PÍO BAROJA: ALGUNAS REFLEXIONES
SOBRE EL MUNDO ES ANSÍ
SOBRE EL MUNDO ES ANSÍ
Pío
Baroja escribió El mundo es ansí
(1912) [i] –según Azorín una verdadera
antología barojiana—de manera documentada, con enorme intención estilística y practicando
la economía verbal mientras urdía un merodeo novedoso por el laberinto de la
vida. Jamás entendí porqué ha disfrutado de una atención menor, si por haberse
publicado un año después de la mejor novela de Baroja, El árbol de la ciencia y de la notable Las inquietudes de Shanti Andía (ambas de 1911), o bien, porque César o nada (1910) o La sensualidad pervertida (1920) –las
otras dos integrantes de la trilogía “Las ciudades”—despertaron mayor interés.
El mundo es ansí es una novela que aporta novedades
importantes a la novelística barojiana. La primera sería tratarse de una novela cerrada y no abierta
como suelen ser las de Baroja; el prólogo se explaya sobre la última boda de la
protagonista, Sacha, su desenlace y su situación actual; el resto de la novela se centra en narrar cómo sucedieron las cosas.
Ascensión
Rivas Hernández sugiere otros pasos al decir que “Se puede hablar de estructura
circular por lo que respecta al contenido, e incluso a la voz del narrador”
y que los cambios que se producen en la estructura externa se deben a los continuos cambios originados por
los viajes de la protagonista: “Aquí la
técnica es de engarce, porque al final de cada bloque de capítulos se encuentra
el germen del siguiente. Por otra parte, cada uno de esos viajes supone un hito
en el deambular de Sacha en busca de su propia verdad existencial. Si unimos
esto al carácter circular de la novela mencionado con anterioridad, se puede
hablar de un nuevo viaje mítico, semejante al que realizan otros personajes
barojianos: Fernando Ossorio, Andrés Hurtado, Luis Murguía…” [ii]
La
segunda novedad importante es que la novela no está protagonizada por el típico
personaje de acción barojiano sino por un carácter femenino de acción reposada que
huye escaldado y de manera precipitada al final de cada aventura acometida.
La
crítica ha atribuido parentescos al personaje de Sacha, por ejemplo, Andreu
Navarra afirma: “¿Cómo no ver en la
sufrida protagonista, Sacha Savarofna, como la encarnación de la mujer
angelical y caprichosa de las novelas de Dostoyevsky?”[iii]; también se han
negado: Emilio González López afirma que “No
es Sacha una nueva versión de Madame Bovary, símbolo del desencanto erótico
femenino” [iv] .
Pío
Baroja de joven fue un devoto de la literatura rusa del momento y lo demostró
en sus artículos a partir de 1890. Veía y leía con simpatía cuanto el país
eslavo reflejaba a través de sus mejores escritores; le proporcionaban
impresiones vitales que él vulgarizaba, sobre todo el nihilismo que adoptaría
en ocasiones desde su particular punto de vista vasco-impresionista. Y ese
interés también se extendió hacia los
rusos exiliados a consecuencia de la Revolución de 1905.
A
raíz de un viaje por Suiza e Italia en 1907,
Baroja se había interesado en conocer lo que fuese sobre ciertas mujeres
extranjeras, especialmente las rusas que, exiliadas, vagabundeaban por Europa
estudiando y mostrando perfiles sociales combativos. Su interés se reavivó
cuando asistió como testigo a la boda de su amigo Paul Schmitz con una joven
rusa celebrada en Biarritz, acontecimiento recordado por algunos estudiosos[v]; precisamente la
joven esposa y amiga sería una de sus informantes.
Puede
asegurarse que Baroja encontraba en las mujeres de norte y en las rusas una personalidad
femenina diferente de la española y así lo expresa José Ignacio Arcelu,
considerado uno de los alter ego de Baroja en El mundo es ansí: ”La
personalidad femenina es un producto del Norte, de Inglaterra, de Noruega, de
Rusia… Aquí en el Mediodía encontrará usted en la mujer la personalidad
biológica, el carácter, el temperamento; nada más. Es el catolicismo que ha ido
produciendo su inferioridad” (pp.191/192).
Sacha
Savarof proviene de una Rusia que vive décadas conflictivas hasta alcanzar el
momento clave de la Revolución de 1905. El movimiento prerrevolucionario ruso desde 1880 había sido obra principal de
una intelligentsia dividida en
grupúsculos; cada uno tenía ideario propio y pese a activar algaradas, motines,
etc., movió escasamente al campesinado. Dos grandes acontecimientos, la guerra
contra el Japón y el llamado domingo
sangriento de enero de 1905 sucedido en San Petersburgo (cuando una marcha
de campesinos y obreros liderada por un pope pretendía entregar al zar una
lista de peticiones fue brutalmente agredida frente al Palacio de Invierno por
tropas que causaron infinidad de víctimas) fueron los que originaron disturbios
enormes y una actividad política inusual
que condujeron doce años después a los acontecimientos de 1917.
La
1ª Parte de El mundo es ansí es un retrato social de Rusia en torno a la Revolución
de 1905 y de los exiliados que originó, pero el acontecimiento histórico sólo
será un episodio en la novela porque el objetivo del autor se decanta por
detallar la rebelión que protagoniza Sacha Savarof contra la posición que
ocupaba la mujer de su tiempo en cualquier tipo de sociedad.
En
la novela El mundo es ansí hay dos
palabras claves, busca y espejismo; la primera está implícita en
la acción de la protagonista y la segunda responde a la ilusión óptica fallida que
obtiene de sus buscas. Sacha buscaba razones para vivir y, al moverse por el
espacio novelesco de nación en nación y de ciudad en ciudad en una época donde
se les atribuía características singulares así como a sus habitantes, lo que encuentra
son espejismos. Con su novela Baroja quiso decir que no había singularidades ni en los países
ni en las personas, sino que la vida en cualquier lugar “es esto; crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén por la fuerza por
la debilidad, y así son los hombres y las mujeres, y así somos todos” (p. 313), verdades que resume la frase el mundo es ansí que Sacha lee en el escudo de Navaridas y se
convierte en el leitmotiv de la novela.
Sacha
proviene de una familia dominada por un padre tiránico, “despótico,
brutal y puntilloso” (p.23) y una madre separada
considerada por la hija como extranjerizada
porque “no tenía afición ni cariño por el
pueblo”(p.29).
Al
finalizar el instituto entra en la Escuela de Medicina de Moscú, hervidero de socialistas
y anarquistas. En ese medio reina un “misticismo humanitario”: “el vivir para los demás, el despreciar las
comodidades y la riqueza, el sacrificarse por el pueblo eran entre ellos
verdaderos dogmas” (p. 31). Sacha lee los libros apostólicos de
Tolstoy, se va convenciendo y, al llegar las primeras vacaciones, pretende
difundir entre los aldeanos los dogmas adquiridos, pero: “Se encontró, como era natural, con una
gente
miserable, desconfiada, incapaz de una acción lenta y reflexiva, que iba
abandonando el miedo respetuoso por el señor y adquiriendo el odio por el
propietario” (p.32). Ese pueblo atropella y hiere de muerte a
un médico amigo, revolucionario idealista que sólo trataba de ayudar, pero aunque
Sacha se horrorice no abandona su “tendencia
evangélica” y confiesa a madame Frossard que sus propósitos son los de estudiar
medicina y volver al campo ruso a predicar “las
doctrinas salvadoras de la
Revolución” (p.35).
De
vuelta en Moscú organiza actos, conferencias
y cuando la policía cierra la Escuela de Medicina, prosigue su actividad revolucionaria
en medio de un panorama social cada vez más violento. Apresada, se dispone a un
martirio revolucionario del que será salvada por su padre, quien sabiendo que los
revolucionarios sólo tienen dos
salidas, la prisión o la deportación, dispone lo necesario para que Sacha acceda
a continuar sus estudios en Ginebra.
Sacha
recorre Ginebra junto a madame Frossard que hace de cicerone. La ciudad mostrada
no tiene identidad propia a primera vista; los lugares importantes se enumeran
en tres líneas, pero no se describen; en general se destacan por su relación
con personajes célebres: Calvino, Juan Jacobo, Voltaire, Madame Staël… Ginebra
parece más una traslación de Rusia. El paisaje
humano es ruso; Sacha “Hubiera podido
creer sin esfuerzo que se encontraba en Rusia, en algún centro estudiantil de
estudiantes pobres.”(p.36). Y
ese paisaje de rusos venidos a menos tiene una particularidad: la mayoría
son judíos, algunos escapados políticos, otros no fueron admitidos para los
estudios universitarios en su país[vi]. El retrato de conjunto
es realista, pero el narrador destaca de propósito esa atmósfera con ojo antisemítico mientras
Sacha contempla un atlas de anatomía.
Los
rusos, por supuesto, están aislados del
ambiente suizo. Los chicos son descritos como del tipo meridional, “eran un tanto sucios y abandonados” (p.36); si
se habla de una estudiante metódica e
intelectual metida en su libro “daba la
impresión de una inteligencia de hombre en un cuerpo femenino” (p.37). Las chicas rechazan las galanterías; cuanto parezca coquetería
o amabilidad “constituía una humillación
para ellas”; usan anteojos, andan encorvadas, “Una galantería les parecía a estas señoritas una ofensa a su condición
de intelectuales”(…) “llevaban
bastón, fumaban, hacían todas las tonterías que son en la mayoría de los países señal distintiva
del hombre”(p.41). Baroja concluye: “Estas estudiantonas rusas despreciaban la
belleza” (p.42). El aire femenino está reservada para Sacha,
rubia de tez clara y ojos azules.
Las
pensiones de los rusos del barrio de
Carouge “eran pequeños falansterios, en
donde hacían la vida en común hombres y
mujeres” (p. 45); la pedantería y la tendencia doctrinaria
constituían su defecto general. Su oráculo es el profesor Ornsom, metafísico descrito
como un trepador, judío alemán, intrigante, arribista, cuco y farsante que hace
carrera subiendo escalones.
En
torno a ese ambiente surgen tres figuras: Vera Petrovna, la jovencita morena y pobre
que se convertirá en amiga de Sacha, Nicolás Leskof hijo de un amigo del padre
de Sacha, joven rubio de mirada inteligente, y un joven suizo de
familia judía, Ernesto Klein, descrito con sutileza por el narrador al
definirle como el discípulo predilecto del profesor Ornsom. Sacha cree inocentemente que
ambos son luchadores por la libertad.
Nicolás
Leskof es antisemita porque “Consideraba
que la actividad judía tenía por fin destruir toda concepción elevada y noble y
sustituirla por el internacionalismo comercial y el capitalismo” (p.46). Su
manera de pensar le acarrea disputas continuas con Sacha porque Leskof se ríe
de los exaltados que piensan en la transformación de Rusia, considera que las
mujeres no están organizadas para el estudio y, aunque Sacha disiente citando a
eslavas notables, la superioridad científica de Leskof se le atraganta y se le
hace un tanto desagradable. Cuando estaba en Rusia Sacha estudiaba medicina “como algo casi religioso para llegar a un
fin evangélico” (p.49) meta compartida por la juventud del
momento, pero en Ginebra comprueba que a sus compatriotas les despreocupa la política
así como las ideas socialistas y de tener algún misticismo “era el de la ciencia por la ciencia; lo
demás no tenía importancia” (Ibid).
Leskof
siente inclinación hacia Sacha y es amable de día y duro como profesor nocturno
tanto con ella como con Vera. Leskof tiene a Klein como rival, pero éste --“solapado y tortuoso”-- se dedica a minar
la imagen que Sacha tiene de su contrincante menospreciando su indiferencia
hacia las doctrinas emancipadoras del socialismo o su inclinación hacia el
darwinismo “hasta desarrollar en Sacha el
germen de antipatía que tenía ya por el médico y hacer ver a sus ojos la figura
del rival completamente odiosa” (p.
53). Sacha muestra una debilidad: es influenciable.
Por
lo leído hasta ahora en el espacio-Ginebra parece que sólo habitan los exiliados rusos, espacio de
marginación evidente al compararse la Ginebra antigua, la Cité, y la nueva. La
antigua es sombría y austera, “algo como
un contraste de las malas intenciones del hombre frente a la bondad de la
Naturaleza” (p. 55); en la Cité vive la familia de Klein.
La Ginebra nueva está dominada por la aristocracia calvinista que “no es asequible al advenedizo” (p.57). El narrador destaca
la barrera que Klein no podrá atravesar aunque se lo proponga.
Klein
es tan práctico que si habla o
discute con los rusos no será por cuestión de ideas sino para perfeccionarse en
el uso del idioma ruso. Doctor por la Facultad de Filosofía a los veintitrés años, conoce
el castellano y su literatura porque la familia tiene arraigo sefardita al
provenir de Toledo. Aunque escribe en los periódicos y pertenece
al grupo socialista posee “un gran fondo
conservador y un deseo ardiente de alternar con la alta burguesía ginebrina
“(p.57).
A
la vuelta de las vacaciones, Sacha ve con agrado que Klein la corteje. Entonces
aparece el paisaje suizo, pueblos
como Coppet o Hermance, el lago Leman y
las montañas en su esplendor mediante descripciones breves, concisas. Los personajes han encontrado la vereda del
sentimiento. Baroja piensa que el amor es una Vía Láctea que señala el camino
de la ilusión, pero pierde brillo con el tiempo. Resulta que Klein no está
enamorado; un personaje le ha comentado que Sacha es rica y, al saberlo, Klein está dispuesto a que la muchacha no se
le escape; se ve como un gran señor ruso vigilando haciendas, disponiendo
cultivos. Y traza un plan donde lo
primero es apartar a Sacha de los estudios. La imagen idealista que Sacha se
había forjado de ser un motor apostólico entre los aldeanos de su tierra se
desploma al surgir el espejismo del amor. La boda, como acostumbra Baroja, se
despacha en línea y media y se añade que “la
luna de miel no fue tan extraordinaria como esperaba Sacha” (p.
92).
Aunque
Klein no sea su gran amor, parece hacer lo bastante para que Sacha se considere
feliz. Al quedar embarazada su personalidad se transforma y sufre “un sentimentalismo morboso” (p.97). Como al autor los paralelismos le gustan, el nacimiento
viene con la noticia de la muerte de Savarof padre. Sacha piensa que lo más conveniente es ir a Moscú, decisión
desgraciada porque Klein ni se integrará en la sociedad rusa ni recibirá
satisfacciones de nadie: “Al cabo de dos
años de vivir en Rusia, la hostilidad entre marido y mujer llegó a convertirse
en odio profundo” (p. 102). En uno de los altercados Klein pretende golpear a su mujer;
Sacha en acto de valentía compra un revolver y dispara a su marido sin acertar y Klein, al que la sangre le horroriza tanto
como la posibilidad de recibir un tiro, propone la separación por
incompatibilidad de caracteres, de opiniones, de todo, idea que Sacha acepta a condición de quedarse con
Olga.
La
existencia de un narrador objetivo en el
prólogo, sustituido por el narrador omnisciente
de la 1ª Parte, a su vez reemplazado en
la IIª Parte por unas cartas de Sacha
a su amiga Vera que una señora suiza confía al autor, luego sustituidas por el
diario íntimo de Sacha en la IIIª Parte,
para llegar a un epílogo donde la
señora suiza concluye la narración, demuestran la devoción barojiana por los
procedimientos cervantinos en la utilización de las voces y los puntos de vista en la narración, ejercicio que
Baroja también desarrolló en otras novelas. Sin embargo, lo que destaca
poderosamente es la iluminación narrativa que
proyectan las distintas voces sobre la protagonista y entre ellas o detrás de
ellas el silabeo del autor actuando como
un apuntador desde la concha.
Como
a Sacha no le seduce regresar a Ginebra
para no tropezarse con Klein, ni tampoco le atrae la vida elegante de su hermano
en Moscú, se traslada a Florencia. El relato de esta IIª Parte proviene de las cartas que manda a Vera con la intención de que se
venga a vivir con ella. Tratándose de cartas femeninas la narración debería tener
aromas, matices y un modo de opinar diferentes a los de la Iª Parte. Baroja se
esforzó tratando de trasladar al relato una sensibilidad femenina lograndolo en
muchas páginas, pero no en todas debido a la presencia del apuntador mencionado antes.
La IIª Parte contrasta con la anterior en
la presentación del espacio, pues, ofrece de entrada una grata, prolija y bella descripción de la ciudad de
Florencia, belleza que contrastará con el dibujo gris que se hace de la
sociedad. Cuando Sacha comenta el acontecimiento florentino de La Scoppio del carro --explosiones
que llenan una plaza con el humo
de pólvora mientras todas las campanas tocan celebrando el Sábado Santo--, dice que en su país el espíritu cristiano
resulta más sentido. Cuando Sacha va al teatro Politeama para escuchar El Trovador le sorprende que la gente sepa la
ópera
de memoria, pero mire a los actores en éxtasis. Sacha llega a decir “a mí esto no me encanta” (p.126). Los italianos no le son simpáticos. Su cordialidad suena a
moneda falsa: “Italia debe ser el país
donde más cosas se pueden conseguir con dinero” (p.127). Los italianos piensan en cómo sacar siempre una lira más y
los hombres buscan una princesa extranjera para vivir a sus expensas. Florencia
es bella, pero no su gente.
Los
personajes nuevos juegan papeles parecidos a los interpretados por los
caracteres de Ginebra. María Karolyi será la amiga de Sacha como Vera lo era
con anterioridad; otro húngaro, el pintor Dulachska semeja
el papel del Leskof enamorado de Sacha. La única transposición es que María Karolyi y no Sacha se enamora de Enrique Amati, un
violinista cuya personalidad evoca la de Klein; Baroja ironiza sobre el amor que
Amati despierta en María recurriendo a imágenes espaciales: cuando María recibe
un anónimo de la amante de Amati revelando la relación que tienen ambos decide
ir, acompañada de Sacha, a comprobar la existencia de esa mujer que vive en la Vía del Limbo y, para llegar,
recorren callejas llamadas Vía del
Purgatorio y Vía del Infierno… Entonces
María sabrá por su padre que Amati es un aventurero, explotador de mujeres, “un apache distinguido” (p. 135).
La
novela entra por derroteros nuevos
con la aparición de Juan Velasco, “el
polo opuesto del pintor húngaro en carácter, en ideas y en todo” (p.
131)
un pintor que, según Sacha, parece más un sportsman, un hombre de carácter que el narrador define
como “español activo y tumultuoso” (p. 137). Juan trata de
convencerla para que vaya a España “a ver
corridas de toros y procesiones de disciplinantes” porque “cuando una persona se acostumbra a una
espectáculo de sangre y violencia tiene verdadera preparación para la vida.”(p.131). La fuerza de este español es tanta que Sacha deja de
pensar; Velasco “no permitía a Sacha
discurrir ni razonar” (p.136). Comentamos que Sacha es influenciable
sobre todo por personalidades fuertes, así que se casa con Velasco dejando
atrás cuanto le une a Florencia. La boda es descrita con la parquedad de la
boda con Klein. Tampoco merecía más; sabíamos desde el prólogo que este matrimonio
fracasó.
Cuando
Velasco lleva a Sacha a una corrida de
toros ella negará el más mínimo interés que, sin embargo, encuentra en un
partido de pelota. La recepción glacial de la familia del marido y otras
impresiones la conducen a reflexionar: “Yo
creí que en Rusia estarían las cosas de la vida práctica mal organizadas; pero
en España están todavía peor” (p.144). Cuando Velasco lleva a Sacha a
conocer la finca “La Hinojosa” situada en Navaridas distrae su atención el
blasón de una casa bajita, rojiza con tres cruces de hierro. “Representa unos puñales en forma de cruz,
esgrimidos por manos cerradas, que se clavan en tres corazones. Cada corazón va
destilando gotas de sangre. Alrededor se lee una leyenda sencilla: “El
mundo es ansí” (p.146).
Sacha exclama: “¡El mundo es ansí!
Es decir, todo es crueldad, barbarie, ingratitud.” (p.146).
El
cura del lugar y Velasco agregarán conceptos al escudo de Navaridas:
brutalidad, dolor y pena sustanciados en
la escena de una mujer montada en un burro
que lleva una criatura en brazos; sobre las ancas del rucio
se apoya la mano de un ciego que lleva una guitarra a su espalda con la que se
ayudan a vivir; imagen de dolor y miseria
que precipita en Sacha este comentario: “¡Qué vidas más miserables! Si una tuviera esto en cuenta no se
quejaría nunca” (p.147). Además, la frase el
mundo es ansí desarrolla remordimientos en Sacha; se considera un monstruo
desde el día que abandonó a la nodriza Matriona que la despedía en lágrimas cuando
abandonaba Rusia, al recordar al pintor húngaro que valoraba a ella y a Olga
como seres angélicos y del que no se despidió al dejar Florencia… “¡Cuanta ingratitud! ¡Cuánto dolor producido
a los demás de una manera caprichosa e indiferente!“ (p.148) confiesa.
A
partir de ahí Sacha comenta las impresiones y reflexiones que le sugieren España
y los españoles vinculándolas a Juan Velasco, por ejemplo, cuando percibe la
falta de sentido social de un molesto comerciante en granos que toma asiento en su compartimento del tren: “Parece que cada español no se ha enterado
todavía de que hay otros hombres en el mundo además de él. Juan mismo no hace caso de nada.” (p.151). Observa que Madrid no es cosmopolita como Florencia; da
poca importancia al extranjero y el
dinero no tiene el valor de Italia, pero
sorprende con estas cavilaciones: “los
españoles tienen orgullo individual, pero no
patriotismo”(…) “Aquí creen, o lo dicen al menos, que todo lo que hacen
lo españoles es malo y consideran que sus políticos, sus generales, sus hombres
de Estado están vendidos o son unos botarates” (pp.152/153).
Los
espejismos más simples se le presentan a Sacha cuando quiere sentirse bien en
su nuevo hábitat: “Como la alondra que
levanta el vuelo al amanecer, mi corazón se ha sentido con alas y ha volado
lleno de esperanza al entrar en Andalucía. ¡Qué extraño espejismo! ¡Qué ilusión
más absurda!”(…)”Entre Córdoba y
Sevilla el cielo comenzó a llevarse de nubes, y el espejismo de mi alma
palideció y se borró” (p.154); vuelven las ilusiones ópticas que
barruntan otras.
Advierte que hay muchos hombres, pero pocas mujeres en las calles de Sevilla y si ha oído decir que las sevillanas son bonitas no le llaman la atención. Piensa que ante la apariencia de vivir en gran libertad se opone una moral con frenos de hierro. Ve poca diferencia entre la gente del norte y del sur, al revés que en Italia. El español le parece un Arlequín celoso que vive y discute en la calle y tiene la casa para las cuestiones vegetativas; en ella encierra y trata severamente a Colombina. Rusia se ha encumbrado en los pensamientos de Sacha a medida que ha viajado por Italia y España; así reflexiona sobre su nuevo país: “De la vida informe de Rusia a ésta, tan sometida a reglas estrechas, hay, como se dice, un abismo” (p.158). Advertimos que Sacha no piensa invariablemente como un alter ego de Baroja; coincide y no con sus pensamientos sobre la sociedad española mediante el modelo de la sevillana, pero si vamos al fondo, lo esencial del dibujo recae, sobre todo, en la clase media.
Advierte que hay muchos hombres, pero pocas mujeres en las calles de Sevilla y si ha oído decir que las sevillanas son bonitas no le llaman la atención. Piensa que ante la apariencia de vivir en gran libertad se opone una moral con frenos de hierro. Ve poca diferencia entre la gente del norte y del sur, al revés que en Italia. El español le parece un Arlequín celoso que vive y discute en la calle y tiene la casa para las cuestiones vegetativas; en ella encierra y trata severamente a Colombina. Rusia se ha encumbrado en los pensamientos de Sacha a medida que ha viajado por Italia y España; así reflexiona sobre su nuevo país: “De la vida informe de Rusia a ésta, tan sometida a reglas estrechas, hay, como se dice, un abismo” (p.158). Advertimos que Sacha no piensa invariablemente como un alter ego de Baroja; coincide y no con sus pensamientos sobre la sociedad española mediante el modelo de la sevillana, pero si vamos al fondo, lo esencial del dibujo recae, sobre todo, en la clase media.
Como
si el Baroja-autor se percatase de que
invade directamente los pensamientos de Sacha y, consecuentemente, del diario que escribe, concibe el personaje de
José Ignacio Arcelu, un primo de Juan Velasco que se aposentará en el mismo
hotel del matrimonio, que instalará una estufa en su cuarto a cambio de tener
una hora de tertulia con Sacha. De este modo, el Baroja-autor crea una
situación verosímil que le permite desdoblarse en Arcelu, y de esta manera los tres, Arcelu, Sacha y Baroja, contrastarán pareceres y
ocurrencias sobre la sociedad española [vii] con credibilidad.
Facilita esta situación que Juan se aparte
más cada vez de la escena, aunque no
sin que antes se profundice en su retrato. Arcelu es la contrafigura de Juan: “Somos dos tipos opuestos: él es un impulsivo
y yo un razonador. A él no le gusta que se le deshagan los planes entre los
dedos; lo que quiere es constantemente hacer algo. A mí, en cambio, me gusta
pedantear un poco acerca de la vida y de la sociedad. Tengo este defecto” (p.185). Y sobre Arcelu
escribe Sacha: “Él dice que hay una frase
española que le cuadra muy bien; es ésta: “Aprendiz de todo, maestro de
nada” (p.178). Cuando el texto dice: “Arcelu no quiere más que hablar a todo pasto”
(p.186) sabemos qué otro tiene
también gusto en hacerlo.
Es
seguro que Baroja no pretendía reducir el diario de Sacha a una transcripción interminable de las conversaciones entre los tertulianos de la habitación, pero
asoma embozadamente o bien a través de Arcelu cuando se habla sobre tipos de
españoles, se asegura que a mayor aristocracia corresponde mayor incultura, se critica
la chulería y el caciquismo, fustiga la
influencia del catolicismo, la envidia y
hasta que los españoles pongan los sello
en las cartas de cualquier manera. En
determinado momento, al reducir la clasificación de los hombres a dos castas,
trae a colación un émulo del doctor Iturrioz --viejo conocido de El árbol de la ciencia--, que las simplifica
así: los alpinos, que proceden del gorila, y los mediterráneos, del chimpancé.
Mary Lee Bretz pone luz a este episodio diciendo que “Baroja presenta una versión irónica de las teorías antropológicas de le
época; la clasificación del europeo en
arios y semitas se transforma en otra ideada por un discípulo de Iturrioz” [viii]; es decir, se supone que también
aparecen pensamientos distintos mediante
personajes que no estaban hasta ahora.
Decíamos
que Juan Velasco se distancia de su esposa en la medida que se estrecha la
relación Sacha-Arcelu. Surge una pequeña intriga con anónimos y adulterio de
por medio, pero lo importante es la valoración que Sacha hace de su rechazo del marido: “tenía el sentimiento de un pueblo que se
levanta contra un tirano” (p.
210); Juan, como antes Klein, forma parte del
espejismo del amor y Sacha, aunque ha prometido no tomar decisión alguna sin
consultar a Arcelu, se marcha de España sin avisar a nadie.
Cuando
cruza las llanuras alemanas camino de Moscú escribe en su diario “me ha asaltado la sospecha de que podía
estar engañaba por un nuevo espejismo” (p.212). La Rusia engrandecida durante su
exilio recupera su verdadero tamaño como comprueba en Moscú: “Los estudiantes se ríen del antiguo idealismo” (p.212). No se lee ni a Tolstoy ni a Dostoievski. Amigos de Sacha
fueron enviados a Siberia, otros se suicidaron: “Los débiles, los idealistas, han perecido” (p.213). Rusia no es distinta; sólo halla crueldad, barbarie…
Por
el epílogo sabemos que Sacha originó otra víctima: José Ignacio Arcelu, quien
al conocer su marcha de Sevilla quedó aplanado, estuvo varios días sin hablar,
y marchó a China para informar de otra revolución. Al saberlo, Sacha se encierra a llorar consciente de haber tratado con indiferencia y desdén al
hombre que la quería humildemente. Sacha es mucho más que una imitación de las
mujeres inteligentes de la novela rusa que se casan con hombres mediocres. Es
una mujer valiente que busca un papel existencial boicoteado por la realidad. En sus viajes ha encontrado que
las diversas culturas son espejismos que encubren las verdades del escudo de Navaridas:
El mundo es ansí.
NOTAS.:
[i] Pío Baroja, El mundo es ansí, Edcn. conmemorativa del nacimiento del escritor, Caro
Raggio, Madrid, 1975. Las citas de la novela corresponden a esta edición.
[ii]
Ascensión Rivas Hernández, Pío Baroja: Aspectos
de la técnica narrativa, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1998, p.86.
Un gran libro sobre Baroja; el capítulo dedicado a esta novela es revelador;
véanse las pp. 85/98.
[iii] Andreu Navarra Ordoño, “Pío Baroja y
Rusia”, Sancho el Sabio: Revista de
Cultura e Investigación Vasca, nº 34, año 2011, pp. 11-22. Gracias a
Dialnet se puede leer completo en Google
[iv]
Emilio González López, El arte narrativo
de Pío Baroja: las trilogías, Las Américas, Madrid, 1971, p. 232
[v] Véase
el formidable artículo de Rodolfo Cardona “En torno a El mundo es ansí” en Cuadernos
Hispanoamericanos, nos. 265/267,
(Julio-Septiembre, 1972), Madrid, pp.562-57 y el libro de José-Carlos
Mainer, Pío Baroja, Taurus, Madrid,
2012, pp. 193 y sg.
[vi]
Se dice con anterioridad que el gobierno ruso de entonces no admitía más de un
3% de estudiantes judíos en los cursos universitarios.
[vii]
Rodolfo Cardona dice “es obvio para los
que conocen la obra de Baroja que aquí el autor nos presenta sus propias
observaciones críticas sobre España y los españoles, proyectadas en dos planos;
la visión externa de la forastera Sacha y la visión interna del español Arcelu”,
op. cit., p. 567.
[viii]
Mary Lee Bretz, La evolución novelística
de Pío Baroja, José Porrúa Turanzas SA, Madrid, 1979, p. 404.
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