viernes, 20 de julio de 2012



LOS GRADUADOS DE LA UNED



El día 15 de junio pasado acudí al centro universitario de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Tortosa para asistir a una clausura de curso, acto en el que se entregaron distinciones a los profesores-tutores y personal del Centro que cumplían muchos  años de servicio al mismo y diplomas a los alumnos graduados en los tres últimos cursos. El Director, Dr. José María Franquet, me había pedido que pronunciara la Laudatio de los graduados y  lo hice con palabras muy parecidas a las que siguen.

La UNED cumple este año cuarenta de su fundación con un mismo objetivo: facilitar la educación superior a las personas que, por razones de trabajo o de residencia, no pueden acudir a la universidad presencial. El éxito de tal propósito se rastrea fácilmente a través de sus Centros.  El de Tortosa --que en diciembre de 2013 celebrará cuarenta años de la Orden ministerial de su creación convirtiéndole en el séptimo de la UNED-- ha ayudado a realizar estudios superiores a algunos miles de estudiantes de los que más de 1.200 concluyeron estudios, la inmensa mayoría en calidad de licenciados o ingenieros superiores.

La labor de esos graduados ha influido, además, en el tejido social  del área jurisdiccional del Centro -- la provincia de Tarragona.  Recuerdo aquel  lejano día en que, asistiendo a un acto representando al Centro, un prócer de pueblos y campos me preguntó con cierta guasa para que servía la UNED si casi todos sus alumnos –por entonces-- estudiaban Derecho y le respondí  intencionadamente: “Al menos sirve  para que los caciques tengan gente a su lado que conozca las leyes y les induzcan a cumplirlas.”

Hubo un tiempo en la ciudad de Tarragona que la delegada de Hacienda, el administrador de la Agencia Tributaria, el presidente de la Cámara de Comercio y un magistrado de trabajo coincidían como licenciados por la UNED habiendo estudiado en nuestro Centro. Otros graduados regían ayuntamientos, cuerpos de policía, se desempeñaban en profesiones liberales o como profesores de instituto, algunos realizando labores investigadoras sobre la historia de sus pueblos, tarea que anteriormente se atribuían aficionados  con parecer, pero sin metodología. Los diplomados en Educación Social hoy se afanan en labores sociales importantes  en sus lugares de residencia y sucede así porque la mayoría de los graduados de la UNED no emigra.

Fue hacía 1982 cuando el Centro de Tortosa contó sus diez  primeros licenciados. Para celebrarlo, solicité de nuestro Patronato la concesión de un diploma de Alumno Emeritus que reconociese su merecimiento. Se me preguntó si el diploma se iba a otorgar sólo a los mejores y respondí que a todos por igual y sin excepción, porque si la UNED se adorna con características singulares, también las tienen sus alumnos, la mayoría con una media de 35 a 40 años de edad, familia a su cargo,  posibilidades económicas diversas, con trabajos y responsabilidades que sólo les permiten estudiar a tiempo parcial,  viviendo lejos o muy lejos del Centro. El diploma tenía que reconocer a todos porque llegar a la meta es lo que precisamente les iguala, y no resulta baladí la obtención de una licenciatura o una  ingeniería superior que requiere una media de siete a nueve años de  estudios en la UNED, dos menos en el caso de las diplomaturas o las ingenierías técnicas.

Uno o dos años después, y celebrando otro acto de  clausura, me quedé charlado con el vicerrector enviado desde Madrid para presidirlo, el Dr. Faustino Fernández Miranda y, por ese motivo,  nos retrasamos en llegar a la cena de confraternidad que cerraba las celebraciones del día. Quedaban pocas mesas con sitio libre para acogernos; el Dr. Fernández Miranda lo encontró entre las secretarias y delegados de alumnos y a mi me esperaba la mesa más temida, la de los licenciados en Ciencias Químicas, pues,  presumía que me reprocharían el escaso apoyo tutorial que ofrecía el Centro a su carrera a partir del segundo curso.

Mis temores no tardaron en esfumarse. Uno de los exalumnos, que trabajaba en la petroquímica de Tarragona y era muy salado, contó lo bien que se lo pasaban cuando iban a hacer las prácticas de la carrera en la Sede Central de la UNED en Madrid y, al enfilar los pasillos,  veían las puertas de los despachos entreabrirse  y, segundos después, asomar las cabecitas de los profesores --invisibles hasta ese momento-- también contentos del encuentro con sus alumnos -- igualmente invisibles hasta entonces.
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Al conocer que uno de los compañeros de mesa se había desplazado con su mujer en avión desde Suiza para recibir el diploma del Patronato le pregunté el motivo y me dijo que también había trabajado en la petroquímica de Tarragona, pero finalizada la licenciatura,  había sido contratado por una multinacional suiza y, como era de suponer, su vida había cambiado de manera decisiva. Por eso había volado desde ese país  a recoger un diploma que sería el relicario de sus años de estudio y unos esfuerzos que estaba lejos de olvidar.
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Son muchos los alumnos que culminan sus expectativas en la UNED, pero muchos más los que por razones  varias se quedan  en el camino. La UNED es difícil, pero la vida tiene meandros insuperables que obligan a encallar. No olvido a aquel simpático agente de adunas que al finalizar sus exámenes de junio me dijo: “Ojalá lo apruebe todo ahora porque de lo contrario no sé si llegaré a septiembre”. El cáncer que padecía fue más rápido.
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Si algo distingue sobremanera a las graduadas y los graduados de la UNED es su motivación, una voluntad de hierro y una paciencia envidiable para superar ese camino de sinuosas dificultades que la vida y también los estudios  deparan.  He conocido graduados que por dedicar los ratos libres a la carrera rompieron sus matrimonios y he conocido señoras  que graduándose salvaron la situación de pobreza en que las dejaron sus anteriores maridos. Hay licenciados que también han hecho sus doctorados en nuestra universidad. En cualquier caso los méritos de todos ellos están muy por encima de la ayuda prestada por los Centros, sus tutores o de los mismos profesores de la Sede Central. Esa voluntad, paciencia y motivación les habrían posibilitado coronar cualquier otra empresa que hubieran acometido. Los graduados de la UNED son de primera clase.

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