viernes, 9 de diciembre de 2011



29 de diciembre de 1968
(Educación Musical)




Sucedió doce años antes de la fecha citada. La Semana Santa había discurrido triste, como siempre, y las lluvias habían impedido la mayoría de los desfiles procesionales en toda España. Se charlaba mucho porque contar trivialidades era lo más socorrido en aquellos días. Se encomiaba el monumento gigantesco montado para el Jueves Santo en la catedral de Toledo y corría la noticia de que el Vizconde de Santo Domingo de Ybarra poseía un cofre --que perteneció a Juan Sebastián Elcano-- con la pasión de Jesucristo labrada al fuego por indígenas de las Molucas.

Gente habituada al boca en oreja añoraba las celebraciones de los viejos tiempos, cuando lo religioso daba paso a ciertas liberalidades, hasta que la Sala de Alcaldes madrileña prohibió en 1752 que las mujeres acudieran tapadas a los actos religiosos “que más bien van a objeto de ilícito comercio que a manifestaciones de religiosidad”.

También se comentaba la muerte accidental de don Alfonso de Borbón, hijo segundo de los Condes de Barcelona, y que el embajador turco había ido a descansar los días de Pascua en Mallorca mientras el norteamericano regresaba de las Baleares.

La semana Santa también me aburría porque las radios ponían motetes y música sacra  atroche y moche y en los cines del barrio repetían las películas características de esas fechas: el documental Imaginería castellana y El mártir del Calvario en el Alcántara,  El Judas con Antonio Vilar en el Tívoli y en el Salamanca aunque este anunciaba Romeo y Julieta en color para el Domingo de Resurrección, prometiendo más para tal día la programación del Teatro Cómico,  la revista ¡Anda con ella! con Amparo de Lerma y Tony Leblanc.

Ese mismo domingo  Franco despedía  al Sultán Mohamed V que  salía para Granada y dejaba Madrid agradecido por la decisión española de devolver el Protectorado fronterizo de Ceuta y Melilla mientras Martín Artajo viajaba a Washington para reunirse con Eisenhower... ese mismo domingo desperté tras haber soñado que compraba una Mobylette con transmisión por cadena y horquilla telescópica a plazos de doscientas sesenta pesetas mensuales sin que necesitara matrícula ni carnet de conducir... ese mismo domingo en el que por treinta pesetas se podía escuchar al Orfeón Infantil Mexicano en el Teatro Alcázar... tenía una entrada para el recital que José Iturbi ofrecería en el Palacio de la Música a partir de las 11’45 de la mañana. Era el domingo 8 de abril de 1956.

Fui con mis mejores ropas y entré con la timidez propia de quien no es habitual. Subí ruborizado al entresuelo escoltado de gente mayor. Jovencitos de mis años y parecer, no sé si alguno. Me repuse mirando a las damas, peripuestas y elegantes, algunas luciendo estolas que parecían de armiño o de visón, aunque sólo parecía - según corrigió mi madre a la hora de comer aunque ella no había ido al concierto.

José Iturbi era realmente famoso en Madrid –había actuado antes con la Orquesta Municipal de Valencia-- por sus conciertos como pianista o dirigiendo la Filarmónica de Nueva York, la de Filadelfia, la de Rochester o la Sinfónica de Chicago y, sobre todo, por las películas de la Metro como Levando anclas y otras en las que había actuado.

Me interesaba su concierto porque me gustaba la música clásica no sacra. Desde la altura de mi butaca del entresuelo no me pareció que Iturbi tuviera unas manos grandes, pero movía la izquierda con una agilidad pasmosa, como una araña tejiendo redes sobre el teclado, y elevaba repetidamente su mano derecha con una estudiada solemnidad para caer suavemente y arrancar notas y arpegios que movían las cabezas de los asistentes en señal de aprobación.

Iturbi interpretó una variedad de sonatas, sonatinas y composiciones de Scarlatti, Poulenc, Chopin, Ravel, Debussy, Albéniz y Granados… con una profesionalidad parecida a la de un viajante catalán enseñando el muestrario y con la destreza depurada que no permite el menor fallo: su interpretación de la Sonata en Fa Mayor de Mozart me dejó bizco.

El problema surgió cuando algunas personas interpretaron la conclusión del primer movimiento de una de las piezas como su final y rompieron a aplaudir rendidamente  Yo mismo estuve a punto de hacerlo, pero la sala se puso a chistar in crescendo y se me cortaron aliento e intento. Aprendí que, en lo aplaudir, debía esperar a que los sabidos de las primeras filas palmearan primero.

Del concierto me fui con una sensación muy agradable, sin que pueda decir más debido a lo romo de mis conocimientos musicales: en el cole formaba parte del coro que acompañaba la misa obligatoria de los domingos antes de que acudiéramos a nuestras clases para recibir las temidas notas de la semana. Por otro lado, el recital de Iturbi había dejado en evidencia mis virtudes pianísticas adquiridas durante los veranos en Villafranca del Bierzo. En el piano de los abuelos, mi madre me había enseñado a tocar una machicha –música que según Baroja se cantaba y bailaba antes de que se impusiera el tango (1) -- con un parcial a mano cambiada. Después ensayé variaciones con las mismas notas, atreviéndome a componer una melodía que mamá aseguraba con cariño que le gustaba escuchar. Por lo demás tocaba de oído y mal algunas canciones populares que debido a mi sordera actual no podría repetir.

 

***

 
Miércoles 25 de diciembre de 1968, día de Navidad. Hace pocos meses que dejé Texas y vine a Pensilvania. Es una mañana apacible aunque bastante fría. Después de abrir, celebrar regalos y desayunar, dedico mi ocio a ojear diarios de Filadelfia y Nueva York.

Las noticias principales celebran el viaje de vuelta del Apolo VIII tras preparar la conquista de la luna. Se exhibe una fotografía impensable de la tierra desde el espacio facilitada por la esposa del astronauta Lowell. Me atrae el comentario de Borman: la Luna es un gran oasis de una soledad acongojante.

Gromyko concluyó su visita a El Cairo. Egipto y la URSS solicitan que Israel abandone los territorios ocupados. Se hacen cábalas sobre quién puede estar al frente de Fatha y Arafat dice: “Yo soy sólo un soldado. Nuestro jefe es Palestina”. Pronostica un camino de muerte y sacrificio para volver a la patria; si caen ellos, seguirán sus hijos y después sus nietos.

La revolución del pasado mes de mayo ha fracturado la UNEF (Unión Nacional de Estudiantes de Francia). Mientras las comunistas quieren su transformación en un sindicato, los demás se decantan por un movimiento apolítico.

Mi alarma crece al leer que aquí, la gripe Hong-Kong ha originado cerca de mil muertos en unas 122 ciudades en lo que va de mes. Se comenta que en Nueva York hay casi doscientos mil personas sin calefacción a causa de una huelga.

La lectura de los periódicos empieza a desagradarme, así que enciendo el televisor. Tengo a Leonard Bernstein y la Orquesta Filarmónica de Nueva York en la pantalla. Me choca que el director y los músicos vistan como el público. Las mujeres trajes informales o pichis y algunas ni se han quitado el anorak. La mayoría de los hombres lleva el pelo largo y algunos –quizás lo calvos- gorros de lana. La chiquillería no se diferencia de los mayores. El público parece relajado.

Leonard y su orquesta van a interpretar el Don Quixote de Strauss, la misma pieza que dirigió el 14 de noviembre de 1943 sustituyendo a Bruno Walters por enfermedad de este, un concierto que se transmitió a todo el país y le lanzó a la fama…. El de hoy es uno de esos Conciertos para jóvenes de la CBS que teniendo precedentes desde 1895, han adquirido un formato singular con Bernstein desde 1958 y tanto han gustado por aquí.

Leonard se ha vuelto hacia el público y explica la novela de Cervantes de manera muy breve, sencilla y didáctica. Después enumera los motivos de la Sinfonía y, tras cada explicación, los músicos tocan algunas notas como ejemplo. El público escucha muy atento, con la devoción del que gusta ser educado. Parece que estamos listos para disfrutar la música de Strauss.

Recuerdo mi sorpresa al descubrir que en los Estados Unidos había verdadera devoción por la música medieval europea, la barroca, la del siglo XIX y que la guitarra junto al invento del órgano Hammond eran y son los instrumentos favoritos. Entre los discos más vendidos hay piezas del barroco, sinfonías… Música que ha filtrado en los Beattles al igual que la influencia de los trovadores se deja notar en Donovan, Pete Seeger, Bob Dylan, y en Joan Báez; ahora les llaman cantautores…. Me impresiona la actividad musical de este país. En los diarios que acabo de leer he visto varios anuncios de casas que venden instrumentos musicales, sobre todo órganos y guitarras. Hay órganos que cuestan sólo treinta y cinco dólares.

No hay escuela americana que no tenga su banda de cuarenta, cincuenta y, hasta ciento veinte músicos como suman los de la Bellaire High School de Houston. Estas bandas, con sus aires entre militar y de opereta, actúan en los partidos de fútbol americano para animar o relajar tensiones. Cuando vivía en Austin (Texas) acudí con don Fernando Lázaro Carreter –que era vecino mío- a un encuentro de la Reagan High School donde mi mujer enseñaba. Don Fernando se sorprendió mucho al ver que la banda y las animadoras de ese instituto local animaban a la afición adversaria y las de esta se comportaban igual porque tales gentilezas contrastaban con la agresividad de los jugadores en el césped. Aquí la música es un arte democrático y Beethoven alterna con el pop y hasta presta su nombre a los perros.

He notado que en USA se silba poco: encontrar una persona en la calle silbando sería como toparse con un indio fumando una pipa de cannabis y haciendo burbujitas con el humo. Tampoco se oye cantar a los niños fuera de las fechas tradicionales convenidas o en los campamentos de boys-scouts ni se exceden las amas de casa cuando hacen sus labores. El paseante lleva su radio portátil y grita –cantar sería demasiado decir-- si es mayor. En las casa funcionan los tocadiscos de todo precio y tamaño a buen volumen. Los discos son enormemente baratos y han sido uno de los regalos frecuentes en estas Navidades.

También recuerdo la malísima educación musical que recibimos en España. No pasábamos de hacer coro para cantar en misa, bisbisear villancicos en Navidad o tarantear con la cuchipanda veraniega. Se escuchaba a Antonio Machín, Juanito Valderrama, José Guardiola y Los cinco latinos. Los trovadores estaban en París o no les entendíamos porque cantaban en lo que por entonces se llamaban dialectos.

Nuestros compañeros de oído más fino formaban parte de tunas jacarandosas. Música diaria la interpretaban nuestras criadas, salía del armonio de la iglesia o de la armónica Hohner de jóvenes cuyo repertorio casi siempre era el mismo: La polca del barril de cerveza, Solo ente el peligro o Taps, una de las canciones de Raíces profundas. Había conciertos de música clásica, pero se necesitaba un dinero que excedía el peculio semanal y tampoco existía una afición que nadie había despertado ni educado.

Vuelvo a concentrarme en Bernstein, en este concierto de su último año como director de la Filarmónica de Nueva York. Parece un Scaramouche que llevara una batuta invisible en vez de la espada. Hace palomas con las manos; seguro que también dirigiría con los pies de terciarse. Es un grandísimo director y se puede permitir exhibicionismos junto al atril. La cuestión es que su público norteamericano ha aprendido lo que hay que saber de la pieza de Strauss y disfruta de la interpretación.

 

***


Posdata


Termina 2011 y puede decirse que la educación musical en España ha mejorado, pero no es la que debía ser. El Conciertazo de Fernando Argenta que nos ilustraba sobre la música clásica permaneció ocho años en Televisión Española y se retiró en 2008. Antes, Argenta había hecho una labor encomiable junto a Araceli González a través de Radio Nacional con el programa Clásicos populares. Pienso en Pilar Lago, su formidable labor universitaria desde la UNED y en sus correrías por España comprometida en la formación musical de los maestros cuando no existía la especialización o abanderando la terapia musical incluso en las cárceles. También merecen reconocimiento las escuelas de danza dedicadas a la formación de la tropa infantil en ese arte.


Los teatros han relevado a la televisión en la tarea de acercar la música a niños y jóvenes con espectáculos como el del Rey León, pero es un relevo muy parcial porque la mayoría no puede asistir. Las televisiones transmiten sucedáneos, conciertos y óperas enlatadas a horas tempraneras o intempestivas. Así las cosas, concluimos que la educación musical didáctica y formativa de niños, jóvenes y en general de los españoles debía mejorar.


Desconozco la razón, pero me gustaría escuchar Love is a many splendored thing cuando lo que llega a mis oídos son los esfuerzos de la vecinita del 7º tratando de acertar con el himno del Barça en su flauta, seguro que un deber del colegio.



Muchas felicidades en estas Fiestas y mi deseo de un generoso 2012. Hasta enero.
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[1]  Pío Baroja, Bagatelas de otoño,  Edt. Caro Raggio, Madrid, 1983, pp. 186-187

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miércoles, 9 de noviembre de 2011


EL AUDAZ DE GALDÓS



Galdós publica El audaz. Historia de un Radical de Antaño (1871) apenas un año después de La Fontana de Oro y La Sombra. Resulta una de sus obras menos estudiadas, ¿porque la irrupción de Galdós se asocia a la novela inicial? ¿porque El audaz abordaba un doble fracaso político y sentimental y carecía de un final feliz? o bien, ¿porque pasados dos años llegaron los primeros Episodios Nacionales y atrajeron más?

En síntesis, El audaz transcurre en 1804 bajo el reinado de Carlos IV y el gobierno de Godoy. Describe la conspiración que pretendía sustituir al príncipe de la Paz por el príncipe Fernando, quien luego sería Fernando VII(1). De Godoy se habla, pero no está inmiscuido per se en la novela; es, sin embargo, el objeto del deseo; su eliminación significaría que cesaran la corrupción y descomposición que se habían apoderado del país.

Entre los conspiradores, unos desean que la monarquía caiga con Godoy –pretensión del protagonista Martín Muriel-, otros buscan una simple sustitución de príncipes y que sigan las cosas igual.

En el texto de la novela se dice que la Revolución Francesa acaba de acaecer, si bien, Galdós escribe cuando nuestra Revolución de 1868 --que también le sirve de inspiración-- acaba de concluir y,  como ocurre en las novelas galdosianas previas a sus llamadas novelas españolacontemporáneas, los personajes principales tienen una caracterización más bien política y representan las diferentes ideas en colisión.

Martín Muriel no se aparta del guión. Es hijo de un hombre vilipendiado e injustamente aherrojado en la cárcel por las maquinaciones de un turbio personaje al servicio de la casa aristocrática donde aquel había servido. Martín es presentado como un ser sediento de venganza contra la clase que cometió el atropello y los poderes y dignidades que la respaldan, sean aristócratas, jueces, inquisidores o clérigos. Los demás personajes tienen un perfil más creativo y algunos están adornados con notables y sutiles caracterizaciones.

La condesita de Cerezuelo proporciona la sorpresa mayor. La presentación de Susana copia los rasgos característicos de su clase; además es superficial y se alude a su gran belleza. Sin embargo, el narrador la despoja poco a poco del ropaje arquetípico debido al amor que Martín la inspira, una evolución parecida a la que ocurre en  La dama boba de Lope aunque sean obras diferentes en todo. Lo equiparable es que el amor transforma; lo mismo hace lista a la boba que sensible a la frívola.

A diferencia de la Clara de La Fontana de Oro y de otras protagonistas que representan a España en las novelas de Galdós, la condesita vive acciones y conductas propias de un personaje alejado del estereotipo, vivencias que, a la postre, la conducen a la angustia y a la sorprendente autoinmolación. Flaubert ya había publicado Madame Bovary (1857) cuando Galdós escribe El audaz y aún estaba por publicarse la Ana Kerenina (1875-1877) de Tolstoy. Se puede pensar que, aun siendo distintas, la novela francesa influenció en nuestro novelista –está por demostrar-, pero pensamos que Galdós tenía motivos distintos para relatar el suicidio de Susana.

El Capítulo XXX de El audaz lleva el título metafórico de “Revoloteo de una mariposa alrededor de una luz” y es excelente. Susana recorre las calles de Toledo sumida en sus pensamientos, sufriendo angustiosamente por el anatema lanzado por su padre y la proscripción de su gente a causa de su relación con Martín, el convencimiento de la imposible recuperación del amado y la propuesta que le han hecho de un matrimonio inasumible para salvar su situación. Inmersa en un sentimiento creciente de fracaso vital llega al Puente de Alcántara desde el que se arroja al Tajo para poner fin al sufrimiento. La narración, que había adquirido un tempo lento adornado de imágenes sustanciales, ha favorecido la creación de un clímax para que se desarrolle el hecho fatídico de la consumación personal. Pero después de la sorpresa que recibe el lector vale la pena preguntarse: ¿el suicidio de Susana trasluce el de la España borbónica a punto de ser entregada a Napoleón?

La muerte de Susana contrasta vivamente con el final de Martín Muriel. Le vemos marchar enjaulado y preso –eco irónico del Quijote- dando una imagen desquiciada de quien ha consumido los ideales filosóficos y políticos en un propósito de venganza. En realidad, ha representado a los extremistas que tanto disgustaban a Galdós (2) -- probablemente porque estrangularon logros progresistas, por ejemplo, la acción de los liberales frente al absolutismo borbónico y, años después,  la 1ª República. Al final de la novela Martín es la pantomima de un dictador que vocifera y manda matar y matar creyéndose Robespierre, pero habiéndose convertido en un enajenado a quien acompañan dos locos más que se creen Saint- Just y Napoleón.

El audaz se publicó como folletín en la Revista de España entre 1871 y 1872. Que fuese una novela por entregas se nota en ciertos alargues, en especial los filosófico-políticos que incluso anegan el diálogo de los amantes. La Revolución de 1868 se asoció a la aparición del realismo y Clarín taxativamente la afilió al glorioso renacimiento de la novela española. Llevar la política a las novelas hacía creer a los realistas que contribuía a desenmascarar los males de España retratando el pálpito social. También querían borrar el papel de la novela histórica anterior por considerarla vehículo del conservadurismo tradicional, y se servían del folletín para que su prédica llegara a más ciudadanos. Lo mismo hicieron en Europa los escritores desde Balzac a Dickens y lo harían los rusos. Sin embargo, resulta curioso que, en los propósitos de nuestros realistas, no entraba atacar al Ejército –salvo a determinados individuos- ni a la Iglesia –aunque sí a los clérigos-  y el propio Galdós encabezó alguna manifestación anticlerical aun siendo creyente a su manera y hay testimonio fotográfico de ello.

La nueva novela histórica no afrontaba el pasado lejano sino el cercano o el del tiempo. Tenía por héroes a gentes de la clase media con el defecto de constituirse, en arquetipos llenos de exaltación (3), imaginación arrebatada –como se escribe de Muriel- en su pasión política. No constituyeron las mejores criaturas de ficción, pero protagonizaron novelas de concienciación histórica y social nada exentas de acción e incluso de una acción complicada que no transcurría en castillos umbrosos, sino en aquellos recintos y calles de las ciudades históricas donde se originaban intrigas, manifestaciones, tumultos y batallas.

La narración y los diálogos también reflejan la actualidad de aquellos días. Galdós ya mostraba una de sus mejores virtudes de siempre: el oído, escuchar (4), e imitaba los discursos, las gacetillas de los periódicos, los dichos de la plebe, los giros y vocerío de la canalla o la jerga de los valientes. El audaz no fue una novela preclara, pero sí una novela mucho mejor y representativa de un tiempo y del autor de lo estimado hasta ahora.
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NOTAS.:

1. La narración de los sucesos histórico-políticos, en particular la conspiración fernandina anti-Godoy, es fidedigna. Ver el relato de lo sucedido en 1804 con la conjura del “partido fernandino” en la biografía del catedrático Emilio La Parra López, Manuel Godoy. La aventura del poder, Tusquets, Colcn. Fábula, Barcelona, 2005, pp. 305 y ss.

2. De ello escribí a propósito de Misericordia. Ver mi entrada en este blog “Galdós. Una parodia de la Restauración en Misericordia” de 25 de septiembre, 2011.

3. Rubén Benítez, Cervantes en Galdós, Universidad de Murcia, 1990, pp. 109-111. En las páginas citadas se habla del influjo del libro De’Intelligence de Taine que Galdós tenía en su biblioteca

4. Stephen Gilman, Galdós y el arte de la novela europea, 1867-1887, Taurus, Madrid, 1985. Ver el Capítulo IX, “El arte de escuchar”, pp. 238-274.


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martes, 25 de octubre de 2011


RUBIAS Y MORENAS



Se dice que sólo el 16% de las mujeres nacen rubias. Se cuenta que otro 17% se oxigena --¡más de la mitad de las rubias que vemos por la calle!-- si bien, tales estadísticas parecen antiguas y, por ejemplo, se asegura que en Hollywood el total de las áureas sobrepasa el 80%. No es sólo cuestión de lucimiento femenino. Se habla con entusiasmo de la bondad del pelo de las rubias ucranianas que no pocas se cortan y venden para la elaboración de las mejores pelucas, alargues y postizos.

Se cuenta que en la Edad del Hielo los hombres morían a puñados cuando decidieron cazar los animales más peligrosos. Se dice que, en consecuencia, la cantidad de solteras creció ad infinitum originando entre ellas una contienda sexual para atraer a los cazadores supervivientes. Se afirma que triunfaron aquellas cuyo cabello se diferenciaba del común y, entre ellas, las rubias porque tenían el pelo más delicado y el que más juventud insinuaba.

Con el tiempo aparecieron las mujeres oxigenadas. Creyeron que el rubio clareaba su piel haciéndolas más atractivas. Basta mezclar colorante y amoniaco o agua oxigenada que se aplicará de raíz a punta de los cabellos, ratos de secador, pausas sin gorro al abrigo del ambiente, o para desenredar el cabello y cepillarlo para luego echar el tinte amarillo, lapsos para lavar el pelo, mirarse al espejo y hoy, pasadas dos horas y media, salir del local contentísimas de que las peluqueras no se pasaran con el amoniaco aunque aconsejen volver en una semanas porque las raíces crecen y despuntan su color natural. Es igual. Ya se es rubia e importa un comino que la Frikipedia diga que “Una rubia es una especie de mujer cuya carencia de pigmento en el cabello es exactamente proporcional a la carencia de neuronas en el cerebro.” ¡Envidia maldita de las que no lo son!

Se dice que las rubias llaman la atención y reciben mejor trato. Se cuenta que trabajan más duro para conseguir lo que quieren y hasta son más agresivas aunque, donde abundan y son mayoría, puede ocurrir que su salario medio sea inferior al de las morenas. Lo desmiente un estudio de la Universidad de Queensland australiana al asegurar que su salario es un 7% mayor que el de las morenas y suelen casarse con hombres cuya riqueza supera en un 6% al de los millonarios que se casan con las otras. Además, la presidenta de la Asociación Internacional de Rubias, Olga Uskova comentó: “Las rubias estamos casadas con hombres más ricos porque somos más divertidas y sociables. También nos arreglamos mejor en el trabajo porque cuando cometemos un error podemos decir 'perdona, es que soy rubia' y nos escapamos".

El Día Mundial de las Rubias se celebra cada 31 de mayo en Riga (Estonia). El país tiene dos millones de habitantes y, se dice, que acuden unas cincuenta blondas a la fiesta, pero la celebración se redondea importándolas de Lituania, Rusia e incluso del norte de Italia. También se dice que las rubias están en peligro de extinción por tener un genoma en recesión que expirará en el siglo XXII. Y todavía peor, se recuerda a su depredador de vez en cuando: el asesino de una película de Hitchcock de 1927, The Lodger: A Story of The London Fog, que se deslizaba en la niebla buscaba rubias para matarlas hasta que se metió en su propia trampa… el intento de liquidar a la hija de sus hospederos que tenía un novio policía.

En Cudillero (Asturias) existe una bonita, breve y recoleta playa llamada Las Rubias que define a las mejores áureas de carne y hueso: recoleta, situada a los pies de altos acantilados de una gran belleza y, pese al deseo de muchos, muy poco frecuentada debido a las dificultades del acceso.

Hasta los villancicos cantan a la Virgen rubia:

La Virgen se está peinando
entre cortina y cortina,
los cabellos son de oro
y el peine de plata fina.

Pero la mayoría de nuestras Vírgenes son morenas, las sevillanas, la de Guadalupe, la de Chiquinquirá, o hasta muy morenas, negras, como la de Montserrat y tantas del románico.

Las morenas eran mayoría en nuestra tierra y hasta hace poco tenían su icono en La Fuensanta que apareció en mil millones de los billetes de cien pesetas. Me refiero a María Teresa López González, también conocida como La Chiquita Piconera por el último cuadro de Julio Romero de Torres. María Teresa nació de padres cordobeses emigrantes en 1913 en un rancho de Buenos Aires. Vivió en Madrid y falleció en el Hospital de los Morales de Córdoba en mayo de 2003. Hace años se dijo –quizás en el diario Pueblo-- que María Teresa vendía cigarrillos junto al cine Narváez de la calle madrileña del mismo nombre y, si fue así, yo mismo siendo adolescente se los compré sin saber que aquella mujer mayor que tanto me llamaba la atención por su placidez y notable aspecto había sido el prototipo de la belleza española.

Se decía que nos gustaban las rubias, pero nos casábamos con las morenas. Y ahora, ¿nos gustan las morenas, pero nos casamos con las rubias? Menudo lío. Para ayudar a resolverlo recordaré una historia de mi admirado Juan José Arreola titulada Parábola del trueque. Relata cómo al grito de “¡Cambio esposas viejas por nuevas!” el mercader ofrece mujeres de veinticuatro quilates con certificados de garantía: “Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros”. Los hombres dejarán a sus esposas de siempre y correrán desaforados en pos del mercader para hacer los cambios incluso sin importarles quedar arruinados. Pasarán los tiempos de la miel y de olvidar el trabajo, de exhibir la sensual mercancía, del regusto y la molicie hasta que las rubias empiezan a oxidarse y los hombres creen que les vendieron mujeres falsificadas y salen desesperados en busca del mercader. Se trata de una parábola breve que irradia matices cuyo descubrimiento dejo al lector con curiosidad de leerla.
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NOTA.:

[1] Juan José Arreola, Confabulario definitivo, Edcn., de Carmen de Mora, Cátedra, Madrid, 1986, pp. 153-156.

jueves, 13 de octubre de 2011


Christopher's bilingual stories
CHRISTOPHER AS A
REAL MADRID PLAYER


English translation for my grandson Christopher Diego on his 5th birthday,
Ita Betty Jean Curtis Inselmann



As if in a dream, he jumped onto the grass playing field of a magnificent stadium. Because it was empty he was able to read in giant letters on one of the grandstands: Real Madrid. Christopher was impressed and even more so when he was approached by a very friendly player who was also quite imposing.

“And you, what are you doing here?

“My name is Christopher Diego and I am the winner of a promotion that the Real Madrid sponsored in the United States for five year olds to play a friendly match here against the youngest players of Barcelona.

And why have they chosen you?”

“Because I am the best goalkeeper and also the best goal making forward of my age in the USA.”

“It is rather strange being good at both things”, said the other.

“Beckham said the same thing; I dribbled him five times in a small span of playing field in an exhibition that we both took part in.

“You must be terrific!”

“I am. And what’s your name?”, asked the boy.

“Me? Cristiano”

“¡Oh, yes! I have seen you play on American Gol TV and you are not bad at all.

“Can you see me there, too?”

“Of course. My father told me that the Real Madrid has been popular in the USA for many, many years.”

While they were talking, a man with a stooped back and extremely long legs appeared; he came up close and said to the small boy.

“You must be Christopher, “The buck of the prairies” I believe they call you back home. I would like to see you run over to that goal and back to see how good you are”.

“Done!”, answered the little one.

Without batting an eyelid, Diego took off leaving a cloud of dust behind him and as he is so small he was lost in the distance and returned in less than a minute; in addition, so that there would be no doubt that he had arrived where they sent him, he brought back a towel forgotten by some goalkeeper who used it to dry his gloves during the games.

“You certainly do run,” said the coach. “That is Iker’s towel. And who knows, he may just come looking for it.”

The Real Madrid goalkeeper confirmed that he was looking for his towel and smiling, asked:

“What does the little boy want?” “Does he want me to sign an autograph?”

“No,” said the coach, “ he wants to make you some goals.”

Iker looked at the coach jokingly, but without commenting he walked over to the south goal. The man in charge of equipment placed five balls near the penalty point and Christopher, without stopping to take a breath, fired like a machine gun scoring two goals, one in each top corner, another two in the lower left and right angles, and still another in the center of the goal leaving Iker squatting on the ground, hands covering his face, staring wide-eyed at the little boy.

“Now let Cristiano shoot at me,” said Christopher while he occupied the goal with determination and no one dared argue with him. Cristiano kicked the five balls trying to make the same goals as Christopher but Christopher, as if he were a puma with wings , leaped into the air capturing each ball with elegance and security.

“You have really impressed us, Christopher,” said the coach.

“Tomorrow you will surely play some minutes against Barcelona.”

The following day the newspapers displayed surprising headlines, such as, A short American arrives to play against Barça… It is not Donovan, he is even better… The Real Madrid has a player who will challenge The Little Flea Messi II…and other similar headlines.

The game was going to be played in the Alfredo Di Stefano Stadium and it was absolutely jam packed. The loudspeakers animated the crowd with songs which the players had chosen. It was a friendly match and each team would play with its youngest players, however they would be reinforced with two star players, one from the Miami Barça and another northamerican for the Real Madrid whenever the coaches thought it convenient, for that reason neither Messi IIº nor Christopher played from the beginning.

The contest progressed with little interest because both teams studied each other for quite a while and, finally, they dedicated themselves to destroying the tactics of the other team until, mid way through the first half, The Little Flea Messi IIº appeared on the field. The lad ran, as was his custom, and in a flash he made an extraordinary goal flitting about the legs of the Madrid forward and kicking the ball with his heel towards the left angle of the goal.

The game now continued in a spectacular give and take, but a little boy that looked a lot like Pujol didn’t let a single ball enter the Barcelona area and as a result the Madrid forwards were unable to put together a goal strategy no matter how hard they tried.

Well into the second half Pujol was replaced and the coach of the Madrid team told Christopher to get ready to play. When the fourth referee allowed him to enter, he leaped like a hare and three of his sudden attacks, dodging legs and dribbling players, ended in shoots near the other team’s goal posts. Near the end of the game he saw that a gigantic player who was called Quiqué II by his fellow players was open and ready to stop his swift attack.

In an incredible manner, Christopher slipped between his legs, dribbled three opponents and in front of the last defender he turned his back to the goal, kicked the ball over his opponent and himself, advanced around his opponent and catching the ball before it hit the ground, he launched a fantastic shot which squeezed through the right corner of the goal. The Madrid fans, delighted, celebrated the goal in a deafening outburst; however, it was Ricardo, Christopher’s father, who shouted the loudest. The match was tied minutes before the end of the game.

When Christopher awoke, he saw the Real Madrid uniform on the back of a nearby chair and when his parents came into the bedroom he told them raising his fists in the air:

“Mommy! Daddy! I tied the Real Madrid against Barcelona!”
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“I saw you, son! I was at the game, too!”, answered his father euphorically.

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martes, 11 de octubre de 2011

Los cuentos bilingües de Christopher

 

CHRISTOPHER, JUGADOR
DEL REAL MADRID


Para mi nieto Christopher Diego en su 5º cumpleaños.
English translation by his grandmother Betty Jean Curtis Inselmann




Desde el sueño saltó al césped de un estadio grandioso. Gracias a que estaba vacío pudo leer unas palabras muy grandes en una de sus gradas laterales; decían Real Madrid. Christopher quedó impresionado y más cuando se le acercó un jugador muy simpático que también parecía imponente.

-- Y tú, ¿qué haces aquí?

-- Me llamo Christopher Diego y soy el ganador de la promoción que el Real Madrid hizo en los Estados Unidos entre niños que hubieran cumplido los cinco años para jugar aquí un partido amistoso contra los infantiles del Barcelona.

-- ¿Y por qué te han elegido a ti?

-- Porque soy el mejor portero y también el mejor delantero de mi edad metiendo goles de USA.

-- Sí que es extraño ser bueno en las dos cosas—dijo el otro.

-- Eso mismo me dijo Beckham, a quien regateé cinco veces en un palmo del terreno en una exhibición que hicimos los dos.

-- ¡Debes ser tremendo!

-- Lo soy. ¿Y como te llamas tú?—pregunto el niño.

--¿Yo? Cristiano.

-- ¡Ah! ¡Sí! Te he visto jugar a través de la Gol TV americana y no lo haces nada mal.

-- ¿También se me ve allá?

--Pues claro. Mi padre me dijo que al Real Madrid se le sigue en USA desde hace muchísimos años.

Mientras hablaban apareció un hombre encorvado que tenía unas piernas larguísimas; se acercó y dijo al pequeño.

--Tú debes ser Christopher, El gamo de las praderas creo que te llaman allá. Me gustaría verte echar una desde aquí hasta aquella portería y volver para observar tus cualidades.

-- ¡Hecho! – contestó el pequeño.

Fue visto y no visto, pues Diego puso pies en polvorosa y como es tan pequeño se perdió en la distancia y regresó en menos de un minuto; además, para que no hubiese duda de que había llegado adonde se le envió, trajo una toalla olvidada por algún portero que la usaba para secar sus guantes durante los partidos.

-- Sí que corres—dijo el preparador.--. Esa es la toalla de Iker. Y mira por dónde a lo mejor viene a buscarla.

El portero del Madrid aseguró que venía a por su toalla y sonriendo preguntó:

-- ¿Que quiere el chiquillo? ¿Qué le firme un autógrafo?

-- No- dijo el preparador--. Quiere meterte unos goles.

Iker miró al preparador con guasa, pero sin hacer ningún comentario y se acercó a la portería del gol sur. El utillero puso cinco balones en torno al punto de penalti y Christopher, sin tardar un respiro, disparó como una ametralladora metiendo dos goles, uno por cada escuadra, otros dos por los ángulos inferiores y otro por el centro de la portería dejando a Iker en cuclillas sobre el césped, las manos tapándose la cara y mirando boquiabierto al chiquillo.

-- Ahora que Cristiano me dispare a mi—dijo Christopher mientras, muy resuelto, ocupaba la portería sin que los otros se atreviesen a rechistar. Cristiano disparó los cinco balones intentando meter los mismos goles que Diego hizo, pero este, como si fuera un puma con alas, se lanzó a los espacios atrapando cada balón con elegancia y seguridad.

--Nos has dejado impresionados, Christopher --dijo el preparador—Mañana seguro que jugarás unos minutos contra el Barcelona...

Al día siguiente los periódicos sacaban titulares sorprendentes como Llega un americano bajito para jugar contra el Barça, No es Donovan, es todavía mejor, El Madrid tiene un jugador que retará a La pulguita Messi II... y otros parecidos.

El partido se iba jugar en el Estadio Alfredo Di Stefano y había un lleno absoluto. Los altavoces animaban a la concurrencia con canciones que habían elegido los jugadores. Se trataba de un partido amistoso y cada equipo jugaría con los infantiles, pero saldrían reforzados con dos estrellas, una del Barça de Miami y otra norteamericana por el Madrid cuando sus entrenadores lo creyesen conveniente, por eso ni Messi IIº ni Christopher jugaron desde el principio.

La contienda discurrió sin mucho interés porque ambos equipos estuvieron estudiándose durante un buen rato y luego se dedicaron a destruir la táctica del otro hasta que, mediada la primera parte, salió La Pulguita Messi IIº. El chaval correteó como es costumbre en él y en un pis pas metió un gol extraordinario: revolviéndose entre las piernas del central madridista y golpeando de tacón hacia el ángulo izquierdo de la portería.

Continuó el partido ya en un toma y daca espectacular, pero un chaval que se parecía mucho a Pujol no dejaba pasar ni una en el área barcelonista por lo que los delanteros del Madrid no hilvanaban ninguna jugada de gol por mucho que se esforzasen.

Avanzado el segundo tiempo Pujol fue sustituido y el preparador del Madrid indicó a Christopher que se preparara para salir. Cuando el cuarto arbitro lo permitió, saltó como una liebre y tres arrancadas de las suyas, salvando piernas y driblando jugadores, terminaron en disparos cerca de los postes contrarios. Próximo el final del partido vio que un chico gigantesco al que sus compañeros llamaban Quique II estaba abierto y listo para detener su galopada. De manera increíble, Christopher se coló entre sus piernas, dribló a tres oponentes y ante el último defensor, se volvió de espaldas alzó el balón sobre él y el contrario y, filtrando y recogiéndolo sin dejarlo caer al suelo, largó un disparo fantástico que se coló por la escuadra derecha de la portería. El madridismo, encantado, celebró el gol de manera ensordecedora, siendo Ricardo, el padre de Christopher, el que más gritaba. Se había empatado un partido que sólo tardó unos minutos en concluir.

Cuando Christopher despertó vio el uniforme del Real Madrid en el respaldo de la silla cercana y cuando sus padres vinieron a la habitación les dijo levantando los puños:

-- ¡Mamá! ¡Papá!¡Empaté al Madrid con el Barça!

-- ¡Ya lo vi, hijo! ¡Yo también estuve en el campo! – contestó eufórico su padre.


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domingo, 9 de octubre de 2011



Alain Kisieliński





Una foto cayó al suelo cuando abrí el ejemplar de El audaz de Galdós. Los colores estaban desvanecidos, pero las caras de mis antiguos camaradas se iluminaron en mi memoria. Recuerdo que la foto se hizo una hora o así después del examen de cualificación para el doctorado en Filología Hispánica. Entre mis colegas sobresalía Alain Kisieliński, aquel muchacho altísimo, corpulento, rubio rubísimo, que lucía unas gafas gruesas de concha negra que casi ocultaban sus ojos de grandísimo pícaro, no su sonrisa medio descarada. Era venezolano hijo de polacos, pero tenía la malicia y las mañas de alguien nacido en la barriada de San Blas de Caracas por mucho que su aspecto lo desmintiera.

Recuerdo que esa misma tarde al iniciarse el examen estábamos los ocho examinandos alrededor de una gran mesa cuadrada, cada uno con espacio suficiente para escribir. El Dr. Nale acababa de distribuir los cuestionarios y se había retirado del aula. Cada uno parecía estar a lo suyo cuando Alain se agachó, anduvo trasteando por el suelo y, alzándose, puso sobre la mesa unos tomitos pareciéndome los de Enrique Anderson Imbert sobre historia de la literatura hispanoamericana. Teníamos que destripar un cuento de Borges; después, relacionarlo con su obra y a continuación escribir sobre el lugar que el argentino ocupaba entre los escritores hispanoamericanos de su tiempo.

Los compañeros de Alain alzaron la vista para enseguida precipitar sus ojos sobre los libritos armados de sorpresa y enojo. Luego los dirigieron hacia él, aguzados como picos de grajo, y no le dieron tregua más que para sonrojarse, apañar los libritos apresuradamente y devolverlos al lugar de donde habían salido. Le oí decir entre dientes: “¡Chévere! No sabía que aquí…¡bueno… bueno…!”. Seguidamente, todo el mundo se puso a lo que debía ponerse.

Días después me invitó a comer. Más que conocerme, quería que le informara sobre cómo corrían las cosas en el Departamento de Románicas de la Universidad de Texas en Austin. Propuse el comedor de estudiantes de la universidad, pero él me llevó a un restaurante excelente y allí le comenté pormenores asegurando que nuestro Departamento era probablemente el mejor de los Estados Unidos en aquellos momentos, sin comparación con las facultades de nuestros respectivos países.

En cuanto al incidente del examen, dije que los graduados no copiaban y menos en los exámenes; había visto cómo la gastaban nuestros compañeros porque además de colegas eran competidores y no permitían ventaja alguna a nadie. Añadí que arriesgaba ser denunciado y expulsado de la Escuela Graduada. También le aconsejé que cuando redactara los trabajos del curso jamás se le ocurriera copiar ideas u opiniones de otros libros sin citarlos debidamente. Las editoriales y las revistas profesionales encargaban estudios, introducciones, ediciones críticas y artículos a la mayoría de nuestros profesores; si se trataba de una simple reseña sobre un libro reciente leían una biblioteca entera para luego comentar si aportaba algo nuevo o no. Alain podía hacerse idea de lo mucho que sabían e imaginar lo preparados que estaban sobre la temática de sus cursos.

Llegó el momento de pagar la comida y Alain se puso a rebuscar por los bolsillos hasta que me dijo: “Lo siento. Parece que tendrás que pagar mi parte. Dejé mi cartera en los pantalones de ayer”. Alguien me había dicho que en USA, si te invitan a comer sólo te invitan a comer en compañía del que lo propone y únicamente cuando dicen que pagarán tu comida estás invitado como se hace en nuestros países de origen.

Los sábados que a Betty Jean, mi novia, le era imposible venir a Austin, yo cogía un Greyhound (1) para ir a San Antonio. Alain se enteró y para compensar el asunto de nuestro almuerzo, se ofreció a llevarme cuando su chica, Rose, que también era de San Antonio, fuera a visitar a su madre.

Alain estaba sentado al volante de un auto enorme, un Chevrolet Bel Air que lucía unas luces traseras como ojos de gato impresionantes. Mientras esperábamos a Rose le felicité por el carro, pero me dijo: “Es de Rose. Conmigo las chicas lo ponen todo”. Luego me pidió que abriese la guantera. Lo hice y observé que estaba repleta de medicinas o cosas parecidas. “Saca lo que quieras. Hay condones, espermicidas…muchas vainas. Rose suele ir preparada. Cuando lleguemos a San Antonio, su madre siempre nos tendrá dispuesta una comida estupenda. Luego intentaremos una siesta, algo de jamoneo, la caliento, se me para la paloma y nos tiramos a lo b...-No terminó la palabra, aunque me pareció oír algo así como buchón-. Rose es tan considerada que no gasto ni un bolívar en ella. Estoy pegao, ¡chévere!”. Y se rió mientras yo le miraba pasmado, tan asombrado que ni advertí que Rose había entrado en el coche esparciendo un perfume cautivador y, habiendo ocupado uno de los asientos traseros, nos sonreía iluminando su cara de ángel.

A veces Alain desaparecía. Tenía la costumbre de escribir cartas solicitando puestos de trabajo en los lugares más insospechados del país y cuando le contestaban invitándole a una entrevista marchaba para el lugar siempre que le pagaran viajes, gastos de hotel y de estancia. Era su forma de conocer los Estados Unidos: de Texas a Alaska o California, de Texas a Vermont o Florida, gratis siempre, por supuesto.

Cuando llegó el verano, Alain volvió a desaparecer. Los demás peleábamos para que se nos contratara en algún curso de estío, sobre todo en los institutos de la NDEA (2), pero Alain fue a Las Vegas. Un atardecer, disfrutando de algunas copas en casa de nuestra compañera Lucy Costen, me confesó que poseía una fórmula matemática para la ruleta que su padre le había enseñado y que, aplicada con prudencia para que los esbirros de los casinos no le descubriesen, le producía rentabilidad como para tomarse unas buenas vacaciones, cursar una rápida visita familiar a Venezuela, y vivir el resto del año. Viajó a Las Vegas en aquel verano de 1966, pero nunca volvió a Austin ni tampoco supe más de él.

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NOTAS
1. Se refiere a un autobús de la compañía Greyhound.
2. Se refiere a los cursos patrocinados por el Department of Health, Education, and Walfare de los EE.UU que se daban en algunas universidades al objeto de mejorar los conocimientos de los profesores de lengua de los institutos de bachillerato y colegios de la nación.


 

domingo, 25 de septiembre de 2011



GALDÓS: UNA PARODIA DE LA RESTAURACIÓN
 EN MISERICORDIA


La novela Misericordia tiene una apertura coral; las voces pertenecen a los pedigüeños madrileños que van a representar una parodia breve de la España de la Restauración (1). El coro se retira muy pronto del protagonismo dando paso a los personajes principales, los pobres de espíritu evangélico encabezados por Benina y Almudena, y los pobres burgueses en torno a Doña Paca.

Los alrededores de la iglesia de San Sebastián son caracterizados como un campo de batalla que dan “los intrépidos soldados de la miseria” por la limosna. Se habla de mujeres recias --divididas en antiguas, nuevas y temporera representando clases sociales--, ancianos audaces, ciegos machacones, niños de una acometividad irresistible, y allí se están hasta la hora de comer, pues también ese “ejército se raciona metódicamente, para volver con nuevos bríos a la campaña de la tarde”. (Cap I)

El ejército tiene un orden jerárquico: la caporala es Casiana y su lugarteniente Eliseo; la oposición está encabezado por la Burlada. El conjunto representa la estructura socio-política de la España de la Restauración dividida entre conservadores y liberales, republicanos, federalistas y radicales…

La señá Casiana personifica al egocéntrico Cánovas. El retrato es desagradable y la maledicencia asegura que su delgadez no resalta por llevar buena ropas debajo de los pingajos; el narrador asegura que tienen ojos que parecen ciegos sin serlo y deja caer un detalle revelador: “hablaba con cierta arrogancia, como quien tiene o cree tener autoridad”. (Cap. II) Casiana (2) , que tiene el mejor puesto y por ende recibe las mejores limosnas, pertenece al estamento de las antigüas y ejerce un dominio total sobre sus camaradas.

La antagonista de Casiana es Flora, viejecilla de habla altanera y descortés de apodo la Burlada —personifica del revés a La Gloriosa—a quien se caracteriza así: “podríamos imaginarla como un gato que hubiera perdido el pelo después de una riña” (Cap.II). La anotación más clara del papel de ambas adversarias se hace al finalizar el citado capítulo con motivo de una discusión; habla un lisiado, luego Casiana y después Flora:

“—Pero señoras, por Dios. Arreparen que están alzando el Santísimo Sacramento.
“—Es esta habladora, escorpionaza.
“—Es esta dominanta… ¡A ver!... Pues, hija, ya que eres caporala, no tires tanto de la cuerda, y deja de que las nuevas alcancemos algo de limosna, que todas semos hijas de Dios…¡ A ver!
“--¡Silencio, digo!
“--¡Ay hija…, ni que fuas Cánovas!

Las dos mendigas vuelven a discutir a propósito de Benina en el Cap. IV. Casiana acusa a Nina de sisona y dice que por esa razón la echaron de las casas donde servía. Flora aboga por la criada e implica que la sisona es Casiana quien replica:

“—Aquí no se habla mal de naide.
“—No es hablar mal. ¡A ver!... La que habla pestes es bueycencia, señora presidenta de ministros.
“--¿Yo?
“—Sí… Vuestra Eminencia ilustrísima es la que ha dicho que la Benina sisaba”.

Establecida la relación entre personajes novelescos e históricos Galdós parodia los dimes y diretes de Cánovas y la Iglesia en torno a la cuestión de la unidad religiosa que levantó multitud de controversias cuando se proyectaba la Constitución de 1876:

A eso de las diez, la Casiana salió al patio para ir a la sacristía (donde tenía gran metimiento como antigua) para tratar con don Senén de alguna incumbencia desconocida para los compañeros y por lo mismo muy comentada. Lo mismo fue salir la caporala que correrse la Burlada hacia el otro grupo (…) y sentándose entre la mujer que pedía con dos niños, llamada Demetria, y el ciego marroquí, dio suelta a la lengua, más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras de sus dedos negros y rapantes” Cap. III.

Posiblemente algunos de los extremismos que se produjeron en torno a La Gloriosa habían disgustado a Galdós. Las imágenes “lengua suelta”, “uñas lagartijeras” y la de “los dedos negros y rapantes” podrían aludir a los baños de sangre, a José Paul y Angulo –presunto asesino de Prim- y la oratoria de Ruiz Zorrilla, político hacia el que mostró muy poca simpatía. En el Cap. III se dice de Benina que “nunca formuló protesta, ni se la vio siguiendo de cerca ni de lejos la bandera turbulenta y demagógica de la Burlada” (3). Si algo sorprende es que Galdós no parodiara a la oposición oficial a Cánovas, quizás, porque fue diputado cunero de Sagasta.

La Restauración llegó tras el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto. Galdós le convierte en un pedigüeño cojo y manco en la novela:

“Eliseo Martínez, que gozaba del privilegio de vender en aquel sitio la Semana Católica. Era, después de Casiana, la persona de más autoridad y mangoneo en la cuadrilla y como su lugarteniente y mayor general”. (Cap. III).

Aclarada su caracterización, se le rebaja más cuando zanja una disputa con un tono impropio de un general, pero sí de un guardia municipal:

“¡A callar se ha dicho! –gritó el cojo vendedor de La Semana--. Aquí se viene a lo que se viene y a guardar la circuspición.” (Cap. III)

No despista que venda el periódico aludido. El Ejército era una institución que había sido liberal, pero se había puesto al servicio de las ideas de Cánovas y constituía un pilar firme del poder restaurador.

El personaje Piche, pareja de Casiana, representa al poder económico en la parodia. A través de Almudena, conocemos cuanto los de su clase pensaban de este poder. El ciego habla con sentimiento parecido al que, sospechamos, enervó el pueblo madrileño cuando en 1854 saqueó la casa del marqués de Salamanca, el super-rico de la época, el icono del lujo en la España de Isabel II. Almudena dice del Piche:

“Diniero él, mucho diniero… Ser capatazo de la sopa en el Sagriado Corazón de allá… y en toda la pobreza de allá, mandando él, con garrota él…barrio Salamanca…., capatazo… malo, mu malo, y no dejar comer… Ser un criado del Goberno, del Goberno malo de Ispania, y de los del Banco, aonde estar tuda el dinero en cajas soterradas… guardar él, matarnos de hambre él…” (Cap.III)

Recordemos que Cánovas empezó su carrera política cuando llegó a Madrid desde Málaga con una carta de recomendación para su paisano el marqués de Salamanca quien le colocó en las oficinas del ferrocarril Madrid-Aranjuez. No es baladí, por tanto, que Galdós asociara a Piche con el marqués, muerto cuatro años antes de publicarse la novela. Sin embargo, si hay una imagen irónica que resume como pocas lo que acontecía en aquella sociedad es cuando Benina y Almudena lamentando su mala fortuna van a parar a la plaza del Progreso y, sentados al pie de la estatua, deliberan sobre las dificultades y ahogos del día.

Misericordia es una novela que esconde varias parodias que otros investigarán, pero la interpretada por los mendigos me parece de las principales al desnudar a la Restauración y lo que representaba. La novela fue escrita en los comienzos de 1897. El anarquista italiano Miguel Angiolillo, asesinaría a Cánovas el 8 de agosto de ese mismo año en el balneario de Santa Águeda. Cánovas se reponía de su habitual glucosuria y del agotamiento producido por las tareas de Estado.
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NOTAS.-

(1) - Este escrito se relaciona parcialmente con mi artículo “Miseria y parodia galdosiana de la Restauración”, Ínsula, Año XXV, nº 291 (Febrero, 1971), pp. 4-5.

(2) - Curiosamente, Galdós vuelve a utilizar el nombre de Casiana al referirse a la joven analfabeta, pero de carácter dulce y sencillo, que cautiva a Tito en Cánovas, el último Episodio Nacional del escritor.

(3) - Precisamente en Cánovas, episodio para el que Galdós guardó su valoración explícita de la Restauración, se dicen estas palabras reveladoras: “¿Crees tú, Titillo, en la revolución? No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antidiluvianos, esos que ya chillaban en los años anteriores al 68. La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se ha quedado, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, lustros tal vez, quizá medio siglo largo, antes que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental.”