domingo, 21 de febrero de 2010


JOSÉ VENEGAS



Mi hija Virginia gusta de curiosear en las librerías de lance de Montevideo y en una de ellas encontró el libro Andanzas y recuerdos de España de José Venegas que adquirió y me regaló las pasadas Navidades. El libro se imprimió en la imprenta Ferrari Hermanos de Buenos Aires y lo editó la Feria del Libro de la capital uruguaya en 1943. Es un ejemplar de segunda mano, pero bien conservado en su estructura al haberse impreso a base de cuadernillos cosidos a mano y seguramente unidos al lomo con goma alemana permitiendo que sus hojas se abran y pasen perfectamente extendidas.

No sabía nada acerca de José Venegas y las palabras preliminares del autor tampoco prometían una biografía personal porque, según él, la vulgaridad de la misma “no interesa a nadie fuera de mi círculo privado”. Sin embargo, encontré un relato fascinante de la vida española entre 1920 y 1939.

Empieza describiendo el periodismo y a los periodistas que trabajaban en el importante diario El Liberal de aquellos años; incluye no pocas chanzas y bromas de mejor o de peor gusto, mientras descubre al paso una realidad española que iba nublándose poco a poco. Junto a los gacetilleros que Baroja habría asimilado al golfo arquetípico que llamó Superhombre con ironía, desfilan verdaderos superperiodistas y personajes como Unamuno, Baroja, Valle Inclán, “Tono”, no pocos políticos amigos o adversarios, y hasta La Argentinita – protagonista de notable anécdota por cierto.

El capítulo Elecciones en Huesca de 1923 retrata el caciquismo y el clientelismo como motores de la vida política en torno a las actas de diputado en provincias. Deja anécdotas sabrosas como la del abogado y candidato catalán José María España que suscita el ¡Viva España! de sus seguidores, pero también el ¡Viva España con honra! de sus antagonistas.

Retrata personajes como Diego Martín Veloz, militarista de origen cubano a la espera de su medalla Laureada, poseedor de casas de juego y diputado que fue descrito por don Miguel de Unamuno –según Venegas—con la siguiente frase: “Antes se emborrachaba con ginebra, pero ahora se emborracha con el Espasa, y es muchísimo peor”. Veloz fue presidente de la Diputación de Salamanca del 28 de julio al 1 de agosto de 1936... Un error de Venegas consiste en decir que su amigo murió al frente de una patrulla franquista en el Guadarrama, cuando parece que falleció en su casa de Salamanca rodeado de los suyos.

Tampoco es menos fascinante el dibujo que traza del periodista y sindicalista peruano César Falcón, quien salió de su país junto a José Carlos Mariátegui y Félix del Valle para vivir en España entre 1919 y 1939. Hombre caracterizado por la seguridad en si mismo, el oportunismo y el aprovechamiento de las amistades hasta constituirse en un parásito de muchas. Venegas deja un retrato que linda en lo pintoresco, pero Falcón era un tipo original: marxista capaz de vivir una aventura romántica como la de raptar a la jovencísima Irene, hija de un judío alemán y de una española, ayudante de Ramón y Cajal, a quien años más tarde –ya separada del peruano cuyo apellido había adoptado- se conocería como Irene Falcón, amiga íntima y confidente de Dolores Ibárruri, La Pasionaria.

Escribe todo un capítulo en torno al curiosísimo padre Chumillas --pariente en cierto modo del San Manuel Bueno unamuniano, de cuya juventud hay referencias en la novela Mala hierba de Baroja, amigo suyo y sobre todo de Azorín --, que ejercía el sacerdocio para poder comer. El padre Chumillas también sirve a Venegas para explayar sus opiniones sobre la religión y su influencia en la vida española.

El capítulo sobre el final de la IIª República contiene algunas de las reflexiones más perspicaces que he leído. Venegas fue un socialista de base recio en sus creencias, pero fiel a sus amigos y protectores aunque no compartiesen su ideología. En Venegas funcionaba una independencia de criterio que pocas veces se encuentra en memoriales de unos y de otros sobre lo acontecido en aquellos años. Pluma ágil, muchísimas veces simpática, testigo de las vicisitudes de políticos y literatos y, sobre todo, de aquellos veinte años anteriores a la Guerra Civil.

Celebramos que el libro de José Venegas López haya sido rescatado del olvido y publicado de nuevo --con un prólogo del profesor Eugenio Pérez Alcalá-- en la colección Biblioteca del Exilio por el Centro de Estudios Andaluces y la Editorial Renacimiento en octubre de 2009.





viernes, 5 de febrero de 2010

Confidencias sobre mi libro 
HistoriaS de EspañA


En julio del año pasado empecé a publicar  el libro HistoriaS de EspañA en mi blog finalizado hace cosa de medio mes. Me parece oportuno hacer  algunas confidencias acerca de su contenido.HistoriaS de EspañA acontece en tres espacios, dos  reales –Madrid y Tortosa- y otro ficticio –Lebico-- que también lo fue de mi libro Historia de mi pueblo. Llamo historias a su contenido porque cuentos y narraciones similares lo son para mi, como lo fue alguna tan brevísima como el “Corrido en Dallas” donde narré, como si se tratase de un corrido en son tejano-mejicano,  el asesinato de John Kennedy. (Ver mi entrada del 23 de enero de 2009)

La fecha que doy a cada una de las historias indica que sucedió efectivamente en tal año, siendo dudosa la de “La visita”, pues, pudo suceder años antes o después, aunque –si se me permite la chanza- antecedió al euro con seguridad.

De niño contemplé al viejo médico evocado en “Don Leandro” leyendo en voz alta las noticias del periódico que podían mortificar a los guardias civiles que pasaban bajo su balcón  camino del cuartel. El hijo muerto que se rememora era el mejor amigo de juventud de mi padre. 
Sin embargo, resulta inútil descubrir más personajes de la realidad en los protagonistas porque  se historian 65 años de vida española y de españoles en sucesos espaciados --de los que fui testigo casi siempre—protagonizados por entes de mi fantasía. El Napoleón de las novelas, a fin de cuentas, nada tiene que ver con el de la realidad.

“Entre septiembre y octubre” historia años de juventud de mi generación nacida al concluir la Guerra Civil, la misma que el Sr. Carrero Blanco quiso sacrificar y, sin embargo, protagonizó la transición. Orillé vivencias como la presencia que tuvimos algunos jóvenes universitarios en la AECE (Asociación Española de Cooperación Europea) y las acciones que facilitaron la integración en la Facultad de Derecho de un personaje que después sería importantísimo para salvar nuestra democracia, pero si quise reflejar la frustración que, 
antes o después,  alcanza a todas las generaciones. “Entre septiembre y octubre”era una novela larga, pero la poda apuntada y mi desmedida afición a corregir, la dejó en su mitad.

El tío Jacobo” historia a un tío de mi madre (q.e.p.d.) en tiempos que ella era niña y cuya historia parcial trasladé nada menos que al 23-F para significar los aprietos que trajo a los españoles acontecimiento tan célebre como tragicómico.

La visita” es un tributo a mis 51 años de vida universitaria y a la ciudad tortosina donde vivo desde hace casi 35 años. Salió de un tirón pese a las vueltas del hilo narrativo, sin embargo, corregirla me llevó tanto tiempo que doy por tentativo el año en que aconteció.

Lo relatado en “La tertulia” sucedió en lugares tan dispares como mi antigua casa de la calle madrileña de Narváez, en Austin (Texas) y en Tortosa..., por eso congregué los sucesos en el espacio ficticio de Lebico y en ese lugar reuní también a los personajes que protagonizan esa verdadera historia. Si la narración hubiese sido un capítulo de mis memorias y hubiese cometido la indignidad de descubrir a los protagonistas que se esconden tras los entes de ficción, daría pie a un cotorreo en el mundillo literario y traicionaría mi intención de escribir historias.
.
NB.:

Las  historias se pueden leer en las siguientes entradas:

Don Leandro (07/11/15)
Entre septiembre y octubre (26/09/15)
El 23-F del Tío Jacobo (25/10/15)
La visita (04/10/15)
La tertulia (25/11/15)