EL MECHERO DE PICASSO
Estudiando Derecho en la Complutense
--posiblemente el año del llamado golpe
de Facultad por el que desalojamos al SEU[i]
de la delegación de estudiantes aunque tardaron poco en volver a ocuparla-- protagonizamos
repentes como inaugurar una
hemeroteca con algunos periódicos europeos avanzados o bien –y de eso me
encargue yo- el establecimiento de relaciones
con otras delegaciones de Derecho europeas sin que prosperara de proyecto ante el
desconocimiento de idiomas que nos caracterizaba entonces. De ingenuidad
andábamos sobrados, pero tampoco nada arredraba a los amigos que apoyábamos a
José Luis Mendívil Laborde.
No recuerdo quién tuvo la idea de montar
una exposición de dibujos de Picasso y se hizo. La estancia elegida no era
precisamente grande, pero sus paredes acogieron una veintena de auténticos dibujos
de Picasso que atrajeron como un imán gustasen o no, lo mismo que su autor.
Ocurría en el año sesenta o sesenta y uno del siglo pasado. El admirable D. Juan Antonio Gaya Nuño hizo la
presentación destacando que los dibujos de centauros y faunos persiguiendo
ninfas los hizo Picasso justo después de la liberación de París en la IIª
Guerra Mundial y, en ellos, el pintor expresaba su alegría por el
acontecimiento y la libertad recobrada.
Íbamos de dibujo en dibujo cuando una
estudiante se detuvo ante uno y comentó:
--Esto vale porque lo ha hecho Picasso,
pero lo puedo hacer yo igual y no valdría nada.
Juan Antonio Gaya escuchó el comentario y
acercándose a nuestra compañera dijo:
--No, señorita, usted seguro que no lo haría
igual. Fíjese bien y observe que el dibujo de ese centauro es una línea
continua, sin que la mano del artista se haya alzado jamás, ni siquiera
cuando la línea se curva. El artista auténtico puede hacerlo, nosotros no. Le
contaré una anécdota por si no me he explicado bien. Cuando el pintor Viola estaba
exiliado en París tuvo problemas para
subsistir y buscando trabajo consiguió que un editor le encargara dibujos de algunos
animales. Viola no sabía pintarlos y afligido fue a ver a Picasso quien le dijo, “No te preocupes. Te los hago yo”. Viola
se fue con los dibujos al editor quien al verlos exclamó: “Están pero que muy bien, pero me los trae a lápiz y yo los necesito en
tinta para la imprenta”. Regresó Viola a la casa de Picasso quien al oírle
contestó: “No pasa nada, hombre. Te los
hago de nuevo”, y así hizo. Al salir de la casa del maestro, a Viola se le
ocurrió superponer los dibujos primeros y los segundos pasmándose al observar
que coincidían en trazos y líneas, cuando Picasso no había vuelto a mirar los realizados
a lápiz. El artista verdadero tiene las ideas, las formas y los volúmenes en la
cabeza, improvise o no; lo que plasma son concepciones, nunca artesanías o imitaciones
simples de nada. Y nosotros tampoco
podríamos imitarles.
Se me quedó grabada aquella lección simple del
Sr. Gaya Nuño y la he recordado durante mi vida sirviéndome muchas veces para
discernir el talento auténtico del falso o de la imitación en el arte sea en pintura o en la literatura.
Leyendo estos días el libro excelente que
Camilo Jose Cela Conde escribió sobre su padre, me interesó la anécdota de una
visita a Picasso en la que Cela le proporcionó fuego con un encendedor de oro y
laca negra provocando la admiración del pintor: “¡Qué tío, vaya mechero tienes! ¡Siempre ha habido pobres y ricos!” y
le mareó tanto con lo del mechero que Cela, admirador manifiesto del artista malagueño,
se sintió obligado a regalárselo. Antes de irse, Jacqueline –la última mujer de
Picasso- le entregó un paquete pequeño que contenía un mechero nada pretencioso
y Cela Conde prosigue: “Pero en él
Picasso había grabado con un punzón el hermosísimo dibujo del centauro y la ninfa.
CJC se quedó boquiabierto”.
Llegado Cela padre a Mallorca quiso pasar
el grabado de Picasso a un mural de su casa de La Bonanova mediante la
colaboración de dos amigos uno de los cuales reprodujo las líneas del grabado
con el mayor cuidado. Cela Conde comenta: “Creo
que es una buena muestra de la valía del arte de Picasso el que un cambio tan
drástico de las proporciones, desde el pequeño mechero al enorme mural, no haya
afectado en absoluto la fuerza y la composición de la escena: permanecen
intactas”[ii]. Del
mural hay una foto que algo enseña en el libro de Cela Conde, pero me habría
gustado ver otra del grabado que Picasso punzó en el modesto encendedor que
regaló a su padre.
NOTAS.:
[i] SEU, sindicato español universitario, único y de carácter
gubernamental durante los años en que mandaba Franco.
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