JEROME K. JEROME
Tres
hombres en una barca
(Por no hablar del perro)
(Por no hablar del perro)
Debió
darle un aire o sufrió un ataque de patriotismo; tenía cincuenta y seis años
cuando Jerome se empeñó en alistarse como combatiente en la Iª Guerra Mundial.
El rechazo del ejército británico
no
le achicó y se ofreció a los franceses como conductor voluntario de ambulancias
motorizadas. Le aceptaron y las condujo en las proximidades de Verdún
alcanzando, parece, el grado de capitán. Sin embargo, la experiencia bélica y
la muerte de una hijastra en 1921 abatieron su entusiasmo vitalista y seis años
después, estando de vacaciones con su
mujer e hijo, falleció a causa de una hemorragia cerebral.
Jerome
Klapka Jerome (1859 - 1927) quedó huérfano de padre y madre a la edad de quince
años. Para sobrevivir, recogía el carbón
que dejaban las máquinas a ambos lados de las vías del tren. Después se
mal empleó en las oficinas de un ferrocarril. Pretendió salir de su miseria
convirtiéndose en actor de teatro. Hastiado de las candilejas entró en el mundo
del periodismo sin éxito. Se hizo maestro y después de tanto ir de aquí para
allá, se acomodó de oficinista en un despacho de abogados.
En
1885 publicó las memorias de sus años de farándula que repercutieron en un
pequeño éxito al apreciarse el humor de sus páginas. En 1888 se casó con Ettie
nueve días después de que ella se divorciara de su primer marido. Celebraron
la luna de miel recorriendo el Támesis en un pequeño vapor. Este viaje y
los numerosos realizados con sus grandes amigos, George Wingrave y Karl Hentschel, le proporcionan la idea de escribir
Tres hombres en una barca (Por no hablar
del perro)[i] o Three Men in a Boat
(To Say Nothing of the Dog).
La
novela relata la aventura de Jerome junto a un fox-terrier de nombre Montmorency
--utilizado para remarcar el humor de determinadas escenas-- y dos personajes
más, George y Harris, caricaturas de los amigos del autor citados
anteriormente. Reunidos los tres varones en petit comité determinan que padecen
un exceso de trabajo y deciden tomarse una pequeña vacación recorriendo el
Támesis río arriba, desde Kingston a Oxford en una barca de cuatro remos. Se trataba del recreo
favorito de muchísimos ingleses pasada la mitad del siglo XIX; en 1888 --año en
que la novela se redacta-- había 8.000 embarcaciones registradas para navegar
por el Támesis, aumentando al año
siguiente en un cincuenta por cien.
El
libro se ideó como guía turística, pero se convirtió en una novela que abrevaba
en dos fuentes principales: la historia
inglesa --evocada a veces con
fantasía— de los lugares que visitan los protagonistas (por ejemplo, la isla
donde se supone que Juan sin Tierra firmó la Carta Magna o el lugar donde se
batalló con vikingos o daneses) y las historias,
rumores y chistes locales que se cultivaban en las conversaciones de los remeros o entre las
gentes que vivían a orillas del Támesis, y que Jerome encaja en la narración o
atribuye a los protagonistas.
Se
dice que el humor británico es fino, pero te provoca la risa después, por ejemplo, el tiempo que tarda la pluma de una alondra
en caer al suelo desde la rama del árbol donde posa, otros la aplazan a una
jornada, sin perjuicio de quienes la posponen a tres…
Jerome
fue un escritor de la época victoriana tardía y su escritura jocosa fue
criticada como vulgar y calificada como ajena a cualquier temática social. Sin embargo, Jerome era un
escritor posterior a Dickens y tan moderno como sus amigos H.G. Wells, Bernad
Shaw o Sir Arthur Conan Doyle. Adicto al gracejo directo escribía con ligereza
apuntando fino. Al lector le resulta fácil extraer conclusiones leyendo sus
obras.
La
ironía adornaba cuanto escribía fuesen ensayos, dramas, novelas y en sus revistas. Sus analogías e hipérboles sobresalían para
hacer una crítica soterrada de la
sociedad victoriana que vivió. Su tempo
narrativo se distanciaba del típico del siglo XIX; de otra forma no habría
podido ensamblar multitud de historias como, por ejemplo, hace en la novela que
comentamos.
Los
protagonistas de Tres hombres en una
barca parecen de época, pero resultan universales. Siendo vagos, perezosos,
nada mañosos y hasta cínicos, se proyectan como antiheroes, un tipo de
protagonista igualmente moderno.
El
humor británico cultiva la ironía más que el sarcasmo, el relato gris más que
el verde o el marrón que tanto gusta en nuestro país. Podemos leer Tres hombres en una barca sonriendo de
principio a fin, por ejemplo, cuando los
protagonistas pretenden depositar en el
bote más equipaje del posible o cuando montan su tienda en medio de un
temporal; ver al tío Podger pretendiendo
colgar un cuadro, cuando se narra el viaje en tren de un queso
maloliente, o se cuenta la historia de
una trucha metida en una caja de cristal cuya pesca se atribuyen varios
pescadores…
Reímos
cuando aparece el viejo encargado de un cementerio obsesionado con enseñar
tumbas y cráneos, al describirse la
obsesiva busca de un abrelatas para
abrir una lata de piña… o cuando Harris dice que está exhausto porque ha batallado
con un cisne, bien que avanzado el relato, el número de cisnes llega a treinta y dos, todo para
disimular su ebriedad, y nos desternillamos cuando los personajes están a punto
de ahogarse posando para una fotografía.
El
humor de Jerome es parecido al que brilla desde Chesterton a Bernad Shaw, o
en películas tan deliciosas como El quinteto de la muerte (The Ladykillers). En Tres hombres en una barca hay páginas de
evocación trágica como las relativas a la muchacha suicida, pero las emociones
y las risas superan de tal modo que casi se nos escabulle la desproporción que
existe en la estructura de la novela: el autor dedica un tercio del libro
a meter los personajes en la barca, dos a relatar las aventuras del viaje, pero
despacha el regreso de los personajes en alrededor de diez páginas.
Los
libros de ficción que zurcen historias resisten el paso del tiempo
magníficamente. La novela de Jerome tuvo tal éxito que vendió más de doscientos mil ejemplares
en Inglaterra entre 1889 y 1909, alcanzando el millón en los Estados Unidos
–mayormente en ediciones pirata que no reportaron un céntimo al autor-, y se
convirtió en libro de texto para aprender inglés en los colegios de
Alemania, la India, Pakistán, y en
Rusia. Su popularidad llega hasta
hoy. En el año 2003, The
Guardian y la revista Esquire
situaron la novela entre las mejores y más divertidas de todos los tiempos.
Mientras
la novela se ha editado ininterrumpidamente en numerosos países, en España resulta bastante ignorada aunque
se puede hallar en La Casa del Libro y leerse en inglés gratuitamente en la Web del Project Gutemberg en estas mismas
páginas de Google.
Tres hombres en una barca (Por
no hablar del perro) se llevó al cine tres veces en Inglaterra y se hizo una versión
libre en Alemania. La BBC y la televisión rusa realizaron versiones musicales.
También llegó a los audiolibros. Los
lectores que accedan a You Tube
disfrutarán de algunas de las versiones en vídeo, aunque ninguna experiencia
mejor que la de leer la novela.
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[i]
Jerome K. Jerome, Tres hombres en una
barca, Colección Rumbos, Traducción de Miguel Sáenz de Heredia revisada por
Juan M. San Miguel autor del prólogo y de las notas, Miñón S.A., Valladolid,
1986
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