miércoles, 25 de abril de 2018


PÍO BAROJA: SUSANA (1938)[i]


Estudiaremos la novela de Pío Baroja más desdeñada probablemente y que atrajo a menos estudiosos. Birute Ciplijauskaite, en las páginas finales de un libro suyo verdaderamente excelente,  asume que Susana –como anticipó Eugenio de Nora-- pertenece al periodo decadente del vasco en el que repite temas y situaciones. Añade que el protagonista trata de un personaje conocido: “hombre fantaseante y sentimental que intenta ser realista y objetivo[ii]  circulando por una trama casi inexistente que carece “de un interés sostenido. Los episodios secundarios son autónomos y se pueden incluir o dejar aparte[iii]. Piensa que la intriga amorosa  tampoco anima el interés y reitera que en temas de amor Baroja no había aprendido nada todavía.  Aunque la acción acontece durante la Guerra Civil  y se presenten tipos de exiliados, “la realidad de la guerra se queda muy al fondo.”[iv]

La novela fue encargada por la editorial donostiarra Bimsa y, se piensa que urgió a Baroja a concluirla pronto; la urgencia justificaría su precipitado final, pero no lo apoyamos.  Baroja era un experto en el arte de  novelar y tenía trazado un plan para el manuscrito de Miguel Salazar con sucesos ya transcurridos, no nuevos, incluido el momento en que finaliza su relación con Susana, y al plan previsto se atuvo. Si el tema principal de Susana --como de otras novelas suyas-- es el fracaso frente al destino, ni la noticia del fallecimiento de la protagonista ni la brevedad de algunos capítulos finales debe atribuirse a premura. Susana no es una novela de Baroja desdeñable, pertenece al realismo barojiano y ofrece, como veremos,  aspectos interesantes sobre su manera de novelar y su evolución.

García de Juan recoge una cita del propio Baroja afirmando el realismo de su novela al referirse a los personajes cuya creación simultaneaba con artículos para la prensa sudamericana: “casi todas las figuras que aparecen son reales, más o menos disfrazadas (…) me puse a escribir una novela de ambiente parisiense, que fue Susana y los cazadores de moscas, en la que conté la vida de un manchego a orillas del Sena, un manchego que nada tenía de Quijote, ni tampoco de Sancho Panza (…) La vida de un español joven, áspero y pesimista aficionado a la química, que vivía en una calleja de Montrouge, me sirvió para mi relato.”[v] García de Juan demuestra muy acertadamente que si comparamos las novelas Susana y Laura con los escritos autobiográficos de Baroja—de Juan lo hace minuciosamente--, y dejamos  a un lado parques, jardines y edificios visitados por el autor, “se deduce una constante influencia de la realidad vivida en Francia y su capital, así como en Suiza en 1937 o antes, y de las noticias que de una u otra forma le llegan de España.”[vi] 

EL PROTAGONISTA

Miguel Salazar, rubio de ojos claros, es un manchego hijo de boticario que estudió Farmacia, pero no pudo heredar la botica donde trabajaba su padre porque no había concluido la carrera y la familia atravesaba una mala situación económica. Marcha a Madrid para regentar una farmacia con poco sueldo; Doña Márgara, la propietaria, viuda fondona y cuarentona se le insinúa, pero Miguel prefiere continuar siendo pobre dedicado a la lectura y la pintura hasta que la viuda le envía a París en busca de un medicamente que proporcione un éxito a su farmacia.

El lector aprecia enseguida que Miguel no pertenece al estamento de los hombres de acción barojianos y tampoco es un dechado de cualidades, vamos, que se integra con simpleza en el grupo de los antihéroes pusilánimes.

Miguel mismo se piensa falto de condiciones para destacar. No sabe hacer ni amigos ni protectores. Se estima infantil y tímido, pero también “sereno, frío, tranquilo(10).  Su único vicio consiste en tomar café y a los 28 años tiene ideas pesimistas de viejo. Su Dulcinea son los libros, que devora. Vive resignado a una existencia monótona; ni siquiera le apetece viajar. Es el retrato de un sedentario que no encuentra un momento de suerte en una vida en la que “vegetaría miserablemente(12). 

Animado por un médico que le convence para que acepte la propuesta de Dª Márgara, sale de su carapacho y se va a París. Instalado en un hotel del bulevar Saint-Michel, busca sin éxito el medicamento que ensueña Dª Márgara, viaja una semana a Londres y a la vuelta recibe la noticias del estallido de la Guerra Civil.

El Capt. III recoge el impacto de la guerra en los españoles que están en Francia y en los franceses. A Miguel, la Guerra Civil le produce perplejidad y desorientación; confía en que sea una cuestión de días pese a los augurios de que durará. Un mes después continúa perplejo y el regente que le sustituyó en la botica de Madrid le entera de que los milicianos han ido a buscarle sin duda para darme un disgusto, porque me consideraban reaccionario(17) aunque nunca antes se había manifestado políticamente.

El París que Miguel vive se reduce a un espacio social proletario de  personajes míseros o derrengados, a veces plurinacionales, pero Miguel no estima que pertenece al ámbito de miseria de los otros aunque la pobreza asome en su vestuario; siempre aparece su talante burgués de clase, por ejemplo, cuando viviendo en el  hotel dice que le molesta el olor a pobre que sube del portal a las habitaciones del León de Plata (20), al afirmar que la multitud le espanta, o cuando piensa mal de la gente con la que convive: “aquella gente del hotel era sospechosa, antes de acostarme cerraba la puerta y la atrancaba(22).

Al principio de esta novela proliferan las estampas del universo proletario, pero no existe la denuncia social que, por ejemplo, encontrábamos en La lucha por la vida; cuando Miguel sale de la postración y le aceptan para traducir prospectos de farmacia, escribe: “Ganaba menos que un peón de cualquier oficio manual y hasta algunas criadas; pero si me hubiera presentado ante un grupo de obreros, me hubieran llamado miserable burgués.(28)

Es sabido que Baroja también construía a sus personajes mostrando lo que no eran, parecían o no les gustaba. Miguel no aprecia el París monumental y tampoco tiene espíritu de turista. Menos aún se imagina un hombre importante; no es nadie y encuentra lógico que la gente tampoco le muestre simpatía. Aunque tiene”la sospecha un poco triste de que no me ha querido nunca nadie(101) goza del beneplácito de los demás y el Sr. Olivier piensa que puede llegar a hacer algo en el campo de la experimentación. Vive con resignación y, de cuando en cuando, se autocompadece: “no creo que haya hecho nada para merecer tan desdichada suerte”. (41) Se siente próximo a Jill Fortuner, pero desde sus desemejanzas; a Jilll le gusta el deporte y jugar al ajedrez;  Miguel no practica esas aficiones y le parecen aburridas; la amistad surge de estar juntos, de no molestarse el uno al otro.

La aproximación de Miguel a Susana surge hacia la mitad de la novela, en el capítulo X, pero es un acontecimiento que pone de manifiesto una batalla entre su carácter irresoluto y los sentimientos que ella despierta: “El verme dominado por una pasión amorosa, me alarmaba(74) y se considera  un imbécil por no haber cortado antes esas ilusiones. Al encontrarse en la casa del Sr. Roberts con otras personas sospecha que están ahí porque Susana quiere que le estudien y ello le induce a mostrarse con prudencia y pintarse como un hombre pobre y sin pretensiones. (91)

La relación amorosa progresará muy lentamente, pero proporciona nuevos aspectos del protagonista. Estando en casa del pintor Ferón le molesta ver a un joven comentando al oído de Susana cosas en secreto. Se trata de un chico que ella  conoce desde niño por lo que Susana advierte:Veo que es usted celoso(140), concepto que eleva arecelosocuando Miguel asume que el joven está enamorado de ella, y el cumplido deriva amalévolocuando pone en solfa las conversaciones entre los pintores Ferón y Roberts.

La relación Miguel-Susana no adquiere visos hasta el Capt. XIX, bien avanzada la novela, cuando Miguel muestra su preocupación por lo que el Sr. Roberts opina de él como pretendiente de Susana y si le parecería digno para entrar en la familia. Susana disipa sus dudas aunque reconoce cierto cariño egoísta en su padre porque no desea separarse de ella.  Para vencer una posible hostilidad propone que asegure a su progenitor que no pretende casarse con ella y que ha encontrado un procedimiento práctico y barato para terminar con las moscas. Y cuando Miguel le pregunta si ella sería positiva con su pretensión, Susana le asegura que sí. La emoción de Miguel le lleva a estrechar las manos de Susana con efusión (143) y como una declaración de amor velada; la secuencia tiene un parecido lejano con la concertación de los matrimonios por conveniencia pese a que un Miguel eufórico articula este cumplido: Usted es mi inspiradora, y yo la considero muy superior a mí.(145) La timidez es, no obstante, una característica de la chica que ella describe así: “he vivido tan aislada, que me ha quedado la timidez como una enfermedad (…) A pesar de esto, no crea usted,  si tengo que hacer algo difícil,  me armo de decisión y soy hasta valiente.(145)

Sin embargo, aparecen curvas en la relación entre ambos jóvenes. Susana enferma y viaja al norte con su padre sin comunicárselo a Miguel. Ni siquiera habrá relación epistolar, aunque Susana piensa al regreso del viaje que su padre hizo desaparecer las cartas de Miguel y escamoteó las suyas a él (177).

Cerca del final, Miguel parece un enamorado incondicional al responder a la pregunta de Susana si es celoso y responder: “Algo, sí, y soy exclusivo. Me preocupa usted; ya no me preocupan los demás, ni mujeres ni hombres.(182)

El médico recomendará que Susana vaya a un país de sol para recuperar plenamente la salud y padre e hija viajarán a El Cairo siguiendo el consejo médico. Los novios acuerdan preparar los papeles del casamiento para la vuelta y, como en las viejas películas, habrá un beso de despedida. “De pronto, unos días sin carta. Después un telegrama. Susana había muerto en un accidente de automóvil.(188) Baroja muestra la mayor sobriedad al comunicar al lector un  desenlace tan sorprendente como inesperado, sin embargo no es tan sorprendente si leemos con atención los capítulos anteriores al viaje y nos fijamos en las consideraciones de Susana sobre la muerte.

Miguel desesperará de dolor, viajará a Italia por consejo de sus allegados y regresará a España. Los dos párrafos finales los escribe desde el frente. Poniéndose a examen de la persona para quien escribe su relato; dice: “No sé lo que pensará usted de mí, ni que considerará usted auténtico y profundo en mi manera de ser, si la pasada tendencia al sentimentalismo y a la blandura, o la actitud de dureza, de energía y de serenidad. Yo mismo no sé a qué atenerme.” (191)[vii]

LOS PERSONAJES FEMENINOS

No sustentamos la opinión de que en temas de amor Baroja no había aprendido nada todavía como escribió Birute Ciplijauskaite porque novelas de fecha anterior a Susana demuestran lo  contrario; la creación misma de Susana, casi un dechado de perfecciones,  niega que Baroja tuviera una visión negativa y distante de la mujer.

Las mujeres que aparecen en Susana desempeñan papeles esporádicos a excepción de la coprotagonista, pero la visión general es amable con la sola excepción de Dª Margara (“maliciosa y suspicaz(12)). Las demás viven, son artistas, algunas arrastran dolor por la suerte de sus amados en la Guerra Civil y otras padecen situaciones denunciadas por Baroja: la dificultad del matrimonio si no se tiene trabajo: “¡Casarse sin dinero o sin empleo en París!-–exclamó Juana Mari--. Es imposible, o, por lo menos, muy difícil. Habría que casarse con algún desesperado.” (59), y la explotación de las mujeres como la sufrida por la pintora polaca, aristócrata venida a menos y explotada por los comerciantes de cuadros.

Susana aparece pasadas cincuenta páginas, pero ya sobre el papel, su autor traza un dibujo donde resplandece su belleza y “un aire un poco delicado y frágil(53), suficiente para despertar la admiración de Miguel. Es una mujer  inteligente y aplicada que ganó una oposición a archivera con el número 1. Domina la geografía urbana de París y da sustancia a la retahíla de calles --que abruma al lector-- ilustrándolas en ocasiones con relatos bien humorados como el relacionado con el castillo de Vauvert.

De alguna forma pertenece a la estirpe barojiana de las salvadoras, las mujeres que, como acontece en La lucha por la vida, rescatan a su hombre del laberinto vital en el que anda perdido. Los hilos salvadores de Susana son menos pretenciosos: buscarle una vivienda mejor, moverle por el espacio invitándole a ir a otros lugares y conocer a diversas personas,  ayudándole a traducir al francés las memorias encargadas por el Sr. Olivier, invitándole a pintar  y proponiéndole la lectura de grandes autores, es decir, patrocina mejorías en sus aficiones de siempre.

Susana enferma cerca del final adquiriendo un aspecto lánguido y melancólico en un verano sofocante  y “hablaba mucho de la muerte y de la tristeza del tiempo que pasa, con cierta delectación.” (181) En los últimos capítulos, la muerte aparece en sus pensamientos y diálogos como un presentimiento. No hay urgencias del editor. Baroja estaba preparando la noticia de un final acorde con su idea de la fatalidad del destino.

LOS PERSONAJES SECUNDARIOS Y ESPORÁDICOS

A excepción del Sr. Roberts, pululan por la novela como parientes, amigos o conocidos de los   personajes principales o proceden de los círculos de la miseria; el narrador les perfila y cuenta su historia. Además de los franceses, también hay plurinacionales. Cuando la arquitecta inglesa invita a Miguel --español--,  a Jill -- hijo de un inglés-- y una estudiante china a visitar el estudio de la pintora polaca, el primero escribe: “Primero comeríamos en un bar ruso y luego iríamos a visitar a la polaca(45); después se sumarán una francesa y una rumana. La pintora polaca, es descrita como “vieja con aire de  momia(47), algo desmemoriada y con un pequeño zoo en su casa. La secuencia sirve para dar entrada a la protagonista, Susana, que aparece en compañía de su padre, el pintor Emilio Roberts cuyos razonamientos negativos sobre el arte moderno  sirven para caracterizarle (50 y ss.)

Emilio Roberts tiene recorrido en el texto y hay cierta delectación en su retrato. Yo no me creo un gran artista, querida(51) dice a su hija, pero presume de serlo; si su aspecto es de hombre elegante, también surge el caricato cuando persigue una mosca con ansiedad provocando las risas del puñado de conocidos que viaja con él en el metro para visitar el estudio de otro pintor. Exhibe un aire bohemio, pero “se manifestaba insociable y misántropo. No quería nuevas amistades, era un tanto teósofo y medio budista. Como pintor, creía que la pintura había terminado en el impresionismo(63)

Roberts posee una opinión peculiar sobre las mujeres al pensar “que el hombre que mejor había comprendido el destino de las mujeres era el señor Landrú.(95) Pero serán las mujeres las que mejor le evalúen y descubran. Una amiga de la señorita Bartas, le considera como “un hombre de una inquietud y de un egoísmo terrible. No quiere que su hija se case, porque se quedaría solo y no tendría quien le cuidara.”(99) Su hija misma piensa: “El miedo a la enfermedad, el aislamiento, le están fastidiando; yo creo que querría vivir en un quirófano esterilizado y antiséptico.”(102)

Roberts también cree que el hombre es enemigo del hombre, pero lo singular de su personalidad es la pertenencía a la cofradía de los cazadores de moscas, al igual que el osteólogo-disecador o el pintor Aquiles Ferón. La preocupación de Roberts por las moscas es sanitaria: “La mosca parece que es un elemento de contagio terrible(92); estima que se debe tener higiene y dar seguridad a la vida, y cuando Miguel esparce dudas al decir: “Usted habrá oído decir que hay heridas que se curan antes cuando las tocan las moscas(93) se informará sobre los procedimientos para eliminarlas. Para el cazador de moscas Paul Olivier la existencia de las moscas es “la prueba absoluta de la falta de cultura(108) y cuando favorezca a Miguel con el encargo de unas memorias, una versará sobre la extinción de las moscas.

El subtema de los cazadores de moscas se incorporó al título de la novela en la edición de 1941 con la aquiescencia de Pío Baroja. Puede estimarse como una boutade barojiana. Desde una visión republicana, las moscas representarían a los aviones mosca[viii] de la contribución rusa a la Guerra Civil que los nacionalistas pretendían abatir, pero esta interpretación supondría un alineamiento de Pío Baroja por cualquiera de los bandos difícil de sustentar para los años 1937/38. Sin embargo, merece un aprecio la opinión de Francesca Crippa al decir: “las moscas representarían los aspectos más triviales de la existencia y en este sentido la importancia que los personajes les atribuyen se convertiría en el símbolo de una generalizada falta de valores que caracterizaba, según Baroja, la sociedad española de su época; por otro lado, la imposibilidad de alcanzar el objetivo final sería una metáfora de la condición existencial del hombre moderno, obligado a luchar constantemente para defender sus sueños e ideales.”[ix] Ahora bien, si tenemos presente que los cazadores de moscas son franceses, mejor sería decir que la falta de valores que Baroja denunciaba también la veía en una Francia que estaba a las puertas de IIª Guerra Mundial.

EL ESPACIO NOVELESCO

La novela transcurre principalmente en el entorno del parque de Montsouris, un reducto de amor que despierta vivencias y sensaciones agradables, al contrario de las calles cercanas cuya atmósfera de miseria parece un remedo del ambiente espacial de La busca trasladado a París. También Influye el libro Causas célebres de todos los pueblos  prestado por la dueña del hotel para que se entretenga; contenidos del mismo pasan a la novela. La prisión de la Santé y el recuerdo de una guillotina provocan en Miguel esta reflexión: ”Esto debe ser la imagen de la vida—pensaba al contemplar el sombrío edificio--. Aburrimiento y tristeza dentro, y la muerte fuera.”(33) La clínica de locos del barrio también le suscita sensaciones mórbidas. Confiesa que  Algunas calles  me daban casi miedo(35) y mira con terror hacia sus edificios pensado que sólo podían desarrollarse cosas terribles en ellos.

Mucho más adelante, cuando Miguel conoce la Salpêtrière con sus viejas terribles, Susana  comenta: “yo no comprendo tanto ese gusto por  los rincones negros(123) Miguel confiesa: “La vida que pasa por delante de los ojos me llama más la atención que el arte que se guarda en los museos.”(125) Y Susana asiente para definirle así: “Es usted un observador de las cosas pequeñas.”(126)

La visión de París brota de técnicas impresionistas y no siempre es triste. Resplandece en ocasiones, por ejemplo, en los comienzos del Cap. XIII cuando se describe una noche invernal en la proximidad de la Nochebuena. (103/104) También cuando se describe el Paris de los días de fiesta y feria en el Cap. XV (116/118) y el regreso de las gentes hacia sus casas al anochecer (167), páginas formidables del mejor Baroja.

EL TEMA DE LA GUERRA CIVIL

La Guerra Civil aparece, efectivamente, en el fondo de la novela desde las primeras páginas y desde dos puntos de vista. Cuando Miguel regresa a París desde Londres dice al final del Cap. IIº: “me encontré sorprendido con las noticias de la revolución española.”(15) Sorpresa que se vuelve perplejidad, --aunque espera que la situación se aclare en unos días -- y más al saber que los milicianos han ido a buscarle en Madrid.

Los españoles que viven en Francia tienen parecidas reacciones, pero  no se muestran excesivamente preocupados y su afán consiste en ingeniárselas para  vivir como el catalán Juan Samper que ha huido de la zona roja y subsiste de una pensión del gobierno español desde antes de la guerra (37). Otros no están a la altura; a Miguel le insatisface el trato bromista de los estudiantes españoles y decide no volver a reunirse con ellos (41).
El tema de España es un motivo de conversación de los franceses. Muestran sentimientos, pero un conocimiento escaso de nuestra geografía, historia y de los motivos de la contienda; su visión es estereotipada o negativa. En el Cap. Vº se discute sobre si San Sebastián es francesa o española (42). Una amiga de la institutriz Ernestina recién llegada de Madrid, comenta: “Aquello está muy mal. ¡Qué pena! ¡Yo que le tenía tanto cariño a ese pueblo! Allí  ya no se puede vivir.” (58) Cuando Miguel visita al profesor  Paul Olivier se dice que España “era un volcán,  que todos los españoles éramos fanáticos y energúmenos; otros aseguraban que España era un país tan libre como cualquiera. Una señora afirmó que en España las mujeres no pensaban más que en sus hijos y no hacían vida de sociedad.(105/06). Una visión más profunda la tiene precisamente Paul Olivier para quien “los españoles serían gente desencantada, quizá demasiado ambiciosos, porque él creía notar esto lo mismo en Séneca que en Cervantes, en Ignacio de Loyola que en los conquistadores.”(106)

Cuando se pide a Miguel que opine asegura no haber pensado en la cuestión, pero animado por los concurrentes en la casa de Olivier comenta que, desde un punto de vista,  las gentes de todas partes parecían iguales“y, desde otro, la gente de las naciones, de las comarcas e incluso de los pueblos parecían diferentes.

Al final de la novela vemos a Miguel, afligido por la muerte de Susana, sin ambición alguna y convencido de que nada se podía prever; llega a Cádiz desde la Italia fascista y se inmiscuye en la guerra no por patriotismo hacia uno de los lados sino porque se ha quedado sin dinero.  Ahora trabaja en una ambulancia del frente haciendo análisis y fabricando sueros, viendo a diario muertos,   acostumbrándose  a la idea de la muerte y sin saber a qué atenerse.





NOTAS.:
[i] Pío Baroja, Susana, Bruguera, Barcelona, 1981. Mis citas de la novela corresponden a esta edición. La novela fue publicada por Bimsa como Susana en 1938. El nombre se ampliaría a “Susana y los cazadores de moscas” en la edición de Editorial Juventud de 1941 y en las posteriores. García de Juan en el libro que citamos después comenta las variantes entre la edición primera y las posteriores.
[ii] Birute Ciplijauskaite, Baroja, un estilo, Ínsula, Madrid, 1972, p. 242.
[iii] Ciplijauskaite, op. Cit., p. 243.                                 
[iv] Ciplijauskaite, op. Cit., p. 244.
[v] Miguel Ángel García de Juan, Las novelas parisienses de Pío Baroja (Susana y Laura, 1936-1939), Caro Raggio, Madrid, 2007, p. 29.
[vi] G. de Juan, op. cit., p. 33.
[vii] Me parece acertada esta reflexión de García de Juan: “El protagonista se ha mostrado en unas ocasiones como  un ser en exceso racional, endurecido por la vida, irreductible pesimista… pero en otras, ha cedido ante el poder de los sentimientos y de la ilusión. En consecuencia, todos los estados que se producen en el itinerario vital de los individuos son auténticos, todos son frutos de un destino contra el que es inútil luchar.” Op. cit., p. 72
[viii] Los cazas Policarpov I-16 fueron contribuidos por la URSS a la IIª República española; venían desmontados y en cajas con el nombre Москва en cirílico lo que llevo a los republicanos a llamarles “moscas”.
[ix] Francesa Crippa, “La literaturización de la experiencia del exilio como síntesis de la trayectoria política barojiana: el caso de Susana y los cazadores de moscas” Università Cattolica del Sacro Cuore (Milano), Verba Hispanica XXIII, p.240. Se puede leer en Google

jueves, 1 de febrero de 2018




PÍO  BAROJA: CÉSAR O NADA, UNA NOVELA POLÍTICA




Sabemos que el hombre de acción es el personaje que destaca sobre todos en la novelística de Pío Baroja. Parece unívoco, pero encarna tipos distintos, por ejemplo, Zalacaín es el aventurero, mientras César Moncada será el político. Si Zalacaín surge en un ambiente de trance romántico, César Moncada lo hace inmerso en otro de realismo absoluto; su figura, pensamiento y actuaciones serán connaturales con el tiempo en que se escribe la novela.

Galdós había publicado y estrenado su Casandra y Pilar Hualde Pascual piensa que, para entenderla bien, se deben tener en cuenta los sucesos socio-políticos que tienen lugar entre 1905, año de la aparición de la novela dialogada, y 1910 año del estreno del drama: “Nos encontramos en los años iniciales del reinado de Alfonso XIII, en una España empobrecida y maltratada por los vaivenes políticos y dominada por los sectores eclesiásticos, pero donde comienzan a despegar los grupos de la izquierda, como los socialistas y los republicanos, a cuyas ideas se acerca Galdós hasta el punto de ser elegido diputado republicano por Madrid en las elecciones de 1907.”[i] La profesora Hualde recuerda la leva de soldados para luchar en Marruecos de 1909, la caída del gobierno Maura ese mismo año, la llegada al poder del liberal Canalejas y que en diciembre de 1910 se aprueba la Ley Candado que ponía límites a las órdenes religiosas. Hualde  concreta: “Estos hechos y, en definitiva, el malestar social que se vive en España entre 1905 y 1910, son clave para la interpretación de la Casandra, tanto de la novela, como de la obra teatral y sólo conociendo el contexto social y político del momento es posible entender la idea matriz de la obra, la crítica a los excesos de la Iglesia Católica y a la hipocresía de la sociedad de la época.“ Y no se puede olvidar a Joaquín Costa, adalid del regeneracionismo que murió en 1911 y llevaba años predicando de modo encarnizado contra el caciquismo y las oligarquías que representaban el poder  político[ii].

Baroja vivía inmerso en esa realidad político-social. Como Galdós trató de intervenir directamente en la política. Mary Lou Bretz comenta: “Según Granjel, en 1909 Baroja se afilia brevemente al partido lerrouxista y llega a presentarse como candidato, haciendo varios viajes a provincias en beneficio del partido. El novelista tuvo ocasión de observar la maquinaria política de la España rural, que luego refleja en la descripción de Castro Duro.[iii]

Debido a su nueva filiación, Pío Baroja dejó de frecuentar El Imparcial, periódico literario por antonomasia, pasando el tiempo  en El Radical, diario político del que Miguel Pérez Ferrero comenta: “Y Lerroux, jefe del partido republicano radical, su orientador y sumo pontífice” (…) “Allí muy de tarde en tarde acudía algún que otro literato, pero era el punto de reunión de políticos republicanos y hasta de anarquistas. En aquella tertulia Baroja aprendió a no tener ninguna fe en las gentes que la frecuentaban.”[iv] Con todo, Baroja logró que El Radical publicara Cesar o nada como folletín en mayo de 1910; después, --una vez corregida-, Renacimiento  publicaría la novela como libro.

En esos comienzos del siglo XX, Baroja imaginaba una novela sobre César Borgia y alude a ello en Mis mejores páginas (1918) recordando la visita que hizo a Viana de Navarra con Maeztu. Sabemos por Pérez Ferrero que un viaje posterior  a Italia en 1908 le detuvo “en Roma con la intención de documentarse para escribir una novela arqueológica-histórica alrededor de la vida de César Borgia. Pronto comprendió que la tarea habría de presentársele ardua e ingrata y que la fidelidad documental restaría posibilidades a la brillantez y al éxito del relato[v] y aunque algunos hablen de parecidos entre Moncada y el otro César no son verdaderamente importantes en mi opinión.


LAS DOS PARTES DE LA NOVELA

César o nada se divide en dos partes desiguales. La 1ª se concentra en la figura del protagonista enfrentada a una serie de personajes, unas veces episódicos, otras fugaces, divididos en dos categorías principales: curas afines por su ministerio o mujeres visitantes de la Roma del tiempo.

Los capítulos son breves, aspecto que ayuda a sobrellevar  el ritmo lento que se concatena con el deambular pausado de César y el sosiego de las charlas que se producen, salvo cuando el protagonista muestra aversión  hacia un  personaje o se muestra molesto por alguna situación.

El ritmo se aviva en la 2ª Parte, especialmente cuando se aproximan las elecciones deseadas por el protagonista y se da pie a una serie sucesiva de movidas políticas.


EL RETRATO INICIAL DEL PROTAGONISTA

Cuando el narrador tropieza con los hermanos Moncada recién llegados a Cestona, dice de César: “No pertenecía al tipo cetrino y desagradable de los bañistas; él era un joven flaco, rasurado, grave, taciturno(575). Esa imagen inicial carece de romanticismo; es la de un joven de aspecto adulto cuya apariencia importa menos que su luminiscencia como personaje.

A medida que el texto avanza y se detallan las veleidades políticas de César notamos su semejanza a los  jóvenes de cualquier tiempo que buscan crearse una personalidad medrando en política; no se apoyan en una filosofía, ideología o patriotismo, personifican una aventura personal labrada en un yoísmo descarado que lo abarca todo. No obstante, el narrador tampoco tiene la intención de crear un estereotipo; concibe al protagonista pausadamente: en la primera parte de la novela trabajará su formación; después desarrollará el aprendizaje de una carrera patrocinada inicialmente por los conservadores para después volar al recinto del liberalismo.

En el prólogo, el narrador valora el individualismo: “Lo individual es la única realidad en la Naturaleza y en la vida” (…) “Sólo el individuo existe por  sí y ante sí(573) y añade: “En lo humano, como en toda la Naturaleza, el individuo es lo único(Ibíd.) Después apunta cuanto puede suceder a un joven como César: “En España, donde el individuo y sólo el individuo fue todo, se aceptan como dogmas indiscutibles las aspiraciones colectivistas de otros pueblos. Hoy nuestra tierra comienza a ofrecer un brillante porvenir al que sepa exaltar las ideas y los sentimientos  generales, aunque estas ideas y sentimientos pugnen contra el genio de la raza (574).

César comenta al narrador: “sé lo que hay que hacer en España. Yo seré un instrumento. Para eso me estoy preparando. Ideas, costumbres, preocupaciones, quiero crearlas para el papel que voy a representar(577).  Después de escucharle, el narrador interpreta: “Entonces –argüí yo- para usted lo moral es la fuerza, la tenacidad; lo inmoral, la debilidad  y la cobardía.” (Ibíd.) El mismo César conjetura el final de su batalla: “Si llego a triunfar, seré una gran figura; si fracaso, dirán los que me conozcan: “Era un canalla, era un bandido”. O quizá digan era una pobre hombre, porque los hombres que sienten la ambición de ser fuertes no tienen nunca un epitafio desapasionado.(579)


EL PEDIGRÍ DE CÉSAR Y SUS ESTUDIOS

César conoce el poder del dinero. Cuando el tren París-Vintimille cruza la Costa Azul saca de un bolsillo el  Manuel del especulador en la Bolsa de Proudhon, lee y marca los pasajes más interesantes. El narrador le deja leyendo y ofrece al lector el pedigrí de los Moncada.

Son gente de energía, astucia y vengativa; al hablar de Juan Guillén --quien precisaba del trabuco para tratar asuntos con cualquiera-- se dice: “Su barbarie no le impedía ser fino y atento, porque se hallaba convencido de que su vida era una vida casi ejemplar.” (584) En la familia hay una mujer que se echó a perder, su hermano llega a  superior de una orden y protege a un sobrino para que haga carrera eclesiástica y el sobrino cumple convirtiéndose en un ultramontano que llega a cardenal. Éste trata de repetir su historia sugiriendo a su hermana que su hijo,  César Moncada, se dedique a la Iglesia, pero el niño, de sólo doce años sorprende al asegurar “que antes se mataba que ser cura o fraile, porque era republicano(588). El anticlericalismo  no es gratuito, como sabemos oreaba en la sociedad del tiempo; lo refleja el padre de César, poco favorable a que el hijo se haga clérigo.

Cuando César estudia interno en un colegio madrileño de los Escolapios se dice que no es proclive a expansiones  afectuosas, pero es capaz de extravagancias y de introducir periódicos anticlericales que lee con entusiasmo porque siente un odio frenético hacia los curas. Otro trazo de su carácter es que “César se distinguía por la rapidez de sus decisiones y por su falta de vacilación en los juicios. No sentía ninguna timidez ni para afirmar ni para negar(589) y los compañeros no querían discutir con alguien que creía tener el monopolio de la verdad.

César cursará estudios superiores en Madrid porque le parece insoportable hacerlo en una capital de provincia. Come en casa, pero vive solo en un gabinete con alcoba. No aprecia sus estudios de Leyes y lo compensa estudiando también Zoología y  después Fisiología, pero es la Bolsa la que suscita su verdadero interés: “su gran orgullo era enterarse con detalles de las especulaciones que se hacían y hablar en los corros(591); sus conocimientos le granjean la consideración de amistades como la familia de su amigo Alzugaray por haber recomendado operaciones que la beneficiaron. Aunque el común de los aspirantes a políticos se forma en la universidad, César la desprecia profundamente y también las algarabías y manifestaciones estudiantiles.

Ajeno a filosofías o ideologías, César llega al escepticismo absoluto: ”su nihilismo era más bien la confusión y el desconcierto  del que explora mejor o peor una comarca y no encuentra en ella ni orientación ni caminos, y vuelve creyendo que hasta la brújula no tiene exactitud en lo que indica.” (591) Próximo a terminar la carrera anuncia a Alzugaray que posee un plan filosófico, pero su amigo no encuentra aspecto práctico en sus ideas.


¿HAY FILOSOFÍA EN EL PERSONAJE?

Sobre las influencias de la filosofía en la novelística de Pío Baroja, la profesora Roberta L. Johnson  recuerda que si las primeras obras del vasco se consideran “como las más schopenhauerianas”(…)”el ideal nietzscheano de acción voluntarista empieza a asomarse y se encuentra expresado de una u otra manera en la mayor parte de las novelas escritas entre 1902 y 1910, llegan en su culminación en César o nada”[ix]  y cita a Gonzalo Sobejano: “Si César Moncada es, pues, el más animoso hombre de acción del repertorio barojiano, Andrés Hurtado, protagonista de El árbol de la Ciencia (1911), es su más exacto reverso; el hombre contemplativo por excelencia, el abúlico, el nihilista sin remedio. César es un personaje nietzscheano, Andrés, un completo precipitado del materialismo y de la filosofía de Schopenhauer”[x].

Aceptamos el fondo de estas opiniones aunque no siempre estaría de acuerdo con el maestro Sobejano como le comente personalmente en su casa neoyorquina. Pienso que César no es “el más animoso hombre de acción del repertorio barojiano” porque, si algo resplandece en él como en otros hombres de acción barojianos es el individualismo y, dentro del individualismo  un yoísmo que le lleva a  abandonar personas y proyectos según conviene, incluso su mismo liderazgo; veo a César también como un gran manipulador y –si no forzamos la máquina del parecerse a-- no se significa por reflejar, tener o sentirse atraído por filosofía ni filósofo alguno; tendríamos que salir del texto.


EL PROTAGONISTA EN ROMA

Concluida la carrera y recibida parte de la herencia del padre que le correspondía, marcha a París y luego a Londres “siempre con el pensamiento fijo de emprender algo(593), pero el narrador no comenta la realización de  ninguna empresa. Se dice que dos años después acepta una invitación de su hermana Laura para que le acompañe en un viaje a Roma, ciudad que antes siempre se negaba a visitar. 

En Roma, a César le cerca un corro de chicas casaderas, normalmente rubias y de buen ver, si bien, dedica sus ocios a la Etnología y, por supuesto, al libro de Proudhon. Cuando su hermana le pregunta si va a huir de todo el mundo, si no piensa ver los monumentos de la ciudad, él asegura que el arte es bueno “para los que no tienen fuerza para vivir en la realidad(596); sin embargo, cuando ella le interroga sobre que hay para la gente fuerte, responde: “¡Para la gente fuerte!..., la acción”. (Ibíd.)

A pesar de la animosidad de César hacia el arte –exceptuando alguna representación femenina que le fascina--, el paisaje físico y monumental de Roma resplandece. Baroja conocía la ciudad bien y la 1ª Parte de su novela es –dejando la ficción de lado - una guía turística con descripciones estelares como las relacionadas con las catacumbas, el Palacio Farnesio que César admira por su representación de la grandeza, del poder y de la fuerza, la Sala vaticana de los Borgia, etc., etc… (656 y ss.)

Del paisaje humano de Roma ofrece visiones distintas sobresaliendo la anticlerical, tema que anega la novela (“La fauna clerical estaba admirablemente representada(597) [xi]) y, por una vez, no comparto la opinión de Francisco Pérez al sugerir que “Se trata de una descripción  demasiado parecida a otras muchas descripciones y da la impresión de haber sido escrita  simplemente de oídas” [xii]. Lo anticlerical estaba en el aire y un Baroja perspicaz recogía cualquier situación que surgía de la realidad, por ejemplo, al hacerse eco de otra circunstancia político-social en la escena del muchacho que escribe con carbón en una pared “Viva Mussolino!(598) [xiii] 


¿NOVELA ANTICLERICAL?

Decir que César o nada es una novela anticlerical puede resultar un lugar común, pero la aseveración invita a preguntarse qué clase de anticlericalismo existe cuando es participado por el narrador y el personaje principal. La respuesta puede estar en estas palabras de Jesús María Lasagabaster: “El anticatolicismo, el anticlericalismo, de Pío Baroja es sobre todo de raíz moral, mucho más que filosófica o religiosa propiamente. Es el divorcio tan profundo que percibe entre el ideal cristiano que dicen representar los curas y su conducta, tal como él la ve, o cree verla, en su momento histórico y político. Por eso, la crítica religiosa en Baroja es una crítica fundamentalmente española, es decir, dirigida directamente al rostro que ofrece a su consideración la práctica religiosa y moral de los católicos españoles contemporáneos, y sobre todo de aquéllos, curas, obispos, que encarnan de manera más prominente, la fe católica.”[xiv] De todos modos, la novela establece una paradoja sorprendente entre el anticlericalismo de Moncada y su empecinamiento en servirse de los curas para labrar el futuro propio.

Junto a César Moncada aparece el abate Preciozi enviado por el cardenal Juan Fort para que sirva de cicerone al sobrino. Rápidamente su papel muta al de interlocutor de un César nada interesado en la ciudad y sus gentes: “No soy un artista. Figúrese que mi especialidad son las cuestiones financieras” y, añade: “Estoy dispuesto a ignorar todo lo que no me sirve para nada(599) aunque para su hermana Laura: “lo ves todo con ojos de inquisidor(602). En realidad, César vive confundido y “Reconocía en su fuero interno que no tenía plan ni la menor orientación(604).

Preciozi piensa que César está trastornado porque añade mordacidad a su crítica anticlerical al enjuiciar los monumentos o al mismo Papa, actitud que bulle en la visita a su tío el cardenal. Pese a que el encuentro resulta glacial, César mantiene su empeño en servirse del clero –la institución más fuerte, la mejor relacionada-- para construir su futuro político aunque, momentáneamente, disimule orientando su acción vital hacia otros propósitos: “hacer el amor respetuosamente a la condesa Brenda y en pasear con Preciozi(614). Sucederá de otra forma.


AMOR Y POLÍTICA

En las páginas siguientes, César deja claro que no ve nada respetable en la mujer,  en el amor sólo si hay dinero y en el dinero si hay un poder que le catapulte cuando menos a una  vida mejor. Enseguida sabemos que las relaciones Brenda-César se han enfriado a causa de sus diferencias temperamentales. César recrimina la vanidad de Brenda por las cosas estúpidas, su pasión por las joyas y llega a un odio singular al “comprobar la salud de que gozaba. Era una salud que a César se le figuraba ofensiva, sobre todo comparándola con la suya, con sus nervios débiles y su cerebro inquieto (…) De considerarla como a una señora espiritual y delicada pasó a mirarla como una yegua poderosa, que no merecía más que el látigo y las espuelas.”(619)  César se volverá  más sarcástico y mordaz.

En conversación con otra dama, compara a los nacionales de varios países --incluidos los españoles--, con varios animales provocando la siguiente consideración de la señorita Cadet: “De manera que el mundo, para usted, es un jardín zoológico(623); luego, cuando le hace un horóscopo, comenta: “Tiene usted de  todo poco y mucho; no es usted un individuo armónico(624) ; asegura que es inteligente, muy lógico, pero con mucha y poca imaginación, valiente y cobarde. La Srta. Cadet actúa en la novela como una sibila, pues, le predice el futuro: César hará un viaje, entablará una lucha fuerte “Y vencerá usted, y será vencido…(Ibid.)


TEMPO VARIABLE Y UN NUEVO AGORERO

Aunque César rechaza los intentos de Preciozi para lograr una reconciliación con su tío el cardenal, no consigue más interés clerical en su favor que el del abate Citadella porque quiere conocerle; César se autopromociona  y define de la siguiente manera: “aquí donde usted me ve, soy el hombre que  entiende más de asuntos financieros de España, y creo que llegaré pronto a poder decir de Europa.” (626)
Inasequible al desaliento alimenta la pretensión de hallar entre los clérigos las palancas financieras  y las cartas de recomendación que posibiliten su éxito político en España. Logra poco: el Padre Herreros le ofrece escribir una carta de recomendación para  una viuda rica con fincas en Toledo, no congenia nada con el Padre Miró  y el Padre Ferrer no le recibe…

Ingleses, norteamericanos, franceses y judíos relevan a los clérigos en las sus tertulias, en especial el inglés Kennedy con el no siempre está de acuerdo. Conversando con él,  César afirma: “yo no soy un hombre de sociedad. Yo necesito la agitación, el peligro… y le advierto a usted que no soy nada valiente(638). Luego Kennedy le pregunta si es patriota y responde: “No tengo del patriotismo una idea trascendental. El patriotismo, como yo lo entiendo, es una curiosidad. Yo creo que en España hay fuerza. Si se encauzara esa fuerza en una dirección fija, ¿hasta dónde llegaría? Ese es mi patriotismo;  como le digo a usted, una idea experimental(Ibíd.) César, como muchos políticos de ayer y de hoy, utiliza ideas y símbolos según el momento.

Kennedy le dice que en Roma la única fuerza  que puede encontrar es de idiosincrasia clerical, pero que él no la tiene; César responde: “No; la cuestión es encaramarme; luego habrá tiempo de ir cambiando(Ibíd.) Entonces Kennedy le previene: “Usted no cuenta, amigo César, con que la Iglesia es fuerte todavía, y no perdona a quien la engaña.”(Ibíd.) Para Laura su hermano “es un demagogo”(636), alguien que no  demuestra nada, insincero, lleno de ideas estúpidas y un payaso. Kennedy, que ha sustituido a la Srta. Cadet en el papel agorero, asegura: “es usted un valiente…Ahora, dudo de su éxito(638),  subrayando líneas después: “Yo también tengo ahora alguna curiosidad por ver si llega usted a hacer algo.” (Ibíd.)

César persiste en la vía clerical hasta que un fraile le advierte, de parte del cardenal Fort, que no vuelva a presentarse en ninguna parte  dando el nombre de su tío porque está enterado de sus intrigas y exige que no vuelva a valerse del parentesco. César discute con el fraile y, exasperado,  llega a echarle amenazándole con una pistola. Es una acción negativa más porque no admite contratiempos a su estrategia; su carácter anda sobrado de insolencia.

Se aparta de la curia y frecuenta a artistas que nada le resuelven. Regresa a la vía clerical sin mejores resultados; cae en el abatimiento y más cuando su hermana y el hotel resulta invadido por los turistas: “La intranquilidad inducía a César a tomar resoluciones absurdas que luego no realizaba(651) No es un hombre de acción con plan a realizar. Sólo encuentra utilidad en la compañía de Kennedy con quien realiza visitas que tampoco le entusiasman.


AUT CAESAR, AUT NIHIL

Para Moncada el lema que César Borgia tenía grabado en su espada le alentaba a emprender empresas dignas de memoria como la de Julio César cuando desobedeció al senado romano cruzando el Rubicón con sus legiones e iniciando la guerra civil. Moncada comentaba que “no era una frase cualquiera, sino la decisión inquebrantable de ser rey o no ser nada(659), aunque su senado es la Iglesia. Cuando explica a Alzugaray por carta las impresiones recibidas de los Borgia, asegura que, si España siempre estuvo mediatizada por la religión,  la obra de España “debe ser organizar el individualismo extrarreligioso(Ibíd.) y añade: “Somos individualistas; por eso, más que una organización democrática, federalista, necesitamos una disciplina férrea, de militares.(660)


EL SIMBÓLICO CASTRO DURO

Imprevistamente, Moncada conoce al senador D. Calixto García Guerrero, gran cacique de la provincia de Zamora; le sirve de cicerone por Roma y el político queda tan agradecido que se le ofrece para cualquier cosa que solicite. César pide que le haga diputado y D. Calixto  promete hacerle por Castro Duro, localidad que Moncada desconoce.

Sin embargo, el hombre de acción aún prefiere la  vía financiera y estima más provechoso emprender una aventura sentimental con la millonaria Susana Marchmont. Viajando con ella por Siena, Florencia, Bolonia, Como, Ginebra, descubre sus defectos físicos y morales, su egoísmo grotesco que le apresuran a tomar la gran decisión: “Yo la abandono con sus millones, y me voy a España(677). 

César Moncada es un personaje actual parecido a muchos políticos de hoy, pero sólo parecido porque es un personaje de novela y como decía Ricardo Gullón en clase “el Napoleón de las novelas nada tiene que ver con el de la realidad”. Su desarrollo es lento porque a la postre crece como antagónico a los arquetipos que dominan el espacio simbólico de la España sintetizada en Castro Duro. Cuando Alzugaray le alienta a la acción: “Vamos a atravesar el Rubicón, César”, responde: “Hay que disfrazarse de corcho(678). Asume que las mediocridades ambiciosas se unirán contra él. Después  será otra cosa: “sabré demostrar que soy más amo que los que me rodean(Ibíd.)

Castro Duro figura en el mapa imaginario de España[xv] lo mismo que Orbajosa, Vetusta, Marinaleda o la Región de Juan Benet, lugares con entidad literaria simbólica producto de la imaginación de sus autores. Castro Duro es cualquier población castellano-leonesa importante en la antigüedad. Tiene un cerro, tierras planas y un río serpentino [xvi]; sus residentes son agricultores y trajineros que viven principalmente del vino y los frutales. Existe un viejo palacio parcialmente habitado por don  Calixto García, conde de la Sauceda, padrino de César y Moncada piensa que puede intentar algo en ese pueblo asegurando a Alzugaray que, como Julio Cesar tras una rápida e importante victoria, podrá repetir el “Veni, vidi, vici(685) posponiendo la acción para el final.

Don Calixto le informa acerca de las fuerzas conservadoras del lugar donde él ejerce como su Cánovas. Sobresalen don Platón y el Padre Martín Lafuerza, fraile ultramontano. Enfrente están el actual diputado liberal y sus amigos “que no representan nada más que el elemento oficial(688), una guerrilla que se reúne en el Casino obrero destacando un librero republicano, un boticario inventor de explosivos, un médico anarquista y el tabernero Furibis, “contrabandista y hombre de pelo en pecho(Ibíd.)

Algunos conservadores no terminan de ver a César como diputado. Don Platón recuerda la prioridad para el cargo de un duque local circunstancialmente preso en París;  César le parece demasiado joven, aunque si pese a todo llega a diputado, tendrá que aceptar dos condiciones previas: no intervenir en ninguna de las cuestiones del distrito porque se decidirán en el pueblo y sufragar  los costes de su elección. César no se amilana; asistirá al banquete en casa del cacique y lanzará la frase: “Empiezan las maniobras políticas.”(692)

César desea conocer a fondo sus futuros dominios y hace planes para modificar cuanto le irrita: “el salto de agua perdido sin dejar su energía en algo; la  hondonada, que podía transformarse en un pantano de riego; el río, que marchaba mansamente, sin fecundar las tierras; el campo de la ermita, que hubiera podido convertirse en parque, con una escuela alegra y clara.(697)  César está “encasillado como adicto desde el primer momento(702) entre los conservadores y, aunque teme la aparición de problemas, don Calixto le asegura que todo está arreglado y que le basta con ir a Castro Duro algunos días antes de las elecciones.

César constata la fuerza del Padre Martín y de los clericales  en los pueblos próximos a Castro Duro mientras a él se le ignora; comprueba que algunos están en contra suya aunque la política pase desapercibida en general: “En los pueblos lejanos no sabían ni quien era el rey ni cómo se llamaba.” (703) Se interesa por cuanto puede oponérsele y actúa contra los pillos que cambian las actas. Gracias al apoyo conservador, la elección le procurará casi dos mil votos más de los obtenidos por el candidato liberal.


CÉSAR COMO DIPUTADO CONSERVADOR

Continúa como un corcho: “No habla, no toma parte en los grandes debates(705). Como diputado, César lleva vida poco social  aunque habla en los pasillos “y sus comentarios irónicos, fríos y desapasionados, comenzaban a cotizarse(Ibíd.) Cuenta con el ministro de Hacienda para reducir el terreno de sus adversarios. Sin embargo, sus vínculos con Castro Duro han comenzado a modificarse. Ha establecido relaciones con el librero republicano y sus amigos: “Cuando llegó a ver que contaba con el elemento liberal y obrero, empezó sin tardanza a minar el terreno a don Calixto(706) y no se corta en propagarlo: “Mi procedimiento  de suprimir a los caciques en el distrito ha sido fácil—solía decir César--; he hecho que uno me inutilizara a los demás, y después a ese uno, que era don Calixto, le he inutilizado yo(Ibíd.)

Trabaja poco en el Congreso; su cometido se desarrolla en Castro Duro y en la Bolsa donde busca ganancias que le conviertan en el amo de su distrito. No se tarda en apreciar su doblez. Actúa como cualquier político profesional sin dar los pasos decisivos que tenía previstos; ayuda a liberales y progresistas, pero no se pasa al bando republicano aunque se le sugiera: “No, ¿para qué? –les contestaba César--¿Vamos a hacer algo más en Castro siendo yo republicano que no siéndolo? Además de que no saldría diputado y de que no podría tener entonces influencia (…) Un político  debe buscar, ante todo, la eficacia, y hoy el mito republicano en Castro no sería eficaz.” (710)

Cuando Alzugaray pregunta a César si cree que Castro Duro se va a transformar, si un darwiniano como él --para quien sólo la acción lenta puede transformar las especies y los individuos-- puede creer en el milagro revolucionario. César responde dejando pasmado al lector al aludir a los trabajos del botánico holandés Hugo de Vries, quien había comprobado que la planta Oenotheria lamarckiana, “sin influencia del medio, sin nada que lo justifique, cambia a veces y se metamorfosea en otra planta.(711) Por ello asume que un darwinista puede creer en el milagro revolucionario de lograr que Castro Duro se transforme en una nueva Atenas.

El discurso de César en la inauguración del Centro obrero repite cuanto dijo siendo candidato a diputado: resolver los problemas  de la falta de agua, advertir de que el pueblo morirá de hambre si carece  de una alhóndiga que regule los precios y, en lo referente a  las infraestructuras, comprometerse a que el Estado no abandone la comarca y pedir a los ayuntamientos que cuiden los caminos vecinales. Alzugaray le censura porque el pueblo no entendió nada de su discurso y asegura que unas cuantas frases de relumbrón habrían gustado más. La verdad es que los propósitos de  César parecen difíciles de lograr cuando se tiene tan mal conceptuados a los políticos y se piensa peor de la gente que le estuvo arropando: “es difícil encontrar nada tan vil, tan inepto y tan inútil como un político español. La burguesía española es un vivero de granujas y de miserables. Yo siento una repugnancia enorme al rozarme con ella.”(708)  Opina que su independencia actual se basa en el dinero: “Con el dinero de la Bolsa, César se estaba haciendo el amo de Castro Duro. En el Congreso iba tomando una actitud liberal, y se encontraba en situación de abandonar la mayoría conservadora con cualquier motivo.(710)


CÉSAR COMO DIPUTADO LIBERAL

César no se deja atrapar cuando es objeto de una zancadilla financiera respaldada por el ministro de Hacienda y la devuelve afectando de paso a don Calixto y al padre de Amparito. Cuando Alzugaray le previene ante la posibilidad de que el ministro se entere, contesta: “es un honrado granuja. Juega a la Bolsa con  el objeto de hacerse rico. Que se entere, me tiene sin cuidado. El ilustre hacendista, además de idiota y dejar una fortuna a sus repugnantes hijos. En cambio, yo juego con un objeto patriótico.”(722) Su opinión sobre el patriotismo se presume tan singular como la que tenía en Roma, pues queda sin precisar. Su rifirrafe con el ministro le llevará meses después a ingresar en el partido liberal donde es recibido con los brazos abiertos.

César parece ahora un hombre de acción; se ha apartado de tiquismiquis, desligado de las viejas ataduras y piensa exclusivamente en realizar sus proyectos; sin embargo, los poderes de facto no sólo continúan existiendo, además se aprovechan de sus buenas intenciones. Por ejemplo, el Ayuntamiento aprueba el proyecto de traer agua al pueblo como quiere César y para ello  crea una Sociedad para elevar el agua: “Los accionistas fueron casi todos los ricos de Castro Duro, y la Sociedad arregló sus estudios de tal manera, que el pueblo casi no se pudo beneficiar en nada. No iban a instalar  más que dos fuentes públicas en el casco de la ciudad, que estarían abiertas unas horas. César intentó convencer de que esto era un absurdo, pero nadie le hizo caso.” (723)

Ante el desastre de la iniciativa anterior, decide impulsar los proyectos que puede controlar directamente, por ejemplo, instalar en el Centro obrero “una biblioteca circulante  de obras técnicas de cuestiones de oficios, de agricultura y de literatura amena y científica.” (723) Sin embargo, el clero plantea la necesidad de su censura previa y, por el otro lado,  surgen propuestas de correligionarios suyos para limitar los préstamos a personas conocidas. Parecerá hombre de acción, pero las ideas contrarias le desalientan: “si se ponen a jugar a los oradores y a los revolucionarios y vienen ustedes con pedanterías, entonces yo, por mi parte, lo abandonaré todo.”(Ibíd.)

César abandona la gran política, la pequeña, y se orienta hacia la política marginal, la llamada política científica de Ortigosa: “El bandidismo convertido en filosofía(725). Acepta el empleo de fontaneros y matones que reduzcan a los del mismo cuño protegidos por el Padre Martín y se justifica: “Hoy todavía un político tiene que mezclarse entre los reptiles, aunque sea un hombre honrado.(Ibíd.)
Cuando se impone y mantiene la independencia del asilo de la Beneficencia Municipal que los clericales querían unir al de las Hermanitas de los Pobres para beneficiarle con la economía del primero e imponer el rigorismo del segundo, tampoco tiene un éxito definitivo: “a medida que avanzaba y las simpatías populares iban hacia él, la campaña clerical arreciaba; en casi todos los sermones se aludía a la inmoralidad y a la irreligión que dominaban en el pueblo”. (726)  


LA INFLUENCIA FEMENINA

En las novelas de Baroja, el papel de las mujeres que rodean a los hombres de acción varía desde el de salvadora (en la Lucha por la vida), al  de disolvente en César o nada por poner dos ejemplos.

Aurora aparece en Castro Duro invitada por César; enseguida le convence de que mejoraría su estatus si se hiciera con  la casa palaciega de don Sixto y, al sugerir después que le conviene una mujer para arreglarla, señala a Amparito mediando estas frases persuasivas: “Hará una mujercita admirable. Hasta  para tu respetabilidad como diputado te conviene casarte. Un político soltero parece mal.(727)

César cae rendidamente enamorado de la joven Amparito, circunstancia que abarca un número de párrafos inusual en la novelística barojiana al tratar sucesos similares. César se ocupa sólo de su novia: “no pensamos nada acorde, y, sin embargo, nos entendemos(729); cuando duerme  desvaría y sólo piensa en ella. Sin embargo, el narrador mantiene la costumbre barojiana de comunicar la boda de los protagonistas en sólo dos líneas. Por otro lado, el lector advierte que Amparito está disolviendo a César y él es consciente de la situación: “encontraba algo absurdo ser querido así; además veía que ella le arrastraba a él; a los seis meses de casados, ella le iba haciendo cambiar de ideas y de vida, y él no influía en ella absolutamente nada.” (731)

El cambio experimentado por el protagonista es notable. En el pueblo le recuerdan su plan de patrocinar una escuela y de llevar a cabo una cooperativa que abarataría los artículos de  primera necesidad, pero encuentra la oposición de los comerciantes  locales que temen su ruina. Entonces descubrimos que  César ya no es el hombre de las decisiones: “había perdido su afán de lucha, descuidó el proyecto, y, aunque le costaba más, decidió que se comenzara la construcción de la escuela.” (733) Y no es sólo que incumpla promesas: “se sentía mal entre sus antiguos amigos; por dentro comprendía que los estaba abandonando. Pensaba que era difícil, casi imposible, que aquel pueblo llegara a salir de la oscuridad y a significar algo en la vida moderna. Además, dudaba de sí mismo, empezaba a creer que no era el héroe, empezaba a creer que se había asignado un papel superior a sus fuerzas, precisamente en el momento mismo en que el pueblo tenía más fe en él.” (Ibíd.)  ¿Qué queda del hombre de acción?


LAS NUEVAS ELECCIONES MUNICIPALES Y LEGISLATIVAS

Las dos facciones políticas de Castro Duro utilizan matones para defender ideas y objetivos; la intimidación acrecienta la crispación y después se pasa a los hechos consumados. Cuando el Babas, protegido del Padre Martín, asesina a un cajista por motivos ajenos a la política, la gente del Centro obrero habla de represalias como prender fuego al Patronato de San José e incendiar un convento. César debe acusar al Babas, pero la madre del matón y la pareja de este influyen para que Amparito pida a su marido que no actúe de acusador en el juicio; él admite: “ya no tengo energía, ya no tengo dureza. Siento que voy a ceder; me impresiona el dolor de la madre, y no calculo que ese matón, si queda libre, va a trastornar la vida del pueblo, va a malograr nuestra obra. Estoy perdido.”(738) Peor aún; César marchará a Italia porque Amparito  acepta otra oportuna invitación de Laura y cuando se les comunica la inminencia del juicio en el que César debería actuar como acusador, Amparito responde que su marido se encuentra enfermo. Regresarán una vez concluido el juicio. César amagará con  retirarse de la política, pero su gente no le cree capaz de tamaña cobardía y, presionado, acepta volver a Castro Duro para dirigirles en las próximas elecciones municipales.

En  la mayoría de  los municipios rurales de España, el poder entre liberales y conservadores oscilaba casi automáticamente conforme a  las alternancias que se producían en el  poder central, pero en Castro Duro la batalla municipal se presumía así: los conservadores habían conseguido el poder en Madrid y contaban con el apoyo del antiguo diputado liberal al que César había desalojado, los aliados de César –-ahora llamados moncadistas-- sumaban aliados transversales, incluyendo anarquistas y también personas que echaban de menos a Espartero. Su campaña resultó un éxito y los moncadistas coparon ocho de las diez vacantes que había en el municipio.

Los clericales no se resignaron y pidieron a César --en conversación con el Padre Martín-- que influyera para que el Ayuntamiento dejara de ser un manicomio. La conversación resultó muy desairada, ambos personajes dispuestos a entablar una batalla sin cuartel ante las próximas elecciones legislativas y hacerse todo el daño posible, sin evitar el juego sucio, los atropellos y las arbitrariedades con tal de vencer.

Así,  una comisión de castreños logra del  gobierno central que el Ayuntamiento sea suspendido, el Centro obrero cerrado, el juez trasladado, el puesto de la Guardia Civil reforzado y  se designe  un inspector de policía favorable a los conservadores como delegado para las elecciones, cuya tarea inicial será traer gente maleante que  siembre la discordia con los del Centro obrero.

Ante este panorama los moncadistas celebran un mitin que afecta a la autoestima y el liderazgo de César porque su discurso “tuvo apenas resonancia(745) mientras ha brillado  un muchacho. Entonces un César disoluto resuelve utilizar la política sucia: “trabajaba silenciosamente. Pensaba emplear todas las armas, hasta el engaño y el soborno.”(Ibíd.) El nuevo César se caracterizará por el arrebato y la acometividad al menos de palabra: “Yo soy partidario de la violencia –contestó César--: incendiar la cárcel, pegarle fuego al pueblo, estoy dispuesto a  todo. (…) El primer deber de un hombre es violar la ley –gritó- cuando la ley es mala.”(746) De alguna manera recuerda al protagonista galdosiano de El audaz.

César no llegará lejos porque no sabe valorar la realidad mientras  las acciones del gobierno son eficientes y están respaldados por la fuerza pública. Tampoco leerá la nota del peligro que le acecha enviada por la agradecida pareja del Babas.  Se cree un hombre de hierro que no necesita cautela alguna, pero recibirá dos tiros en el coche que le transporta y sus seguidores serán perseguidos, encarcelados o muertos por la Guardia Civil. César ha perdido; su derrota posibilita que Castro Duro vuelva al orden anterior: “las fuentes se han secado, la escuela se cerró, los arbolillos del parque fueron arrancados. La gente emigra todos los años por centenares. Hoy para un molino, mañana se hunde  una casa; pero Castro Duro sigue viviendo con sus venerandas tradiciones y sus sacrosantos principios(751). Del lema de César Moncada Aut Caesar Aut NihilO César o nada»), no queda nada. Quiso ser personaje de acción y resulta un protagonista derrotado, como hubo tantos durante la Restauración.


¿NOVELA POLÍTICA?

César o nada es una novela política en el sentido de que el autor explora un dilema político rodeado de circunstancias --violencia, corrupción, manipulación, chantaje, etc.—así como los anhelos del protagonista por favorecer una situación mejor. 

Las experiencias políticas vividas por Baroja en la vida real  sin duda fueron trasladadas al papel, pero lo singular de César o nada es que mientras la novela política tiende a representar ideas más que emociones, a propagandizar determinados postulados frente a otros y se muestra poco ligada a la estética, la de Baroja gira en torno a un protagonista complejo, sujeto a emociones propias de los tiempos que vive, con acciones que resultan verosímiles y el texto discurre creativo,  entretenido y apasionante.

Mientras algunos teóricos singularizan la novela política al afirmar que su ámbito exclusivo es el de los actos políticos, tantos como sean necesarios para moldear el tema principal, otros aducen que el material de la novela no son las ideas o la ideología, sino ver  al político trabajando, legislando, haciendo campañas, arreglando vallas políticas, construyendo una carrera porque las novelas políticas sólo tiene la política como primer objetivo.

La novela de Baroja sólo es política como aposición porque no se diferencia de otras excelentes que escribió creando un mundo alrededor de un protagonista complejo que no es enteramente portavoz suyo, ajeno a lo heroico, y cuya veracidad  resultante hace que le veamos  y reconozcamos como semejante a personajes de estos mismos días, indicativo de la actualidad de la novela.

Baroja examina la sociedad a través de César Moncada y, pese a la singularidad que le hemos atribuido, su pertenencia al mundo barojiano es total al haber sido adornado con una idiosincrasia próxima a los protagonistas de Camino de perfección, El árbol de la ciencia y de otras novelas definidos por Juan Ignacio Ferreras como “héroes fracasados que pululan en la selva barojiana, y que no son otra cosa que aproximaciones y deformaciones de un solo y único antihéroe.”[xvii] 
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NOTAS.:

[i] Pío Baroja, Obras Completas, Vol. III, Biblioteca Nueva, Madrid, 1947. Todas mis citas salen de este volumen.

[ii] Carlos Blanco Aguinaga recordaba que un decreto de 26 de febrero de 1875 obligaba a los profesores universitarios y de instituto a presentar los textos y programas de sus disciplinas a la aprobación del gobierno prohibiendo que se explicase nada contrario “al dogma católico y la sana moral” y que hubiera ataques a la monarquía tradicional  y el régimen político, proscripciones que llevarían a la cárcel a Francisco Giner, Nicolás Salmerón y Gumersindo de Azcárate.  En   Juventud del 98, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1970, pp.13/14.

[iii] Pilar Hualde Pascual, «Casandra», de Galdós: reinterpretación desde el mito griego”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, se puede leer en Google. Las dos citas y datos recogidos en mi texto corresponden al apartado “2. Casandra: de la novela dialogada (1905) al drama (1910). Sus circunstancias históricas”.

 [iv] Joaquín Costa, Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: Urgencia y modo de cambiarla. Madrid: Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1901.

[v] Ver Miguel Pérez Ferrero, Vida de Pío Baroja, Novelas y Cuentos, Madrid, 1972, p. 141

[vi] Donald L. Shaw  recuerda que la prensa estaba en manos conservadores y por ello la gente del 98 sufragaba a menudo sus propias publicaciones. “En 1905, a Baroja, le ofrecieron únicamente 500 pesetas por los derechos de publicación de César o nada, una de sus novelas más largas”,  La generación del 98, Cátedra, Madrid, 1977, p. 28

[vii] Miguel Pérez Ferrero, Ibíd., p. 125

[viii] César Borgia fue el primer personaje de la Historia que renunció al cardenalato por su deseo de ejercer la vocación militar, de ser un hombre de acción en ese ámbito; uno de sus fieles generales, el valenciano Hugo de Moncada –llegó a virrey de Sicilia—pudo inspirar el apellido del César barojiano. El final de ambos Césares es semejante: Borgia muere a causa de una emboscada en Viana (Navarra) y César Moncada cae herido en la emboscada del final de su novela,  no precisándose si se recupera o fallece.

[ix] Roberta L. Johnson, “La vida como problema de Adán en el Paraíso de Ortega y El árbol de la Ciencia de Baroja”, AIH, Actas VIII (1983), pp. 43/51. Centro Virtual Cervantes, y se puede leer en Google.

[x] Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España, Gredos, Madrid, 1967, pp. 347/395.

[xi] Sobre el tema me parece importantísimo el trabajo de Francisco Pérez “Los Curas en Baroja” en Pío Baroja, Edcn. de Javier Martínez Palacio, Taurus Ediciones, Madrid, 1974, pp. 177/ 215

 [xii] Francisco Pérez, Ibíd., p.199

[xiii] Y el brochazo viene a cuento. Resulta que Mussolini en la década inicial del siglo XX ya andaba enzarzado en luchas sindicales en Trento --enviado por el Partido Socialista-- para ayudar al periódico socialista del lugar. En marzo de 1909 mostraba su anticlericalismo en una diatriba con el famoso Alcide de Gasperi, por entonces director del periódico católico Il Trentino. En 1910, año de la publicación de César o nada,  Mussolini publicaría en su periódico El pueblo de Trento y, también  por entregas, la novela Claudia Particella, l'amante del cardinale Madruzzo,  sátira anticlerical sobre personajes históricos reales.

[xiv] Jesús María Lasagabaster, “El amo de la jaula”. El pensamiento religioso de Pío Baroja”, p. 82. Se puede leer en Google.

[xv] Leopoldo de Trazegnies Granda, Mapa imaginario de España, 2006, se puede leer en Google.

[xvi] Alieja Baczyk-Tomaszewska, “Paisajes y Pueblos Castellanos en la Obra de Pío Baroja”, BOLETÍN AEPE Nº 38-39, pp.68 y ss., Centro Virtual Cervantes. Se puede leer en Google.

X Antonio Martínez Menchén, “Baroja y la crisis del canovismo”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, Nº 265-267, Julio-Septiembre, 1972,  pp. 234/248.

XI Juan Ignacio Ferreras, “Tensión y negación en la obra novelesca de Baroja”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, Nº 265-267, op. cit.,   p.297.
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