jueves, 24 de julio de 2014


EL MECHERO DE PICASSO


Estudiando Derecho en la Complutense --posiblemente el año del llamado golpe de Facultad por el que desalojamos al SEU[i] de la delegación de estudiantes aunque tardaron poco en volver a ocuparla-- protagonizamos repentes como inaugurar una hemeroteca con algunos periódicos europeos avanzados o bien –y de eso me encargue yo- el establecimiento de relaciones con otras delegaciones de Derecho europeas sin que prosperara de proyecto ante el desconocimiento de idiomas que nos caracterizaba entonces. De ingenuidad andábamos sobrados, pero tampoco nada arredraba a los amigos que apoyábamos a José Luis Mendívil Laborde.

No recuerdo quién tuvo la idea de montar una exposición de dibujos de Picasso y se hizo. La estancia elegida no era precisamente grande, pero sus paredes acogieron una veintena de auténticos dibujos de Picasso que atrajeron como un imán gustasen o no, lo mismo que su autor. Ocurría en el año sesenta o sesenta y uno del siglo pasado. El admirable  D. Juan Antonio Gaya Nuño hizo la presentación destacando que los dibujos de centauros y faunos persiguiendo ninfas los hizo Picasso justo después de la liberación de París en la IIª Guerra Mundial y, en ellos, el pintor expresaba su alegría por el acontecimiento y la libertad recobrada.

Íbamos de dibujo en dibujo cuando una estudiante se detuvo ante uno y comentó:

--Esto vale porque lo ha hecho Picasso, pero lo puedo hacer yo igual y no valdría nada.

Juan Antonio Gaya escuchó el comentario y acercándose a nuestra compañera dijo:

--No, señorita, usted seguro que no lo haría igual. Fíjese bien y observe que el dibujo de ese centauro es una línea continua, sin que la mano del artista se haya alzado jamás, ni siquiera cuando la línea se curva. El artista auténtico puede hacerlo, nosotros no. Le contaré una anécdota por si no me he explicado bien. Cuando el pintor Viola estaba exiliado  en París tuvo problemas para subsistir y buscando trabajo consiguió que un editor le encargara dibujos de algunos animales. Viola no sabía pintarlos y afligido fue a ver a Picasso quien le dijo, “No te preocupes. Te los hago yo”. Viola se fue con los dibujos al editor quien al verlos exclamó: “Están pero que muy bien, pero me los trae a lápiz y yo los necesito en tinta para la imprenta”. Regresó Viola a la casa de Picasso quien al oírle contestó: “No pasa nada, hombre. Te los hago de nuevo”, y así hizo. Al salir de la casa del maestro, a Viola se le ocurrió superponer los dibujos primeros y los segundos pasmándose al observar que coincidían en trazos y líneas, cuando Picasso no había vuelto a mirar los realizados a lápiz. El artista verdadero tiene las ideas, las formas y los volúmenes en la cabeza, improvise o no; lo que plasma son concepciones, nunca artesanías o imitaciones simples de nada. Y nosotros  tampoco podríamos imitarles.

Se me quedó grabada aquella lección simple del Sr. Gaya Nuño y la he recordado durante mi vida sirviéndome muchas veces para discernir el talento auténtico del falso o de la imitación  en el arte sea en pintura o en la literatura.

Leyendo estos días el libro excelente que Camilo Jose Cela Conde escribió sobre su padre, me interesó la anécdota de una visita a Picasso en la que Cela le proporcionó fuego con un encendedor de oro y laca negra provocando la admiración del pintor: “¡Qué tío, vaya mechero tienes! ¡Siempre ha habido pobres y ricos!” y le mareó tanto con lo del mechero que Cela, admirador manifiesto del artista malagueño, se sintió obligado a regalárselo. Antes de irse, Jacqueline –la última mujer de Picasso- le entregó un paquete pequeño que contenía un mechero nada pretencioso y Cela Conde prosigue: “Pero en él Picasso había grabado con un punzón el hermosísimo dibujo del centauro y la ninfa. CJC se quedó boquiabierto”.

Llegado Cela padre a Mallorca quiso pasar el grabado de Picasso a un mural de su casa de La Bonanova mediante la colaboración de dos amigos uno de los cuales reprodujo las líneas del grabado con el mayor cuidado. Cela Conde comenta: “Creo que es una buena muestra de la valía del arte de Picasso el que un cambio tan drástico de las proporciones, desde el pequeño mechero al enorme mural, no haya afectado en absoluto la fuerza y la composición de la escena: permanecen intactas[ii]. Del mural hay una foto que algo enseña en el libro de Cela Conde, pero me habría gustado ver otra del grabado que Picasso punzó en el modesto encendedor que regaló a su padre.






NOTAS.:
[i]  SEU, sindicato español universitario, único y de carácter gubernamental durante los años en que mandaba Franco.

[ii]  Camilo José Cela Conde, Cela. Mi padre, Ediciones Temas de Hoy, Madrid 1989, pp. 182/183.

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lunes, 7 de julio de 2014



MONCLOA (Una mujer hace historia)
Una novela política de Germán Gullón

Excelente novela que podría parecer sospechosa –la portada exhibe los colores de la bandera de España, los mismos de los Episodios de Galdós que amula--,  aunque atrapa cuando los lectores perciben que el subtítulo, “Una mujer hace historia”, alberga reprobaciones y premoniciones prendidas a un estilo siempre bienvenido,  pues, como se dice en el breve epílogo del libro: ”Este volumen, que parodia la vida política española, pretende llegar a los lectores que sepan apreciar su humor e intención”.

Nuestra novela política moderna nació con La Fontana de Oro de Galdós, se fortaleció en El audaz, algunos de los Episodios, Doña Perfecta y otras  novelas contemporáneas del canario.  Juan Ignacio Ferreras señaló que también cultivaban la novela del dualismo sociopolítico de entonces escritores como Wenceslao Aiguals de Izco, Ceferino Tresserra, Alfonso Torres de Castilla hasta llegar a Blasco Ibáñez (1).  Antes de la Guerra Civil destacaron José Díaz Fernández, Joaquín Arderius, César Arconada  y Luis Araquistain… En los años franquistas siempre se mentó a los realistas de la postguerra y a los autores de la novela social, relegándose a Antonio Ferres, Armando López Salinas y Juan Eduardo Zúñiga, cultivadores de una novela muchas veces clandestina que fue perseguida por considerarse muy peligrosa.

Germán Gullón es un renombrado profesor de literatura y crítico literario --uno de los mejores galdosianos del momento--, también autor de cuentos y relatos sorprendentes,  que decidió hace poco cultivar la novela política sirviéndose de una prosa que combina documentación, naturalidad, acidez, ironía y humor. Primero noveló el acoso  que los grandes grupos financieros del Norte ejercían sobre la economía de España y otros países del sur europeo en  La codicia de Guillermo de Orange (2) y, ahora, ha deshollinado nuestra realidad política en Moncloa (3), construyendo una utopía donde una mujer, mediando la Corona, alcanza la presidencia del gobierno. Germán Gullón ha escuchado los lemas y gritos de nuestras plazas y calles, a los políticos y tertulianos, leído la prensa y también la consigna de que necesitamos una novela más combativa,  y se ha puesto a la tarea con el genio y el  ingenio que emergen de sus muchas virtudes literarias.

La maragata María José Benavides, casada y madre de hijos pequeños, es la líder del Partido Ciudadanos Independientes (PCI). Mujer de 41 años,  morena de figura grácil, trato agradable  y carácter firme, trabaja como profesora de inglés en la universidad.  También es diputada y acostumbra saludar a la estatua de Miguel de Cervantes que preside la Plaza del Congreso cada vez que entra o sale del mismo. Para el jefe del partido de las derechas, (PD), es “una mindundi de las ligas juveniles”, Iñaki Zulaika futuro camarada de Pepa, piensa que “hay una leona más en el Congreso de los Diputados”. La derechona Francisca Bello tampoco tarda en descubrir que Pepa “Tiene la espina dorsal derecha”. Sin embargo, el partido que Pepa preside está formado por escasos afiliados, un filósofo, un novelista y un par de intelectuales… 

Aunque los compañeros creen que su líder tiene una oportunidad única para cambiar el panorama de la política nacional, el realismo de Pepa Benavides asume  que sus posibilidades se limitan a poner puntos sobre las íes defendiendo determinados objetivos como el apoyo a las energías renovables, el mantenimiento de las becas Erasmus y la importancia de sostener la inversión I+D. Después de un viaje a Holanda tiene claro que la economía no debe acaparar el discurso político y sus  camaradas tratarán de convencerla de que debe ir hacia adelante y  liderar una Segunda Transición.

La proximidad de unas elecciones generales vale para fotografiar a los partidos políticos, los que se han repartido el poder hasta ahora --el citado PD y el partido socialista o PS que está a punto de dejar la presidencia del gobierno--, nacionalistas e izquierdistas. Germán Gullón ofrece un tapiz de enredos, personajes que parecen socías de algunos de la realidad aunque lucen como arquetipos paródicos, diestros en procedimientos basados en la artimaña, el falso halago, los apaños  y el enredo corruptivo. El retrato que hace de la política española es tal cual, no hay más concesiones que las que permite un humor  acidulado, sazonado con  las imágenes pizpiretas, vivarachas, corvas o volatineras de la parodia, por ejemplo,  cuando un periodista piensa que José Manuel Malo, Presidente del Congreso “tiene mucha experiencia parlamentaria. Pone el piloto automático y a jugar con el iPad”. Al presentar la novela el narrador escribe: “Confieso que he prestado de la guardarropía de la Historia contemporánea unos maniquís o figuras de cera, según prefieran, a quienes la imaginación del autor cubrió de carne y hueso de ficción”. Se añadirá que hay intención política, pero con propósito ético-político

Junto a los líderes están los camaradas principales. Por un lado Iñaki Zulaika --considerado un talento natural para los números--, el hacker Pepe Paredes, jefe de la campaña electoral del PCI y Jaime Noriega, marido de Pepa. Paredes procede de La codicia de Guillermo de Orange, la novela anterior de Gullón, al igual que Ellen Visser y otros personajes importantes del grupo holandés que, en Moncloa tienen un papel de apoyo episódico o esporádico. El préstamo sirve para enlazar las dos novelas presumiéndose una tercera porque Moncloa concluye como novela abierta, sin que sepamos lo que sucederá después del triunfo de Pepa Benavides.

En el otro lado figuran el cesante presidente del gobierno, el socialista  Pablo Bernesga, con faz de “buenísimo franciscano”, personaje de sonrisa beatífica sobre todo cuando piensa que los vientos soplan a su favor. Al conservador Xosé Manuel del Castillo se le caracteriza como “un hombre grande de ojos azul oscuro y de piel blanca de celta”. La verdad es que ambos líderes figuran y representan más que hacen por lo que destacan sus segundas o terceras  espadas, muy especialmente si son mujeres como Francisca Bello. Pienso que Germán Gullón asume que el siglo XXI es el de la mujer.

Tampoco extraña que Gullón torciera su andadura hacia la novela política sin que se perdieran por el camino algunas de las características peculiares de su prosa. El humor abunda en las opiniones del propio narrador, se convierte en socarronería al describir situaciones y muchas veces surge con chispa y ocurrencias en los abundantes diálogos  de marcado perfil cinematográfico que aceleran el ritmo del acontecer como sucede en films tan diferentes como Caballero sin espada (1939) de Frank Capra interpretada por James Stewart  o El político (1949) de Robert Rossen representado por Broderick Crawford y sin que este parecer mío suponga que Gullón los tuviera en cuenta.

Peio H. Riaño escribió hace dos años que desde Juan García Hortelano no ha aparecido una  novela política que merezca tal título por falta de compromiso para proclamar la verdad de la situación real del país. Al menos Germán Gullón figura entre los que han roto el  paréntesis y con una buena disposición: la importancia que da a las palabras y a las imágenes. Como comenta Rafael Chirbes --y cito del artículo de Riaño-- cualquier texto es una mirada sobre su época: "El lenguaje, las palabras son como las personas frutos de su tiempo y, en cada época, pelean por imponerse unas sobre otras. Decir libertad, amnistía y estatuto de autonomía era dinamita en una época, te convertía en delincuente. Hoy te llevan al Parlamento".(4)

Moncloa es una novela valiente donde el texto, reitero, va envuelto de ironía y humor, características que apoyan el compromiso ético-político que el autor se marcó al escribir una utopía nada desdeñable donde también se tritura la maleza que ahoga a nuestro país. Como recuerda la Miss Marple de Agatha Christie actuando  En el hotel Bertram: “Cuando un jardín se llena de malas hierbas no hay más remedio que arrancarlas todas de raíz”.
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NOTAS.:
1.- Juan Ignacio Ferreras, La novela española en el siglo XIX (hasta 1868), Taurus, Madrid, 1987, pp. 70/71.

2.- Germán Gullón, La codicia de Guillermo de Orange, Destino, Barcelona, 2013. Esta novela fue comentada en la entrada a este blog titulada “De la novela Babbitt a La codicia de Guillermo de Orange” (23/04/2013).

3.- Germán Gullón, MONCLOA. Una mujer hace historia, ViveLibro, Madrid, 2014

4.- Peio H. Riaño “La novela política entre las palabras y las ideas”, Público.Es, 13/3/2011. Se puede leer en Google.

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