Las olímpicas de la Orden del Hacha
De las olimpiadas de Londres se están haciendo interpretaciones variadas quedando bastante claro que, en la lucha por las medallas, las mujeres dejaron las vainas y echaron mano a las espadas. Combatieron con denuedo y éxito. A unas se las llamó guerreras con justicia, otras se lo pasaron bomba compitiendo y alguna celebró sin queja un cuarto lugar adjudicándose la medalla de chocolate que, por supuesto, pensaba comerse.
Nuestras atletas demostraron cosas que empiezan a ser como gatillazos entre los varones -- salvando el honor de los baloncestistas, piragüistas y luchadores del taekwondo. Me refiero a la preparación, al espíritu de lucha, de superación, el brío, el coraje… eso que se antes se llamaba la furia roja. Quizás sea porque entre las mujeres todavía anida el espíritu amateur.
Yo vivo en una ciudad donde las mujeres mostraron las mismas peculiaridades hace siglos. Corría el año 1149 y Tortosa había sido sitiada por los moros. Una parte de los hombres estaba lejos, cultivando los campos, trabajando en las cosechas. Las mujeres no dudaron en acudir con hachas a las murallas para defender su ciudad y lo hicieron con tal arrojo y contundencia que, un año después, Ramón Berenguer IV instituyó la Orden del Hacha para ellas y sus descendientes directos, liberándolas de impuestos y otorgándolas preeminencia ante los hombres.
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Alguna luchadora veterana como Marta Domínguez no hace tanto que fue pionera en izar la bandera de esa lucha antes de ser subyugada en líos y sepultada en montañas de papel torticero. No ocurrirá con las mujeres de ahora porque tampoco tardarán en ocupar peanas y atriles tan altos como la presidencia del gobierno o poniéndose al frente de la oposición; las margaritas y amapolas lucen más que el cargado eucalipto o el deshojado madroño de las proximidades.
Me quedo también con ese predicción amarga que envuelve la contestación de la actriz británica Patrick Campbell cuando un comensal le comentó que las mujeres no tenían sentido del humor: “Dios lo hizo a propósito para que las mujeres podamos enamorarnos de los hombres en vez de reírnos de Uds.”
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