martes, 15 de diciembre de 2015


LA  VIDA  LENTA  DE  JOSEP  PLA


Hace un año que la editorial Destino publicó La vida lenta. Notas para tres diarios (1956,1957 y 1964)[i] de Josep Pla, libro muy bien editado, prologado por Xavier Pla, y traducido al castellano por Concha Cardeñoso.

Comentando sobre los dietarios, Xavier Pla  recuerda los precedentes de  Thomas Mann o el de Witold Gombrowicz quienes permitieron que fueran conocidos décadas después, avisando Mann que el suyo carecía de valor literario.

Los dietarios, generalmente, son como los apuntes del pintor --trazos, bosquejos, esbozos--, auxiliares de la memoria para elaborar la obra proyectada. Ahora bien, si carecen de valor literario, ¿por qué publicarlos? Xavier Pla lo justifica diciendo  que los dietarios de Josep Pla “proporcionaban una gran cantidad de datos reales  sobre la vida privada del escritor, mostraban reflexiones, lecturas y personajes que no  aparecen en los volúmenes de su obra y, sobre todo, ayudaban a desmentir algunos lugares comunes que rodearon a la figura de Pla en los últimos años de su vida”. Sin negar que los dietarios por lo general son como “negativos de su vida diaria”, recuerda que Pla “practicó la literatura diarística en todas sus modalidades”, estupendamente en El cuaderno gris (1966), Madrid (1921), Un dietari (1929), Notes disperses (1969) Notes per a Sílvia (1976)… y otros recogidos en volúmenes de sus Obras Completas.

Las afirmaciones ocasionales de Josep Pla, sus puntos de vista sobre las cuestiones que se dilucidaban en la vida nacional, los hombres, las cosas, cómo se alimentaba, emergen a través de una escritura a veces apasionada, otras reiterativa y poco estimulante, pero que nos capta por su sinceridad y desenvoltura.


LOS DIETARIOS

El Dietario de 1956 se inicia el 1 de enero y  observamos enseguida que Josep Pla se siente como un viejo cansado y deprimido. Escribe poco y sin ganas, pareciendo hipocondríaco. Acaba de cumplir  los sesenta años. El 2 de febrero está en Austria y advierte que puede sufrir un ataque al corazón. En otra ocasión percibe molestias en el hígado. Un dietario de muchos sucesos diferentes que corre hasta la página 173 del libro.

El Dietario de 1957 es breve, 29 páginas. También comienza un 1 de enero: “Todo el día en la cama. Fatigadísimo”. Y poco después, el 10 de febrero, exclama: “Pero ¡qué vida, Dios mío!, ¡qué vida!”. Es un dietario que parece incompleto porque salta de febrero a diciembre. Desconocemos si por cuestiones de salud o se perdieron hojas. Lo real es que pasamos  del 23 de febrero al 21 de diciembre, cuando Pla, acompañado de  Josep Vergés y del fotógrafo Dimas, están a bordo del Conte Grande, un barco  armatoste que lleva 1.400 viajeros hacia Lisboa. El 28 de diciembre el dietario concluye con esas palabras:”En mar. Vida ordinaria. Comer, dormir, pasear, contemplación del mar!”.

El Dietario de 1964 se abre con una nota en la que Pla dice que llega a Lisboa en un avión de la K.L.M. procedente de Buenos Aires-Río, que ha sido un buen viaje y le recibe su hermano. La primera anotación corresponde ¡cómo no! al 1 de enero. Notamos variantes respecto de los dietarios anteriores: estilo puntillista, frases sueltas de significado oculto salvo para él, palabras sueltas entre puntos. Su vitalidad continúa resintiéndose, pero las malas noticias relacionadas con la salud de su madre le impresionan más. Siente fatiga. “A veces me entran la depresión y el desánimo. Es difícil de soportar”, dice el 15 de febrero.  Caracteriza a este diario la simplicidad. En diciembre de 1964 el diario se entrecorta. Casi no encontramos frases y sí palabras sueltas. Es  un diciembre de mal tiempo que  invita a meterse en la cama donde Pla lee y trabaja en Les hores. Este dietario tiene 151 páginas.


EL HOMBRE

El Josep Pla presente en esos diarios es un hombre mayor que en agosto de 1957 confiesa que lleva una vida disipada y nocturna contra la que rebrinca a veces; a comienzos de septiembre proclama: “He convertido el día en la noche y la noche en el día”. Le gusta la lluvia. También y mucho la cocina de su madre, o el coche, porque le acerca a todos los sitios en un momento; Cataluña es un pequeño país que Pla recorre con entusiasmo siempre.

El insomnio le acosa a diario llegando a decir: “Lo más importante de la vida es dormir(p.161). En sus insomnios lee, a veces escucha Radio París. Es un hombre que vive para sentirse libre y por eso rechaza los homenajes que se le preparan “para tener la libertad de siempre(p.172).

Pla vivió con Adi Emberg –compañera y esposa- desde 1925 a 1939. Y tuvo relación con Aurora Perea Mené, viviendo juntos en L’Escala entre 1943 y 1948; luego, Aurora marchó a la Argentina donde casó. Años después recuperaron el contacto epistolar y el Pla de los dietarios se  muestra añorante, incluso angustiado esperando las cartas que Aurora no prodiga y que una vez recibidas parece que no contienen las palabras que él desea leer. Pla la visitó varias veces en Buenos Aires y, al parecer, la ayudó económicamente. Como dice el prologuista sobre esta relación: en los diarios dejó “testimonio de una obsesión contradictoria, nostálgica y erótica(p.346).

Pla combate  la soledad frecuentando o  dejándose frecuentar por amistades que fueron muchas y fraternales --Josep Quintá, Luis Medir, los Sagrera, muchísimos más-- con quienes hace  parada y fonda frecuente en el Can Miquel de Palafruguell. Los amigos también se acercan a su masía a visitarle, o le van a buscar y a veces se hacen compañía viajando al extranjero, ellos para hacer negocios, él para escribir artículos.

Las conversaciones con los amigos son valiosas porque le traen noticias de fuera  y, sobre todo,  de dentro  del país, por ejemplo,  si se barrunta una depuración en Falange, la detención de Dionisio Ridruejo – que le afecta; sólo  cuando se  habla de  las operaciones médicas se le pone la carne de gallina.

En algún momento  su amigo Antrás llega con un tocadiscos comprado en Andorra y escuchan un trío de Schubert en el que toca Casals, el Cant dels ocells y las sardanas de los Serra padre e hijo. En otro momento aparecen Fuster y Raimon que pernoctarán en su  casa y al día siguiente junto a Ortínez, Quintá y otros amigos escuchan a Raimon tocar en la guitarra “cosa muy personal(p.281).

Cierto día tiene una larga conversación política con Vicens Vives y el comentario que escribe es: “Vicens flojea”  y pone en duda la capacidad del catalán para la política aunque el 29 de diciembre de 1956, cena en casa de Vives y escribe: “Vicens es admirable y un gran amigo”.

Por lo general ni hay retrato ni se excede en elogios de los amigos, pero se esmera en el bosquejo de los protagonistas de encuentros ocasionales. El 16 de agosto de 1956 se encuentra con Dionisio Ridruejo y le parece “interesante, simpático y fascinador(p.107).Tres días después le define como un personaje “agudo,  inteligente y mentalmente fino”  que ha causado impresión en la reunión de amigos. Ello no quita para que observe que a veces “pone cara de víctima”. El antifranquismo no es raro en sus conversaciones. El 25 de agosto Pla confiesa: “Ridruejo ha estado brillante, pero su capacidad cerebral llega a asustarme” recordándole la misma que tenía él cuando era joven.

Pla es un escritor que, como muchos del oficio, padece dipsomanía. En algún momento reflexiona así: “Por el horror que me dan los borrachos me hago idea del horror que debo de dar a la gente cuando me emborracho(p.9). Sus bebidas favoritas son las cañas, el vino, el wiski y el champán (en la traducción al castellano no aparece la palabra cava) y comentando los efectos de beberlas apunta: “La intoxicación de wiski es más soportable que la del mejor vino del país(p.14). En la misma página asegura que trasnocha: “¡Bebo más de la cuenta. Llego a casa a las tres  y media”.

Sentirse viejo es un sentimiento que, como se ha dicho, acusa de manera reiterada. El 20 de marzo comenta con cierto humor: “La primera vez en la vida que me pesa la langosta” cenada la noche anterior para celebrar su santo. En abril de 1964, le gana la fatiga primaveral y siente dolor en las piernas, sensaciones que se prolongan. El 15 de  julio se siente tan cansado, que confiesa: “Últimamente me canso de la gente”. En septiembre, al regresar de un viaje en automóvil por Francia y Alemania, menciona un estado de gravedad en la salud de su madre que le conduce a sentirse verdaderamente mal y lleno de tristeza. La salud de su madre siempre le afectó profundamente, pero se distrae trabajando en el Cuaderno gris y leyendo mucho. La familia le importa y nunca la deja de lado.


LA TIERRA

Si en 1938 Josep Pla colaboraba con la prensa vasca de la zona nacional, no tardaría en desilusionarse, sobre todo al saber que ya no podría publicar en catalán. España no le parece un país agradable de vivir. En  octubre de 1956 escribe: “El pueblo y la gente están fabulosamente aburridos. Los únicos que tienen ánimo para decirse algo  son los del futbol y los católicos” Y poco después: “Impresionante país de locos corrompidos por el franquismo(p. 168). Estando en Lisboa embarca en el clíper de la Pan American que viene de  Nueva York y le llevará a Barcelona, un viaje que califica de magnífico, pero escribe esta reflexión: “La visión de España erosionada y pétrea. Este país nunca será nada.” (p.206). Mucho antes había señalado al culpable de manera cruda: “El asco físico que me da Franco me deprime(p. 64).

El 18 de julio de 1956 recuerda que 20 años atrás se declaró la Guerra Civil, contienda que tiene muy presente. Define con ironía la festividad del 12 de octubre: “Una cosa a la que llaman la Raza”. En febrero de 1957 la situación política general le deprime tanto que escribe: “El país ha llegado al envilecimiento total(p.193) apreciación motivada por haber leído en La Vanguardia  un  artículo que trata a los catalanes de cobardes. Cuando el 1 de abril de 1964 se conmemoran los famosos XX Años de Paz,  añade “de miseria, de policía, de indignidad(p.238).

Por el contrario permanece atento a la política internacional,  muy agitada en 1956 con los acontecimientos de Hungría y la crisis de Suez. El 29 de octubre celebra con sus amigos y brinda con champán la entrada de los israelitas en Egipto; sin duda  admira a los judíos. El 14 de enero de 1957 registra los alborotos que tuvieron lugar en la universidad francesa y la huelga de los usuarios de tranvías y autobuses que Vicens Vives había anunciado el día anterior. Tres días más tarde  comenta: “Se perfectamente que vamos de cabeza al desastre, pero no tengo ni fuerza ni juventud para decirlo en voz alta e ir a la cárcel.  Horrible”. El 21 de enero del mismo año concluye un artículo sobre la unidad de Europa, pero teme que no se publique. “Oigo hablar de política con tanta desorientación que me fatigo mucho(p.181).

Josep Pla era un devoto de lo catalán, el elemento positivo en su vida. Se enfurece cuando algún diario habla mal de los catalanes como hemos visto. Tiene tan interiorizado ese sentimiento que sale a flote con frecuencia, por ejemplo, cuando  visita el castillo de Alfonso V en Nápoles y ve “las barras catalanas en la puerta”, cuando cruza la frontera y observa: “El Catalán de Francia es mucho mejor que el de España(p.182) o cuando define al obispo de Gerona tras visitarle: “de inteligencia catalana, activa y práctica(p.334).


ESCRIBIR PARA VIVIR

Ama escribir, también porque  tiene que pagarse el vivir, pero le molesta hacerlo a destajo, especialmente para los periódicos: “Llegará un momento en que la fatiga de escribir para los diarios sea insurmontable”; en otra ocasión se lamenta “¡Cuatro horas he pasado pluma en mano! “, o bien “Dos cuartillas – cuatro horas. Es horrible. Es dificilísimo escribir con un poco de claridad(p.64), lo que manifiesta su profesionalidad y culto al bien hacer. El 6 de marzo de 1964 comenta: “Escribir cada día me cuesta más”; dos días después cumplirá 67 años.

La censura es el tormento que lleva peor. En cierta ocasión pasa el día en Destino escribiendo un artículo sobre el algodón y temiendo que no pase la censura: “Trabajar pensando en la posibilidad de que la censura lo desmonte todo es una tortura típica del país. En todos los regímenes, desde hace casi cuarenta años, he trabajado con esta limitación. Todavía aguanto, ¡Qué cabronada! (p. 14). La censura le parece tan insoportable que llega a decir: “Tal vez sea el momento de tomar una decisión e irse de aquí(p.143).


LECTURAS Y ESCRITORES

Pla es un  lector impenitente de grandes autores como Voltaire, Shakespeare, Dostoievski, y tuvo una gran admiración por Pío Baroja sobre el que escribió. Cuando habla de Moliere lo califica de fabuloso “quizá el primero de la vida moderna”; su Misanthrope es el mayor alegato contra el Barroco” (p.211).  Montaigne le resulta una lectura apasionante. Cuando inicia el Dietario de 1957 comenta: “En los momentos factibles leo a Montaigne – que nunca molesta(p.175), y líneas más abajo insiste: ”Leo a Montaigne, que cada día me gusta más, a pesar de las continuadas y repetidas lecturas” (Ibid.)

Le fascina la lectura del Bismarck de Banville, le parece magnifico, pero no así Marx: Es un autor que me deprime por la obsesión que tiene” (p.167). En enero de 1957 cruza la frontera y adquiere Les Temps Nouveaux de Sartre demostrando su preocupación por estar al día en todo.

Sobre Judíos, Moros y Cristianos de Cela comenta: “un libro colosal que hace vomitar a cada paso”. Los Papeles de Son Armadans le decepcionan. El 27 de noviembre de 1956 visita a Cela en su casa de Palma y dos días después vuelve a cenar con él y sus amigos. Cela le regala su pluma y Pla comenta: “Conversación animada. Fascinación que produce Cela(p.158).

A veces gusta de leer a Valle Inclán pese a su barroquismo. La lectura del Tirano Banderas le cansa. Sorprende cuando asegura que “Cela está todo en Valle-Inclán, incluida la técnica(p.192); luego, cuando le informan que Cela ha sido nombrado académico, exclama: “¡Lo que faltaba!” (p.196).


VIAJES 

Los viajes sustancian buena parte de sus artículos y libros. Viaja a Italia y Grecia en agosto de 1956 en el Citta de Messina y el periplo le lleva por diversos lugares del país donde observa los costurones de la IIª Guerra Mundial, pero también hace observaciones peculiares relacionadas con sus gustos: estando en Brindisi afirma: “El siniestro barroco ha destrozado todo vestigio medieval(p.41).

En Grecia, por el contrario, casi todo le parece admirable además del yogur: “Me emociono  al pensar que a lo mejor he pisado por donde pisaba Sócrates” y proclamará repentinamente: “Los griegos son los andaluces de los Balcanes(p. 49).  A su regreso añorará  Grecia: “Hace un mes que volví de Grecia. Estaba fuerte y magnífico. El retroceso ha sido enorme. Ahora estoy deprimido y enfermo(p. 65) y más tarde: “Hace dos meses que volví de Grecia. Dos meses de restaurante  -- que todavía he resistido. Pero que fatiga(p.79).

El mismo año de 1956 realiza en automóvil un viaje acelerado hacia Alemania; su pluma se vuelve descarnada, sólo apuntes. La autostrada de Hamburgo le parece magnífica. Va a Copenhague en el tren que viene de París; en Dinamarca le cantan los pájaros, el mirlo y el ruiseñor. Entra en Suecia y va a Oslo donde escribe que “los noruegos son inseparables del agua(p.90). Estocolmo le parece maravilloso y el 16 de julio ya está en Helsinki.

La Europa que recorre entonces está llena de turistas, y se duele: “París, que hastío(p.96). En Perpiñán ve a Josep Sebastià Pons manteniendo conversaciones inagotables y deliciosas con él, pero el 1 de agosto llega a Cervera y escribe: “Me hace ilusión volver a casa”, si bien y como siempre sucede cuando regresa del extranjero, el 12 de agosto tiene sensaciones de vejez cuando pretende escribir para el número 1.000 de la revista Destino.

A finales de enero de 1957 está en Viena que le impresiona. Regresará a Alemania en 1964 y escribe su parecer sobre lo que está muerto y lo que está vivo. La burguesía le asusta un poco. No escucha ninguna marcha militar. Define Frankfurt como una ciudad comercial maravillosa y graciosa. Escribe para Destino. Le sorprende que siendo 20 de agosto mucha gente lleve abrigo. Sale poco y escribe mucho mientras su amigo Paco Sagrera vende corcho. Ya en Francia, Reims le gusta. Le asombra la velocidad que hay en las autopistas alemanas y francesas. Grandes comidas y momentos de obsesión por Aurora. El 30 de agosto está de vuelta. El  1 de septiembre de 1964 regresa a casa y ya no se siente bien. Ha sido  “El viaje más largo de mi vida en automóvil”.

La vida lenta es un libro de lectura a veces incómoda, pero compensa de sobra el retrato magnífico que surge, el conocimiento del quehacer de  Josep Pla entre los 6o y los 67 años de edad – aún viviría 14 años más. He reseñado algunas de sus vivencias que en el libro son muchísimas y van expuestas tal cual, con una espontaneidad formidable. El libro, además, favorece y mucho que no se desvanezca la figura de este escritor catalán singular que fue de los mejores de su tiempo en España.



[i] Josep Pla, La vida lenta. Notas para tres diarios (1956,1957 y 1964) Edición y prólogo de Xavier Pla, Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera, Ediciones Destino, Barcelona 2014,  380 páginas. Citaré sus  páginas cuando no referencie fechas.