Historias de mi Ciudad
EL
OPOSITOR
Desde hace mucho Manuel sabe que nada hay importante fuera del
círculo dibujado por la luz del flexo que
irradia sobre el libro que tiene delante y, de lejos, se refleja en el
edificio acristalado de enfrente. Y piensa que el carnet de identidad no debería
decir estudiante sino opositor, ¿para
qué engañarse?
Nada importa fuera del círculo
iluminado hasta que las letras del libro, cansadas de refractar luz se alteran
y danzan frenéticamente en sus ojos, como los pasos que traza la bailarina del
piso de arriba ensayando horas y horas sobre el techo del cuarto.
El tabaco seca los labios de
Manuel. De pronto se pregunta “¿Y la imaginación?” Le han dicho que la
imaginación es como un fantasma ululante
que se cierne sobre su inteligencia, corrompiéndola con propuestas
vitales y estéticas; le dicen, le cuentan… que la ciudad da mucho de sí, que
salga, que se oree, que…
Piensa que está pagando mucho a cuenta del futuro. El DNI no debía
asegurar que es soltero sino asexuado; tampoco el número de años sino dos palabras,
quince minutos, porque ahora los días no tienen veinticuatro horas, sólo quince
minutos, ¡los del tema! ¡Los que consume recitarlo delante del preparador!
En la ciudad hay mucha gente que, como él, decidió ser alguien algún
día. Te pones frente a los libros más importantes de la carrera concluida y
vuelves a estudiar. Es como en las Aulas de Gramática medievales donde el
saber se fiaba a la repetición y a la
memoria. No se trata de aprender lo que ya sabes, sino de recitar los temas en
el menor tiempo posible y llegar a ser funcionario de algo, burócrata dicen
otros. Al final lo logras y que rían los demás.
Manuel no siempre fue así. Vivía la juventud como cualquiera,
pensando en divertirse más que en estudiar.
Y escribía poemas y artículos para periódicos de provincias que le
retribuían mal. Y estaban las chicas que le telefoneaban y ponían en guardia a
su madre aunque para salir él pretextaba
que iba con los amigos a ver a su Atleti.
Vivir era algo maravilloso, pero cuando le empezaron a decir que era un
joven sin porvenir, cambió.
Piensa en su compañero Vicente, hijo de un conserje del Hotel
Nacional que estudiaba Derecho con una beca pequeñísima y se ayudaba
vendiendo los sellos que le
proporcionaban sus compañeros. Vicente terminó la carrera con el número dos de
la promoción y, como era emprendedor, pidió la ayuda que el gobierno de
entonces concedía a los estudiantes que terminaban la carrera y querían poner
despacho. Pues, no se la dieron y cuando fue a preguntar el motivo, un
funcionario le citó para tomarse un café y ya en la cafetería le preguntó: “¿Se
acuerda del lío que hubo en su Facultad sobre el establecimiento de aquella
universidad privada en Pamplona? ¿Firmó algún papel contra ella?” Había firmado y entró en alguna lista negra… Y
ahora, ¿qué hará Vicente? ¿Ejercerá? ¿Habrá marchado del país como Antonio?
Porque Antonio jamás quiso opositar; decía que nadie le robaba su juventud.
Paco se defenderá dedicado al menudeo porque los asuntos de poco tenor abundan
y como cuestan menos son más fáciles de cobrar. ¿Y Moncho? Colocado por su
importante familia, llevará de la mano una cartera lujosa que, al parecer, debe
esconder informes importantes… pero está vacía, siempre vacía porque él no
trabaja, sólo cobra y se jacta cuando la
abre ante nuestros sorprendidos ojos.
Rafael ha llamado y dice que se casará pronto. Y Manuel se pone a
pensar en las mujeres que habían dejado de llamar, mujeres bonitas, de
terciopelo. Ahora ninguna se acuerda de él porque lleva seis años preparando la
oposición. Bueno, está Mari Carmen, el ojo derecho de mamá, para ella preciosa,
hacendosa, que mira por él y asegura que esa oposición está muy bien, que otro
amigo de su hermano…
“¡Me faltan dos minutos y tres cuartos…!” Hay que seguir sacando jugo
a los temas, el maná de mañana. Un día algún periódico publicará su foto y la
Ciudad se le entregará y seguro que las chicas volverán a llamarle.
Cuando sale de casa para dar el tema tiene la sensación de haber
visto a alguien, pero va concentrado, absorto y por mucho que luego se esfuerce
en recordar no consigue determinar quién era.
Próximo a la casa del preparador avista a la mujer que todos los días
se cruza con él mirándole fijamente, pero él se apresura a entrar en el
portal. Poco después el preparador le pregunta el tema 189 que no
recuerda bien porque no es el del día. Vuelto a casa su madre le dice que había
visto que Mari Carmen casi se cruzaba con él y le preguntó por qué no la había
saludado. Manuel respondió que no se había dado cuenta porque iba metido en el
tema.
Anochece. Los horizontes de la Ciudad se diluyen. El flexo del cuarto
de Manuel se enciende reflejándose en el edificio acristalado de enfrente.
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