarse enfadados, pero cuyo semblante permite
adivinar el sentido de sus palabras.
El
Alcalde de Tortosa, que acababa de sumarse a la reunión, interrumpió: “Presidente, siento decir que el déficit no es de tres sino de seis
millones. Esta misma mañana se recibió un oficio de la Delegación de Hacienda
reclamando el I.R.T.P.[ii]
del personal del Centro correspondiente al Ejercicio pasado, que asciende a
tres millones. Hablaré con el Delegado, pero asumo que valdrá de poco”.
Cuando menos, la mayoría de los reunidos torció el gesto: el rostro de Eugenio
empezaba a tener un color plata ceniciento.
El
Presidente de la Diputación tomó la palabra: “Debe quedar muy claro que las instituciones que fuimos llamadas a
colaborar no imaginamos que el Centro tomase un rumbo tan desastroso, ¡un
déficit del 60% en un año de funcionamiento sólo es posible en el Tercer
Mundo! Además, como Presidente que
también soy de la Caja de Ahorros Provincial, denuncio que contribuimos con
seiscientas mil pesetas para la adquisición de
los primeros fondos de la biblioteca del Centro y no se han
justificado, ni siquiera sabemos si los libros se han adquirido”.
La
mirada entre bondadosa e irónica del Sr.
Obispo se paseaba entre los asistentes deteniéndose en el profesor Serra,
representante del profesorado, cuyo semblante enrojecía no se bien si de
vergüenza o de enojo.
El
Presidente pidió que entrara el contable del Centro y le preguntó si podía
informar de cómo se había llegado a la situación. El Sr. Magín, con la voz
carrasposa del fumador empedernido, pero con la tranquilidad y la sorna del
contable veterano que está de vuelta y media de las cuentas mundanas, dijo: “Muy sencillo. El Patronato aprobó una beca
mensual de 8.000 Ptas. para cada
profesor-tutor y el acuerdo se interpretó así: para los profesores que
tienen mayor carga docente 20.000 Ptas. mensuales, los de media 15.000, y 12.000 Ptas. para el resto. Podría
discutirse si estar en un grupo o en otro dependía de la amistad con el
Director, si se aumentó la carga lectiva de algunos profesores para contratar a
menos, pero ¿quién iba a protestar si los peor retribuidos ganarían 4.000 Pts. más
de lo aquí aprobado? El problema con Hacienda nació en un claustro donde los
profesores acordaron no declarar sus
becas al no constituir sueldos, pero uno de ellos incumplió el pacto y, además, el Director le dio de alta en la Seguridad
Social por haberse quedado en el paro. Las dos incidencias bastaron para
disparar la reclamación del IRTP por parte de Hacienda que no reconoce que se
hable de becas. Concluyendo, se han estirado los duros por encima del
presupuesto posiblemente porque el mundo universitario vive en rojo en todos
los aspectos; si queremos ser
diplomáticos podemos decir que lo ocurrido ha sido fruto de la inexperiencia”.
Nadie rió ni pareció admitir la disculpa lo que provocó que el rostro del
Profesor Serra ya no estuviese rojo sino a punto de incendiarse.
El
Presidente no disimuló su enfado y recordó que había dado órdenes taxativas de
que ningún profesor-tutor fuese dado de alta en la Seguridad Social porque eran
becarios y no trabajadores. Luego, dirigiéndose a Eugenio, comentó: “Lo debes tener claro; te he traído para
cerrar el Centro que creamos tan ilusionadamente, a no ser que encuentres una
vía que lo impida”.
Entonces,
el Delegado de Alumnos pidió la palabra y con un tonillo desafiante, dijo: “Señores, hagan lo que gusten menos tocarnos
las clases y cerrar, porque si lo hacen,
habrá follón. Nos embarcamos en los estudios superiores de esta
Universidad porque Uds. lo pintaron de
maravilla y Uds. eligieron las personas y también son responsables del rumbo
tomado por el Centro porque, dicho sea
de paso, si se ha gastado de más es
porque aquí no había nada de nada, ni un triste boli. Lo que no van a hacer de
ninguna de las maneras es dejarnos tirados. Decidan lo que Uds. quieran, pero
están advertidos”. Después chasqueó la lengua y se acarició la frente
repetidamente con gesto nervioso.
El
Sr. Obispo intervino para decir que cuando se empieza un proyecto ocurre siempre
que los gastos se desorbitan y que, en este momento, lo conveniente es ser
positivos y aprender de los errores para enderezar el rumbo. Deduje que era
hombre de gran autoridad porque nadie se
atrevió a replicar nada, y se siguió con el orden del día. Aprobaron mi nombramiento como jefe de estudios, pero no
se nos despidió como se hace con gente
de confianza, incluso uno de los patronos me comentó con sorna: “¿No habrás hecho un viaje de ida y vuelta?”
***
Esta noche telefoneé a casa y
se contentaron con mi nombramiento. Dije que iba a ganar veinte mil pesetas
mensuales más una beca como profesora tutora y
que también me pagarían el alquiler del piso. Excusé contar los
problemas que vivía el Centro para no preocuparles. La noche estaba siendo tan
calurosa que acepté la invitación de Nina y Eugenio para tomar un refresco en
el parque. Me sorprendió que Eugenio no comentase nada de la reunión; pensé que
excusaba hablar de su trabajo delante de Nina, quien habló largo y tendido de
los perfumes que utilizaban los embalsamadores del viejo Egipto; escuchamos sin
pestañear mientras nuestras manos mecían los abanicos para ahuyentar a los
mosquitos.
-
[i] UNED, Universidad
Nacional de Educación a Distancia. El original fue Universidad Nacional de
Educación Libre a Distancia. alumnos. Se
la considera la primera universidad europea por número de alumnos matriculados; su
número de alumnos actual es de 260.079.
[ii] IRTP, Impuesto sobre el Rendimiento del Trabajo Personal vigente en la época