EL AUDAZ DE GALDÓS
Galdós publica El audaz.
Historia de un Radical de Antaño (1871) apenas un año después de La Fontana de Oro y La Sombra. Resulta una de sus obras menos estudiadas, ¿porque la
irrupción de Galdós se asocia a la novela inicial? ¿porque El audaz abordaba un
doble fracaso político y sentimental y carecía de un final feliz? o bien, ¿porque
pasados dos años llegaron los primeros Episodios
Nacionales y atrajeron más?
En síntesis, El audaz
transcurre en 1804 bajo el reinado de Carlos IV y el gobierno de Godoy.
Describe la conspiración que pretendía sustituir al príncipe de la Paz por el
príncipe Fernando, quien luego sería Fernando VII(1). De Godoy se habla, pero no está inmiscuido per
se en la novela; es, sin embargo, el objeto del deseo; su eliminación
significaría que cesaran la corrupción y descomposición que se habían apoderado
del país.
Entre los conspiradores, unos desean que la monarquía caiga con Godoy
–pretensión del protagonista Martín Muriel-, otros buscan una simple
sustitución de príncipes y que sigan las cosas igual.
En el texto de la novela se dice que la Revolución Francesa acaba de acaecer, si
bien, Galdós escribe cuando nuestra Revolución de 1868 --que también le
sirve de inspiración-- acaba de concluir y, como ocurre en las novelas galdosianas previas a sus
llamadas novelas españolas contemporáneas, los personajes principales tienen
una caracterización más bien política y representan las diferentes ideas en
colisión.
Martín Muriel no se aparta del guión. Es hijo de un hombre
vilipendiado e injustamente aherrojado en la cárcel por las maquinaciones de un
turbio personaje al servicio de la casa aristocrática donde aquel había servido.
Martín es presentado como un ser sediento de venganza contra la clase que
cometió el atropello y los poderes y dignidades que la respaldan, sean
aristócratas, jueces, inquisidores o clérigos. Los demás personajes tienen un
perfil más creativo y algunos están adornados con notables y sutiles
caracterizaciones.
La condesita de Cerezuelo proporciona la sorpresa mayor. La
presentación de Susana copia los rasgos característicos de su clase; además es
superficial y se alude a su gran belleza. Sin embargo, el narrador la despoja poco
a poco del ropaje arquetípico debido al amor que Martín la inspira, una
evolución parecida a la que ocurre en La dama boba de Lope aunque sean obras
diferentes en todo. Lo equiparable es que el amor transforma; lo mismo hace
lista a la boba que sensible a la frívola.
A diferencia de la Clara de La
Fontana de Oro y de otras protagonistas que representan a España en las
novelas de Galdós, la condesita vive acciones y conductas propias de un
personaje alejado del estereotipo, vivencias que, a la postre, la conducen a la
angustia y a la sorprendente autoinmolación. Flaubert ya había publicado Madame Bovary (1857) cuando Galdós
escribe El audaz y aún estaba por
publicarse la Ana Kerenina
(1875-1877) de Tolstoy. Se puede pensar que, aun siendo distintas, la novela
francesa influenció en nuestro novelista –está por demostrar-, pero pensamos
que Galdós tenía motivos distintos para relatar el suicidio de Susana.
El Capítulo XXX de El audaz lleva
el título metafórico de “Revoloteo de una mariposa alrededor de una luz” y es
excelente. Susana recorre las calles de Toledo sumida en sus pensamientos,
sufriendo angustiosamente por el anatema lanzado por su padre y la proscripción
de su gente a causa de su relación con Martín, el convencimiento de la
imposible recuperación del amado y la propuesta que le han hecho de un
matrimonio inasumible para salvar su situación. Inmersa en un sentimiento
creciente de fracaso vital llega al Puente de Alcántara desde el que se arroja al
Tajo para poner fin al sufrimiento. La narración, que había adquirido un tempo
lento adornado de imágenes sustanciales, ha favorecido la creación de un clímax
para que se desarrolle el hecho fatídico de la consumación personal. Pero
después de la sorpresa que recibe el lector vale la pena preguntarse: ¿el
suicidio de Susana trasluce el de la España borbónica a punto de ser entregada
a Napoleón?
La muerte de Susana contrasta vivamente con el final de Martín Muriel.
Le vemos marchar enjaulado y preso –eco irónico del Quijote- dando una imagen
desquiciada de quien ha consumido los ideales filosóficos y políticos en un
propósito de venganza. En realidad, ha representado a los extremistas que tanto
disgustaban a Galdós (2) -- probablemente porque estrangularon logros progresistas, por
ejemplo, la acción de los liberales frente al absolutismo borbónico y, años
después, la 1ª República. Al final de la
novela Martín es la pantomima de un dictador que vocifera y manda matar y matar
creyéndose Robespierre, pero habiéndose convertido en un enajenado a quien
acompañan dos locos más que se creen Saint- Just y Napoleón.
El audaz se publicó como folletín en la Revista
de España entre 1871 y 1872. Que fuese una novela por entregas se nota en
ciertos alargues, en especial los filosófico-políticos que incluso anegan el
diálogo de los amantes. La Revolución de 1868 se asoció a la aparición del
realismo y Clarín taxativamente la afilió al glorioso renacimiento de la novela
española. Llevar la política a las novelas hacía creer a los realistas que
contribuía a desenmascarar los males de España retratando el pálpito social.
También querían borrar el papel de la novela histórica anterior por
considerarla vehículo del conservadurismo tradicional, y se servían del
folletín para que su prédica llegara a más ciudadanos. Lo mismo hicieron en
Europa los escritores desde Balzac a Dickens y lo harían los rusos. Sin
embargo, resulta curioso que, en los propósitos de nuestros realistas, no
entraba atacar al Ejército –salvo a determinados individuos- ni a la Iglesia
–aunque sí a los clérigos- y el propio
Galdós encabezó alguna manifestación anticlerical aun siendo creyente a su
manera y hay testimonio fotográfico de ello.
La nueva novela histórica no afrontaba el pasado lejano sino el
cercano o el del tiempo. Tenía por héroes a gentes de la clase media con el
defecto de constituirse, en arquetipos llenos de exaltación (3), imaginación arrebatada –como se escribe de
Muriel- en su pasión política. No constituyeron las mejores criaturas de
ficción, pero protagonizaron novelas de concienciación histórica y social nada
exentas de acción e incluso de una acción complicada que no transcurría en
castillos umbrosos, sino en aquellos recintos y calles de las ciudades
históricas donde se originaban intrigas, manifestaciones, tumultos y batallas.
La narración y los diálogos también reflejan la actualidad de aquellos
días. Galdós ya mostraba una de sus mejores virtudes de siempre: el oído,
escuchar (4), e imitaba los
discursos, las gacetillas de los periódicos, los dichos de la plebe, los giros
y vocerío de la canalla o la jerga de los valientes. El audaz no fue una novela
preclara, pero sí una novela mucho mejor y representativa de un tiempo y del
autor de lo estimado hasta ahora.
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NOTAS.:
1. La narración de los sucesos
histórico-políticos, en particular la conspiración fernandina anti-Godoy, es
fidedigna. Ver el relato de lo sucedido en 1804 con la conjura del “partido fernandino”
en la biografía del catedrático Emilio La Parra López, Manuel Godoy. La aventura del poder, Tusquets, Colcn. Fábula,
Barcelona, 2005, pp. 305 y ss.
2. De ello escribí a propósito
de Misericordia. Ver mi entrada en
este blog “Galdós. Una parodia de la
Restauración en Misericordia” de 25 de septiembre, 2011.
3. Rubén Benítez, Cervantes en Galdós, Universidad de
Murcia, 1990, pp. 109-111. En las páginas citadas se habla del influjo del
libro De’Intelligence de Taine que
Galdós tenía en su biblioteca
4. Stephen Gilman, Galdós y el arte de la novela europea,
1867-1887, Taurus, Madrid, 1985. Ver el Capítulo IX, “El arte de escuchar”, pp.
238-274.
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