martes, 5 de abril de 2016




UNED: LOS CUADERNOS DE MARCELA (I)

Nota.-

La UNED[i] ha sido negativamente calificada por el U-Ranking (Indicadores Sintéticos del Sistema Universitario Español) 2016 donde ocupa el penúltimo lugar por no haberse tenido en cuenta que la universidad tradicional nada tiene que ver con la universidad a distancia, siendo formulaciones universitarias que no se deben mezclar.

Hay realidades importantes que no se tuvieron en cuenta, por ejemplo: la dependencia de la UNED de un mentor, el Estado, que nunca ha proporcionado un presupuesto  suficiente para atender la enorme amplitud de su territorio nacional y extranjero así como el elevadísimo número de alumnos, la tarea de los profesores para incardinarse en la estructura singular de los estudios a distancia exigiéndoseles una docencia sui generis que no exonera del trabajo investigativo, ignorar  la rigurosa exigencia académica sufrida por  los alumnos  para graduarse,  el haber proporcionado a miles de españoles capacitados los títulos que sin la UNED jamás hubieran logrado por cuestiones de trabajo o de  residencia en lugares ajenos a la universidad tradicional.

Los cuadernos de Marcela constituían  un proyecto novelístico que quedó varado, pero como respuesta a tan aireado como injusto informe, he rescatado un puñado de páginas para levantar una lanza por la  UNED mostrando sus difíciles  inicios a través de  un centro territorial, eligiendo   el de Tortosa en 1975.

Espero que el lector obtenga una idea de la ilusión y el esfuerzo que hicieron los patrocinadores, profesores y alumnos,   y observen  realidades que nada tienen que ver con la universidad tradicional en la que injustamente se ha pretendido incluir a la UNED.

Marcela, a quien conocemos como protagonista de la novela corta Entre septiembre y octubre llega a Tortosa (en El Barojiano entrada del 26/09/2015) porque  un compañero de facultad le ha ofrecido el puesto que ha quedado vacante de Jefe de Estudios en el Centro de la UNED de esa  ciudad .


Julio de 1975

Olivos, almendros, naranjales talonados por hileras de pinos italianos. Parterres de verduras y hortalizas junto a los arrozales; espejos de agua. Los verdes copiosos de la  tierra contrastan con ese cielo luminoso que al atardecer  gira suavemente del azul al rosa  mientras las montañas del Puerto se perfilan como bastiones protectores del valle. Tanta belleza me enternecía mientras el Talgo corría hacia mi destino. Eugenio me advirtió de no confundir las ciudades: “No vas a Tarrasa, sino que vienes  a Tortosa,  la ciudad más importante de Cataluña durante la Edad Media después de Barcelona” y evocaba los libros de Geografía que estudiamos en el bachillerato: “El Ebro desemboca en Tortosa”. El buen Eugenio; tan preocupado siempre por los detalles.

Me esperaba en la estación junto a Nina, su mujer, muy cariñosos. Me dieron la nueva de que seríamos vecinos, mi piso bajo el suyo. Me invitaron a cenar; hablamos sobre todo de Tortosa y casi nada del trabajo que aguardaba hasta que mi cansancio resultó evidente. Nina había tenido la amabilidad  de adecentarme el piso, llenar la nevera y hacerme la cama; y en la cama me refugié casi diez horas.

***

Mis padres están tristes. Después de la boda de Carmela se habían hecho a mí y  no se explican que haya abandonado la comodidad de Madrid por lo que llaman una aventura universitaria por correspondencia en provincias. Y tal parece, porque el Centro de Tortosa es el séptimo creado por la Universidad Nacional de Educación Libre a Distancia en España,  universidad fundada hace tres años para dar cobijo a los alumnos que antes llamaban libres en las universidades presenciales y a los que residían en ciudades y pueblos sin  estudios superiores.

En el Centro se ayuda en la matricula, hay biblioteca y se celebran los exámenes; también se programan tutorías que son como clases prácticas con unos profesores-tutores que dependen de los cátedros de Madrid y que a veces visitan los centros para celebrar convivencias con los alumnos. Éstos también pueden consultar a sus tutores por teléfono o carta, pues no tienen obligación alguna de asistir personalmente a clases o tutorías. La U.N.E.D. es para las personas que por razones de trabajo o de distancia no pueden asistir a la universidad presencial, aunque también acuden jóvenes cuyos padres no pueden sufragar sus estudios lejos de su residencia habitual.

Los alumnos estudian seis unidades didácticas autosuficientes por materia y tienen que dar cuenta de su aprendizaje cumplimentando a lo largo del curso cuatro cuadernillos de pruebas a distancia que corrigen los profesores tutores. Más o menos es el resumen que me hizo Eugenio para que fuera conociendo la universidad.


Entré por primera vez en el edifico del Centro aunque los nervios me impedían curiosear. El Patronato se reunía a las seis de la tarde. Llegamos al enorme despacho de Eugenio que antes había sido  capilla. Un revoloteo de manos buscó la derecha mía hasta que fue retenida por el Presidente, un hombre cumplido que debió notar mi nerviosismo que  aumentó al comprobar que era la única mujer de la reunión.

Desde el comienzo las palabras alcanzaron un tono metálico y los rostros ensombrecían. El Presidente explicó pausadamente las razones que le llevaron a traer a Eugenio; repitió varias veces que era persona de su entera confianza. Luego, dirigiéndose a él, añadió: “Tu tarea es la de encontrar una solución que enderece al Centro  sin originar ningún coste añadido, porque  no estamos dispuestos a poner una peseta por encima de lo pactado con la Universidad para el mantenimiento del Centro. El presupuesto anual es de diez millones de pesetas y en un año se ha generado un déficit de tres millones. Si encuentras una salida, estupendo; de lo contrario debes decirlo tan pronto llegues a esa certidumbre y cerramos”. Hablaba con esa contundencia serena de los hombres de mediana edad que no quieren mostrarse enfadados, pero cuyo semblante permite adivinar el sentido de sus palabras.

El Alcalde de Tortosa, que acababa de sumarse a la reunión,  interrumpió: “Presidente, siento decir que el déficit no es de tres sino de seis millones. Esta misma mañana se recibió un oficio de la Delegación de Hacienda reclamando el  I.R.T.P.[ii] del personal del Centro correspondiente al Ejercicio pasado, que asciende a tres millones. Hablaré con el Delegado, pero asumo que valdrá de poco”. Cuando menos, la mayoría de los reunidos torció el gesto: el rostro de Eugenio empezaba a tener un color plata ceniciento.

El Presidente de la Diputación tomó la palabra: “Debe quedar muy claro que las instituciones que fuimos llamadas a colaborar no imaginamos que el Centro tomase un rumbo tan desastroso, ¡un déficit del 60% en un año de funcionamiento sólo es posible en el Tercer Mundo!  Además, como Presidente que también soy de la Caja de Ahorros Provincial, denuncio que contribuimos con seiscientas mil pesetas para la adquisición de  los primeros fondos de la biblioteca del Centro y no se han justificado,  ni siquiera  sabemos si los libros se han adquirido”. 

La mirada entre bondadosa e  irónica del Sr. Obispo se paseaba entre los asistentes deteniéndose en el profesor Serra, representante del profesorado, cuyo semblante enrojecía no se bien si de vergüenza o de enojo.

El Presidente pidió que entrara el contable del Centro y le preguntó si podía informar de cómo se había llegado a la situación. El Sr. Magín, con la voz carrasposa del fumador empedernido, pero con la tranquilidad y la sorna del contable veterano que está de vuelta y media de las cuentas mundanas, dijo: “Muy sencillo. El Patronato aprobó una beca mensual de 8.000 Ptas. para cada  profesor-tutor y el acuerdo se interpretó así: para los profesores que tienen mayor carga docente 20.000 Ptas. mensuales, los de media  15.000, y 12.000 Ptas. para el resto. Podría discutirse si estar en un grupo o en otro dependía de la amistad con el Director, si se aumentó la carga lectiva de algunos profesores para contratar a menos, pero ¿quién iba a protestar si los peor retribuidos ganarían 4.000 Pts. más de lo aquí aprobado? El problema con Hacienda nació en un claustro donde los profesores acordaron  no declarar sus becas al no constituir sueldos, pero uno de ellos  incumplió el pacto y, además,  el Director le dio de alta en la Seguridad Social por haberse quedado en el paro. Las dos incidencias bastaron para disparar la reclamación del IRTP por parte de Hacienda que no reconoce que se hable de becas. Concluyendo, se han estirado los duros por encima del presupuesto posiblemente porque el mundo universitario vive en rojo en todos los aspectos;  si queremos ser diplomáticos podemos decir que lo ocurrido ha sido fruto de la inexperiencia”. Nadie rió ni pareció admitir la disculpa lo que provocó que el rostro del Profesor Serra ya no estuviese rojo sino a punto de incendiarse.

El Presidente no disimuló su enfado y recordó que había dado órdenes taxativas de que ningún profesor-tutor fuese dado de alta en la Seguridad Social porque eran becarios y no trabajadores. Luego, dirigiéndose a Eugenio, comentó: “Lo debes tener claro; te he traído para cerrar el Centro que creamos tan ilusionadamente, a no ser que encuentres una vía que lo impida”.

Entonces, el Delegado de Alumnos pidió la palabra y con un tonillo desafiante, dijo: “Señores, hagan lo que gusten menos tocarnos las clases y cerrar, porque si  lo hacen, habrá follón. Nos embarcamos en los estudios superiores de esta Universidad  porque Uds. lo pintaron de maravilla y Uds. eligieron las personas y también son responsables del rumbo tomado por  el Centro porque, dicho sea de paso, si se  ha gastado de más es porque aquí no había nada de nada, ni un triste boli. Lo que no van a hacer de ninguna de las maneras es dejarnos tirados. Decidan lo que Uds. quieran, pero están advertidos”. Después chasqueó la lengua y se acarició la frente repetidamente con gesto nervioso.

El Sr. Obispo intervino para decir que cuando se empieza un proyecto ocurre siempre que los gastos se desorbitan y que, en este momento, lo conveniente es ser positivos y aprender de los errores para enderezar el rumbo. Deduje que era hombre de gran autoridad  porque nadie se atrevió a replicar nada, y se siguió con el orden del día. Aprobaron  mi nombramiento como jefe de estudios, pero no se nos despidió como se hace con  gente de confianza, incluso uno de los patronos me comentó con sorna: “¿No habrás hecho un viaje de ida y vuelta?”

***

Esta noche telefoneé a casa y se contentaron con mi nombramiento. Dije que iba a ganar veinte mil pesetas mensuales más una beca como profesora tutora y  que también me pagarían el alquiler del piso. Excusé contar los problemas que vivía el Centro para no preocuparles. La noche estaba siendo tan calurosa que acepté la invitación de Nina y Eugenio para tomar un refresco en el parque. Me sorprendió que Eugenio no comentase nada de la reunión; pensé que excusaba hablar de su trabajo delante de Nina, quien habló largo y tendido de los perfumes que utilizaban los embalsamadores del viejo Egipto; escuchamos sin pestañear mientras nuestras manos mecían los abanicos para ahuyentar a los mosquitos.
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[i] UNED, Universidad Nacional de Educación a Distancia. El original fue Universidad Nacional de Educación Libre a Distancia. alumnos.  Se la considera la primera universidad europea por número de alumnos matriculados; su número de alumnos actual es de  260.079.

[ii] IRTP, Impuesto sobre el Rendimiento del Trabajo Personal vigente en la época