LOS VIAJES A ESPAÑA
DE NIKOS KAZANTZAKIS
Nikos
Kazantzakis fue un grandísimo escritor griego de la primera mitad del siglo XX
conocido en España -sobre todo- por dos películas basadas en novelas suyas, Zorba, el griego (dirigida por M. Cacoyannis,
1964) y La última tentación de Cristo
(de M. Scorsese, 1988). Sin embargo, este poeta, novelista y dramaturgo
cretense, fue también un viajero contumaz, autor de multitud de artículos y
libros de viaje, también sobre España.
Entre
nosotros se ha hablado de Nikos o NK (como le llamaremos preferentemente en
adelante) partiendo de su libro España (1937) (1) o de colecciones de cartas publicadas. En mi caso deseché
el libro y preferí la biografía estupenda a
partir de las cartas del escritor --publicada en francés y versionada al
inglés (2)-- de su segunda esposa, Eleni Samios (Helen Kazantzakis
o, como Nikos la llamaba familiarmente, Lenostchka).
De las cartas extractadas por ella he traducido y abreviado únicamente lo relacionado
con nuestro país, pues, mi intención ha
sido evocar a un amigo de España que contribuyó a hacerla conocida.
La primera visita: el encuentro con El
Greco
Nikos Kazantzakis está en Atenas
trabajando sin desmayo cuando se aproxima el verano de 1926. A Kavafakis,
propietario del periódico Eleftheros
Logos, le gustaría que Nikos hiciese reportajes de Rumanía y los Balcanes,
pero el escritor preferiría ir a España,
Egipto o la India. En junio confiesa a Lenotschka
que estuvo escribiendo todo el día y está tan cansado que ni puede sostener el
lapicero. Agrega que ha despejado su escritorio de libros hebreos y rusos
sustituyéndoles por otros sobre España, El Greco, el Quijote, obras de Lope,
Calderón, Santa Teresa… en fin, que España le llena la cabeza.
En Grecia se vivían tiempos
complicados porque el general Theodoros Pangalos --que había secundado el golpe
de estado de Plastiras que derrocó la monarquía en 1924—acababa de convertirse
en presidente de la República griega en marzo de 1926 (aunque sería depuesto en
julio del mismo año…) También eran tiempos de conflictos con los turcos y los
búlgaros. Nikos temía que se aplazara su viaje a España, pero no fue así.
El 1 de septiembre de 1926 llega
a España y en la carta a Lenotschka
escrita en Madrid tres días después, comenta que el 1 de septiembre corrió gran
peligro al cruzar los Pirineos: “Muchos trenes en España han descarrilado;
mucha gente ha muerto. Mi tren escapó”. Comprobé que decía verdad porque el tren
correo Barcelona - Valencia descarrilaba en la fecha citada entre las
estaciones de la Ametlla de Mar y L'Ampolla causando veintiún muertos y ciento treinta heridos, habiendo tenido lugar otro descarrilamiento reciente.
Madrid le parece una gran ciudad
europea, pero El Greco ocupa su mente. Su
museo –-suponemos que se refiere al creado por el marqués de la Vega-Inclán-- le
parece formidable, especialmente la estancia que guarda treinta cuadros del pintor
cretense.
Enseguida muestra impaciencia por
ir a Toledo: “Dios mío, qué alegría estar
vivo y poder ir a verlo”, exclama. De momento está callejeando en Madrid. Hombres
y mujeres le parecen feos; las viejas, monstruosas, y encuentra vehementes a las
jóvenes envueltas en sus mantillas y emperifolladas. El gentío no le entusiasma “quizás porque estoy absorbido por El Greco y el primer y violento
contacto con este nuevo país” en el que percibe un nivel cultural inferior.
Nota que la apariencia vetusta, superficial y sexo-obsesiva en los dandis
contrasta con el aire ascético y austero de los campesinos. La llanura
castellana le produce la misma exaltación que tuvo al contemplar las montañas
de Jericó en su día; concluye que nuestras villas semejan a las árabes, “sin agua, sin un árbol, de la misma piedra
que las montañas circundantes”.
En la carta de 6 de septiembre
reseña su encuentro con D. Benigno de la Vega Inclán y Flaquer, mecenas fundador
del Museo del Greco y personalidad influyente en la creación de otros museos
especializados. Hablaron del pintor como si se tratara de un amigo querido e
íntimo de ambos, de su mujer e hijo, de su manera de trabajar, de su carácter.
El gozo de Nikos se ensancha cuando el marqués le enseña una obra maestra que
acaba de adquirir, el San Luis en Jerusalén,
que D. Benigno piensa dejar cuando muera al Banco de España para impedir que
sea robada.
Kazantzakis no pierde el tiempo.
El 7 de septiembre narra que ha visto al general Primo de Rivera, juzgándole como una persona mediocre inspirada
por un impulso superior a sí mismo. Nikos peregrina por los ministerios estudiando
actas legislativas, examinando lo sucedido en España desde la última guerra, acaparando datos de toda índole sobre la
economía, la política, el comercio, la industria, la agricultura y la ciencia
para sus artículos. Los libros tampoco se le caen de las manos porque apenas
duerme, lo que agradece a su padre “que
me dio la salud de una bestia salvaje”.
El 10 de septiembre detalla que ha
visitado El Escorial y visto cinco
cuadros del Greco, experiencia que le lleva a exaltar al pintor con las
siguientes palabras: “Estoy exhausto y
feliz. El Greco se ha convertido en una gran lección para mí, un modelo, una
dirección que debo seguir. Han pasado tres siglos y soy el primer cretense que
viene a reverenciar a este estupendo compatriota mío. ¡Dios quiera que nuestro
encuentro sea fructífero!”. Después, dice que ha visitado al poeta más
grande del lugar, Juan Ramón Jiménez, con quien habló durante horas como si
fuera la última conversación posible.
El 13 de septiembre viaja a Toledo con el corazón batiendo hacia
el encuentro anhelado con su ídolo desde que era niño. Visita el llamado jardín
del Greco y su casa. Afirma que el pintor amaba tanto a los judíos que siempre vivió
en la judería. Toledo, sin embargo, no es lo que esperaba al carecer del
paisaje trágico que le hubiera gustado ver. Le recuerda a Creta. Sí encuentra
magnifica su catedral, especialmente cuando al recibir el impacto del sol sus
vidrieras la encienden por dentro. Después visita las demás iglesias que atesoran
testimonios del pintor.
Celebra el día siguiente como uno de los más gloriosos de
su vida por haber visitado el Museo del
Greco de Toledo. Ha quedado
deslumbrado por lo colores, los cuerpos atléticos, las panoplias, las caras demacradas
de los cuadros y confiesa: “Ninguna
fotografía, nada, puede dar idea de lo que el Greco es”. Y exclama: “El encuentro de los dos cretenses ha sido
tan vehemente, Lenotschka”.
Eleni no recoge en su biografía otras
experiencias españolas de este viaje. La carta posterior de NK fue escrita en
Pisa y lleva fecha de 28 de septiembre. Resumiendo: el primer viaje de Nikos a
España tenía por objetivo principal encontrarse con el Greco; sobre lo
demás, la cultura española, sus artistas y escritores vivos -exceptuado Juan
Ramón- ha echado una mirada entre dispersa y relativamente considerada, algo
que mejorará en los viajes siguientes.
La segunda visita: el encuentro
con la IIª República española
Es octubre de 1932 Kazantzakis llega a Madrid. Son las 7’30 de la mañana.
Dedica cinco horas a buscar un buen alojamiento; lo encuentra en la Pensión
Abella de la calle San Bernardo nº 13-15; le parece incluso más "aristocrática" que la pensión que le cobijó en Roma. También añade: “Lo primero que hice en Madrid fue comprar un kilo de magníficas brevas…
y me las comí en la calle”. Así se reparó del viaje.
El 8/9 de octubre firma una carta a Eleni. Asegura que ha recuperado el ritmo y siente como si hubiese vivido toda
la vida en la ciudad. Pero no ha podido escribir nada. Pasa los días de museo
en museo. Escribe a su amigo al pintor Timoteo Pérez Rubio, pero no ha tenido respuesta.
Tampoco ha visto a Juan Ramón.
Tiene los ojos puestos en Madrid,
sus calles, museos, la gente. Ha ido a una corrida de toros, espectáculo que le
parece tan magnífico como terrorífico y piensa repetir al día siguiente. Habla
de Benavente como autor de una obra, Santa
Rusia, estrenada el día anterior; comenta que, antes de alzarse el telón, el
autor recita una Oración a Rusia que
parece llena de calidez, amor y compresión. Como la obra está impresa ha adquirido
un ejemplar y piensa traducirla para una revista literaria de Atenas.
El 9 de octubre acude a la puerta
del teatro donde se representa la obra de Benavente. Le aguarda durante bastante rato en
medio de un tiempo desapacible. Reconoce al dramaturgo cuando sale del coche
por las caricaturas que ha visto en los periódicos; le describe así: ”hombre viejo, delgado, de complexión
fuerte, elegante, con un poco de barba,
bajo y refinado”. Le acerca una nota y una carta y Benavente, a través de
su secretaria, le cita para que vaya a su casa entre las dos y las cuatro de la
tarde del día siguiente. NK traducirá la
oración y la obra pro soviética de D. Jacinto que concluye en un parque de Londres con
Lenin rodeado de niños llevando esta pancarta: “¡Trabajadores del mundo, uníos!”.
El 14 de octubre Kazantzakis habla de Nicéforo
Focas, tragedia en verso que traduce al francés y comenta: “Madrid es hermoso y tiene museos, pero no
encuentras aquí paz alguna”. Suele ir al cine y piensa ver la película de
René Clair  Nous la liberté. Vuelve
a hablar de nuestras frutas que constituyen el plato fundamental de su
alimentación dedicándolas su escaso dinero. Nikos es y será un gran escritor,
pero también un escritor pobre casi toda su vida.
Nikos explica que las calles
están llenas de gente a causa de una manifestación que congrega hombres y
mujeres… “Gritos, risas, como un bazar.
La gente es amable, cálida, con ganas”. Y hace una confesión interesante: “Este año Goya me ha hecho una gran impresión. El Greco permanece a
la misma altura, no más allá. Pero algo de Goya, sus últimas (obras) se han elevado muy alto dentro de mí”.
El 20 de octubre escribe a Lenotschka acerca de sus problemas
económicos: “Para los gastos diarios sólo
empleo dos pesetas”. De esa forma piensa tirar hasta diciembre y para
entonces, quizás, surja algo agradable. Dice que Juan Ramón Jiménez le ha
visitado: “Siempre igual: gran señor
poseído por su trabajo, profundo, serio, dulce, distante y cordial”. Añade que vio a Benavente en su casa: “Taciturno, viejo, elegante pero frío. No sé
cómo se manejó para escribir tan bella Oración (a Rusia). Vi su obra, Rusia, Santa Rusia; mediocre, peroratas, trucos viejos, aunque
cálida y correcta. Como literatura es de poco valor”. Y añade que verá a
Ortega y Gasset en casa de Juan Ramón y que sigue leyendo libros útiles sobre
España.
El 26 de octubre dice que habló largo
y tendido con el pintor Timoteo Pérez Rubio valorándole como persona afectiva y
sentimental que le gusta, pero en la carta de 31 de octubre, apostilla que no
se ha mudado a la casa de Pérez Rubio porque no quiere cobrarle: ”Es pobre y no se puede abusar”, explica.
En otra carta de noviembre define
la nada y la pasión como los polos extremos del espíritu español. Le gustaría
asentarse en la vieja Castilla como su compatriota el Greco “para
mirar directamente a la Nada y tener un amor ardiente por la vida (la ruta que conduce a la Nada), esto es
lo que me gusta y lo encuentro aquí en la tierra, el aire, los molinos de
viento de Nuestro Señor, Don Quijote”.
Las cartas siguientes recogidas por la esposa reflejan su mundo íntimo
y el propio de escritor. Habla de su novela Toda
Raba; ha conseguido finalizar un canto a Dante a pesar de sus penurias. El
15 de diciembre comenta que caminando hacia el Ateneo madrileño saludó a
algunos amigos y conoció a Unamuno. Tres
días después menciona que ha visto Mädchen
in Uniform (Muchachas de uniforme); imaginamos
que se refiere el clásico film alemán de 1931 de Leontine Sagan y Carl Froelich estimándole como “la mejor película que he
visto jamás”.
En otra carta de noviembre anuncia
que se ha mudado a una habitación grande y soleada de la Plaza del Progreso, nº
5. El 3 de diciembre confiesa: ”El otro
día escuché una canción popular que me hizo sentir que mi vida ha sido
desperdiciada en vano”. Nikos está apesadumbrado; son días de sentimientos
oscuros. Sin embargo, comenta que fue a Toledo y el día fue exquisito, lleno de
sol.
Tiempo después vagabundea por el
norte de España tratando de agotar su cuerpo. Ha estado en Salamanca. El día 27
de diciembre escribe a Eleni desde
Valladolid y piensa salir para Burgos al día siguiente e ir después a Zaragoza.
Apenas come o duerme. El día 29 escribe desde Miranda. Concibe la catedral de
Burgos como “una fortaleza genuina, todo
empuje hacia arriba y con aliento bélico. No tiene la gracia y la nobleza de
Notre Dame, pero es masculina, feroz, agresiva y me ha gustado”. Habla del
palacio donde los Reyes Católicos dieron la bienvenida
a Colón cuando regresó de América.
Añade que ahora irá a Alicante
porque su cuerpo no está lo cansado que debería estar.
El 30 de diciembre habla desde Zaragoza sobre el
Pilar y de sus calles estrechas
como las de Nápoles. Ese mismo día menciona que el ministro de Asuntos
Exteriores español le concederá 400
pesetas mensuales “a condición de
que escriba algunos artículos sobre la actividad intelectual en la España
moderna” Y reflexiona: “no son
muchas, pero sí suficientes para vivir en Madrid y, en la primavera, continuar
mi peregrinaje por España”.
Oculta a todos la muerte de su
padre, incluso a su amigo Pérez Rubio. Está descolocado y confuso. El 5 de
enero confiesa a Eleni que no quiere ir a Creta para conocer la herencia de su
progenitor; preferiría que ella le encontrara algo en Inglaterra. Piensa que hallará algún equilibrio sólo
manteniéndose silencioso y haciendo correrías por España. Admite que no era
amor lo que le unía a su padre, sino una raíz profunda ahora cercenada.
Enero concluye frío y nevado, pero Nikos pasa el tiempo en su habitación caldeada “tomando notas para los artículos que debo
escribir sobre España, leyendo y traduciendo a los poetas actuales del país”.
Y en febrero se refiere de pasada a la celebración del carnaval que le parece
insípido y peor que las celebraciones religiosas.
Eleni extracta las siguientes
frases de la carta de 6 de marzo: “…Aquí
las noticias políticas son alarmantes. Una nueva guerra se está gestando y
puede estallar repentinamente…”. Y en la del día 13 remacha: “La guerra se acerca. El peligro nunca ha
sido tan grande. Debemos tenerlo en cuenta para escoger dónde queremos que la
tormenta nos coja.” Después pide a Eleni
que le diga cómo hacer mermelada: “El
otro día traté de hacer una mermelada de naranja y me salieron naranjas
hervidas. Las puse en mucha azúcar sin resultado. ¿Dónde está el equívoco?”.
Eleni comenta que Nikos no sólo
se dedicaba a los poetas españoles modernos: también profundizaba sobre
Garcilaso, Fray Luis de León, Góngora, Ruiz Alarcón, Juan de la Cruz y Quevedo
“y estaba observando, escuchando,
inhalando el fermento de la Guerra Civil”. Anota estas palabras del marido:
“El olor a pólvora se extiende por todas
las partes. Incluso son descubiertas factorías de armas en pequeñas villas… Pero la ciudad universitaria es magnífica, los
estudiantes llenos de vida y entusiasmo. Una nueva España está luchando por
liberarse a sí misma, monárquica y anarquista por igual…”
El 14 de marzo escribe a
Prevelakis que finalizó un nuevo canto sobre el Greco: “Fui a Toledo a ver a un amigo... Y mientras caminaba por las calles
estrechas, un coro de voces, de palabras y versos se abalanzaron sobre mí.
Desde entonces no he sido capaz de pensar en nada más…”
Eleni proclama que, sin la menor
duda, Nikos Kazantzakis era un hombre dedicado a la amistad y el conocimiento,
que en poco tiempo se familiarizó con España recorriéndola de esquina a
esquina, relacionándose con sus artistas más ilustres, escribiendo sobre
nuestra cultura así como dedicado a su propio trabajo creador sin el menor descanso.
Y todo esto lo hizo sin gozar de medios económicos, levantando con su propia
vida un monumento al escritor pobre de aquellos tiempos.
Nikos escribe las cartas
siguientes desde la isla griega de Aegina. Habla de las felicitaciones
encendidas que amigos y conocidos le hacen por sus artículos sobre España, algo
que le entristece porque “prueba que
cuando escribes algo bueno, lo escrito les supera, y sólo cuando escribes bagatelas
que ellos entienden comienza el entusiasmo”…
La tercera visita: cuando la
Guerra Civil
El tercer viaje lo inició en
octubre de 1936. El dictador griego Metaxas se había hecho con el poder en
agosto. Eleni describe la situación del país así: “cualquiera que fuese progresista era sospechoso”, y agregaba: “Con horror observábamos la tragedia de
España con los alemanes e italianos probando sus armas; Francia, bajo Blum,
queriendo ir a su rescate e Inglaterra evitándolo.”
En octubre NK recibe un telegrama
de Georgios Vlachos, todavía director del diario I Kathimerini, pidiéndole que, con la mayor urgencia, se dirija a
España para informar sobre la Guerra Civil. El director le expresa en la
entrevista personal: “Sé qué preferirías
ir con los rojos, pero quiero que vayas donde
los negros como tú les llamas” y cuando Nikos le pregunta la razón, Vlachos
responde: “Porque tú dices la verdad. Tus
amigos y enemigos te evitarán como a una plaga. Y yo estaré encantado. Irás de
inmediato, ¿sí o no?”.
El 9 de octubre Kazantzakis escribe desde Marsella: “España nunca se aleja de mi mente. Siento pena y dolor por ella como si
se tratase de una persona concreta. Estoy impaciente por ver qué la ha
sulfurado, que le ha sucedido, si algo irreparable se ha perdido. Y seré
imparcialmente inhumano en todo lo que
escriba. Se disgustarán ambos bandos, pero no lo haré de otra forma”.
El 16 de octubre manifiesta que
ya tiene el permiso para entrar en España y el día 22 escribe que ha estado en
el frente en una posición elevada –posiblemente el Alto de los Leones-- divisando
Madrid y la línea enemiga. Los oficiales acompañantes aconsejaron abandonar la
posición porque podía ser batida por los cañones y bastó decirlo para que un
obús volara sobre sus cabezas. NK permaneció de pie un momento mientras los
demás se tiraron al suelo. El cañonazo fue seguido de otros tres sin que nadie
resultase herido.
El 26 de octubre comenta a Eleni
que hay una censura estricta y por eso escribe sus postales en francés. Añade
que ha atravesado todo el frente del norte en una semana siendo continuamente hostigado
por disparos y balas. Puede que estuviera en peligro; por donde iba también caían
bombas. Visitó las trincheras y vio a los rojos desde ellas. Ha vivido una
semana auténtica de guerra. Asegura que se diferencia de los demás
corresponsales, sobre todo de los alemanes que pasan el tiempo sentados en
Salamanca a la espera de acontecimientos. Bosqueja imágenes impresionistas de
la guerra: “Villas en ruinas, madres
llorando, gente de negro, perros
aún fieles a sus umbrales, los ojos rojos”.
Permanece acá hasta
noviembre. De España se lleva algunos recuerdos, una bandera pequeña con la
sangre de un joven que creía en la libertad, pero cayó muerto en el frente… la fotografía y la carta
de una mujer donde la hija pide a su padre que venga para que ver los cuatro
gatitos que su gata dio a luz… la pesada llave de entrada a una iglesia
violada… (3) Y también sus pensamientos y recuerdos…”Mucho se ha dicho de los
horrores de la Guerra Civil en España, pero poco se ha hecho para
remediarlos”…”¿Estás de acuerdo con lo que Unamuno te ha dicho? ¿La verdad debe
esconderse del pueblo? ¿Tiene razón Unamuno al recordar las palabras del Viejo Testamento: quien mira
a Dios a la cara morirá?”…”Las palabras de Unamuno tienen un punto de verdad,
porque ¿cómo va a descubrirse la verdad a cientos de mujeres jóvenes o viejas a
quienes los curas y los gobiernos han mantenido en total ignorancia? Para estas
mujeres, un hijo comunista o anarquista, padre o hermano es un diablo”… El
reportaje de Nikos Kazantzakis sobre la Guerra Civil aparecería en la sección
“Viva la muerte” de su libro España.
Probablemente, Kazantzakis
aceptó la oferta de Vlachos porque necesitaba dinero, pero ver la Guerra Civil
desde el lado franquista debió tener otros motivos. Eleftheria Teleioni los
ofrece en su tesis para la Universidad de Birmingham (4). Recuerda que la
dictadura de Metaxas dificultaba todo viaje desde Grecia hacia la España
republicana y aún más favorecerla en los periódicos. Otro argumento sería que
NK se había ido desilusionando del comunismo acariciando en cierto modo las ideas nacionalistas que tuvo entre 1910 y
1920 bajo la influencia del político Ion Dragumis.
Aunque Nikos mantenía sus simpatías por la izquierda ¿permaneció fiel a la decisión de mantenerse
neutral? NK –según el parecer de
Teleioni-- sabía que, si los republicanos
ganaban la Guerra Civil, el rostro de España cambiaría dramáticamente y también
el de Europa, aunque esta posibilidad no respalda la opinión de que las cosas
cambiarían para mejor o peor
necesariamente. Teleioni cree que NK no veía en la Guerra Civil las
características de las guerras civiles que
hubo hasta entonces. La española era una guerra entre comunismo y
fascismo. Teleioni anota que NK escogió guardar silencio en muchas ocasiones
prefiriendo escuchar y reproducir los testimonios que recibía y que el escritor
griego concluyó que el triunfo nacionalista se debió al fracaso de la
democracia en cumplir sus promesas.
Tampoco se puede ocultar --como escribe Teleioni-- que NK expresó
admiración por Franco, sintiéndose feliz
cuando tuvo oportunidad de avistarle
aunque no de hablarle, porque veía en él a una persona capaz de gobernar
un país. Teleioni manifiesta que NK atribuyó a Franco cualidades que había
admirado en Mussolini al conocerle diez años antes en Roma (octubre de 1926). “En conclusión –escribe Teleioni- su meta de ser imparcial y decir la verdad
resultó socavada más o menos explícitamente tanto por sus observaciones
positivas sobre los nacionalistas como
por la ausencia total de comentarios positivos sobre los republicanos.
Kazantzakis no podía ser objetivo, porque sólo escuchó los puntos de vista de
los nacionalistas”. (T.:p.65)
Con todo, cualquier simpatía fue
efímera. La IIª Guerra Mundial le restituiría a las ideas progresistas con las
que simpatizó la mayor parte de su vida. En 1946 se convertiría en líder de un
partido de izquierdas --aunque no comunista-- llegando a ser ministro, cargo
del que dimitió un año después.
La cuarta visita: de turismo con
amigos
En septiembre de 1950 Eleni Samios confiesa que
tenían todo lo que se necesitaba para ser feliz: “salud, paz y reputación”. Fue entonces cuando sus fieles amigos
Yvonne y Pierre Métral les ofrecieron compartir un viaje por España. “Jugamos
a ser turistas del cinco al veintidós de septiembre”. Entraron en España
por Barcelona y siguieron ruta por Tarragona, Valencia, Alicante, Córdoba,
Toledo, Illescas, Madrid, Victoria, San Sebastián, Bayona y vuelta a Antibes.
Eleni dice que Nikos añadió este viaje a sus más felices tanto por la compañía de los Métrals como por la oportunidad
de mostrarles El Greco.
***
Nikos conoció a Juan Ramón Jiménez
en 1926. Entonces le definió como el más
grande poeta local. Sabemos que en enero de 1933 está leyendo y traduciendo
a poetas españoles del momento y que su versión de los poemas de Juan Ramón publicada
en I Kyklos fue recibida fantásticamente.
Respetaba a Juan Ramón y conocía su obra tan a fondo que citaba imágenes del poeta de Moguer frecuentemente. Cuando
escribe a Prevelakis el 6 de febrero de 1933 asegura que la vida es breve y cuando vengan a sepultarnos comenzará a desplegarse
la "enorme mariposa" de
Jiménez… Días después, 17 de febrero, escribe a Eleni que nada habría escrito
si no fuera por la soledad… “Soledad,
soledad, soledad…” como dice Juan
Ramón.
En 1956 Juan Ramón y Nikos Kazantzakis
fueron propuestos para el Nobel de
Literatura y el 25 de octubre se lo dieron al poeta andaluz. En junio de 1957
Eleni y Nikos están listos para ir a China donde el escritor sería recibido
triunfalmente, pero en Cantón vacunarían
a Nikos contra el cólera y la viruela y
el brazo inyectado empezó a inflamarse cuando poco después estaban en Japón.
Volvieron a Europa: “Vintidós días
perdidos criminalmente en Copenhague precipitaron el final”, escribió
Eleni. Por recomendación médica volaron a Alemania para que Nikos fuese
observado en la clínica universitaria de la Universidad de Friburgo.
***
La noticia de su enfermedad se
extiende por doquier. En determinado momento NK dice a su muer que van a tener
buenas noticias y cuando ella cree que se trata de la concesión del Nobel de
Literatura como habían asegurado por teléfono desde Suecia, él responde: “¡Mejores!” refiriéndose a que un Comité
para la Paz Internacional en Pekín tuvo conocimiento de sus penalidades de
salud y económicas y le mandaba una suma considerable para cubrir los gastos de la clínica donde
permanecía prometiendo hacerse cargo de los nuevos. Nikos comentó a su mujer: “La amistad
es para mí más que todo el oro del mundo, Lenotschka. Y ahora me vas a
ayudar a redactar un telegrama para agradecer a nuestros amigos. Además no
podemos aceptar su ofrecimiento. No vamos a comer un grano de arroz que
pertenezca al pueblo chino”.
Cuantos estaban en la clínica de
Friburgo se sintieron tristes al conocer la noticia de que el Premio Nobel de
Literatura 1957 había sido otorgado a Albert Camus por un voto más que los
recibidos por la candidatura de Nikos Kazantzakis, quien al saberlo dijo: “Lenotschka, ven rápida y ayúdame a redactar
un buen telegrama. Juan Ramón Jiménez. Albert Camus, he ahí dos hombres que bien merecen el Nobel. ¡Vamos
a escribir un buen telegrama!”. Nikos Kazantzakis falleció El 26 de octubre
de 1957. Su epitafio dice: "No deseo
nada, No temo nada, Soy libre".
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NOTAS.:
1.- Nikos Kazantzakis,
Spain, Simon and Schuster, New York,
1963, y del mismo autor España y Viva la muerte, Ediciones Júcar,
Gijón, 1977
2.- Helen Kazantzakis, Nikos Kazantzakis. A biography Based in His Letters, Simon and
Schuster, New York, 1968.
3.-Carlos García Santa
Cecilia, “40 Días en España” en Letra
Internacional texto que se puede leer en Google.
4.-Eleftheria Teleioni, Spain and Kazantzakis´Travel Writing, The University of
Birmingham, 2009. Esta tesis se puede leer en Google.
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