PÍO BAROJA: CÉSAR
O NADA, UNA NOVELA POLÍTICA
Sabemos que el hombre de
acción es el personaje que destaca sobre todos en la novelística
de Pío Baroja. Parece unívoco, pero encarna tipos distintos, por ejemplo, Zalacaín
es el aventurero, mientras César
Moncada será el político. Si
Zalacaín surge en un ambiente de trance romántico, César Moncada lo hace inmerso
en otro de realismo absoluto; su figura, pensamiento y actuaciones serán connaturales
con el tiempo en que se escribe la novela.
Galdós había publicado y estrenado
su Casandra y Pilar
Hualde Pascual piensa que, para entenderla bien, se deben tener en cuenta los
sucesos socio-políticos que tienen lugar entre 1905, año de la aparición de la
novela dialogada, y 1910 año del estreno del drama: “Nos encontramos en los años iniciales del reinado de Alfonso XIII, en
una España empobrecida y maltratada por los vaivenes políticos y dominada por
los sectores eclesiásticos, pero donde comienzan a despegar los grupos de la izquierda,
como los socialistas y los republicanos, a cuyas ideas se acerca Galdós hasta
el punto de ser elegido diputado republicano por Madrid en las elecciones de
1907.”[i]
La profesora Hualde recuerda la leva de soldados para luchar en Marruecos de
1909, la caída del gobierno Maura ese mismo año, la llegada al poder del
liberal Canalejas y que en diciembre de 1910 se aprueba la Ley Candado que ponía límites a las órdenes religiosas. Hualde concreta: “Estos hechos y, en definitiva, el malestar social que se vive en España
entre 1905 y 1910, son clave para la interpretación de la Casandra, tanto de la novela, como de la obra
teatral y sólo conociendo el contexto social y político del momento es posible
entender la idea matriz de la obra, la crítica a los excesos de la Iglesia
Católica y a la hipocresía de la sociedad de la época.“ Y no se puede olvidar
a Joaquín Costa, adalid del regeneracionismo que murió en 1911 y llevaba años
predicando de modo encarnizado contra el caciquismo y las oligarquías que
representaban el poder político[ii].
Baroja vivía inmerso en
esa realidad político-social. Como Galdós trató de intervenir directamente en
la política. Mary Lou Bretz comenta: “Según
Granjel, en 1909 Baroja se afilia brevemente al partido lerrouxista y llega a
presentarse como candidato, haciendo varios viajes a provincias en beneficio
del partido. El novelista tuvo ocasión de observar la maquinaria política de la
España rural, que luego refleja en la descripción de Castro Duro.”[iii]
Debido a su nueva filiación,
Pío Baroja dejó de frecuentar El
Imparcial, periódico literario por antonomasia, pasando el tiempo en El
Radical, diario político del que Miguel Pérez Ferrero comenta: “Y Lerroux, jefe del partido republicano
radical, su orientador y sumo pontífice” (…) “Allí muy de tarde en tarde acudía algún que otro literato, pero era el
punto de reunión de políticos republicanos y hasta de anarquistas. En aquella
tertulia Baroja aprendió a no tener ninguna fe en las gentes que la
frecuentaban.”[iv]
Con todo, Baroja logró que El Radical
publicara Cesar o nada como folletín
en mayo de 1910; después, --una vez corregida-, Renacimiento publicaría la novela como libro.
En esos comienzos del
siglo XX, Baroja imaginaba una novela sobre César Borgia y alude a ello en Mis mejores páginas (1918) recordando
la visita que hizo a Viana de Navarra con Maeztu. Sabemos por Pérez Ferrero que
un viaje posterior a Italia en 1908 le detuvo
“en Roma con la intención de documentarse
para escribir una novela arqueológica-histórica alrededor de la vida de César
Borgia. Pronto comprendió que la tarea habría de presentársele ardua e ingrata
y que la fidelidad documental restaría posibilidades a la brillantez y al éxito
del relato”[v]
y aunque algunos hablen de parecidos entre Moncada y el otro César no son verdaderamente
importantes en mi opinión.
LAS DOS PARTES DE LA
NOVELA
César o nada se divide en dos partes desiguales.
La 1ª se concentra en la figura del protagonista enfrentada a una serie de
personajes, unas veces episódicos, otras fugaces, divididos en dos categorías
principales: curas afines por su ministerio o mujeres visitantes de la Roma del
tiempo.
Los capítulos son breves,
aspecto que ayuda a sobrellevar el ritmo
lento que se concatena con el
deambular pausado de César y el sosiego de las charlas que se producen, salvo
cuando el protagonista muestra aversión
hacia un personaje o se muestra
molesto por alguna situación.
El ritmo se aviva en la 2ª
Parte, especialmente cuando se aproximan las elecciones deseadas por el
protagonista y se da pie a una serie sucesiva de movidas políticas.
EL RETRATO INICIAL DEL PROTAGONISTA
A medida que el texto
avanza y se detallan las veleidades políticas de César notamos su semejanza a los jóvenes de cualquier tiempo que buscan
crearse una personalidad medrando en política; no se apoyan en una filosofía,
ideología o patriotismo, personifican una aventura personal labrada en un yoísmo
descarado que lo abarca todo. No obstante, el narrador tampoco tiene la
intención de crear un estereotipo; concibe al protagonista pausadamente: en la
primera parte de la novela trabajará su formación; después desarrollará el
aprendizaje de una carrera patrocinada inicialmente por los conservadores para
después volar al recinto del liberalismo.
En el prólogo, el narrador
valora el individualismo: “Lo individual
es la única realidad en la Naturaleza y en la vida” (…) “Sólo el individuo existe por sí y ante sí”(573) y añade: “En lo humano, como en toda la Naturaleza,
el individuo es lo único”(Ibíd.) Después apunta cuanto puede suceder a un
joven como César: “En España, donde el individuo
y sólo el individuo fue todo, se aceptan como dogmas indiscutibles las
aspiraciones colectivistas de otros pueblos. Hoy nuestra tierra comienza a
ofrecer un brillante porvenir al que sepa exaltar las ideas y los sentimientos generales, aunque estas ideas y sentimientos
pugnen contra el genio de la raza”
(574).
César comenta al narrador:
“sé lo que hay que hacer en España. Yo
seré un instrumento. Para eso me estoy preparando. Ideas, costumbres,
preocupaciones, quiero crearlas para el papel que voy a representar” (577). Después de escucharle, el
narrador interpreta: “Entonces –argüí yo-
para usted lo moral es la fuerza, la tenacidad; lo inmoral, la debilidad y la cobardía.” (Ibíd.)
El mismo César conjetura el final de su batalla: “Si llego a triunfar, seré una gran figura; si fracaso, dirán los que me
conozcan: “Era un canalla, era un bandido”. O quizá digan era una pobre hombre,
porque los hombres que sienten la ambición de ser fuertes no tienen nunca un
epitafio desapasionado.” (579)
EL PEDIGRÍ DE CÉSAR Y SUS
ESTUDIOS
César conoce el poder del
dinero. Cuando el tren París-Vintimille cruza la Costa Azul saca de
un bolsillo el Manuel del especulador en la Bolsa de Proudhon, lee y marca los
pasajes más interesantes. El narrador le deja leyendo y ofrece al lector el
pedigrí de los Moncada.
Son gente de energía,
astucia y vengativa; al hablar de Juan Guillén --quien precisaba del trabuco
para tratar asuntos con cualquiera-- se dice: “Su barbarie no le impedía ser fino y atento, porque se hallaba convencido
de que su vida era una vida casi ejemplar.” (584)
En la familia hay una mujer que se echó a perder, su hermano llega a superior de una orden y protege a un sobrino
para que haga carrera eclesiástica y el sobrino cumple convirtiéndose en un
ultramontano que llega a cardenal. Éste trata de repetir su historia sugiriendo
a su hermana que su hijo, César Moncada,
se dedique a la Iglesia, pero el niño, de sólo doce años sorprende al asegurar
“que antes se mataba que ser cura o
fraile, porque era republicano”(588). El anticlericalismo no es gratuito, como sabemos oreaba en la
sociedad del tiempo; lo refleja el padre de César, poco favorable a que el hijo
se haga clérigo.
Cuando César estudia
interno en un colegio madrileño de los Escolapios se dice que no es proclive a
expansiones afectuosas, pero es capaz de
extravagancias y de introducir periódicos anticlericales que lee con entusiasmo
porque siente un odio frenético hacia los curas. Otro trazo de su carácter es
que “César se distinguía por la rapidez
de sus decisiones y por su falta de vacilación en los juicios. No sentía
ninguna timidez ni para afirmar ni para negar” (589)
y
los compañeros no querían discutir con alguien que creía tener el monopolio de
la verdad.
César cursará estudios superiores
en Madrid porque le parece insoportable hacerlo en una capital de provincia.
Come en casa, pero vive solo en un gabinete con alcoba. No aprecia sus estudios
de Leyes y lo compensa estudiando también Zoología y después Fisiología, pero es la Bolsa la que
suscita su verdadero interés: “su gran
orgullo era enterarse con detalles de las especulaciones que se hacían y hablar
en los corros”(591); sus conocimientos le
granjean la consideración de amistades como la familia de su amigo Alzugaray por
haber recomendado operaciones que la beneficiaron. Aunque el común de los
aspirantes a políticos se forma en la universidad, César la desprecia
profundamente y también las algarabías y manifestaciones estudiantiles.
Ajeno a filosofías o
ideologías, César llega al escepticismo absoluto: ”su nihilismo era más bien la confusión y el desconcierto del que explora mejor o peor una comarca y no
encuentra en ella ni orientación ni caminos, y vuelve creyendo que hasta la
brújula no tiene exactitud en lo que indica.” (591)
Próximo a terminar la carrera anuncia a Alzugaray que posee un plan filosófico,
pero su amigo no encuentra aspecto práctico en sus ideas.
¿HAY FILOSOFÍA EN EL
PERSONAJE?
Sobre las influencias de
la filosofía en la novelística de Pío Baroja, la profesora Roberta L.
Johnson recuerda que si las primeras
obras del vasco se consideran “como las
más schopenhauerianas”(…)”el ideal nietzscheano de acción voluntarista empieza
a asomarse y se encuentra expresado de una u otra manera en la mayor parte de
las novelas escritas entre 1902 y 1910, llegan en su culminación en César o
nada”[ix] y cita a Gonzalo Sobejano: “Si César Moncada es, pues, el más animoso
hombre de acción del repertorio barojiano, Andrés Hurtado, protagonista de El
árbol de la Ciencia (1911), es su más
exacto reverso; el hombre contemplativo por excelencia, el abúlico, el
nihilista sin remedio. César es un personaje nietzscheano, Andrés, un completo
precipitado del materialismo y de la filosofía de Schopenhauer”[x].
Aceptamos el fondo de
estas opiniones aunque no siempre estaría de acuerdo con el maestro Sobejano como
le comente personalmente en su casa neoyorquina. Pienso que César no es “el más animoso hombre de acción del
repertorio barojiano” porque, si algo resplandece en él como en otros hombres
de acción barojianos es el individualismo y, dentro del individualismo un yoísmo que le lleva a abandonar personas y proyectos según conviene,
incluso su mismo liderazgo; veo a César también como un gran manipulador y –si
no forzamos la máquina del parecerse a-- no se significa por
reflejar, tener o sentirse atraído por filosofía ni filósofo alguno; tendríamos
que salir del texto.
EL PROTAGONISTA EN ROMA
En Roma, a César le cerca
un corro de chicas casaderas, normalmente rubias y de buen ver, si bien, dedica
sus ocios a la Etnología y, por supuesto, al libro de Proudhon. Cuando su
hermana le pregunta si va a huir de todo el mundo, si no piensa ver los
monumentos de la ciudad, él asegura que el arte es bueno “para los que no tienen fuerza para vivir en la realidad”(596);
sin embargo, cuando ella le interroga sobre que hay para la gente fuerte,
responde: “¡Para la gente fuerte!..., la
acción”. (Ibíd.)
A pesar de la animosidad
de César hacia el arte –exceptuando alguna representación femenina que le
fascina--, el paisaje físico y monumental de Roma resplandece. Baroja conocía
la ciudad bien y la 1ª Parte de su novela es –dejando la ficción de lado - una
guía turística con descripciones estelares como las relacionadas con las
catacumbas, el Palacio Farnesio que César admira por su representación de la
grandeza, del poder y de la fuerza, la Sala vaticana de los Borgia, etc., etc… (656
y ss.)
Del paisaje humano de Roma
ofrece visiones distintas sobresaliendo la anticlerical, tema que anega la
novela (“La fauna clerical estaba
admirablemente representada”(597) [xi])
y, por una vez, no comparto la opinión de Francisco Pérez al sugerir que “Se trata de una descripción demasiado parecida a otras muchas
descripciones y da la impresión de haber sido escrita simplemente de oídas” [xii]. Lo
anticlerical estaba en el aire y un Baroja perspicaz recogía cualquier situación
que surgía de la realidad, por ejemplo, al hacerse eco de otra circunstancia
político-social en la escena del muchacho que escribe con carbón en una pared “Viva Mussolino!”(598)
[xiii]
¿NOVELA ANTICLERICAL?
Junto a César Moncada
aparece el abate Preciozi enviado por el cardenal Juan Fort para que sirva de
cicerone al sobrino. Rápidamente su papel muta al de interlocutor de un César
nada interesado en la ciudad y sus gentes: “No
soy un artista. Figúrese que mi especialidad son las cuestiones financieras”
y, añade: “Estoy dispuesto a ignorar todo
lo que no me sirve para nada” (599)
aunque para su hermana Laura: “lo ves
todo con ojos de inquisidor” (602).
En realidad, César vive confundido y “Reconocía
en su fuero interno que no tenía plan ni la menor orientación” (604).
Preciozi piensa que César está
trastornado porque añade mordacidad a su crítica anticlerical al enjuiciar los
monumentos o al mismo Papa, actitud que bulle en la visita a su tío el
cardenal. Pese a que el encuentro resulta glacial, César mantiene su empeño en
servirse del clero –la institución más fuerte, la mejor relacionada-- para
construir su futuro político aunque, momentáneamente, disimule orientando su
acción vital hacia otros propósitos: “hacer
el amor respetuosamente a la condesa Brenda y en pasear con Preciozi”(614).
Sucederá
de otra forma.
AMOR Y POLÍTICA
En las páginas siguientes,
César deja claro que no ve nada respetable en la mujer, en el amor sólo si hay dinero y en el dinero
si hay un poder que le catapulte cuando menos a una vida mejor. Enseguida sabemos que las
relaciones Brenda-César se han enfriado a causa de sus diferencias
temperamentales. César recrimina la vanidad de Brenda por las cosas estúpidas,
su pasión por las joyas y llega a un odio singular al “comprobar la salud de que gozaba. Era una salud que a César se le
figuraba ofensiva, sobre todo comparándola con la suya, con sus nervios débiles
y su cerebro inquieto (…) De considerarla como a una señora espiritual y
delicada pasó a mirarla como una yegua poderosa, que no merecía más que el
látigo y las espuelas.”(619)
César
se volverá más sarcástico y mordaz.
En conversación con otra
dama, compara a los nacionales de varios países --incluidos los españoles--,
con varios animales provocando la siguiente consideración de la señorita Cadet:
“De manera que el mundo, para usted, es
un jardín zoológico”(623); luego, cuando le hace un
horóscopo, comenta: “Tiene usted de todo poco y mucho; no es usted un individuo
armónico” (624) ; asegura que es inteligente, muy
lógico, pero con mucha y poca imaginación, valiente y cobarde. La Srta. Cadet
actúa en la novela como una sibila, pues, le predice el futuro: César hará un
viaje, entablará una lucha fuerte “Y
vencerá usted, y será vencido…” (Ibid.)
TEMPO
VARIABLE Y UN NUEVO AGORERO
Aunque César rechaza los
intentos de Preciozi para lograr una reconciliación con su tío el cardenal, no
consigue más interés clerical en su favor que el del abate Citadella porque
quiere conocerle; César se autopromociona y define de la siguiente manera: “aquí donde usted me ve, soy el hombre
que entiende más de asuntos financieros
de España, y creo que llegaré pronto a poder decir de Europa.” (626)
Inasequible al desaliento alimenta
la pretensión de hallar entre los clérigos las palancas financieras y las cartas de recomendación que posibiliten
su éxito político en España. Logra poco: el Padre Herreros le ofrece escribir
una carta de recomendación para una
viuda rica con fincas en Toledo, no congenia nada con el Padre Miró y el Padre Ferrer no le recibe…
Ingleses, norteamericanos,
franceses y judíos relevan a los clérigos en las sus tertulias, en especial el
inglés Kennedy con el no siempre está de acuerdo. Conversando con él, César afirma: “yo no soy un hombre de sociedad. Yo necesito la agitación, el peligro… y
le advierto a usted que no soy nada valiente” (638). Luego
Kennedy le pregunta si es patriota y responde: “No tengo del patriotismo una idea trascendental. El patriotismo, como
yo lo entiendo, es una curiosidad. Yo creo que en España hay fuerza. Si se encauzara
esa fuerza en una dirección fija, ¿hasta dónde llegaría? Ese es mi
patriotismo; como le digo a usted, una
idea experimental”(Ibíd.) César, como muchos
políticos de ayer y de hoy, utiliza ideas y símbolos según el momento.
Kennedy le dice que en
Roma la única fuerza que puede encontrar
es de idiosincrasia clerical, pero que él no la tiene; César responde: “No; la cuestión es encaramarme; luego habrá
tiempo de ir cambiando”(Ibíd.) Entonces Kennedy le previene: “Usted no cuenta, amigo César, con que la
Iglesia es fuerte todavía, y no perdona a quien la engaña.”(Ibíd.)
Para
Laura su hermano “es un demagogo”(636),
alguien que no demuestra nada,
insincero, lleno de ideas estúpidas y un payaso. Kennedy, que ha sustituido a
la Srta. Cadet en el papel agorero, asegura: “es usted un valiente…Ahora, dudo de su éxito”(638), subrayando líneas después:
“Yo también tengo ahora alguna curiosidad
por ver si llega usted a hacer algo.” (Ibíd.)
César persiste en la vía
clerical hasta que un fraile le advierte, de parte del cardenal Fort, que no
vuelva a presentarse en ninguna parte
dando el nombre de su tío porque está enterado de sus intrigas y exige
que no vuelva a valerse del parentesco. César discute con el fraile y,
exasperado, llega a echarle amenazándole
con una pistola. Es una acción negativa más porque no admite contratiempos a su
estrategia; su carácter anda sobrado de insolencia.
Se aparta de la curia y
frecuenta a artistas que nada le resuelven. Regresa a la vía clerical sin
mejores resultados; cae en el abatimiento y más cuando su hermana y el hotel
resulta invadido por los turistas: “La
intranquilidad inducía a César a tomar resoluciones absurdas que luego no
realizaba”(651) No es un hombre de acción con plan a
realizar. Sólo encuentra utilidad en la compañía de Kennedy con quien realiza
visitas que tampoco le entusiasman.
AUT CAESAR, AUT NIHIL
Para Moncada el lema que César
Borgia tenía grabado en su espada le alentaba a emprender empresas dignas de memoria
como la de Julio César cuando desobedeció al senado romano cruzando el Rubicón
con sus legiones e iniciando la guerra civil. Moncada comentaba que “no era una frase cualquiera, sino la
decisión inquebrantable de ser rey o no ser nada” (659), aunque
su senado es la Iglesia. Cuando
explica a
Alzugaray por carta las impresiones recibidas de los Borgia, asegura que, si
España siempre estuvo mediatizada por la religión, la obra de España “debe ser organizar el individualismo extrarreligioso” (Ibíd.) y
añade: “Somos individualistas; por eso,
más que una organización democrática, federalista, necesitamos una disciplina
férrea, de militares.”(660)
EL SIMBÓLICO CASTRO DURO
Imprevistamente, Moncada
conoce al senador D. Calixto García Guerrero, gran cacique de la provincia de
Zamora; le sirve de cicerone por Roma y el político queda tan agradecido que se
le ofrece para cualquier cosa que solicite. César pide que le haga diputado y
D. Calixto promete hacerle por Castro
Duro, localidad que Moncada desconoce.
Sin embargo, el hombre de
acción aún prefiere la vía financiera y
estima más provechoso emprender una aventura sentimental con la millonaria
Susana Marchmont. Viajando con ella por Siena, Florencia, Bolonia, Como,
Ginebra, descubre sus defectos físicos y morales, su egoísmo grotesco que le
apresuran a tomar la gran decisión: “Yo
la abandono con sus millones, y me voy a España”(677).
César Moncada es un
personaje actual parecido a muchos políticos de hoy, pero sólo parecido porque
es un personaje de novela y como decía Ricardo Gullón en clase “el Napoleón de las novelas nada tiene que
ver con el de la realidad”. Su desarrollo es lento porque a la postre crece
como antagónico a los arquetipos que dominan el espacio simbólico de la España
sintetizada en Castro Duro. Cuando Alzugaray le alienta a la acción: “Vamos a atravesar el Rubicón, César”,
responde: “Hay que disfrazarse de corcho”(678). Asume
que las mediocridades ambiciosas se unirán contra él. Después será otra cosa: “sabré demostrar que soy más amo que los que me rodean” (Ibíd.)
Castro Duro figura en el
mapa imaginario de España[xv] lo mismo que Orbajosa, Vetusta, Marinaleda o la Región de Juan Benet, lugares con
entidad literaria simbólica producto de la imaginación de sus autores. Castro
Duro es cualquier población castellano-leonesa importante en la antigüedad.
Tiene un cerro, tierras planas y un río serpentino [xvi]; sus residentes son
agricultores y trajineros que viven principalmente del vino y los frutales.
Existe un viejo palacio parcialmente habitado por don Calixto García, conde de la Sauceda, padrino
de César y Moncada piensa que puede intentar algo en ese pueblo asegurando a
Alzugaray que, como Julio Cesar tras una rápida e importante victoria, podrá
repetir el “Veni, vidi, vici”(685)
posponiendo
la acción para el final.
Don Calixto le informa
acerca de las fuerzas conservadoras del lugar donde él ejerce como su Cánovas.
Sobresalen don Platón y el Padre Martín Lafuerza, fraile ultramontano. Enfrente
están el actual diputado liberal y sus amigos “que no representan nada más que el elemento oficial” (688),
una guerrilla que se reúne en el Casino obrero destacando un librero
republicano, un boticario inventor de explosivos, un médico anarquista y el
tabernero Furibis, “contrabandista y
hombre de pelo en pecho” (Ibíd.)
Algunos conservadores no
terminan de ver a César como diputado. Don Platón recuerda la prioridad para el
cargo de un duque local circunstancialmente preso en París; César le parece demasiado joven, aunque si
pese a todo llega a diputado, tendrá que aceptar dos condiciones previas: no
intervenir en ninguna de las cuestiones del distrito porque se decidirán en el
pueblo y sufragar los costes de su
elección. César no se amilana; asistirá al banquete en casa del cacique y lanzará
la frase: “Empiezan las maniobras políticas.”(692)
César desea conocer a
fondo sus futuros dominios y hace planes para modificar cuanto le irrita: “el salto de agua perdido sin dejar su
energía en algo; la hondonada, que podía
transformarse en un pantano de riego; el río, que marchaba mansamente, sin
fecundar las tierras; el campo de la ermita, que hubiera podido convertirse en
parque, con una escuela alegra y clara.”(697) César está “encasillado como adicto desde el primer
momento” (702) entre los conservadores y, aunque
teme la aparición de problemas, don Calixto le asegura que todo está arreglado
y que le basta con ir a Castro Duro algunos días antes de las elecciones.
César constata la fuerza
del Padre Martín y de los clericales en
los pueblos próximos a Castro Duro mientras a él se le ignora; comprueba que
algunos están en contra suya aunque la política pase desapercibida en general:
“En los pueblos lejanos no sabían ni
quien era el rey ni cómo se llamaba.” (703) Se
interesa por cuanto puede oponérsele y actúa contra los pillos que cambian las
actas. Gracias al apoyo conservador, la elección le procurará casi dos mil
votos más de los obtenidos por el candidato liberal.
CÉSAR COMO DIPUTADO
CONSERVADOR
Continúa como un corcho: “No habla, no toma parte en los grandes
debates”(705).
Como diputado, César lleva vida poco social
aunque habla en los pasillos “y
sus comentarios irónicos, fríos y desapasionados, comenzaban a cotizarse”(Ibíd.) Cuenta
con el ministro de Hacienda para reducir el terreno de sus adversarios. Sin
embargo, sus vínculos con Castro Duro han comenzado a modificarse. Ha
establecido relaciones con el librero republicano y sus amigos: “Cuando llegó a ver que contaba con el
elemento liberal y obrero, empezó sin tardanza a minar el terreno a don Calixto”
(706) y
no se corta en propagarlo: “Mi
procedimiento de suprimir a los caciques
en el distrito ha sido fácil—solía decir César--; he hecho que uno me
inutilizara a los demás, y después a ese uno, que era don Calixto, le he
inutilizado yo” (Ibíd.)
Trabaja poco en el
Congreso; su cometido se desarrolla en Castro Duro y en la Bolsa donde busca
ganancias que le conviertan en el amo de su distrito. No se tarda en apreciar
su doblez. Actúa como cualquier político profesional sin dar los pasos
decisivos que tenía previstos; ayuda a liberales y progresistas, pero no se
pasa al bando republicano aunque se le sugiera: “No, ¿para qué? –les contestaba César--¿Vamos a hacer algo más en Castro
siendo yo republicano que no siéndolo? Además de que no saldría diputado y de
que no podría tener entonces influencia (…) Un político debe buscar, ante todo, la eficacia, y hoy el
mito republicano en Castro no sería eficaz.” (710)
Cuando Alzugaray pregunta
a César si cree que Castro Duro se va a transformar, si un darwiniano como él
--para quien sólo la acción lenta puede transformar las especies y los
individuos-- puede creer en el milagro revolucionario. César responde dejando
pasmado al lector al aludir a los trabajos del botánico holandés Hugo de Vries,
quien había comprobado que la planta Oenotheria lamarckiana, “sin influencia del medio, sin nada que lo
justifique, cambia a veces y se metamorfosea en otra planta.”(711)
Por
ello asume que un darwinista puede creer en el milagro revolucionario de lograr
que Castro Duro se transforme en una nueva Atenas.
El discurso de César en la
inauguración del Centro obrero repite cuanto dijo siendo candidato a diputado:
resolver los problemas de la falta de
agua, advertir de que el pueblo morirá de hambre si carece de una alhóndiga que regule los precios y, en
lo referente a las infraestructuras,
comprometerse a que el Estado no abandone la comarca y pedir a los
ayuntamientos que cuiden los caminos vecinales. Alzugaray le censura porque el
pueblo no entendió nada de su discurso y asegura que unas cuantas frases de
relumbrón habrían gustado más. La verdad es que los propósitos de César parecen difíciles de lograr cuando se
tiene tan mal conceptuados a los políticos y se piensa peor de la gente que le
estuvo arropando: “es difícil encontrar
nada tan vil, tan inepto y tan inútil como un político español. La burguesía
española es un vivero de granujas y de miserables. Yo siento una repugnancia
enorme al rozarme con ella.”(708) Opina que su independencia
actual se basa en el dinero: “Con el
dinero de la Bolsa, César se estaba haciendo el amo de Castro Duro. En el
Congreso iba tomando una actitud liberal, y se encontraba en situación de
abandonar la mayoría conservadora con cualquier motivo.”(710)
CÉSAR COMO DIPUTADO
LIBERAL
César parece ahora
un hombre de acción; se ha apartado de tiquismiquis, desligado de las viejas
ataduras y piensa exclusivamente en realizar sus proyectos; sin embargo, los
poderes de facto no sólo continúan existiendo, además se aprovechan de sus
buenas intenciones. Por ejemplo, el Ayuntamiento aprueba el proyecto de traer
agua al pueblo como quiere César y para ello crea una Sociedad para elevar el agua: “Los accionistas fueron casi todos los ricos
de Castro Duro, y la Sociedad arregló sus estudios de tal manera, que el pueblo
casi no se pudo beneficiar en nada. No iban a instalar más que dos fuentes públicas en el casco de
la ciudad, que estarían abiertas unas horas. César intentó convencer de que
esto era un absurdo, pero nadie le hizo caso.” (723)
Ante el desastre de la
iniciativa anterior, decide impulsar los proyectos que puede controlar
directamente, por ejemplo, instalar en el Centro obrero “una biblioteca circulante de
obras técnicas de cuestiones de oficios, de agricultura y de literatura amena y
científica.” (723) Sin embargo, el clero
plantea la necesidad de su censura previa y, por el otro lado, surgen propuestas de correligionarios suyos
para limitar los préstamos a personas conocidas. Parecerá hombre de acción,
pero las ideas contrarias le desalientan: “si
se ponen a jugar a los oradores y a los revolucionarios y vienen ustedes con
pedanterías, entonces yo, por mi parte, lo abandonaré todo.”(Ibíd.)
César abandona la gran
política, la pequeña, y se orienta hacia la política marginal, la llamada
política científica de Ortigosa: “El
bandidismo convertido en filosofía”(725).
Acepta el empleo de fontaneros y
matones que reduzcan a los del mismo cuño protegidos por el Padre Martín y se
justifica: “Hoy todavía un político tiene
que mezclarse entre los reptiles, aunque sea un hombre honrado.”(Ibíd.)
Cuando se impone y mantiene
la independencia del asilo de la Beneficencia Municipal que los clericales
querían unir al de las Hermanitas de los Pobres para beneficiarle con la
economía del primero e imponer el rigorismo del segundo, tampoco tiene un éxito
definitivo: “a medida que avanzaba y las
simpatías populares iban hacia él, la campaña clerical arreciaba; en casi todos
los sermones se aludía a la inmoralidad y a la irreligión que dominaban en el
pueblo”. (726)
LA INFLUENCIA FEMENINA
En las novelas de Baroja, el
papel de las mujeres que rodean a los hombres de acción varía desde el de salvadora (en la Lucha por la vida), al de disolvente en César o nada por poner dos ejemplos.
Aurora aparece en Castro
Duro invitada por César; enseguida le convence de que mejoraría su estatus si
se hiciera con la casa palaciega de don
Sixto y, al sugerir después que le conviene una mujer para arreglarla, señala a
Amparito mediando estas frases persuasivas: “Hará una mujercita admirable. Hasta
para tu respetabilidad como diputado te conviene casarte. Un político
soltero parece mal.” (727)
César cae rendidamente
enamorado de la joven Amparito, circunstancia que abarca un número de párrafos
inusual en la novelística barojiana al tratar sucesos similares. César se ocupa
sólo de su novia: “no pensamos nada
acorde, y, sin embargo, nos entendemos”(729);
cuando duerme desvaría y sólo piensa en
ella. Sin embargo, el narrador mantiene la costumbre barojiana de comunicar la
boda de los protagonistas en sólo dos líneas. Por otro lado, el lector advierte
que Amparito está disolviendo a César y él es consciente de la situación: “encontraba algo absurdo ser querido así;
además veía que ella le arrastraba a él; a los seis meses de casados, ella le
iba haciendo cambiar de ideas y de vida, y él no influía en ella absolutamente
nada.” (731)
El cambio experimentado
por el protagonista es notable. En el pueblo le recuerdan su plan de patrocinar
una escuela y de llevar a cabo una cooperativa que abarataría los artículos
de primera necesidad, pero encuentra la
oposición de los comerciantes locales
que temen su ruina. Entonces descubrimos que
César ya no es el hombre de las decisiones: “había perdido su afán de lucha, descuidó el proyecto, y, aunque le
costaba más, decidió que se comenzara la construcción de la escuela.” (733) Y
no es sólo que incumpla promesas: “se
sentía mal entre sus antiguos amigos; por dentro comprendía que los estaba
abandonando. Pensaba que era difícil, casi imposible, que aquel pueblo llegara
a salir de la oscuridad y a significar algo en la vida moderna. Además, dudaba
de sí mismo, empezaba a creer que no era el héroe, empezaba a creer que se
había asignado un papel superior a sus fuerzas, precisamente en el momento
mismo en que el pueblo tenía más fe en él.” (Ibíd.) ¿Qué queda del hombre de
acción?
LAS NUEVAS ELECCIONES
MUNICIPALES Y LEGISLATIVAS
En la mayoría de
los municipios rurales de España, el poder entre liberales y
conservadores oscilaba casi automáticamente conforme a las alternancias que se producían en el poder central, pero en Castro Duro la
batalla municipal se presumía así: los conservadores habían conseguido el
poder en Madrid y contaban con el apoyo del antiguo diputado liberal al que
César había desalojado, los aliados de César –-ahora llamados moncadistas--
sumaban aliados transversales, incluyendo anarquistas y también personas que
echaban de menos a Espartero. Su campaña resultó un éxito y los moncadistas
coparon ocho de las diez vacantes que había en el municipio.
Los clericales no se
resignaron y pidieron a César --en conversación con el Padre Martín-- que
influyera para que el Ayuntamiento dejara de ser un manicomio. La conversación resultó muy desairada, ambos personajes
dispuestos a entablar una batalla sin cuartel ante las próximas elecciones
legislativas y hacerse todo el daño posible, sin evitar el
juego sucio, los atropellos y las arbitrariedades con tal de vencer.
Así, una comisión de castreños logra del gobierno central que el Ayuntamiento sea
suspendido, el Centro obrero cerrado, el juez trasladado, el puesto de la
Guardia Civil reforzado y se
designe un inspector de policía
favorable a los conservadores como delegado para las elecciones, cuya tarea
inicial será traer gente maleante que
siembre la discordia con los del Centro obrero.
Ante este panorama los
moncadistas celebran un mitin que afecta a la autoestima y el liderazgo de
César porque su discurso “tuvo apenas
resonancia”(745) mientras ha brillado un muchacho. Entonces un César disoluto resuelve
utilizar la política sucia: “trabajaba
silenciosamente. Pensaba emplear todas las armas, hasta el engaño y el soborno.”(Ibíd.)
El nuevo César se caracterizará por el arrebato y la acometividad al menos de
palabra: “Yo soy partidario de la
violencia –contestó César--: incendiar la cárcel, pegarle fuego al pueblo,
estoy dispuesto a todo. (…) El primer
deber de un hombre es violar la ley –gritó- cuando la ley es mala.”(746)
De alguna manera recuerda al protagonista galdosiano de El audaz.
César no llegará lejos
porque no
sabe valorar la realidad mientras las
acciones del gobierno son eficientes y están respaldados por la fuerza pública.
Tampoco leerá la nota del peligro que le acecha enviada por la agradecida
pareja del Babas. Se cree un hombre de
hierro que no necesita cautela alguna, pero recibirá dos tiros en el coche que
le transporta y sus seguidores serán perseguidos, encarcelados o muertos por la
Guardia Civil. César ha perdido; su derrota posibilita que Castro Duro vuelva
al orden anterior: “las fuentes se han
secado, la escuela se cerró, los arbolillos del parque fueron arrancados. La
gente emigra todos los años por centenares. Hoy para un molino, mañana se
hunde una casa; pero Castro Duro sigue
viviendo con sus venerandas tradiciones y sus sacrosantos principios”(751).
Del lema de César Moncada Aut Caesar Aut
Nihil («O César o nada»), no
queda nada. Quiso ser personaje de acción y resulta un protagonista derrotado,
como hubo tantos durante la Restauración.
¿NOVELA POLÍTICA?
César
o nada es una novela política en el sentido de que el autor
explora un dilema político rodeado de circunstancias --violencia, corrupción,
manipulación, chantaje, etc.—así como los anhelos del protagonista por
favorecer una situación mejor.
Mientras algunos teóricos
singularizan la novela política al afirmar que su ámbito exclusivo es el de los
actos políticos, tantos como sean necesarios para moldear el tema principal,
otros aducen que el material de la novela no son las ideas o la ideología, sino
ver al político trabajando, legislando,
haciendo campañas, arreglando vallas políticas, construyendo una carrera porque
las novelas políticas sólo tiene la política como primer objetivo.
La novela de Baroja sólo
es política como aposición porque no se diferencia de otras excelentes que
escribió creando un mundo alrededor de un protagonista complejo que no es
enteramente portavoz suyo, ajeno a lo heroico, y cuya veracidad resultante hace que le veamos y reconozcamos como semejante a personajes de
estos mismos días, indicativo de la actualidad de la novela.
Baroja examina la sociedad
a través de César Moncada y, pese a la singularidad que le hemos atribuido, su
pertenencia al mundo barojiano es total al haber sido adornado con una
idiosincrasia próxima a los protagonistas de Camino de perfección, El árbol de la ciencia y de otras novelas definidos por Juan Ignacio Ferreras como
“héroes fracasados que pululan en la
selva barojiana, y que no son otra cosa que aproximaciones y deformaciones de
un solo y único antihéroe.”[xvii]
________
NOTAS.:
[i] Pío Baroja, Obras Completas, Vol. III, Biblioteca
Nueva, Madrid, 1947. Todas mis citas salen de este volumen.
[ii] Carlos Blanco
Aguinaga recordaba que un decreto de 26 de febrero de 1875 obligaba a los
profesores universitarios y de instituto a presentar los textos y programas de
sus disciplinas a la aprobación del gobierno prohibiendo que se explicase nada
contrario “al dogma católico y la sana
moral” y que hubiera ataques a la monarquía tradicional y el régimen político, proscripciones que
llevarían a la cárcel a Francisco Giner, Nicolás Salmerón y Gumersindo de
Azcárate. En Juventud
del 98, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1970, pp.13/14.
[iii] Pilar Hualde Pascual, «Casandra», de Galdós: reinterpretación desde
el mito griego”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, se puede leer en Google. Las dos citas y datos recogidos
en mi texto corresponden al apartado “2. Casandra: de la novela dialogada
(1905) al drama (1910). Sus circunstancias históricas”.
[iv] Joaquín Costa, Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España:
Urgencia y modo de cambiarla. Madrid: Establecimiento Tipográfico de
Fortanet, 1901.
[vi] Donald L. Shaw recuerda que la prensa estaba en manos
conservadores y por ello la gente del 98
sufragaba a menudo sus propias publicaciones. “En 1905, a Baroja, le ofrecieron
únicamente 500 pesetas por los derechos de publicación de César o nada, una de sus novelas más largas”, La generación
del 98, Cátedra, Madrid, 1977, p. 28
[vii] Miguel Pérez
Ferrero, Ibíd., p. 125
[viii] César Borgia fue el
primer personaje de la Historia que renunció al cardenalato por su deseo de
ejercer la vocación militar, de ser un hombre de acción en ese ámbito; uno de
sus fieles generales, el valenciano Hugo de Moncada –llegó a virrey de
Sicilia—pudo inspirar el apellido del César barojiano. El final de ambos
Césares es semejante: Borgia muere a causa de una emboscada en Viana (Navarra)
y César Moncada cae herido en la emboscada del final de su novela, no precisándose si se recupera o fallece.
[ix] Roberta L. Johnson, “La vida como problema de Adán en el
Paraíso de Ortega y El árbol de la
Ciencia de Baroja”, AIH, Actas VIII
(1983), pp. 43/51. Centro Virtual Cervantes, y se puede leer en Google.
[xii] Francisco Pérez, Ibíd., p.199
[xiii] Y el brochazo viene
a cuento. Resulta que Mussolini en la década inicial del siglo XX ya andaba
enzarzado en luchas sindicales en Trento --enviado por el Partido Socialista--
para ayudar al periódico socialista del lugar. En marzo de 1909 mostraba su
anticlericalismo en una diatriba con el famoso Alcide de Gasperi, por entonces
director del periódico católico Il
Trentino. En 1910, año de la publicación de César o nada, Mussolini
publicaría en su periódico El pueblo de
Trento y, también por entregas, la
novela Claudia Particella, l'amante del
cardinale Madruzzo, sátira
anticlerical sobre personajes históricos reales.
[xiv] Jesús María
Lasagabaster, “El amo de la jaula”. El
pensamiento religioso de Pío Baroja”, p. 82. Se puede leer en Google.
X Antonio Martínez
Menchén, “Baroja y la crisis del canovismo”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, Nº 265-267, Julio-Septiembre,
1972, pp. 234/248.
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