martes, 25 de octubre de 2011


RUBIAS Y MORENAS



Se dice que sólo el 16% de las mujeres nacen rubias. Se cuenta que otro 17% se oxigena --¡más de la mitad de las rubias que vemos por la calle!-- si bien, tales estadísticas parecen antiguas y, por ejemplo, se asegura que en Hollywood el total de las áureas sobrepasa el 80%. No es sólo cuestión de lucimiento femenino. Se habla con entusiasmo de la bondad del pelo de las rubias ucranianas que no pocas se cortan y venden para la elaboración de las mejores pelucas, alargues y postizos.

Se cuenta que en la Edad del Hielo los hombres morían a puñados cuando decidieron cazar los animales más peligrosos. Se dice que, en consecuencia, la cantidad de solteras creció ad infinitum originando entre ellas una contienda sexual para atraer a los cazadores supervivientes. Se afirma que triunfaron aquellas cuyo cabello se diferenciaba del común y, entre ellas, las rubias porque tenían el pelo más delicado y el que más juventud insinuaba.

Con el tiempo aparecieron las mujeres oxigenadas. Creyeron que el rubio clareaba su piel haciéndolas más atractivas. Basta mezclar colorante y amoniaco o agua oxigenada que se aplicará de raíz a punta de los cabellos, ratos de secador, pausas sin gorro al abrigo del ambiente, o para desenredar el cabello y cepillarlo para luego echar el tinte amarillo, lapsos para lavar el pelo, mirarse al espejo y hoy, pasadas dos horas y media, salir del local contentísimas de que las peluqueras no se pasaran con el amoniaco aunque aconsejen volver en una semanas porque las raíces crecen y despuntan su color natural. Es igual. Ya se es rubia e importa un comino que la Frikipedia diga que “Una rubia es una especie de mujer cuya carencia de pigmento en el cabello es exactamente proporcional a la carencia de neuronas en el cerebro.” ¡Envidia maldita de las que no lo son!

Se dice que las rubias llaman la atención y reciben mejor trato. Se cuenta que trabajan más duro para conseguir lo que quieren y hasta son más agresivas aunque, donde abundan y son mayoría, puede ocurrir que su salario medio sea inferior al de las morenas. Lo desmiente un estudio de la Universidad de Queensland australiana al asegurar que su salario es un 7% mayor que el de las morenas y suelen casarse con hombres cuya riqueza supera en un 6% al de los millonarios que se casan con las otras. Además, la presidenta de la Asociación Internacional de Rubias, Olga Uskova comentó: “Las rubias estamos casadas con hombres más ricos porque somos más divertidas y sociables. También nos arreglamos mejor en el trabajo porque cuando cometemos un error podemos decir 'perdona, es que soy rubia' y nos escapamos".

El Día Mundial de las Rubias se celebra cada 31 de mayo en Riga (Estonia). El país tiene dos millones de habitantes y, se dice, que acuden unas cincuenta blondas a la fiesta, pero la celebración se redondea importándolas de Lituania, Rusia e incluso del norte de Italia. También se dice que las rubias están en peligro de extinción por tener un genoma en recesión que expirará en el siglo XXII. Y todavía peor, se recuerda a su depredador de vez en cuando: el asesino de una película de Hitchcock de 1927, The Lodger: A Story of The London Fog, que se deslizaba en la niebla buscaba rubias para matarlas hasta que se metió en su propia trampa… el intento de liquidar a la hija de sus hospederos que tenía un novio policía.

En Cudillero (Asturias) existe una bonita, breve y recoleta playa llamada Las Rubias que define a las mejores áureas de carne y hueso: recoleta, situada a los pies de altos acantilados de una gran belleza y, pese al deseo de muchos, muy poco frecuentada debido a las dificultades del acceso.

Hasta los villancicos cantan a la Virgen rubia:

La Virgen se está peinando
entre cortina y cortina,
los cabellos son de oro
y el peine de plata fina.

Pero la mayoría de nuestras Vírgenes son morenas, las sevillanas, la de Guadalupe, la de Chiquinquirá, o hasta muy morenas, negras, como la de Montserrat y tantas del románico.

Las morenas eran mayoría en nuestra tierra y hasta hace poco tenían su icono en La Fuensanta que apareció en mil millones de los billetes de cien pesetas. Me refiero a María Teresa López González, también conocida como La Chiquita Piconera por el último cuadro de Julio Romero de Torres. María Teresa nació de padres cordobeses emigrantes en 1913 en un rancho de Buenos Aires. Vivió en Madrid y falleció en el Hospital de los Morales de Córdoba en mayo de 2003. Hace años se dijo –quizás en el diario Pueblo-- que María Teresa vendía cigarrillos junto al cine Narváez de la calle madrileña del mismo nombre y, si fue así, yo mismo siendo adolescente se los compré sin saber que aquella mujer mayor que tanto me llamaba la atención por su placidez y notable aspecto había sido el prototipo de la belleza española.

Se decía que nos gustaban las rubias, pero nos casábamos con las morenas. Y ahora, ¿nos gustan las morenas, pero nos casamos con las rubias? Menudo lío. Para ayudar a resolverlo recordaré una historia de mi admirado Juan José Arreola titulada Parábola del trueque. Relata cómo al grito de “¡Cambio esposas viejas por nuevas!” el mercader ofrece mujeres de veinticuatro quilates con certificados de garantía: “Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros”. Los hombres dejarán a sus esposas de siempre y correrán desaforados en pos del mercader para hacer los cambios incluso sin importarles quedar arruinados. Pasarán los tiempos de la miel y de olvidar el trabajo, de exhibir la sensual mercancía, del regusto y la molicie hasta que las rubias empiezan a oxidarse y los hombres creen que les vendieron mujeres falsificadas y salen desesperados en busca del mercader. Se trata de una parábola breve que irradia matices cuyo descubrimiento dejo al lector con curiosidad de leerla.
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NOTA.:

[1] Juan José Arreola, Confabulario definitivo, Edcn., de Carmen de Mora, Cátedra, Madrid, 1986, pp. 153-156.

jueves, 13 de octubre de 2011


Christopher's bilingual stories
CHRISTOPHER AS A
REAL MADRID PLAYER


English translation for my grandson Christopher Diego on his 5th birthday,
Ita Betty Jean Curtis Inselmann



As if in a dream, he jumped onto the grass playing field of a magnificent stadium. Because it was empty he was able to read in giant letters on one of the grandstands: Real Madrid. Christopher was impressed and even more so when he was approached by a very friendly player who was also quite imposing.

“And you, what are you doing here?

“My name is Christopher Diego and I am the winner of a promotion that the Real Madrid sponsored in the United States for five year olds to play a friendly match here against the youngest players of Barcelona.

And why have they chosen you?”

“Because I am the best goalkeeper and also the best goal making forward of my age in the USA.”

“It is rather strange being good at both things”, said the other.

“Beckham said the same thing; I dribbled him five times in a small span of playing field in an exhibition that we both took part in.

“You must be terrific!”

“I am. And what’s your name?”, asked the boy.

“Me? Cristiano”

“¡Oh, yes! I have seen you play on American Gol TV and you are not bad at all.

“Can you see me there, too?”

“Of course. My father told me that the Real Madrid has been popular in the USA for many, many years.”

While they were talking, a man with a stooped back and extremely long legs appeared; he came up close and said to the small boy.

“You must be Christopher, “The buck of the prairies” I believe they call you back home. I would like to see you run over to that goal and back to see how good you are”.

“Done!”, answered the little one.

Without batting an eyelid, Diego took off leaving a cloud of dust behind him and as he is so small he was lost in the distance and returned in less than a minute; in addition, so that there would be no doubt that he had arrived where they sent him, he brought back a towel forgotten by some goalkeeper who used it to dry his gloves during the games.

“You certainly do run,” said the coach. “That is Iker’s towel. And who knows, he may just come looking for it.”

The Real Madrid goalkeeper confirmed that he was looking for his towel and smiling, asked:

“What does the little boy want?” “Does he want me to sign an autograph?”

“No,” said the coach, “ he wants to make you some goals.”

Iker looked at the coach jokingly, but without commenting he walked over to the south goal. The man in charge of equipment placed five balls near the penalty point and Christopher, without stopping to take a breath, fired like a machine gun scoring two goals, one in each top corner, another two in the lower left and right angles, and still another in the center of the goal leaving Iker squatting on the ground, hands covering his face, staring wide-eyed at the little boy.

“Now let Cristiano shoot at me,” said Christopher while he occupied the goal with determination and no one dared argue with him. Cristiano kicked the five balls trying to make the same goals as Christopher but Christopher, as if he were a puma with wings , leaped into the air capturing each ball with elegance and security.

“You have really impressed us, Christopher,” said the coach.

“Tomorrow you will surely play some minutes against Barcelona.”

The following day the newspapers displayed surprising headlines, such as, A short American arrives to play against Barça… It is not Donovan, he is even better… The Real Madrid has a player who will challenge The Little Flea Messi II…and other similar headlines.

The game was going to be played in the Alfredo Di Stefano Stadium and it was absolutely jam packed. The loudspeakers animated the crowd with songs which the players had chosen. It was a friendly match and each team would play with its youngest players, however they would be reinforced with two star players, one from the Miami Barça and another northamerican for the Real Madrid whenever the coaches thought it convenient, for that reason neither Messi IIº nor Christopher played from the beginning.

The contest progressed with little interest because both teams studied each other for quite a while and, finally, they dedicated themselves to destroying the tactics of the other team until, mid way through the first half, The Little Flea Messi IIº appeared on the field. The lad ran, as was his custom, and in a flash he made an extraordinary goal flitting about the legs of the Madrid forward and kicking the ball with his heel towards the left angle of the goal.

The game now continued in a spectacular give and take, but a little boy that looked a lot like Pujol didn’t let a single ball enter the Barcelona area and as a result the Madrid forwards were unable to put together a goal strategy no matter how hard they tried.

Well into the second half Pujol was replaced and the coach of the Madrid team told Christopher to get ready to play. When the fourth referee allowed him to enter, he leaped like a hare and three of his sudden attacks, dodging legs and dribbling players, ended in shoots near the other team’s goal posts. Near the end of the game he saw that a gigantic player who was called Quiqué II by his fellow players was open and ready to stop his swift attack.

In an incredible manner, Christopher slipped between his legs, dribbled three opponents and in front of the last defender he turned his back to the goal, kicked the ball over his opponent and himself, advanced around his opponent and catching the ball before it hit the ground, he launched a fantastic shot which squeezed through the right corner of the goal. The Madrid fans, delighted, celebrated the goal in a deafening outburst; however, it was Ricardo, Christopher’s father, who shouted the loudest. The match was tied minutes before the end of the game.

When Christopher awoke, he saw the Real Madrid uniform on the back of a nearby chair and when his parents came into the bedroom he told them raising his fists in the air:

“Mommy! Daddy! I tied the Real Madrid against Barcelona!”
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“I saw you, son! I was at the game, too!”, answered his father euphorically.

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martes, 11 de octubre de 2011

Los cuentos bilingües de Christopher

 

CHRISTOPHER, JUGADOR
DEL REAL MADRID


Para mi nieto Christopher Diego en su 5º cumpleaños.
English translation by his grandmother Betty Jean Curtis Inselmann




Desde el sueño saltó al césped de un estadio grandioso. Gracias a que estaba vacío pudo leer unas palabras muy grandes en una de sus gradas laterales; decían Real Madrid. Christopher quedó impresionado y más cuando se le acercó un jugador muy simpático que también parecía imponente.

-- Y tú, ¿qué haces aquí?

-- Me llamo Christopher Diego y soy el ganador de la promoción que el Real Madrid hizo en los Estados Unidos entre niños que hubieran cumplido los cinco años para jugar aquí un partido amistoso contra los infantiles del Barcelona.

-- ¿Y por qué te han elegido a ti?

-- Porque soy el mejor portero y también el mejor delantero de mi edad metiendo goles de USA.

-- Sí que es extraño ser bueno en las dos cosas—dijo el otro.

-- Eso mismo me dijo Beckham, a quien regateé cinco veces en un palmo del terreno en una exhibición que hicimos los dos.

-- ¡Debes ser tremendo!

-- Lo soy. ¿Y como te llamas tú?—pregunto el niño.

--¿Yo? Cristiano.

-- ¡Ah! ¡Sí! Te he visto jugar a través de la Gol TV americana y no lo haces nada mal.

-- ¿También se me ve allá?

--Pues claro. Mi padre me dijo que al Real Madrid se le sigue en USA desde hace muchísimos años.

Mientras hablaban apareció un hombre encorvado que tenía unas piernas larguísimas; se acercó y dijo al pequeño.

--Tú debes ser Christopher, El gamo de las praderas creo que te llaman allá. Me gustaría verte echar una desde aquí hasta aquella portería y volver para observar tus cualidades.

-- ¡Hecho! – contestó el pequeño.

Fue visto y no visto, pues Diego puso pies en polvorosa y como es tan pequeño se perdió en la distancia y regresó en menos de un minuto; además, para que no hubiese duda de que había llegado adonde se le envió, trajo una toalla olvidada por algún portero que la usaba para secar sus guantes durante los partidos.

-- Sí que corres—dijo el preparador.--. Esa es la toalla de Iker. Y mira por dónde a lo mejor viene a buscarla.

El portero del Madrid aseguró que venía a por su toalla y sonriendo preguntó:

-- ¿Que quiere el chiquillo? ¿Qué le firme un autógrafo?

-- No- dijo el preparador--. Quiere meterte unos goles.

Iker miró al preparador con guasa, pero sin hacer ningún comentario y se acercó a la portería del gol sur. El utillero puso cinco balones en torno al punto de penalti y Christopher, sin tardar un respiro, disparó como una ametralladora metiendo dos goles, uno por cada escuadra, otros dos por los ángulos inferiores y otro por el centro de la portería dejando a Iker en cuclillas sobre el césped, las manos tapándose la cara y mirando boquiabierto al chiquillo.

-- Ahora que Cristiano me dispare a mi—dijo Christopher mientras, muy resuelto, ocupaba la portería sin que los otros se atreviesen a rechistar. Cristiano disparó los cinco balones intentando meter los mismos goles que Diego hizo, pero este, como si fuera un puma con alas, se lanzó a los espacios atrapando cada balón con elegancia y seguridad.

--Nos has dejado impresionados, Christopher --dijo el preparador—Mañana seguro que jugarás unos minutos contra el Barcelona...

Al día siguiente los periódicos sacaban titulares sorprendentes como Llega un americano bajito para jugar contra el Barça, No es Donovan, es todavía mejor, El Madrid tiene un jugador que retará a La pulguita Messi II... y otros parecidos.

El partido se iba jugar en el Estadio Alfredo Di Stefano y había un lleno absoluto. Los altavoces animaban a la concurrencia con canciones que habían elegido los jugadores. Se trataba de un partido amistoso y cada equipo jugaría con los infantiles, pero saldrían reforzados con dos estrellas, una del Barça de Miami y otra norteamericana por el Madrid cuando sus entrenadores lo creyesen conveniente, por eso ni Messi IIº ni Christopher jugaron desde el principio.

La contienda discurrió sin mucho interés porque ambos equipos estuvieron estudiándose durante un buen rato y luego se dedicaron a destruir la táctica del otro hasta que, mediada la primera parte, salió La Pulguita Messi IIº. El chaval correteó como es costumbre en él y en un pis pas metió un gol extraordinario: revolviéndose entre las piernas del central madridista y golpeando de tacón hacia el ángulo izquierdo de la portería.

Continuó el partido ya en un toma y daca espectacular, pero un chaval que se parecía mucho a Pujol no dejaba pasar ni una en el área barcelonista por lo que los delanteros del Madrid no hilvanaban ninguna jugada de gol por mucho que se esforzasen.

Avanzado el segundo tiempo Pujol fue sustituido y el preparador del Madrid indicó a Christopher que se preparara para salir. Cuando el cuarto arbitro lo permitió, saltó como una liebre y tres arrancadas de las suyas, salvando piernas y driblando jugadores, terminaron en disparos cerca de los postes contrarios. Próximo el final del partido vio que un chico gigantesco al que sus compañeros llamaban Quique II estaba abierto y listo para detener su galopada. De manera increíble, Christopher se coló entre sus piernas, dribló a tres oponentes y ante el último defensor, se volvió de espaldas alzó el balón sobre él y el contrario y, filtrando y recogiéndolo sin dejarlo caer al suelo, largó un disparo fantástico que se coló por la escuadra derecha de la portería. El madridismo, encantado, celebró el gol de manera ensordecedora, siendo Ricardo, el padre de Christopher, el que más gritaba. Se había empatado un partido que sólo tardó unos minutos en concluir.

Cuando Christopher despertó vio el uniforme del Real Madrid en el respaldo de la silla cercana y cuando sus padres vinieron a la habitación les dijo levantando los puños:

-- ¡Mamá! ¡Papá!¡Empaté al Madrid con el Barça!

-- ¡Ya lo vi, hijo! ¡Yo también estuve en el campo! – contestó eufórico su padre.


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domingo, 9 de octubre de 2011



Alain Kisieliński





Una foto cayó al suelo cuando abrí el ejemplar de El audaz de Galdós. Los colores estaban desvanecidos, pero las caras de mis antiguos camaradas se iluminaron en mi memoria. Recuerdo que la foto se hizo una hora o así después del examen de cualificación para el doctorado en Filología Hispánica. Entre mis colegas sobresalía Alain Kisieliński, aquel muchacho altísimo, corpulento, rubio rubísimo, que lucía unas gafas gruesas de concha negra que casi ocultaban sus ojos de grandísimo pícaro, no su sonrisa medio descarada. Era venezolano hijo de polacos, pero tenía la malicia y las mañas de alguien nacido en la barriada de San Blas de Caracas por mucho que su aspecto lo desmintiera.

Recuerdo que esa misma tarde al iniciarse el examen estábamos los ocho examinandos alrededor de una gran mesa cuadrada, cada uno con espacio suficiente para escribir. El Dr. Nale acababa de distribuir los cuestionarios y se había retirado del aula. Cada uno parecía estar a lo suyo cuando Alain se agachó, anduvo trasteando por el suelo y, alzándose, puso sobre la mesa unos tomitos pareciéndome los de Enrique Anderson Imbert sobre historia de la literatura hispanoamericana. Teníamos que destripar un cuento de Borges; después, relacionarlo con su obra y a continuación escribir sobre el lugar que el argentino ocupaba entre los escritores hispanoamericanos de su tiempo.

Los compañeros de Alain alzaron la vista para enseguida precipitar sus ojos sobre los libritos armados de sorpresa y enojo. Luego los dirigieron hacia él, aguzados como picos de grajo, y no le dieron tregua más que para sonrojarse, apañar los libritos apresuradamente y devolverlos al lugar de donde habían salido. Le oí decir entre dientes: “¡Chévere! No sabía que aquí…¡bueno… bueno…!”. Seguidamente, todo el mundo se puso a lo que debía ponerse.

Días después me invitó a comer. Más que conocerme, quería que le informara sobre cómo corrían las cosas en el Departamento de Románicas de la Universidad de Texas en Austin. Propuse el comedor de estudiantes de la universidad, pero él me llevó a un restaurante excelente y allí le comenté pormenores asegurando que nuestro Departamento era probablemente el mejor de los Estados Unidos en aquellos momentos, sin comparación con las facultades de nuestros respectivos países.

En cuanto al incidente del examen, dije que los graduados no copiaban y menos en los exámenes; había visto cómo la gastaban nuestros compañeros porque además de colegas eran competidores y no permitían ventaja alguna a nadie. Añadí que arriesgaba ser denunciado y expulsado de la Escuela Graduada. También le aconsejé que cuando redactara los trabajos del curso jamás se le ocurriera copiar ideas u opiniones de otros libros sin citarlos debidamente. Las editoriales y las revistas profesionales encargaban estudios, introducciones, ediciones críticas y artículos a la mayoría de nuestros profesores; si se trataba de una simple reseña sobre un libro reciente leían una biblioteca entera para luego comentar si aportaba algo nuevo o no. Alain podía hacerse idea de lo mucho que sabían e imaginar lo preparados que estaban sobre la temática de sus cursos.

Llegó el momento de pagar la comida y Alain se puso a rebuscar por los bolsillos hasta que me dijo: “Lo siento. Parece que tendrás que pagar mi parte. Dejé mi cartera en los pantalones de ayer”. Alguien me había dicho que en USA, si te invitan a comer sólo te invitan a comer en compañía del que lo propone y únicamente cuando dicen que pagarán tu comida estás invitado como se hace en nuestros países de origen.

Los sábados que a Betty Jean, mi novia, le era imposible venir a Austin, yo cogía un Greyhound (1) para ir a San Antonio. Alain se enteró y para compensar el asunto de nuestro almuerzo, se ofreció a llevarme cuando su chica, Rose, que también era de San Antonio, fuera a visitar a su madre.

Alain estaba sentado al volante de un auto enorme, un Chevrolet Bel Air que lucía unas luces traseras como ojos de gato impresionantes. Mientras esperábamos a Rose le felicité por el carro, pero me dijo: “Es de Rose. Conmigo las chicas lo ponen todo”. Luego me pidió que abriese la guantera. Lo hice y observé que estaba repleta de medicinas o cosas parecidas. “Saca lo que quieras. Hay condones, espermicidas…muchas vainas. Rose suele ir preparada. Cuando lleguemos a San Antonio, su madre siempre nos tendrá dispuesta una comida estupenda. Luego intentaremos una siesta, algo de jamoneo, la caliento, se me para la paloma y nos tiramos a lo b...-No terminó la palabra, aunque me pareció oír algo así como buchón-. Rose es tan considerada que no gasto ni un bolívar en ella. Estoy pegao, ¡chévere!”. Y se rió mientras yo le miraba pasmado, tan asombrado que ni advertí que Rose había entrado en el coche esparciendo un perfume cautivador y, habiendo ocupado uno de los asientos traseros, nos sonreía iluminando su cara de ángel.

A veces Alain desaparecía. Tenía la costumbre de escribir cartas solicitando puestos de trabajo en los lugares más insospechados del país y cuando le contestaban invitándole a una entrevista marchaba para el lugar siempre que le pagaran viajes, gastos de hotel y de estancia. Era su forma de conocer los Estados Unidos: de Texas a Alaska o California, de Texas a Vermont o Florida, gratis siempre, por supuesto.

Cuando llegó el verano, Alain volvió a desaparecer. Los demás peleábamos para que se nos contratara en algún curso de estío, sobre todo en los institutos de la NDEA (2), pero Alain fue a Las Vegas. Un atardecer, disfrutando de algunas copas en casa de nuestra compañera Lucy Costen, me confesó que poseía una fórmula matemática para la ruleta que su padre le había enseñado y que, aplicada con prudencia para que los esbirros de los casinos no le descubriesen, le producía rentabilidad como para tomarse unas buenas vacaciones, cursar una rápida visita familiar a Venezuela, y vivir el resto del año. Viajó a Las Vegas en aquel verano de 1966, pero nunca volvió a Austin ni tampoco supe más de él.

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NOTAS
1. Se refiere a un autobús de la compañía Greyhound.
2. Se refiere a los cursos patrocinados por el Department of Health, Education, and Walfare de los EE.UU que se daban en algunas universidades al objeto de mejorar los conocimientos de los profesores de lengua de los institutos de bachillerato y colegios de la nación.