martes, 9 de abril de 2013


PALABRAS Y PLUMAS 
EL VIENTO LAS LLEVA



Ocurrió un atardecer. Entonces Nancy y Diana acostumbraban a ordeñar. Estaban sentadas y en la tarea, cuando  descendí del pajar y Nancy me dijo: 


--Te damos un cuenco de leche si coges antes dos o tres pajaritos de la alameda para nosotras. 


Aunque Diana se puso a reír,  respondí: 


--Pues claro. Un pájaro para ti y otro para tu hermana. ¿Qué preferís? ¿Un mirlo, un cardenal, o un pájaro azul?” 


--Correcaminos --me llamó la pequeña, que era Diana, alborozando su risa--. Te acompaño y elijo. 


Salimos hacia la alameda. Cuando llegamos se sentó a mi lado. Pájaros bellísimos volaban sobre nuestras cabezas. Diana levantaba los brazos y yo me alzaba para coger sus manos y tornarlas en puños que guardaban la caza fantástica, y así hicimos una y otra vez:


--¡Ahora el mirlo!


--¡Ahora el cardenal!


--¡Ahora el pájaro azul!


gritaba Diana… Luego, Nancy me trajo el cuenco de leche que tan merecido tenía.


Tiempo después estaba en la alameda de nuevo, repitiendo el juego con Nancy hasta que, noche de luna llena nacida, nos tumbamos en la hierba,  los pájaros ya posados en los árboles, mirando.


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