domingo, 29 de marzo de 2015



CASTELLANO INTERNO* ( y 3)


Dulce inquietud de las nubes
surcando sin saber adónde
y transformándose.
Madeja activa, flor de luna
hilando ilusiones.
Huele a viento azul
de nube verde
sobre las casas puras
de las almas yermas…
… y negras como las noches,
siempre igual
sin esperanzas
en la estancia indefinida
invariable.

La mujer se cierra como pulpa de mimosa
y por un instante tenemos constante de abejorros.
No es quitar la miel, ni multiplicar la rosa,
ni caricia de serpiente.
Llevo luz para arraigar en tus pechos
leche pura de espartanos sentimientos,
pero muerdes cuando quiero invitarte
a pasear por el camino de las cruces,
porque tu fantasma huele a prado, a piedra,
a trechos guarnecidos por sombras inquietas.

Pero serás, mujer, en el tablero de arena
y multiplicaciones de niño
que juegan en la arena con las tumbas.


Universo de colores
encorajinados.
Luces, lentejuelas,
rosa y rojo,
espada, arena.
Bailan las manos,
ardor en las miradas.
De la montera al toro
la sangre espera.
El sol aplasta.
Luces, lentejuelas.
Fugas descubiertas,
lo opaco escapa,
espada, espera…
Sólo una sombra queda
escondiéndose en la arena.
Las manos vuelan…


Niebla sobre incienso.
Niebla en las paredes.
Niebla en los quejidos
santuario…

Paños verdes perdidos en la brisa
cubriendo mil troncos milenarios.
Paños verdes muriéndose de blanco,
calcinada la esperanza altiniebla.
Como conchas los hombres
albergando su tibieza,
caminando sus pasitos
 como leves volanderas,
mirando chiquititos
 sus temblores no miradas…
Blanco todo blanco sobre lo blanco,
niebla toda niebla sobre la niebla.

Yo una hijita, leve rama, simple tronco.
Yo un hombre, leve alma, simple miedo.
Yo la niebla, leve niebla, simple niebla.
Verdes, oscuros, blancos sobre todo lo blanco.
Hojita muere. Alma yede. Niebla…verde.




Javier Martínez Palacio, Castellano Interno, Orión, Madrid, 1962. Este poemario  de juventud transmitía  sensaciones de nuestra juventud en aquellos tiempos de silencio. Miguel de Unamuno escribió; “el que lee un poema, una criatura –poema es criatura y poesía creación—puede recrearlo. Entre ellos el autor mismo” 
.

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