viernes, 27 de agosto de 2010

Tú, ancho mar

Yo no sé esta llama
que devora el corazón
dejándole en cenizas;
no es morir de la materia.
que la llama flota
con sus mil figuras.
y tórnase ancho mar
donde el corazón navega.
Es el corazón alma al fin en rumbo,
que avanza sin horizontes
sumando las distancias, lejanía;
es el permanecer en sabiduría
de estar en un tiempo sin huida.
Es el corazón envuelto en llamas
el crepitar de la existencia madurándose…
Es el corazón una torre de perdiz
viendo su morir en la altura sin retorno
que, elevándose de ojos ciegos,
siente entrar el morir más puro
para seguir, sin confín, adonde ella espera.
¡Ay fuego revelador del amor!
¡Cuando dañas al enmortecer la sangre
y al purificar las sombras!
Allí esa llama devora,
allí nace y crece la vida
que entra a navegar el mar de plenitud.
Allì el caminar sin romería,
allí la delicia del pasar
por uno mismo y volver a pasar
por el ancho mar de ti derramada sin orillas.

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