RUBIAS Y MORENAS
Se dice que sólo el 16% de las mujeres nacen rubias. Se cuenta que otro 17% se oxigena --¡más de la mitad de las rubias que vemos por la calle!-- si bien, tales estadísticas parecen antiguas y, por ejemplo, se asegura que en Hollywood el total de las áureas sobrepasa el 80%. No es sólo cuestión de lucimiento femenino. Se habla con entusiasmo de la bondad del pelo de las rubias ucranianas que no pocas se cortan y venden para la elaboración de las mejores pelucas, alargues y postizos.
Se cuenta que en la Edad del Hielo los hombres morían a puñados cuando decidieron cazar los animales más peligrosos. Se dice que, en consecuencia, la cantidad de solteras creció ad infinitum originando entre ellas una contienda sexual para atraer a los cazadores supervivientes. Se afirma que triunfaron aquellas cuyo cabello se diferenciaba del común y, entre ellas, las rubias porque tenían el pelo más delicado y el que más juventud insinuaba.
Con el tiempo aparecieron las mujeres oxigenadas. Creyeron que el rubio clareaba su piel haciéndolas más atractivas. Basta mezclar colorante y amoniaco o agua oxigenada que se aplicará de raíz a punta de los cabellos, ratos de secador, pausas sin gorro al abrigo del ambiente, o para desenredar el cabello y cepillarlo para luego echar el tinte amarillo, lapsos para lavar el pelo, mirarse al espejo y hoy, pasadas dos horas y media, salir del local contentísimas de que las peluqueras no se pasaran con el amoniaco aunque aconsejen volver en una semanas porque las raíces crecen y despuntan su color natural. Es igual. Ya se es rubia e importa un comino que la Frikipedia diga que “Una rubia es una especie de mujer cuya carencia de pigmento en el cabello es exactamente proporcional a la carencia de neuronas en el cerebro.” ¡Envidia maldita de las que no lo son!
Se dice que las rubias llaman la atención y reciben mejor trato. Se cuenta que trabajan más duro para conseguir lo que quieren y hasta son más agresivas aunque, donde abundan y son mayoría, puede ocurrir que su salario medio sea inferior al de las morenas. Lo desmiente un estudio de la Universidad de Queensland australiana al asegurar que su salario es un 7% mayor que el de las morenas y suelen casarse con hombres cuya riqueza supera en un 6% al de los millonarios que se casan con las otras. Además, la presidenta de la Asociación Internacional de Rubias, Olga Uskova comentó: “Las rubias estamos casadas con hombres más ricos porque somos más divertidas y sociables. También nos arreglamos mejor en el trabajo porque cuando cometemos un error podemos decir 'perdona, es que soy rubia' y nos escapamos".
El Día Mundial de las Rubias se celebra cada 31 de mayo en Riga (Estonia). El país tiene dos millones de habitantes y, se dice, que acuden unas cincuenta blondas a la fiesta, pero la celebración se redondea importándolas de Lituania, Rusia e incluso del norte de Italia. También se dice que las rubias están en peligro de extinción por tener un genoma en recesión que expirará en el siglo XXII. Y todavía peor, se recuerda a su depredador de vez en cuando: el asesino de una película de Hitchcock de 1927, The Lodger: A Story of The London Fog, que se deslizaba en la niebla buscaba rubias para matarlas hasta que se metió en su propia trampa… el intento de liquidar a la hija de sus hospederos que tenía un novio policía.
En Cudillero (Asturias) existe una bonita, breve y recoleta playa llamada Las Rubias que define a las mejores áureas de carne y hueso: recoleta, situada a los pies de altos acantilados de una gran belleza y, pese al deseo de muchos, muy poco frecuentada debido a las dificultades del acceso.
Hasta los villancicos cantan a la Virgen rubia:
La Virgen se está peinando
entre cortina y cortina,
los cabellos son de oro
y el peine de plata fina.
Pero la mayoría de nuestras Vírgenes son morenas, las sevillanas, la de Guadalupe, la de Chiquinquirá, o hasta muy morenas, negras, como la de Montserrat y tantas del románico.
Las morenas eran mayoría en nuestra tierra y hasta hace poco tenían su icono en La Fuensanta que apareció en mil millones de los billetes de cien pesetas. Me refiero a María Teresa López González, también conocida como La Chiquita Piconera por el último cuadro de Julio Romero de Torres. María Teresa nació de padres cordobeses emigrantes en 1913 en un rancho de Buenos Aires. Vivió en Madrid y falleció en el Hospital de los Morales de Córdoba en mayo de 2003. Hace años se dijo –quizás en el diario Pueblo-- que María Teresa vendía cigarrillos junto al cine Narváez de la calle madrileña del mismo nombre y, si fue así, yo mismo siendo adolescente se los compré sin saber que aquella mujer mayor que tanto me llamaba la atención por su placidez y notable aspecto había sido el prototipo de la belleza española.
Se decía que nos gustaban las rubias, pero nos casábamos con las morenas. Y ahora, ¿nos gustan las morenas, pero nos casamos con las rubias? Menudo lío. Para ayudar a resolverlo recordaré una historia de mi admirado Juan José Arreola titulada Parábola del trueque. Relata cómo al grito de “¡Cambio esposas viejas por nuevas!” el mercader ofrece mujeres de veinticuatro quilates con certificados de garantía: “Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros”. Los hombres dejarán a sus esposas de siempre y correrán desaforados en pos del mercader para hacer los cambios incluso sin importarles quedar arruinados. Pasarán los tiempos de la miel y de olvidar el trabajo, de exhibir la sensual mercancía, del regusto y la molicie hasta que las rubias empiezan a oxidarse y los hombres creen que les vendieron mujeres falsificadas y salen desesperados en busca del mercader. Se trata de una parábola breve que irradia matices cuyo descubrimiento dejo al lector con curiosidad de leerla.
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NOTA.: [1] Juan José Arreola, Confabulario definitivo, Edcn., de Carmen de Mora, Cátedra, Madrid, 1986, pp. 153-156.