jueves, 8 de enero de 2009

CUENTOS TEJANOS (Cont.)

TRES CUENTOS DE AMOR

I

Banderillas blancas

Que le pongan al negro banderillas blancas. Que le golpeen con lirios las nalgas. Y me lo dejen bien blanquecito en la solana de una campiña. Segurito que los gusanos le harán collares de risas. Y el negro despegará su mandíbula para que de la lengua le nazca un ramillete de margaritas.

Cuando el sol se le meta como caballo en las venas, Edward pisoteará las huellas de Nancy por la pradera. Cuando la mujer se arreviente de risa y galope sobre la tierra, y gima porque las amapolas siempre pierden el néctar, Edward pondrá en sus manos el ramillete de margaritas. Y juntos los dos, bajo el inmenso burlero, averiguarán de un sí es no, si serán prietos o hueros los niños de la despensa.


II

Coral

Que me la mordió la coral en los mismísimos pechos. Allí mismo donde le hinqué los dientes el día que le puse lunas en los ojos. Y no hacía nada...

Y no hacía nada. Cobijo: sentadita en los tres piedras mientras yo le despegaba al campo los robles enanos, como sarampión de hambre para todos.

Sentadita, mirándome a las manos, a la rabia que tenía contra aquel campo emponzoñado. Y así le vino el suceso que me la puso arcoiris, con la muerte a puñadas en la pus de mis ojos.

Me la llevé a casa. Me la desnudé. La hinqué los dientes allí mismito, como el primer día. Y chupé tan fuerte, que ella me dijo quedo: “Nacho, que te me llevas”.

Pero ya se iba yendo, ya se había ido. Y se me quedó de estopa, hecha un cuajarón extraño, pura sombra. Aún pude echarla una cobija.


III

Yaqui

Me dijo simplemente:

--Voy a subirme la colina

No la hice mucho caso. Pero un buen día Freeze me dijo:

--Ya se te subió la guala, ¿eh?--. Y me dio un manotazo al cuello mientras reía poniendo precio a la dentadura.

No le hice mucho caso; hasta que mi esposa me dijo:

--Vuelve a mi; ya no te espera--. Y vi que le salían de la piel alfileritos de agua y sudores como de carne en deshielo. Entonces me encaminé hacia la colina. Y parado en la falda, comprobé que sí la había vuelto a subir.

...la mañana blanca; así la recuerdo porque estaba ordeñando a Yaqui. Le daba menudas pifadas al cigarrillo, y bien pensé en Aladino, no sé por qué, porque mi madre ya hacía cantidad de años que estaba, ella sí, bien subidita a la colina. Y yo no tenía la culpa de que madre me contase mentiras cada noche, sólo porque era niño. Porque averigüé más pronto que las piernas de Alice servían de más que para brillar en la charca cuando nos cansábamos de arrear tejas para el rancho. ¡ Guayyy con el Aladino de mi madre!

...y volvió la mañana blanca y no pude dejarla sola otra vez, ni quería –bien sabe Dios- que volviese a empinarse la colina con otro cucaracho como aquel hermano de Freeze. Yo nunca he sabido el gusto que podía sacarle a ese estropajo de hombre. Porque yo le daba recio, y bien a la luna, todo lo que tenía, y para que viese lo que me gustaba, le llevaba cuencos de leche, de la leche de Yaqui...

...y aquella mañana blanca me pareció un poco distinta; no, realmente no estaba tan bonita y potranca como el día que la dije que me casaba con Lounea porque la había dejado hecha un queso de la montaña, y creció como un espino de la colina, y me atrapó como una tarántula, y me pinchó como un escorpión, o Dios sabe si me mordió peor que una coralina, porque yo me sentí bien destrozado como hombre hasta que Lounea me compuso. ¡Sí que estaba bonita!

...y por eso aquella mañana blanca, a pesar del cigarrillo, fuimos primero a la charca, y después al pie de la colina para amansarnos, y la llevé como antes un cuenco de leche, y repetimos por cien lunas, aunque mi padre dijera que soy un hijo de grajo, que eso decía el arapajo de mi padre. Hasta que un día me dijo simplemente:

--Voy a subirme la colina.

Y vi cómo los hombres de aquel valdío se empinaban las crestas de la colina, y que allá arriba, ella, a las cuatro caras del viento hacía huéspedes a los mansos nuevos. Pero yo no quise subir. Nunca había subido para ver más allá del horizonte. Y me quedé con Yaqui, y pensé en llevarle un cuenco de leche a Lounea.


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