GALDÓS: UNA
PARODIA DE LA RESTAURACIÓN
EN MISERICORDIA
La novela Misericordia tiene una apertura
coral; las voces pertenecen a los pedigüeños madrileños que van a representar
una parodia breve de la España de la Restauración (1). El coro se retira muy
pronto del protagonismo dando paso a los personajes principales, los pobres de
espíritu evangélico encabezados por Benina y Almudena, y los pobres burgueses en
torno a Doña Paca.
Los alrededores de la iglesia de San
Sebastián son caracterizados como un campo de batalla que dan “los intrépidos
soldados de la miseria” por la limosna. Se habla de mujeres recias --divididas
en antiguas, nuevas y temporera representando clases sociales--, ancianos
audaces, ciegos machacones, niños de una acometividad irresistible, y allí se
están hasta la hora de comer, pues también ese “ejército se raciona
metódicamente, para volver con nuevos bríos a la campaña de la tarde”. (Cap I)
El ejército tiene un orden jerárquico: la
caporala es Casiana y su lugarteniente Eliseo; la oposición está encabezado por
la Burlada. El conjunto representa la estructura socio-política de la España de
la Restauración dividida entre conservadores y liberales, republicanos,
federalistas y radicales…
La señá Casiana personifica al egocéntrico
Cánovas. El retrato es desagradable y la maledicencia asegura que su delgadez
no resalta por llevar buena ropas debajo de los pingajos; el narrador asegura
que tienen ojos que parecen ciegos sin serlo y deja caer un detalle revelador:
“hablaba con cierta arrogancia, como quien tiene o cree tener autoridad”. (Cap.
II) Casiana (2) , que tiene el mejor puesto y por ende recibe las mejores
limosnas, pertenece al estamento de las antigüas y ejerce un dominio total
sobre sus camaradas.
La antagonista de Casiana es Flora,
viejecilla de habla altanera y descortés de apodo la Burlada —personifica del
revés a La Gloriosa—a quien se caracteriza así: “podríamos imaginarla como un
gato que hubiera perdido el pelo después de una riña” (Cap.II). La anotación
más clara del papel de ambas adversarias se hace al finalizar el citado capítulo
con motivo de una discusión; habla un lisiado, luego Casiana y después Flora:
“—Pero
señoras, por Dios. Arreparen que están alzando el Santísimo Sacramento.
“—Es esta
habladora, escorpionaza.
“—Es esta
dominanta… ¡A ver!... Pues, hija, ya que eres caporala, no tires tanto de la
cuerda, y deja de que las nuevas alcancemos algo de limosna, que todas semos
hijas de Dios…¡ A ver!
“--¡Silencio,
digo!
“--¡Ay hija…,
ni que fuas Cánovas!
Las dos mendigas vuelven a discutir a
propósito de Benina en el Cap. IV. Casiana acusa a Nina de sisona y dice que
por esa razón la echaron de las casas donde servía. Flora aboga por la criada e
implica que la sisona es Casiana quien replica:
“—Aquí no se
habla mal de naide.
“—No es hablar
mal. ¡A ver!... La que habla pestes es bueycencia, señora presidenta de
ministros.
“--¿Yo?
“—Sí…
Vuestra Eminencia ilustrísima es la que ha dicho que la Benina sisaba”.
Establecida la relación entre personajes
novelescos e históricos Galdós parodia los dimes y diretes de Cánovas y la
Iglesia en torno a la cuestión de la unidad religiosa que levantó multitud de
controversias cuando se proyectaba la Constitución de 1876:
“A eso de
las diez, la Casiana salió al patio para ir a la sacristía (donde tenía gran
metimiento como antigua) para tratar con don Senén de alguna incumbencia
desconocida para los compañeros y por lo mismo muy comentada. Lo mismo fue
salir la caporala que correrse la Burlada hacia el otro grupo (…) y sentándose
entre la mujer que pedía con dos niños, llamada Demetria, y el ciego marroquí,
dio suelta a la lengua, más cortante y afilada que las diez uñas lagartijeras
de sus dedos negros y rapantes” Cap. III.
Posiblemente algunos de los extremismos que
se produjeron en torno a La Gloriosa habían disgustado a Galdós. Las imágenes
“lengua suelta”, “uñas lagartijeras” y la de “los dedos negros y rapantes”
podrían aludir a los baños de sangre, a José Paul y Angulo –presunto asesino de
Prim- y la oratoria de Ruiz Zorrilla, político hacia el que mostró muy poca
simpatía. En el Cap. III se dice de Benina que “nunca formuló protesta, ni se
la vio siguiendo de cerca ni de lejos la bandera turbulenta y demagógica de la
Burlada” (3). Si algo sorprende es que Galdós no parodiara a la oposición
oficial a Cánovas, quizás, porque fue diputado cunero de Sagasta.
La Restauración llegó tras el pronunciamiento
del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto. Galdós le convierte en un
pedigüeño cojo y manco en la novela:
“Eliseo
Martínez, que gozaba del privilegio de vender en aquel sitio la Semana
Católica. Era, después de Casiana, la persona de más autoridad y mangoneo en la
cuadrilla y como su lugarteniente y mayor general”. (Cap. III).
Aclarada su caracterización, se le rebaja más
cuando zanja una disputa con un tono impropio de un general, pero sí de un
guardia municipal:
“¡A callar
se ha dicho! –gritó el cojo vendedor de La Semana--. Aquí se viene a lo que se
viene y a guardar la circuspición.” (Cap. III)
No despista que venda el periódico aludido.
El Ejército era una institución que había sido liberal, pero se había puesto al
servicio de las ideas de Cánovas y constituía un pilar firme del poder
restaurador.
El personaje Piche, pareja de Casiana,
representa al poder económico en la parodia. A través de Almudena, conocemos
cuanto los de su clase pensaban de este poder. El ciego habla con sentimiento
parecido al que, sospechamos, enervó el pueblo madrileño cuando en 1854 saqueó
la casa del marqués de Salamanca, el super-rico de la época, el icono del lujo
en la España de Isabel II. Almudena dice del Piche:
“Diniero él,
mucho diniero… Ser capatazo de la sopa en el Sagriado Corazón de allá… y en
toda la pobreza de allá, mandando él, con garrota él…barrio Salamanca….,
capatazo… malo, mu malo, y no dejar comer… Ser un criado del Goberno, del
Goberno malo de Ispania, y de los del Banco, aonde estar tuda el dinero en
cajas soterradas… guardar él, matarnos de hambre él…” (Cap.III)
Recordemos que Cánovas empezó su carrera
política cuando llegó a Madrid desde Málaga con una carta de recomendación para
su paisano el marqués de Salamanca quien le colocó en las oficinas del
ferrocarril Madrid-Aranjuez. No es baladí, por tanto, que Galdós asociara a
Piche con el marqués, muerto cuatro años antes de publicarse la novela. Sin
embargo, si hay una imagen irónica que resume como pocas lo que acontecía en
aquella sociedad es cuando Benina y Almudena lamentando su mala fortuna van a
parar a la plaza del Progreso y, sentados al pie de la estatua, deliberan sobre
las dificultades y ahogos del día.
Misericordia es una novela que esconde varias
parodias que otros investigarán, pero la interpretada por los mendigos me
parece de las principales al desnudar a la Restauración y lo que representaba.
La novela fue escrita en los comienzos de 1897. El anarquista italiano Miguel
Angiolillo, asesinaría a Cánovas el 8 de agosto de ese mismo año en el
balneario de Santa Águeda. Cánovas se reponía de su habitual glucosuria y del
agotamiento producido por las tareas de Estado.
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NOTAS.-
(1) - Este escrito se relaciona parcialmente
con mi artículo “Miseria y parodia galdosiana de la Restauración”, Ínsula, Año XXV, nº 291 (Febrero,
1971), pp. 4-5.
(2) - Curiosamente, Galdós vuelve a utilizar
el nombre de Casiana al referirse a la joven analfabeta, pero de carácter dulce
y sencillo, que cautiva a Tito en Cánovas,
el último Episodio Nacional del escritor.
(3) - Precisamente en Cánovas, episodio para el
que Galdós guardó su valoración explícita de la Restauración, se dicen estas
palabras reveladoras: “¿Crees tú,
Titillo, en la revolución? No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni
en los antidiluvianos, esos que ya chillaban en los años anteriores al 68. La
España que aspira a un cambio radical y violento de la política se ha quedado,
a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, lustros tal vez,
quizá medio siglo largo, antes que este Régimen, atacado de tuberculosis
étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de
lumbre mental.”