viernes, 5 de marzo de 2010

SONSO

Sonó el timbre de la puerta y Sonso fue a abrirla. Al hacerlo quedó como petrificado. Marta, su antigua novia, le miraba entreabriendo los labios con media sonrisa. “¿Me invitas a pasar?” El, todavía sorprendido, dijo:. “¡Oh! Sí, sí” y se hizo a un lado para después guiarla por el pasillo que conducía al saloncito contiguo a su despacho.

Ni escuché sus saludos. No hacía más que mirarla impresionado por los cambios que el tiempo se había cobrado. Había perdido aquel maravilloso brillo de sus ojos que ahora parecían hundidos y tristes. Las mejillas se habían desplomado y su nariz había dejado de ser respingona para abultarse, enrojecerse y acopiar granillos rosáceos en las paredes externas de las fosas nasales. Su cintura también había ensanchado. Y el pelo, que recordaba tan largo y liso, parecía una masa de estopa de la que sobresalían algunas canas. A Marta, el tiempo la había borrado la juventud; estaba claro.

-- Tu dirás-- diijo el hombre un tanto nervioso.
-- Me comentaron que tu padre había fallecido.
-- ¡Ah, sí! Hace dos meses. Gracias por venir, aunque no tenías porqué.
Marta se apretujó los manos nerviosamente mirando al suelo
-- Apreciaba mucho a don Tadeo, tú lo sabes, pero.....
-- Muchas gracias de verdad; es ley de vida. No era necesario que te molestaras.

Dijo que apreciaba a mi padre. Que recuerde, jamás le había visto. Nunca estuvo en casa. Pero no era el momento de corregir. De cualquier forma, fue un detalle el de venir a darme el pésame, sobre todo después de tanto tiempo sin vernos”.

Se miraron como si ya nada tuvieran que decirse y desviaron los ojos hacia las librerías que guarnecían las paredes a sus espaldas.

-- ¿Qué tal Julián? – peguntó él por preguntar.
-- Supongo que bien.

Me chocó la respuesta. Julián, su marido, fue nuestro mejor amigo hasta que Marta se decidió por él y me dejó. Nos habíamos conocido en la facultad de Letras. Éramos uña y carne hasta que Julián empezó a jugar sucio. Si lo miras, fue más bien una trapisonda, como una puñalada trapera. Ocurrió el día que salimos tarde de un examen. Caminábamos para coger el autobús que nos subiría a la Moncloa cuando de pronto dijo a Marta que puesto que era tarde y ambos vivían cerca y en dirección opuesta a la mía, le ofrecía ir en taxi con él. Y Marta, ante mi asombro, dijo que sí. La historia se repitió en los días siguientes. Y lo peor es que desde entonces les encontraba juntos cuando llegaba a la universidad o cuando acudía al bar de Filosofía. Tampoco se me escapaba el bochinche que aumentaba entre ellos cada día. Pese a todo, Marta todavía salía conmigo los domingos, pero como si lo hiciera obligada a ir en una procesión y casi siempre callada, callada...”

-- Nos hemos separado hace tres meses y lo probable es que nos divorciemos.
-- No lo sabía.
-- ¡Hombre! ¿Por qué ibas a saberlo si no nos vemos desde los tiempos de la facultad?
-- Sí, cuando me dejaste—se atrevió a replicar.
-- Esa es otra historia - susurró ella

Lo de Marta hacía lustros que estaba olvidado. Luego, los dos me tuvieron sin cuidado, pero la visita de Marta empezaba a mortificarme, el que viniera a remover historias.”

-- Hace tiempo que necesitaba confesarte algo que desconocías. --Comentó ella mientras bajaba la cabeza--. Te ocultamos algo entonces, Sonso. ¿Recuerdas que jugábamos a la lotería primitiva? Julián decía que nos haría ricos. Nosotros éramos unos descreídos totales, pero le dábamos dinero y él rellenaba los boletos para comentar cada vez: “No ha tocado nada de nada. Los millones tendrán que esperar”. También recordarás aquel día que me fui con él en taxi. No fuimos a casa, no; me llevó a un restaurante del barrio y allí me confesó que había jugado unos boletos distintos de los nuestros y le había tocado un premio multimillonario, tan grande, que ni se lo había comentado a los suyos porque primero–-Marta vaciló antes de proseguir--, quería saber si yo estaría dispuesta a comprometerme y casarme con él. Me resistí un tiempo, pero me presionaba y me hacía regalos tan magníficos, que torció mi voluntad. Lo demás ya lo sabes.

“¡Torció su voluntad! ¿Habrase visto cara más dura? Y yo entonces la creía íntegra...”

--En todo caso –-comentó él de manera algo brusca--, las cosas del amor... Fueron cosas vuestras.
Permanecieron en silencio hasta que ella dijo:
--Hay algo más. Nunca supe si el boleto premiado fue el que compartía con nosotros. Puede que no lo fuera –él lo aseguraba así-, pero no dejo de hacer suposiciones.
--¿Sospechas o lo crees? – preguntó Sonso mirándola fijamente. Ella volvió a bajar los ojos.
--La verdad es que no lo sé.

Ni me importa. Jamás me dieron explicaciones de nada; simplemente desaparecieron. Debieron pensar: Con su pan se lo coma. Pero es igual. Las cosas, las personas, las tienes hoy y mañana las pierdes, y yo he vivido sin necesidades y sin convivir con una Marta que, de haberse casado conmigo, estaría apenada por no haberse ido con él. Pero, ¿a qué ha venido esta mujer? ¿A alterarme la vida de nuevo?"

--Lo siento mucho de veras, Sonso. – Marta se alzó para salir. Sonso la acompaño hasta la puerta y la despidió sin palabras y sin darle la mano.
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