El
cocodrilo
Para mis nietos Christopher,
Aroa, Sophia, Luca y Allyson
Lizardo medía casi seis metros. Iba y venía sesgando por
el río Mara cuando percibió que, si sacaba el cuerpo del agua además de la cabeza, surgía otro cocodrilo de parecido
tamaño junto a él. Parecía gris y hacía sus mismos movimientos y gestos, abría la boca
para refrescarse y ensayaba los bocados que daría a un ñu cuando la manada inmensa
cruzara el río.
En un recodo se cruzó con Perezoso, un cocodrilo menor de tres
metros que no se escondía entre los ramajes de la orilla como los demás enanos
de su especie cuando, en son de burla, se les preguntaba si se habían caído de
la camisa de algún francés.
Perezoso no se escondía porque había ganado fama de sabio
en una reunión de cocodrilos que se entretenían exponiendo y resolviendo acertijos.
Ocurrió cuando uno dijo que el sol pasa un día entero para ir de
oriente a poniente y preguntó después si alguno sabía cómo regresaba.
El Gran Lagarto, así llamaban al cocodrilo más grande y poderoso del río, respondió: “Muy fácil; haciendo el mismo recorrido al revés”. Entonces Perezoso se atrevió a preguntarle: “¿Y tú cómo conoces ese camino si cuando el sol lo hace por la noche, no se le ve, y tú estás ocupado en la caza o reposando?” Quedaron todos maravillados por su audacia en corregir y avergonzar al Gran Lagarto, y ya nadie discutió ni su valentía ni sabiduría, motivo por el que Lizardo le preguntó:
El Gran Lagarto, así llamaban al cocodrilo más grande y poderoso del río, respondió: “Muy fácil; haciendo el mismo recorrido al revés”. Entonces Perezoso se atrevió a preguntarle: “¿Y tú cómo conoces ese camino si cuando el sol lo hace por la noche, no se le ve, y tú estás ocupado en la caza o reposando?” Quedaron todos maravillados por su audacia en corregir y avergonzar al Gran Lagarto, y ya nadie discutió ni su valentía ni sabiduría, motivo por el que Lizardo le preguntó:
--¿Qué puedo hacer para librarme de este compañero que va
conmigo a toda parte imitándome fastidiosamente?
--Ése que llevas al lado es tu sombra. ¿Quieres librarte
de tu sombra? Difícil, muy difícil. Lo conseguirás sólo al atardecer, cuando el
sol se ponga, porque entonces esa y otras sombras se apoderan del mundo, lo
apañan todo y lo ocultan. No se puede con las sombras.
--¿Y ni siquiera me puedo deshacer de la que me molesta?
--Lo puedes intentar escondiéndote, pero reaparecerá cuando
salgas y el sol te dé; además, si coges la costumbre de ocultarte, comerás muy poco. Es
muy difícil. Tienes que acostumbrarte a su compañía.
--¿Y por qué?
--Porque las sombras siempre están ahí recordándote que
nada es lo que parece y, en algunas situaciones, eso ayuda. Voy a contarte una
historia.
Y Perezoso, ahuyentando
al pececillo que zascandileaba en la proximidad de su boca, contó la
historia de la tigresa, sus tres cachorros y el mago que solía robarles cuando la madre dormitaba
haciendo la digestión de alguna caza.
Entonces entraba en la guarida con el saco, metía a los pequeños en él, salía, ataba el hato a la silla de su caballo y marchaba
al galope. Perezoso prosiguió:
“Cuando la tigresa descubría el robo no
tenía dudas del autor y salía enrabietada y disparada en busca del mago que se
burlaba de ella con particular ingenio hasta que los pequeños aparecían ante la
madre cuando menos lo esperaba.
“En esta ocasión, el mago detuvo la
cabalgadura cada poco para cavar hoyos en los que asentaba espejos gruesos y planos
que llegaban a formar una línea recta entre ellos. El último estaba situado delante de
un artefacto que proyectaba una imagen de los cachorros que se transmitía a
cada uno de los espejos anteriores.
“La tigresa llegó muy fuerte al
primero de los espejos y al descubrir la imagen de los cachorrillos se tiró contra
el espejo con intención de acogerlos, pero se llevó un gran trompazo con lesiones en las manos delanteras y, lo peor, el
espejo se deshizo en pedazos y en cada uno reaparecían los cachorros, minúsculos
y repartidos por el suelo llenando a su madre de dolorosa confusión.
“Cuando después de varios fracasos alcanzó el último espejo, sin fuerzas y bastante herida, observó que los cachorrillos se movían con desespero y cuando iba a lanzar una de las zarpas contra el vidrio, desapareció la imagen de los pequeños y surgió la del mago quien, sonriendo, le dijo que si proseguía la busca pensaba llevar su prole a la Reserva Nacional Masai Mara donde jamás podría entrar salvo que ella también decidiera quedarse; después de decir esto se llevó la pata derecha a la nariz y bailoteó la otra en son de burla. Entonces la tigresa se echó al suelo y puso las manos delanteras sobre la cabeza, sometida y doliente.
“Así permaneció buen
rato hasta que sintió que le mordisqueaban la cola como si llamaran su atención
y al volverse descubrió a los tres cachorros felices de hallarla.
Lizardo se volvió al pequeño Perezoso preguntándole:
--¿Para qué me has contado esa historia? No veo que tenga relación
alguna conmigo.
Perezoso le miró sorprendido y contestó:
--Ni yo tampoco. Tampoco sé para qué te la he contado.
Bueno ¡Ah! ¡Sí! Porque si escuchaste bien, la tigresa sólo veía imágenes que
eran como sombras de sus cachorros y tratando de romper el hechizo del espejo se
hacía daño y no conseguía nada. La sombra que te sigue, querido Lizardo, te
engañará siempre como el espejo engañó a la tigresa. Puedes volverte contra
ella y hasta tratar de comértela, pero sólo zamparás aire y tus dientes
chocarán contra el cristal del agua.
El pequeño cocodrilo se detuvo un momento y luego añadió:
--Tienes que hacer como el filósofo Asclepiades, un bípedo humano, el mismo que un día quedó ciego, pero
lejos de quejarse, se burló de su mala fortuna diciendo: “Hice una ganancia grande con la ceguera porque hasta ahora andaba solo, pero de aquí en
adelante iré siempre acompañado”. Si pretendes acabar con tu sombra no
harás más que chapotear en el agua y, avisando de tu presencia, no cazarás, Tienes
que aceptar al cocodrilo sombra y en
los momentos tranquilos jugar con él pretendiendo que vas a morderle y llevarle
al fondo del río; además de divertirte mejorarás tu técnica de caza, tu
resistencia y tu mente; harás un ejercicio aerobio muy bueno para tu corazón,
tus pulmones y tus músculos y estarás preparado magníficamente para cazar.
Lizardo quedó convencido y, a partir de aquel día, navegó
con el cocodrilo sombra al lado
persuadido de que era lo mejor porque si algo te parece mal, pero sabes sacarle provecho, saldrás ganando.
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