sábado, 24 de mayo de 2014



BAROJA, CORRESPONDENCIA
CON S. J. ARBÒ


Quaderns de l’Ebre[i] es una revista de agradable presentación que coordina mi amigo el profesor e historiador Roc Salvadó al objeto de demostrar que muchos docentes de la educación secundaria, además de preparar sus clases, investigan en pro de la educación, la ciencia y la cultura y difunden sus hallazgos por medio de trabajos y publicaciones.

En su nº 3 la revista incluye un artículo del profesor de literatura Pep Carcellé titulado “Correspondència personal entre Sebastià Juan Arbó i Pío Baroja” –ilustrado con fotocopias  de las  cartas que cita—y que ha suscitado mi interés porque el profesor va más allá de comentar la relación cordial que se desprende de las cartas que ambos novelistas intercambiaron entre enero y agosto de 1948,  correspondencia que se conserva en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de San Carlos de la Rápita.

El Prof. Carcellé recuerda que la relación epistolar se inició quince años antes de que  Arbò publicara Pío Baroja y su tiempo en 1953 y,  para entonces,  el escritor de La Rápita  había adquirido una aureola personal y literaria al ganar el Premio Nadal de 1948 con su novela Sobre las piedras grises. Arbò se mostraba en sus cartas como un lector entusiasta de Pío Baroja y crítico convencido del valor de su obra, mientras las misivas de Baroja, asegura Carcellé, también destacaban  por “retratar enèrgicamente el nivell cultural d’un país decadent i sincerar-se a nivell personal”.

La única carta enviada a Baroja  --de la que se conserva un borrador en papel membretado del Ateneo barcelonés--  iba acompañada de un ejemplar de El mayorazgo de Labraz  para que don Pío se  lo dedicara por ser la novela preferida del rapitense y añadía su novela Caminos de la noche. En la carta, Arbò decía que preferiría --si le quedaba ánimo de leer, podía hacerlo y tenía  tiempo-- que leyese Tierras del Ebro, obra anterior de la que “si Dios quiere y la censura” lo permite, pensaba hacer una edición definitiva que le remitiría cuando eso ocurriera.

Baroja le contestó el 15 de febrero de 1948 –veintiún días después-- diciendo que leyó la novela aunque no como hubiese querido porque se encontraba muy mal de salud. Tenía 76 años y como estima correctamente Carcellé, esa edad era la propia de un viejo en aquellos años y más si la salud estaba afectada. Pese a todo, Baroja comentó  que la novela de Arbò era  regional o rural y estaba bien; destacaba su carácter elegante que le proporcionaba un halo de “lentejuela” y pensaba que leída en catalán probablemente estaría mejor que en castellano, lo que de algún modo considero un estimable parecer barojiano sobre el tema de si la calidad de una obra literaria depende de estar escrita en la lengua materna del autor.

Baroja escribió de nuevo a Arbò el 9 de julio del mismo año para agradecer el ejemplar prometido y recibido  de la edición definitiva de Tierras del Ebro que le complacía página por página más que la anterior y lamenta que el trabajo de oficina impidiera a Arbò dedicarse a la literatura plenamente. Carcellé recalca otro aspecto de la carta de Baroja: su denuncia de la indigencia cultural de un país donde casi nadie leía y del menoscabo económico que atravesaban sus escritores. Baroja aducía que ningún libro publicado en España entonces vendía más de mil ejemplares lo que no daba a su autor para vivir. Carcellé cita estas palabras de Baroja: “Yo al menos no me las he arreglado más que prescindiendo de muchas cosas. Ahora pasados los sesenta años puedo vivir de lo que he escrito en una casa que vivir no es vivir como diría algún jugador de palabras”.

Carcellé dice que a finales de 1950 Arbò pronunciaría una conferencia sobre Pío Baroja en el Ateneo de Madrid a la que Cela asistió y  que la estancia en la Capital serviría para conocer personalmente al vasco.

Una curiosidad que proporciona la lectura de este trabajo del profesor Carcellé pleno de aportaciones interesantísimas. En agosto de 1949 Baroja responde a Arbò en otra carta presagiando el calentamiento climático que ahora padecemos. Se quejaba amargamente del calor “tórrido” que vivía en Madrid similar al “espantoso” que su sobrino –Carcellé supone que se refería a Julio Caro—había experimentado en la capital francesa. Tales horrores llevaron a  Baroja a escribir: “Este planeta se está poniendo inhabitable”.




[i] Pep Carcellé, “Correspondència personal entre Sebastià Juan Arbó i Pío Baroja”, Quaderns de l’Ebre (Revista d’educació, ciencia i cultura), núm. 3, Tortosa, 2014, pp. 16-28. Revista patrocinada por el Intitut Cristòfol Despuig de Tortosa,  la Escola Conservatori de Música de Tortosa y la Diputació de Tarragona. Se puede leer en Google pulsando en  mediateca de l'Institut Cristòfol Despuig

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viernes, 9 de mayo de 2014



Romería (2)

mimo

Y el barquito azul
 dio el sí,  cuando el mar ceniciento
durmió al barquero


sonrisa navegante

Has sido patito en el rincón,
sonrisa navegante
para mi cuerpo niño de cristal y rayo.
Ven con otro beso a mi granada abierta
y  voy con las palmas hojaldradas de luz
y  los ojos de raso cardenal a santiguarte.
Sonrisa navegante,
¿dónde posas por tu azurar naranja la espuma
que me siento ola desnuda de cresta y playa?
Pero eres mi sonrisa navegante”,
y soy, como soy, cabriola de lirios
heridos por el arpón de tu prisa blanda.


amar y dar

Cuan bello renunciar cuando el amor nos colma.
Ser y dar en integridad de única respuesta, dar y amar,
que hoy la naturaleza nos redondea y exalta.
(Amar y dar desde el mismo ser
aún cuando escriban en el cielo
logaritmos y destierros
y deba morir a plazo de estrellas
y de luna en sortilegio.)
Pondrán fin  a la estación insólita del hombre,
nos tenderán a viento y fuego,
pero habremos sido,
 ¡habré sido colmado por el amor!

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